miércoles, 26 de junio de 2019

EL COPAMIENTO DE LA CALERA

El secuestro de Aramburu pegó fuerte en la sociedad argentina, sobre todo, después del primer comunicado que sus captores dieron a conocer a través de la prensa:

Hoy, 29 de mayo, a las 9.30 horas, nuestro Comando procedió a la detención de PEDRO EUGENIO ARAMBURU, en cumplimiento de una orden emanada de nuestra conducción, a los fines de someterlo a JUICIO REVOLUCIONARIO.
Sobre Pedro Eugenio Aramburu pesan 108 cargos de TRAIDOR A LA PATRIA Y AL PUEBLO Y DE ASESINO DE 27 ARGENTINOS.
Oportunamente se darán a conocer las alternativas del juicio y la sentencia dictada.
La tensión y las expectativas por su suerte fueron en aumento e hicieron eclosión cuando la naciente organización emitió su tercera nota.
COMUNICADO Nº 3
31 de Mayo de 1970
Al PUEBLO DE LA NACIÓN:
"En el día de la fecha, domingo 31 de mayo de 1970, la conducción de nuestra organización, constituida en Tribunal Revolucionario, luego de interrogar detenidamente a Pedro Eugenio Aramburu, declara:
I- Por cuanto Pedro Eugenio Aramburu se ha reconocido responsable:




1º) De los decretos 10.362 y 10.363 de fecha 9 de junio de 1956 por los que se "legaliza" la matanza de 27 argentinos sin juicio previo ni causa justificada.


2º) Del decreto 10.364 por el que son condenados a muerte 8 militares, por expresa resolución del Poder Ejecutivo Nacional, burlando la autoridad del Consejo da Guerra reunido en Campo de Mayo y presidido por el General Lorio, que había fallado la inocencia de los acusados.


3º) De haber encabezado la represión del movimiento político mayoritario representativo del pueblo argentino, proscribiendo sus organizaciones, interviniendo sus sindicatos encarcelando a sus dirigentes y fomentando la represión en los lugares de trabajo.


4º) De la profanación del lugar donde reposaban los restos de la compañera Evita y la posterior desaparición de los mismos, para quitarle al Pueblo hasta el último resto material de quien fuera su abanderada.


II- Por cuanto el Tribunal lo ha encontrado culpable de los siguientes cargos, que no han sido reconocidos por el acusado:


1º) La pública difamación del nombre de los legítimos dirigentes populares en general y especialmente de nuestro líder Juan Domingo Perón y nuestros compañeros Eva Perón y Juan José Valle.


2º) Haber anulado las legitimas conquistas sociales Instauradas por la Revolución Justicialista.


3º) Haber Iniciado la entrega del patrimonio nacional a los intereses foráneos.


4º) Ser actualmente una carta del régimen que pretende reponerlo en el poder para tratar de burlar una vez más al pueblo con una falsa democracia y legalizar la entrega de nuestra patria.


5º) Haber sido vehículo de la revancha de la oligarquía contra lo que significaba el cambio del orden social hacia un sentido de estricta justicia cristiana



El Tribunal Revolucionario, Resuelve:



1º) Condenar a Pedro Eugenio Aramburu a ser pasado por las armas en lugar y fecha a determinar.



2º) Hacer conocer oportunamente la documentación que fundamenta la resolución de este Tribunal.



3º) Dar cristiana sepultura a los restos del acusado, que sólo serán restituidos a sus familiares cuando al Pueblo Argentino le sean devueltos los restos de su querida compañera Evita.



¡PERÓN O MUERTE! ¡VIVA LA PATRIA!



M O N T O N E R O S





La Argentina no estaba habituada a ese tipo de procedimiento, propio de mafiosos o delincuentes comunes, por lo que, hasta último momento, se pensó que el desenlace podía ser otro, pero cuando el 2 de junio se dio a conocer el cuarto comunicado, el espanto y la incredulidad se adueñaron de la nación.



1º de Junio de 1970.



COMUNICADO Nº 4



"AL PUEBLO DE LA NACIÓN:



"La conducción de MONTONEROS comunica que hoy a las 7.00 horas fue ejecutado Pedro Eugenio Arumburu.

