miércoles, 26 de junio de 2019

LA ARGENTINA CONVULSIONADA


Conferencia de prensa del ERP (Enero de 1972)



El 6 de enero de 1972, la prensa argentina dio cuenta de un extraño suceso que tuvo por escenario el Río de la Plata, más precisamente las inmediaciones de la isla Martín García, donde una avioneta particular uruguaya se estrelló el 31 de diciembre.

Las investigaciones iniciadas inmediatamente después del hallazgo, pudieron determinar que se trataba de una aeronave matriculada en Minas, localidad del departamento de Lavalleja, situada a 120 kilómetros al noreste de Montevideo, tripulada por dos civiles que aparentemente habían decolado del aeródromo de Don Torcuato, al norte del Gran Buenos Aires, en dirección a Carmelo, sobre la vecina orilla oriental.

Por medio de Interpol, las autoridades uruguayas, que desde tiempo antes mantenían su propia guerra antisubversiva, conflicto de más baja intensidad, aunque no por ello menos violento, solicitaron detalles a través de la Dirección de Información e Inteligencia, pues desde hacía algún tiempo, tenían indicios de que los tupamaros recibían armas y municiones de nuestro país.

Las pesquisas pudieron determinar que el aparato siniestrado era el Cessna matrícula CX-AS, registrado en Minas y que efectivamente, volaba hacia Carmelo procedente del mencionado aeródromo suburbano.

El 31 de diciembre por la tarde, su piloto, Elbio Riverón, abordó la máquina junto a Omar Guichón, mecánico aeronáutico especializado  y después de efectuar los chequeos de rutina, obtuvo el visto bueno de la torre para decolar.

Eran ambos uruguayos, el primero de Minas, donde se desempeñaba como mecánico del aeródromo local y el segundo del departamento de Florida, ubicado 104 kilómetros al norte de la capital.

Una vez en el aire, el avión giró hacia el este y enfiló hacia la costa uruguaya, donde debería haber aterrizado veinte minutos después, sin embargo, a una hora de su partida, el piloto llamó a Don Torcuato para informar que el motor perdía aceite y le empañaba el parabrisas, por lo que procuraría efectuar un aterrizaje de emergencia.
Cuando los controladores aéreos chequearon la ruta, comprendieron que el único punto donde podía hacerlo era la isla Martín García, de ahí el aviso que radiaron al Cuerpo de Salvamento, especialmente las coordenadas, cuando se les solicitó la posición al momento de emitido el último mensaje.
Un helicóptero partió desde la dependencia llevando a bordo dos buzos y un asistente, con el equipo necesario para una operación de rescate. Llegaron al lugar cuarenta minutos después, hallando los restos semisumergidos en inmediaciones de la histórica isla (también se movilizaron lanchas de la PNA).
El piloto intentó aproximarse al lugar pero ante la imposibilidad de aterrizar, tomó altura e informó a la central de comunicaciones que procedería al lanzamiento de los buzos, quienes en esos momentos, se colocaban sus paracaídas.
Con la asistencia del personal de a bordo, los efectivos se asomaron a la compuerta y saltaron uno detrás de otro, mientras el helicóptero se mantenía estático a una altura considerable.
No había viento y las aguas estaban calmas pero como la escasa profundidad en ese sector era escasa, fue necesario tomar ciertas precauciones, la primera, efectuar el lanzamiento a determinada altitud.
Los paracaidistas se posaron lentamente sobre la cabecera sur de la pista de Martín García y después de despojarse de los arneses, se introdujeron en el agua, para nadar en superficie hacia los restos del avión.
El aparato se hallaba completamente destrozado y en su interior se encontraban los cuerpos sin vida de sus tripulantes aún amarrados a los asientos, así como varias cajas con armas y municiones en la parte posterior.
Radiada la noticia, se le dio curso a las autoridades competentes y éstas, a su vez, a sus pares orientales, quienes iniciaron una investigación tendiente a determinar la procedencia del cargamento. Como se dijo anteriormente, había claros indicios de que los tupamaros recibían armamento desde la Argentina y se temía que hubiese contactos entre ellos y las organizaciones que operaban en nuestro país, en especial Montoneros y FAP, con quienes mantenían una marcada comunión de ideas.
Se pudo establecer que antes de llegar a destino, el Cessna había aterrizado en algún punto recóndito de la geografía argentina, donde cargó las armas y partió sigilosamente hacia algún lugar determinado de la orilla opuesta donde debía entregarlo antes de seguir su ruta hacia Carmelo. Un misterio que puso en evidencia posibles conexiones entre las guerrillas de uno y otro lado del Plata, generando la consabida preocupación en ambos gobiernos.
También en enero, las autoridades pudieron determinar que al menos uno de los extremistas abatidos en el combate de Ferreyra, Juan Carlos Elías Baffi, estaba implicado en el asesinato del mayor Sanmartino. Por la misma época, se produjo el arresto de Víctor José Gonelli, integrante del ERP, cuando intentaba cruzar a Chile por el paso de Las Cuevas, Mendoza. El imputado circulaba con documentación falsa a nombre de Julio Levin y había tomado parte en el secuestro del cónsul británico Stanley Sylvester, por lo que al día siguiente de su detención, fue puesto a disposición de la Cámara Federal en lo Penal.
Rescatistas del Cuerpo de Salvamento
se arrojan al Río de la Plata, cerca de la
isla Martín García, para inspeccionar el
misterioso Cessna uruguayo matrícula
CX-AS, que se estrelló en las cercanías

El 11 de enero de 1972, Rosario se vio sacudida por un nuevo enfrentamiento que dejó como saldo un extremista muerto y un comisario gravemente herido. Cerca de las 19:30 horas, personal policial en uso de licencia, reparó en dos jóvenes, un hombre y una mujer, que repartían volantes en la intersección de las calles Suipacha y Saavedra. Notaron también que un tercer individuo pintaba en las paredes consignas del ERP y que un cuarto montaba vigilancia con una bolsa de arpillera colgando del hombro.
Sin perder tiempo en cavilaciones, uno de los agentes corrió hasta un local comercial y a través del teléfono solicitó refuerzos al Comando Radioeléctrico. Minutos después, se hicieron presentes tres patrulleros, cuyos ocupantes procedieron a detener a los activistas, sin percatarse que otros dos sujetos, se daban a la fuga.
Ya en la jefatura, los agentes del orden pudieron establecer la identidad de los detenidos, a saberse, Ricardo Silva y Mónica Raquel Muro, ambos de 20 años de edad, Julio Ángel Santa Cruz, de 21 y Segundo Telesforo Gómez, de 30, todos argentinos. En el interior de la bolsa, fueron halladas dos pistolas calibre 11.25, un revólver 38, municiones y varios aerosoles de pintura  roja.
La inspección de los elementos hallados en el bolso permitió determinar que al menos las dos pistolas habían sido robadas por el ERP el año anterior, en sendos asaltos, el primero a un patrullero (31 de mayo) y el segundo a un agente que circulaba en un ómnibus de la línea 203 (22 de septiembre).
Segundo Telesforo Gómez,
militante del ERP abatido
por fuego propio
("La Razón")
Sometidos a interrogatorio, los detenidos manifestaron haber tomado parte en la quema de una unidad móvil de la comisaría 18ª, el robo a la sucursal del Correo ubicada en Córdoba 4841, el atentado explosivo contra la Asociación Rosarina de Intercambio Cultural Argentino-Norteamericano y la sustracción de varios vehículos y aunque no proporcionaron los nombres de los dos prófugos, dieron una dirección: República 2619, donde Silva tenía registrado su domicilio.
Allanado el mismo, fue hallado el documento de identidad Nº 10.719.989 a nombre de Marcelo Julio Vercelli, sustraído durante el ataque al Registro Civil de Villa Gobernador Gálvez, acaecido el 13 de julio de 1971, material bibliográfico de marcada tendencia comunista, volantes, panfletos y proclamas.
Los detenidos facilitaron otras direcciones, en una de las cuales, fue secuestrado un plano de los frigoríficos Swift, contra el que la organización pensaba atentar, destacando la voladura de la central de energía y el depósito de solventes.
Al llegar al lugar, la policía pudo constatar que sus moradores habían huido recientemente, por lo que no se efectuaron detenciones aunque fue incautado todo el material y se realizaron peritajes.
Se decidió entonces una redada contra lo que parecía ser el centro de operaciones del comando, una vivienda en el Parrio Parque Field, en el sector noroeste de la ciudad, contiguo a la Avenida de Circunvalación.
Hacia allí partieron varias dotaciones fuertemente armadas, arribando cerca de las 05:55, bajo un intenso aguacero.
Ni bien llegaron al lugar, los agentes fueron recibidos por intenso fuego de metralla y armas largas proveniente de un Ford Falcon negro estacionado en las inmediaciones, forzando a los patrulleros a abrirse en abanico para repeler el ataque.
En el intercambio de disparos, fue muerto Segundo Telesforo Gómez, quien viajaba en uno de los móviles policiales para señalar el “aguantadero” subversivo y resultó herido de gravedad, el comisario inspector Rubén Bertoglio, a cargo del operativo.
Ante semejante poder de fuego, los subversivos se dieron a la fuga, perseguidos por varias unidades e inmediatamente después, llegaron más patrulleros procedentes de las dependencias cercanas, así como vehículos y transportes militares, con los que ese estableció un cerco destinado a bloquear toda posibilidad de escape.
En horas de la mañana (10:00), el comando del II Cuerpo de Ejército emitió el comunicado Nº 25 que llevaba la firma del jefe del Estado Mayor y segundo comandante, general de brigada Elbio Leandro Anaya. Se presumía que uno de los subversivos a bordo del Ford Falcon había sido herido y se solicitaba la colaboración de los centros asistenciales, así como de médicos particulares y hospedajes, para dar con él.
El comunicado decía:

El comando del II Cuerpo de ejército comunica a la opinión pública:

1)    En la madrugada del día de la fecha, en circunstancias en que un patrullero de la jefatura de policía de Rosario se dirigía hacia un objetivo para realizar un allanamiento, fue interceptado sobre la avenida de Circunvalación por un automóvil Ford Falcon, color negro, sin chapa patente, ocupado por cuatro individuos, quienes abrieron fuego sorpresivamente con armas automáticas sobre el mencionado móvil policial.
2)    En el mencionado vehículo policial era conducido el ciudadano Segundo Telesforo Gómez, perteneciente al ERP y aprendido en la víspera cuanto transitaba por la vía pública portando armas de guerra en compañía de dos hombres y una mujer. Dicho detenido era llevado para indicar el lugar de reunión de la banda de delincuentes y otros datos que había decidido reportar a las autoridades policiales.
3)    El personal policial repelió la agresión, produciéndose un intenso tiroteo, resultando herido, al parecer, uno de los agresores.
4)    Como consecuencia de los numerosos disparos efectuados por los atacantes, resultó herido el comisario inspector Rubén Bertoglio y muerto el malhechor aprendido.
5)    Se recomienda a todos los establecimientos hospitalarios y consultorios privados prestar particular atención a la presencia de toda persona que denote herida de bala, en cuyo caso se deberá dar aviso de inmediato al Comando Radioeléctrico.

La jefatura de Policía hizo lo propio a las 11:10, a través de un comunicado rubricado por su máxima autoridad, el comandante de Gendarmería Agustín Feced:

Con motivo del grave atentado presuntamente terrorista contra personal policial, la jefatura de policía del departamento de Rosario solicita la colaboración de hospitales, sanatorios y médicos particulares para que informen de inmediato sobre la presencia de alguna persona herida de bala que haya requerido sus servicios. Asimismo, todos los hoteles, hospedajes y pensiones deben comunicar sobre el ingreso de pasajeros sospechosos, a partir de las 6 de hoy. Las comunicaciones deberán librarse al Comando Radioeléctrico, teléfonos 66666 y 40061, o a la autoridad policial más próxima.