Que Dios Nuestro Señor se apiade de su alma.



PERÓN O MUERTE - VIVA LA PATRIA.



M O N T O N E R O S





Sin perder tiempo, el gobierno accionó todos sus resortes, poniendo en vigencia la Doctrina de Seguridad Nacional que había implementado Onganía al asumir el gobierno, incluyendo la pena capital para delitos de esa naturaleza. Fuerzas especiales de la Policía Federal, en colaboración con sus pares de las provincias, iniciaron la búsqueda y los servicios de inteligencia se abocaron a la tarea de dar con los responsables. Había que brindarle una respuesta a la ciudadanía, y de manera inmediata, porque una nueva forma de violencia se estaba adueñando de la situación y lo que era peor, comenzaba a imponerse el terror; un terror desconocido hasta entonces.

Un mes después del último comunicado, los montoneros dieron un nuevo golpe, copando durante cuarenta minutos la localidad de La Calera, la misma que un año antes había visto la gran movilización militar que involucró a novecientos paracaidistas de la IV Brigada de Infantería Aerotransportada a causa de una falsa alarma1.

El miércoles 1 de julio de 1970 a las 07:05 a.m., varios vehículos se concentraron en el sector céntrico de Villa Allende, al noroeste de la ciudad de Córdoba, alineándose en fila, uno detrás de otro, sobre la Av. San Martín, con sus luces apagadas. Había movimiento en torno a ellos, hombres y mujeres jóvenes que iban y venían hablando bajo mientras otros aguardaban al volante, como esperando una señal.

Estaba obscuro todavía y no circulaba nadie por las calles cuando el que parecía ser el jefe hizo una señal y todo el mundo abordó los rodados.
Diario "La Prensa", Bs. As.
Edición del 2 de julio de 1970
Los conductores pusieron en marcha los motores, encendieron las luces y a las 07:10 comenzaron a salir, primero el Fiat 1500 patente C228028 de la Capital Federal, llevando a bordo cuatro individuos. Un minuto después hizo lo propio la camioneta pick-up Chevrolet con chapa de la provincia de Córdoba y detrás de ella un Torino policial con su baliza giratoria encendida en el techo. Inmediatamente después, en lo que parecía ser un movimiento sincronizado, hizo lo propio una camioneta Ford F-100 obscura y luego un Ford Falcon del mismo tono, siempre a intervalos de un minuto y a la misma velocidad.

Tomaron por avenida San Martín y dejando Villa Rivera Indarte a su izquierda, bordearon el río Suquía y las vías del ferrocarril, enfilando hacia el sudoeste, en dirección a La Calera.

Veinte minutos después, ingresaron por la Av. San Martín, para atravesar la localidad hasta la calle Saavedra, donde los vehículos se dispersaron, tomando diferentes direcciones. El Fiat 1500, la pick-up Chevrolet y el patrullero, doblaron a la derecha y tras recorrer un par de cuadras, se detuvieron frente a la subcomisaría del Barrio 25 de Mayo, sobre la calle Jerónimo Luis de Cabrera. Varios individuos descendieron de ellos, algunos luciendo uniformes de policía y su comandante, que no era otro que Emilio Maza, portando un equipo de radio, con el que establecía comunicación permanentemente. Primero ingresó una pareja, simulando hacer una denuncia2 y detrás, esgrimiendo armas largas y pistolas, el resto del grupo, encañonando al oficial ayudante Antonio Djanikián y al agente Ramón Salvatiera, quienes a esas horas cubrían su turno. Los individuos los obligaron a levantar los brazos y los colocaron frente a una pared, mientras sus compañeros procedían a incautarse del armamento, destruían libros y expedientes y pintaban consignas en los muros.

Cerca de allí, en la céntrica esquina de Av. San Martín y la diagonal 25 de Mayo, el subcomisario Eustaquio Tomás montaba guardia en su jeep, junto al agente Miguel Moyano, una costumbre que se había adoptado cuando siete meses atrás un grupo armado había asaltado la sucursal del Banco de la Provincia de Córdoba, que en esos momentos custodiaban3.

Sus relojes marcaban las 07:45 cuando repentinamente, una camioneta que avanzaba a gran velocidad con las luces encendidas, los embistió desde atrás, haciéndole perder el equilibrio. A Tomás se le cayó la ametralladora que tenía sobre las rodillas y su compañero quedó tendido de costado, luego de estrellar su frente contra el parabrisas. Aquí también varios sujetos descendieron del rodado y les apuntaron con sus armas, obligándolos a descender. Eran ocho hombres y una mujer rubia, que se comunicaba permanentemente con alguien a través de un equipo VHF. Según algunas fuentes, se trataba de Esther Norma Arrostito, según otras, de Cristina Liprandi de Vélez.

Los atacantes ingresaron a la sede bancaria llevando consigo a los prisioneros y sorprendieron a su gerente, Miguel Broca, lo mismo a los catorce empleados que acababan de hacerse cargo de sus funciones. Después de obligar al personal a levantar los brazos y colocarse de cara a la pared, procedieron a revisar las cajas de seguridad, cajones y escritorios, apoderándose de todo el dinero que había en ellos.

En la subcomisaría, en tanto, los atacantes se hallaban en plena tarea de incautar el armamento cuando el inconfundible sonido de disparos proveniente de la zona del Banco, los sobresaltó. Uno de ellos salió afuera para preguntarle a Maza qué estaba sucediendo y éste estableció comunicación a través del walkie-talkie, para averiguar. Menos de un minuto después le informó a su gente que no ocurría nada y que siguieran adelante con el operativo.

¿Qué había sucedido?

A las 07:42 de aquella fría mañana, el agente Manuel Argüello regresaba en su patrullero de Córdoba, donde había ido miu temprano a efectuar una gestión y se dirigía a la comisaría donde prestaba servicio, cuando al pasar por el Banco notó movimiento extraño. Al ver a varios individuos armados correr hacia el jeep policial que montaba guardia, se detuvo y mientras extraía su pistola 9 mm dio la voz de alto, recibiendo como respuesta una ráfaga  de metralla que lo alcanzó en tres partes del cuerpo (una bala le dio en la cabeza y otras dos en su hombro izquierdo). Pese a sus heridas, el agente tuvo fuerzas para ingresar nuevamente en el patrullero y escapar a toda velocidad, en busca de refuerzos. Ya había pasado por esa experiencia el año anterior, cuando un grupo de delincuentes asaltó la entidad crediticia, hiriéndolo de cierta consideración y por nada hubiera imaginado que la gente con la que acababa de enfrentarse era la misma.

En la subcomisaría, en tanto, los asaltantes encerraron a los agentes en uno de los calabozos (previamente los obligaron a entonar la Marcha Peronista) y se retiraron, para dirigirse a la Central Telefónica, ubicada en Av. San Martín 851, con la intención de dejar incomunicada a la población4.

Emilio Maza
Blanca de Falavigna, encargada de la oficina y el guardahilos Antonio Juárez, apenas tuvieron tiempo de reaccionar. Lo primero que notaron fueron los brazaletes que los asaltantes llevaban en el brazo derecho (la bandera argentina con el nombre de la organización en la banda blanca) y las armas que portaban. Los individuos se identificaron como montoneros y les dijeron que debían quedarse tranquilos porque no eran asaltantes. Inmediatamente después, procedieron a cortar las clavijas, rompieron los vidrios de la dependencia y tumbaron el conmutador, logrando su cometido de dejar incomunicada la localidad.

El grupo que atacó el Banco permaneció allí veinte minutos, en ese lapso de tiempo, dos de los vehículos se dedicaron a esparcir clavos miguelitos por los accesos y un cuarto destacamento se apoderó de la oficina de Correos y Telecomunicaciones, aunque sólo hacerse de unos pocos sellos postales porque dinero no había. Les pidieron las llaves a los empleados y cuando estos les manifestaron que la caja de seguridad se hallaba vacía y el encargado recién llegaría después de las 08:00, se retiraron sin ejercer violencia.