Corría el mes de enero cuando el ERP organizó una rueda de prensa, en la que dio a conocer su posición con respecto a la recientemente aprobada Ley 19.801 que facultaba al gobierno de la  nación a emplear las fuerzas que considerase convenientes para prevenir y combatir la subversión interna, el terrorismo y demás hechos conexos durante la vigencia del estado de sitio. Lo hizo a través de un llamado telefónico anónimo, convocando a los medios, sin distinción.
Al mejor estilo tupamaro, los periodistas fueron encapuchados y conducidos en varios automóviles hasta un lugar desconocido, que resultó imposible de identificar.
No todos acudieron a la cita. Solo lo hicieron Roberto Reyna, de “La Opinión”, “Confirmado” y el diario “Córdoba”, Eduardo Solís, de aquel último medio, Jorge Neder, de “Primera  Plana”, Rafael Capellupo de “Jerónimo” (cuya redacción también integraba Reyna) y Oscar Beguan, fotógrafo de los servicios de radio y teledifusión de la Universidad Nacional de Córdoba, a quienes varios desconocidos introdujeron en una habitación de medianas proporciones,donde lo primero que les llamó la atención fueron los cuadros del general San Martín y el Che Guevara, así como la bandera de la organización.
Sentados en un escritorio, mirando hacia ellos, cuatro encapuchados, luciendo brazaletes y boinas negras con la estrella roja, les dieron la bienvenida. Se disculparon por la manera en que habían sido llevados hasta el lugar y lamentaron la ausencia del resto de los invitados.
A continuación, un joven militante dio lectura a un comunicado del Partido Revolucionario de los Trabajadores, señalando que la agrupación había asumido la organización y dirección político-militar del ERP, marcando además, las diferencias con las organizaciones peronistas de izquierda, a saberse, Montoneros y FAP.
Invitados a formular preguntas, los periodistas indagaron acerca de la posición de la cúpula frente al gran acuerdo nacional que se estaba gestando. La respuesta fue terminante: se trataba de una clara menifestación de obediencia a los Estados Unidos pues las medidas contrainsurgentes que se estaban adoptando, eran dictadas desde allá. Era la manera en que Washington disponía el tipo de régimen que debía regir en América Latina y los métodos para frenar la lucha de clases.

La posición que adoptaremos, si se plantea más firmemente por parte del Gobierno un proceso electoral, estará de acuerdo con la realidad política de ese momento, y por supuesto, con la dinámica de la lucha de clases entonces. Con todo –añadieron–, pensamos que el pueblo argentino está maduro políticamente y las elecciones no tendrán influencia decisiva en sus decisiones.

Remarcaron que su accionar encontraba eco en los ámbitos gremiales y estudiantiles e hicieron hincapié en la cantidad de adhesiones e incorporaciones que estaban experimentando. Hablaron luego de sus métodos de reclutamiento y negaron que hubiera elementos de las fuerzas de seguridad infiltrados en sus filas.

Nuestros métodos de reclutamiento son rigurosos y la gimnasia revolucionaria y moral a la que estamos sometidos no es fácilmente soportable si no existe un convencimiento profundo de lo que estamos haciendo.

Refirieron sus contactos con otras organizaciones guerrilleras, especialmente las FAL, poniendo énfasis en la necesidad que tenían todas ellas, de establecer acuerdos de lucha, dada la actitud del gobierno.
Se refirieron por último a Perón a quien, como no podía ser de otro modo, tildaron de fascista y de haber instaurado un gobierno de estilo “bonapartista”, cuyo objetivo era defender los intereses de la burguesía en su conjunto, sin apuntar a un sector en particular.

En este momento, su figura constituye el último escape de la burguesía argentina y en tal sentido es contrarrevolucionaria. El ejemplo más claro, a este respecto, fue el apoyo dado a la dirección traidora de Rucci.