Después de abandonar la sucursal bancaria, los incursores dejaron sobre un banco ubicado frente a la Municipalidad, un gran paquete obscuro con la leyenda “Peligro Explosivo” y emprendieron la retirada. Los vehículos se alinearon sobre la Av. San Martín y con el patrullero delante, siempre conducido por Carlos Capuano Martínez, se dispusieron a partir. Sin embargo, justo en ese momento, el Fiat 1500 se descompuso y resultó imposible hacerlo arrancar. Para fortuna de sus ocupantes, en ese preciso instante, salía de su casa el oficial de policía Silvio Crisóstomo del Castillo, quien llevaba a sus dos hijos al colegio. Los insurgentes lo encañonaron y le exigieron que les entregase las llaves del auto, un Rambler Classic color blanco, pedido a los que, como es de suponer, el hombre accedió. Los asaltantes se apoderaron de su vehículo y partieron detrás de sus compañeros, quienes ya se desplazaban por la principal arteria de la localidad, con el patrullero haciendo sonar su sirena. Y mientras lo hacía, sembraban de clavos miguelitos el pavimento.

Partieron por el mismo camino por el que habían llegado, arrojando volantes y hasta lanzando alguno que otro “¡Viva Perón!”, cuando veían a alguien.

Ocurrió que en las afueras de la capital provincial, el Rambler Classic sufrió un desperfecto y no pudo seguir la marcha. Su conductor, Luis Arturo Lozada, se detuvo en la banquina y le indicó a su compañero, José Antonio Fierro, que descendiese del auto.

Para entonces, las autoridades militares y policiales habían sido advertidas, lo mismo la administración provincial y adoptaban medidas urgentes para evitar la fuga de los guerrilleros.

El agente Argüello tuvo fuerzas para dirigirse al comando del III Cuerpo de Ejército donde y una vez allí, informar lo que había sucedido. Fue recibido por el propio comandante de la guarnición, general Eliodoro Sánchez Lahoz quien, impuesto de la situación, estableció contacto directo con su par de la IV Brigada de Infantería Aerotransportada, general Jorge Raúl Carcagno para poner en marcha un operativo cerrojo destinado a cortarles a los insurgentes las vías de escape.

Después de informar lo sucedido al gobernador, largas columnas de vehículos militares partieron de ambas unidades con destino a la cercana localidad, cerrando las rutas y bloqueando sus accesos. Con la ayuda de la policía provincial se montaron puestos de control vehicular y se procedió a evacuar las calles de transeúntes, tal como había sucedido en 1969.

Lo primero que las fuerzas del orden hicieron fue inspeccionar cuidadosamente el paquete que los subversivos habían dejado frente a la Municipalidad, comprobando que en su interior, había un grabador con una cinta que tenía grabada la Marcha Peronista, interpretada por Hugo del Carril.

Lo que los guerrilleros ignoraban, era que detrás de ellos, había partido una camioneta particular, propiedad de una empresa local, guiada por el señor Federico Schnorr, que se había ofrecido voluntariamente para colaborar, acompañado por el agente de policía Carlos Ambrosio, efectivo de la Comisaría 7ª, quien se desplazaba vestido de civil.

Así dejaron La Calera y después de atravesar Saldán, llegaron a Villa Rivera Indarte, donde notaron que algo más adelante, junto al cerro San Alfonso, se encontraba detenido el Rambler Classic y a su lado, dos jóvenes, en actitud sospechosa.

Ambrosio le dijo a Schnorr que se detuviese y descendió simulando hacer una averiguación.



-¿Voy bien por acá para Villa Allende? – les preguntó.



-Si, es por ahí – respondió Lozada.



Y al extender su brazo para señalar el camino, dejó ver su pistola. Entonces Ambrosio extrajo su arma reglamentaria y les apuntó.



-¡¡Levanten las manos!! – gritó.



Los guerrilleros amagaron extraer las suyas pero el agente fue más rápido y les disparó, hiriendo a Lozada en el costado derecho, quien cayó herido. Al ver eso, su compañero alzó los brazos y se rindió.

Schnorr, que siguiendo instrucciones de Ambrosio se había arrojado al piso de la camioneta, descendió del vehículo y lo ayudó a cargar al herido, para conducirlo a la subcomisaría del Barrio 25 de Mayo. Una primera inspección efectuada en el interior del automóvil permitió detectar catorce granadas de mano, dos equipos de radio y uniformes del Ejército.

Djanikián y Salvatierra se dieron el gusto de interrogar a quienes les habían copado la seccional.



-Diga su nombre – le preguntó Salvatierra al primero.



-Yo soy Luis Arturo Lozada y tengo 23 años. ¡Viva Perón!



Cuando le llegó el turno al otro subversivo, éste respondió:



-Yo soy José Alberto Fierro y tengo 24 años. ¡Viva Perón!



Si no fuera por los terribles sucesos que tuvieron lugar en la Argentina a partir de ese año, podría decirse que la actitud de ambos muchachos era cómica, incluso bizarra al cerrar cada frase con los vivas a su líder.

Lozada fue trasladado a Córdoba, para ser atendido de sus heridas. Lo sacaron de la seccional esposado para subirlo a una camioneta Estanciera, acompañado por tres personas de civil (una de ellas al volante) y un efectivo policial. Antes de partir, respondió una pregunta que le hicieron los periodistas y en actitud desafiante volvió a gritar “¡Viva Perón!”.

Obligados a declarar por la fuerza, al menos uno de los detenidos (al parecer Fierro), reveló valiosa información y eso posibilitó los allanamientos que tuvieron lugar a continuación, en diferentes puntos de la capital provincial, La Calera y Río Cevallos, más precisamente doce. De esa manera, fueron capturados ocho subversivos, dos de ellos derivados al Hospital San Roque, donde era atendido Lozada5.

El hecho de mayor resonancia tuvo lugar en el Barrio Los Naranjos, al sudoeste de la de la ciudad de Córdoba, cuando a las 13:15, una partida policial rodeó la casa ubicada en la intersección de las calles A y 13, propiedad de un oficial de la Fuerza Aérea, que la había alquilado recientemente6 y se dispuso a detener a sus moradores. Percatados de lo que estaba sucediendo, sus moradores tomaron sus armas y se ubicaron en las ventanas, dispuestos a vender cara su vida.
Oficina de Correos y Telecomunicaciones de La Calera
(Imagen: "La Voz del Interior")

Se produjo entonces, un violento tiroteo que obligó a los agentes del orden a buscar cobertura en diferentes puntos y responder la agresión.

Los subversivos ofrecieron dura resistencia y eso obligó a los agentes a lanzar varias cargas de gases lacrimógenos para obligarlos a deponer su actitud. Dos de ellos, Emilio Maza e Ignacio Vélez, cayeron heridos, alcanzados por las balas policiales en tanto Carlos Sorati Martínez y Cristina Liprandi, esposa de Vélez, arrojaron sus armas y se entregaron.

Al irrumpir en el interior de la vivienda, una vez disipados los gases, los efectivos policiales descubrieron gran cantidad de armas, municiones, una mochila, equipos de radio, guantes, pelucas, un permiso de Norma Arrostito a favor de Emilio Maza para conducir su Renaul 4L y hasta un fichero con documentación en clave (fácilmente descifrada), donde figuraban los nombres de los principales colaboradores de la organización, primer indicio de que acababan de dar con la célula extremista que había secuestrado y asesinado al general Aramburu el mes anterior.

Durante la inspección del inmueble, la policía pudo determinar que dentro del baño, los delincuentes habían quemado importante documentación, vano intento por eliminar pistas que permitiesen establecer el paradero otros componentes de la organización y develar información comprometedora.

Los guerrilleros heridos fueron evacuados al Hospital San Roque de la ciudad de Córdoba, en tanto los detenidos enviados a la jefatura policial para ser interrogados.