Con respecto a las elecciones, afirmaron que si la masa peronista rechazaba el proceso electoral, ellos se alinearían con ella para boicotearlo.
Mientras tanto los atentados, se sucedían en diferentes puntos del país.
En Córdoba, detonó una bomba dentro de una comisaría en construcción; en Palermo Chico, fue atacada la sede de la Asociación Argentina de Criadores de Heresford, ubicada en Obarrio 2948, esquina Figueroa Alcorta, donde dos artefactos explosivos hirieron al encargado de las instalaciones y provocaron daños. Poco después del atentado contra el domicilio del ministro Perriaux, un grupo armado intentó ocupar dos comisarías en Rosario, la Nº 24, sita en Av. Dr. Rivarola 7344, barrio de Bodoy y al ser rechazado, la Nº 49, de la localidad de Muñoz.
Grupo subversivo que atacó las comisarías de Rosario en enero de 1972

La primera de aquellas incursiones fue la más violenta y en ella intervinieron al menos, seis extremistas, dos de los cuales eran mujeres.
Los atacantes llegaron de noche (0:10 a.m.), a bordo de una pick-up azul, aproximándose cautelosamente a la seccional. Al percatarse de su aproximación, el personal de guardia, a cargo del subcomisario Amado Eulogio Rodríguez tomó posiciones y esperó.
La camioneta pasó por el frente del local a baja velocidad y luego de dar la vuelta manzana, reapareció, para abrir fuego contra su frente. Afortunadamente el subcomisario Rodríguez había adoptado las disposiciones del caso y su gente, el oficial principal Arnaldo Zapata, el sargento Eloy Rosales y los agentes Antonio Serrano e Ignacio Arias, pudo repeler la agresión.
Es de destacar que durante la acción, las mujeres volvieron a demostrar una firmeza y determinación poco común, así como una alta preparación para el combate, la misma que venían revelando desde el inicio de las hostilidades, evidenciando un elevado grado de coraje y sangre fría, no menor que el de sus compañeros varones.
Aún así, dado el poder de fuego de sus oponentes, los guerrilleros desaparecieron en la noche, dejando la fachada del edificio perforada por numerosos impactos, así como sus vidrios destrozados.
Se dirigieron a Muñoz, decididos a copar la seccional local pero ahí también los esperaban, por lo que no les quedó más remedio que retirarse.
De acuerdo al comunicado que el comando del II Cuerpo de Ejército entregó al día siguiente a la prensa, se trataba de Osvaldo S. Debenedetti (nombre de guerra “El Tordo”), de 24 años de edad; Roberto F. Coppo (“Pirincho”),  de 25; Enrique Mario Portillo (“El Mono”); Athos Eduardo Bares, ambos de 22, Liliana Olga Montanaro, de 29 y Martha Antonia Martínez Molina (“Margot”) de 26, a quienes eran buscados intensamente.


El 9 de enero, otro comando subversivo, capitaneado por una mujer, interceptó el tren Mar y Sierra del Ferrocarril Mitre, que hacía el recorrido Córdoba-Mar del Plata y despojó de dinero y pertenencias a un centenar de pasajeros que viajaban en dos coches de la sección pullman.
Ramón M. Pizarro
encargado de la sección
pullman
(Foto: "La Razón")

El hecho acaeció a las 02.15 de la madrugada cuando la formación se desplazaba a la altura de Casa Amarilla, el gran playón de maniobras, carga y descarga contiguo al estadio xeneize, en el barrio de la Boca, y no llevó más de cinco minutos. Se trataba del convoy Nº 108, arrastrado por la locomotora matrícula 8228, que conducían el maquinista José Careazza y su ayudante, Juan Matz (o Chari). Había partido de la ciudad mediterránea a las 13.30 del día anterior y después de hacer escala en Rosario, se detuvo a las 0:35 en Retiro para atravesar el sector portuario hasta Constitución y empalmar con las vías del Ferrocarril Roca, sobre las que continuaría su desplazamiento hasta la gran ciudad balnearia.
Cuando el tren aminoraba la marcha para atravesar el Riachuelo, entre cinco y seis individuos, capitaneados por una joven mujer de unos 17 años de edad, abordaron los coches 527 y 528 y a punta de pistola (la muchacha y otros dos asaltantes portaban una cada uno), amenazaron a los pasajeros con asesinarlos si no hacían lo que se les ordenaba.
Identificados como montoneros, redujeron al encargado de la sección pullman, Ramón M. Pizarro y después de amarrarlo, procedieron a despojar a hombres y mujeres de dinero, relojes, alhajas y objetos de valor, todo a la vista de los niños, quienes aterrorizados, se aferraban a sus mayores.
Al único que no se atrevieron a asaltar fue al sacerdote que viajaba en el vagón.

-A usted no, padre –le dijo uno de los jóvenes– A usted no le podemos robar.

Por el contrario, a un suboficial de la Armada le exigieron el dinero y amenazaron con volarle la cabeza si utilizaba su arma.

-Dejá eso y dame la plata. El arma no me interesa.

El militar comprendió que no tenía otra alternativa y obedeció, absteniéndose se emplear su pistola 45 por temor a herir a algún pasajero.
Finalizada la operación, los asaltantes intentaron romper una de las ventanillas del vagón 528 para saltar a las vías pero al no lograrlo permanecieron a bordo, fingiendo ser pasajeros. Después de trabar con cadenas las puertas de ambos coches, pasaron al Nº 529 y antes de alcanzar el Riachuelo, cuando la formación redujo aún más la velocidad, saltaron hacia un terreno plagado de maleza, en el kilómetro 6, desapareciendo en la noche.
El guarda Alberto Dumansano junto al convoy
asaltado, a poco de llegar a Mar del Plata
(Fotografía: "La Razón")

Los trenes de larga distancia no se detenían en las estaciones suburbanas; recién lo hacían en Témperley, donde los ramales se bifurcan en dirección a La Plata, San Vicente, Ezeiza y Haedo. En la oportunidad, Pizarro, desatado entonces por varios pasajeros, pudo advertir a los maquinistas y a los guardas de la formación, Alberto Dumansano y Pablo Cabrera, con quienes radicó la denuncia en la policía ferroviaria.
De nada valieron los mensajes que se radiaron hacia diferentes unidades porque para entonces, a casi una hora del hecho, los delincuentes habían desaparecido, llevándose un botín que oscilaba en un millón de pesos en efectivo y otros tres en objetos de valor.
Investigaciones posteriores, basadas principalmente en declaraciones de los damnificados, llevaron a suponer que los autores del atraco eran delincuentes comunes actuando como subversivos ya que según relataron los pasajeros, algunos se identificaron como montoneros y otros como “tupamaros” y para más, resultaban altamente sospechosas sus edades y el hecho de haberle quitado el dinero a un simple camarero, como fue el caso de Pizarro.


La madrugada del 9 de enero de 1972, el cabo Formata y el marinero Fernando Bianchi cumplían sus faenas en el Servicio de Informaciones de la Prefectura Naval Argentina (Delegación Delta), ubicada en la calle Liniers 1264 de la localidad  deTigre, cuando un hombre joven llegó caminando en la noche y golpeó a la puerta. Bianchi dejó su puesto y se dispuso a ver quien era, pero su compañero lo detuvo, al advertir que dos desconocidos ingresaban por la parte posterior, saltando la tapia de escasa altura que daba hacia un descampado.
Después de dar la voz de alto, el cabo Formata apuntó con su arma reglamentaria y disparó, iniciando un intenso tiroteo que se fue intensificando a medida que pasaban los minutos.
En pleno intercambio de disparos, el soldado Bianchi se arrastró hasta el teléfono y se comunicó con la central de Prefectura Zona Norte, ubicada a 150 metros de distancia, sobre la misma calle, para informar que estaban siendo atacados.
Sin pérdida de tiempo, se radiaron mensajes a las dependencias de San Fernando y Tigre y a bordo de un Jeep partieron el encargado de la división y dos marineros más, en apoyo de la unidad atacada.
Calle Liniers frente al destacamento atacado
(Fotografía: "La Razón")