En los días que siguieron, se efectuaron nuevas detenciones, entre ellas las de Guillermo Martorell Juárez, José María Breganti, Felipe Nicolás Defrancesco, Raúl Héctor Guzzi Cotegrande, Claudio Ehrenfeld, Antonio Gabriel Monjo, María Pascuala de Guzzo, Mirta Cucco, María Lidia Piotti de Salguero y Heber Albornoz, desbaratándose, de ese modo, la sección corobesa de la organización.

En el domicilio de José Alberto Fierro, situado en Gral. Bustos 524, Córdoba, la policía encontró veinte cartuchos de gelinita, diez metros de mecha y fulminante y una pala del Ejército.

El 2 de julio las autoridades dispusieron el inmediato traslado de los detenidos a Buenos Aires. Ese mismo día, aterrizó en Pajas Blancas el Douglas DC-3 sanitario, matrícula TS-04, trayendo a bordo el equipo médico que debía examinar las heridas de Luis Lozada e Ignacio Vélez, y verificar si estaban en condiciones de efectuar el viaje. Los facultativos revisaron detenidamente a ambos y determinaron que estaban en condiciones de hacer el viaje. Partieron al día siguiente, por la mañana y una hora después, aterrizaban en Aeroparque, desde donde fueron derivados a la Alcaldía de Tribunales donde permanecieron encerrados hasta las primeras horas de la tarde, cuando fueron conducidos ante el juez.

La muerte de Emilio Maza, una semana después, significó un duro golpe para la estructura de la organización aunque no su derrota definitiva. Montoneros lograría recuperarse y con el paso del tiempo fue incorporando combatientes hasta constituir un verdadero ejército guerrillero7.
Imágenes




El Fiat 1500 utilizado por los guerrilleros fue abandonado
al sufrir desperfectos



El Ejército se hace cargo de localidad




Sucursal del Banco de la Provincia de Córdoba
asaltada por los subversivos
(Imagen: "La Prensa", edición del 2 de julio de 1970)




Leyendas pintadas por los
atacantes en el frente de la
Municipalidad
(Imagen: "La Prensa", edición del 2 de julio de 1970)



Luis Arturo Lozada sonríe
desafiante al ser detenido
(Imagen: "La Prensa", edición del 2 de julio de 1970)


¿Norma Arrostito participó en
el copamiento a La Calera?


Los subversivos camuflaron un Torino civil
para hacerlo parecer como un patrullero similar
al de la imagen


La casa del Barrio Los Naranjos, donde las fuerzas policiales detuvieron
a los cabecillas de la organización. Allí fue herido de muerte Emilio Maza



Notas

1 Diario, “Los Principios”, Córdoba, Año 70, Nº 23.7283, viernes 3 de julio de 1970, pp. 6-8.

2 La mujer era Susana Lesgart.

3 Entre 1969 y 1970, la organización se mostró particularmente activa. El 26 de diciembre de aquel primer año, los montoneros asaltaron la sucursal La Calera, del Banco de la Provincia de Córdoba, una acción conjunta que comprometió a las células de Buenos Aires y  la provincia mediterránea. En ella participaron Emilio Maza, Esther Norma Arrostito, Ignacio Vélez, su esposa Cristina Liprandi, Susana Lesgart, Carlos Capuano Martínez y Alejandro Cofre. Llegaron en dos autos robados (uno de ellos un Chevrolet 400) y dejando a dos de ellos de guardia en la vereda, ingresaron violentamente, esgrimiendo sus armas de fuego. Al dirigirse a la sala del tesoro, se toparon con el agente Argüello, produciéndose un recio tiroteo en el que resultó gravemente herido. Atraidos por el ruido de las descargas, otros dos policías se acercaron al lugar para intercambiar varios disparos antes de ser alcanzados ellos también, lo mismo uno de los guerrilleros, aunque ninguno murió. Los atacantes lograron huir llevándose al herido. Lo hicieron amontonados dentro del Chevrolet, dejando abandonado el segundo vehículo, en dirección a Córdoba, pasando junto al III Cuerpo de Ejército, sin que nadie se percatase de ello. Enfilaron directamente hacia una parroquia suburbana, a cargo de un sacerdote tercermundista, quien de inmediato estableció contacto con el padre Elvio Alberione para organizar su escondite y la atención médica del herido. En los días previos, la naciente había despojando de su armamento a agentes del orden en la calle, asaltado armerías en la ciudad de Córdoba y copando destacamentos policiales, con la intención de incrementar su arsenal. La operación de mayor envergadura, previo a La Calera fue la toma del destacamento policial del Barrio Quebrada de las Rosas, donde tres hombres y dos mujeres redujeron al personal, le incautaron el armamento, uniformes y hasta el libro de guardia y luego lo encerraron en uno de los calabozos, para darse a la fuga.