Para entonces, tres de los insurgentes se encontraban dentro del predio y desde la penumbra, provistos de armas largas, disparaban hacia el edificio, haciendo añicos los vidrios y acribillando su estructura.
Cuando el Jeep de refuerzo se hizo presente en el lugar, el tiroteo finalizó, sumiendo a la zona en un tenso y agobiante silencio.
Los refuerzos ingresaron en el destacamento para constatar que sus compañeros se encontraban ilesos e iniciaron un rastrillaje tratando de dar con los agresores.
Sen hallaban enfrascados en la batida cuando repentinamente, el combate se reinició con disparos provenientes de diversas direcciones.
En ese preciso instante, alguien notó movimientos en la penumbra y al enfocar las miradas hacia la calle, vieron a un hombre y una mujer que corrían hacia los pajonales situados al otro lado de la calle, contiguos al Río Reconquista. Los prefectos concentraron el fuego en ese sector y recibieron varias descargas de armas largas, que los obligaron a agazaparse.
Así continuaron durante varios minutos hasta que los refuerzos de San Fernando y Tigre se hicieron presentes, permitiendo efectuar una serie de desplazamientos para rodear el lugar.
José Medina, cuya vivienda se encontraba sobre Avellaneda 367, la calle lateral que corre paralela a la Av. Libertador, sintió el tiroteo y le indicó a su familia que se encerrase en las habitaciones. Cuando se produjo el intervalo y los disparos cesaron, escuchó voces afuera y gente que corría hacia la calle Liniers.

-¡Franci!, ¡Franci! – sintió gritar.

Cuando se asomó a la ventana, vio a dos desconocidos atravesando el baldío que se extendía por la parte posterior del destacamento.

-¡Aquí estoy! – fue la respuesta.

Las tres personas regresaron sobre sus pasos y desaparecieron en dirección al río Tigre.
Frente al Servicio de Informaciones, mientras tanto, el intercambio de fuego arreciaba. En determinado momento, uno de los subversivos que se encontraban agazapados en los pajonales se puso de pie y cubierto por los disparos de su aguerrida compañera, se arrojó al agua y comenzó a nadar hacia la vecina orilla.
La familia González, que vivía del otro lado, fue testigo del hecho y notó con estupor, como la mujer también se zambullía y trataba de cubrir los seis metros que la separaban de la ribera opuesta. A tres cuadras de distancia, un tercer sujeto hizo lo mismo, alcanzando el Rincón de Milberg sin inconvenientes.
Los González se alarmaron cuando los combatientes saltaron la verja de su casa y se escondieron en el cañaveral que se extendía en la parte posterior. Minutos después, sintieron una bocina y al asomarse, vieron a los combatientes corriendo hacia un Citroën azul que se había detenido en la puerta. Se subieron ambos rápidamente y antes de que cerraran las puertas, el conductor aceleró y partió, levantando una densa nube de polvo (la calle era de tierra).
Mientras tanto, del otro lado, el tiroteo continuaba. La Prefectura había cerrado el área y efectuaba batidas en pos de los atacantes.
En Lavalle al 1100, junto al puente de Rocha, distante a 800 metros del epicentro del combate, Aníbal Conde, vecino de la zona, sintió gritos en el descampado contiguo al río Tigre. Eran voces de mando que ordenaban el alto el fuego.

-¡No tiren que somos nosotros! - escuchó más allá del cerco que limitaba su propiedad.

Dos patrullas de la Prefectura se habían topado, tiroteándose entre sí. Conde etreabrió la puerta de su casa y vio a los efectivos avanzar hacia una embarcación amarrada en la orilla. Cuando estuvieron a escasos 10 metros de ella, tomaron posiciones y dispararon, comprobando poco después, que el único tripulante era un perro que por fortuna, resultó ileso.
Luego de tres horas, el enfrentamiento finalizó. Ningún efectivo resultó herido como tampoco los diez o doce merodeadores que llevaron a cabo el ataque.
Embarcación sobre el río Tigre tiroteada por los efectivos de la PNA. Solo hallaron un perro (Fotografía: "La Razón")

Investigaciones posteriores, permitieron establecer que los agresores pretendían apoderarse de la documentación e incluso el sumario del padre Alberto Carbone y el imprentero Ricardo Beltrán, labrado con motivo del ataque a la Subprefectura da Zárate, acaecido seis días atrás.
En horas de la tarde, el comando de la Prefectura Naval Argentina emitió el siguiente comunicado:

En el día de la fecha, siendo las 2 horas aproximadamente, un grupo de personas no identificadas, intentó penetrar al edificio donde funcionan las Secciones de Informaciones e Investigaciones de la Prefectura de Zona Delta, sito en la calle Liniers 1264 de Tigre, provincia de Buenos Aires. Un cabo y un marinero, que cumplían con la guardia en el lugar, escucharon ruidos en la parte posterior del edificio, y, al proceder a averiguar la causa de ellos, observaron que 2 personas del sexo masculino se desplazaban cautelosamente intentando penetrar al edificio mencionado. Al serles dada la voz de alto por el marinero de guardia huyeron por un baldío que hay en el lateral posterior hacia la calle Avellaneda. El personal de guardia efectuó un disparo al aire, y casi de inmediato, dese otro terreno baldío existente detrás del edificio efectuaron disparos con armas de mediano calibre (9 mm o 32) contra el personal. Alertada la guardia de la Prefectura de Zona Delta, se desplazó el Jefe d Servicios hacia el lugar del hecho con dos hombres, los que juntamente con el personal de la guardia mencionada recorrieron las inmediaciones, estableciéndose un recio tiroteo en los terrenos linderos, zona cubierta de árboles y pastizales. Con la llegada de refuerzos de la Prefectura de San Fernando y Tigre, se rodeó la manzana procediéndose a rastrillar y revisar casa por casa sin resultado positivo alguno.Vecinos del lugar manifestaron haber visto que distintos grupos de personas huían en diferentes direcciones. El operativo duró aproximadamente desde las 2 hasta las cuatro no pudiéndose apreciar, debido a la oscuridad reinante y a las características del lugar, la cantidad de personas que atacaban. No se registraron heridos por parte del personal de esta dependencia y se presume que tampoco los hubo por parte de los atacantes.


A finales de febrero, cuando los diarios daban cuenta de la elección de Juan María Bordaberry como presidente del Uruguay, se produjeron en Buenos Aires nuevos atentados que incrementaron la ya de por sí tensa situación política. Ese día, en horas de la madrugada (3:30 a.m.), al menos dos bombas de alquitrán dañaron la tumba de Augusto Timoteo Vandor en el cementerio de la Chacarita, provocando la rotura de varios vidrios en las inmediaciones.
Por la noche, cerca de las 23:30, manos anónimas colocaron cuatro bombas en el sistema de alumbrado ubicado en la intersección de la Av. Sucre y Panamericana, en la localidad de Acassuso, intentando provocar un apagón que debía sumir la zona en la penumbra.
Quiso la buena fortuna que del total de los explosivos colocados al pie de las columnas de alta tensión, solamente uno estallara, el de la torre Nº 37, sin mayores consecuencias que la interrupción de la energía eléctrica en un reducido sector contiguo a la autopista.
Alertadas las autoridades, se hicieron presentes varios patrulleros y una unidad de bomberos con expertos de la brigada de explosivos, quienes lograron desactivar los otros tres aparatos y retirarlos del lugar.
El tránsito, escaso a esas horas, debió ser interrumpido y se colocaron efectivos armados en diferentes puntos de los alrededores, para repeler cualquier intento de agresión. Un cable de 80 metros conectaba las cargas, montadas con mucha precisión en las bases de cemento de cada columna, las cuales fueron desactivadas y conducidas al vehículo con extrema precaución para su posterior análisis.
El operativo finalizó a las 2:30 a.m. del 2 de marzo y al cabo de un par de horas, la energía eléctrica fue restituida. Según trascendidos, cinco sospechosos a bordo de un automóvil fueron perseguidos por la policía, sin éxito.
Un grupo de periodistas frente al destacamento
de Prefectura atacado
(Fotografía: "La Razón")

Atentado explosivo en el estudio de Rodolfo Ortega Peña (1972) (Fotografía: "La Razón")

Fuentes

Pepe Eliaschev, Los hombres del juicio, Editorial Sudamericana, Bs. As., 2011, capítulo “La ley y las armas. Justicia, guerrila y dictadura”.

Diarios “La Nación”, “La Prensa”, y “La Razón”, Enero a julio de 1972.

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