El 25 de febrero de 1970 coparon durante veinte minutos el pequeño pueblo de Progreso, ubicado a 60 kilómetros al noroeste de la ciudad de Santa Fe. En la oportunidad, varios enmascarados se apoderaron de la Central Telefónica, reduciendo a su encargada, la señorita Galeano, para luego inutilizar las líneas; tomaron la comisaría, la sucursal del Banco de la Provincia de Santa Fe y después de hacerse de armas y dinero, se retiraron. En el camino a Rafaela, se apoderaron de un camión con explosivos, que se dirigía a la Central Hidroeléctrica Chocón-Cerros Colorados. Menos de dos meses después, un desconocido Comando Evita, a las órdenes de José Sabino Navarro tomó por asalto una comisaría en la misma provincia y a fines de ese mismo mes, los comandos Eva Perón y Juan José Valle, integrados por montoneros de Córdoba y Buenos Aires, realizaron una serie de golpes en ambas provincias, paso previo a la Operación Pindapoy que tuvo lugar el 29 de mayo.

4 Ente el armamento capturado, los guerrilleros recuperaron el fusil Máuser que habían perdido el año anterior, durante el asalto a la sucursal bancaria de la localidad.

5 Las redadas comenzaron a las 11:00 a.m. y finalizaron a las 13:30 de ese mismo día.

6 Como es de suponer, el oficial ignoraba de quienes se trataba.

7 Los restos de Emilio Ángel Maza fueron velados en Santa Rosa 236, ciudad de Córdoba, a partir de las 12:10 del 8 de julio. Dos días después, tresmil personas acompañaron su féretro al cementerio. Una de las coronas que la concurrencia vio depositar en el auto fúnebre llevaba el nombre de Juan D. Perón. Cuando la señora Sara Lucía Herrera de Aramburu vio las fotografías, pudo identificar al joven estudiante como una de las dos personas que se presentaron en su casa, vestidas de militares, la mañana del 29 de mayo. Fue la prueba que las autoridades necesitaban para dar con los autores del magnicidio.





Fuentes
-Ricardo Grassi, “Aramburu. A 40 años de su secuestro y crimen”, Días de Historia, 30 de mayo de 2010  (http://www.diasdehistoria.com.ar/content/40-a%C3%B1os-de-su-secuestro-y-crimen).
-Ceferino Reato, “A 40 años, los secretos del asesinato de Aramburu”, Perfil.com, 29 de mayo de 2010  (http://www.perfil.com/columnistas/A-40-anos-los-secretos--del-asesinato-de-Aramburu-20100529-0050.html).
-Redacción, “Copamiento Armado a la Calera Provincia de Córdoba”, Anexo 5, La Historia Completa, viernes, 14 de diciembre de 2007 (http://lahistoriaargentinacompleta.blogspot.com/2007/12/el-terrorismo-en-la-argentina-anexo-5.html#ixzz4ED2cMuI4).
-Elvira María Salazar, “A 40 años del copamiento de La Calera: 1º de julio de 1970”, La Voz del Interior, 29 de junio de 2010 (http://www.lavoz.com.ar/content/40-anos-del-copamiento-de-la-calera-1o-de-julio-de-1970).
-El Terrorismo en la Argentina. Evolución de la delincuencia terrorista en la Argentina, Poder Ejecutivo Nacional, 1979.
-“Montonero Emilio Maza: La Calera”, Ruinas Digitales. Arqueología comunicacional.
(http://www.ruinasdigitales.com/causa-peronista/causaperonistamontoneroemiliomazalacaler2/)



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