EL COPAMIENTO DE LA CALERA
El secuestro de Aramburu pegó fuerte en la sociedad
argentina, sobre todo, después del primer comunicado que sus captores dieron a
conocer a través de la prensa:
Hoy,
29 de mayo, a las 9.30 horas, nuestro Comando procedió a la detención de PEDRO
EUGENIO ARAMBURU, en cumplimiento de una orden emanada de nuestra conducción, a
los fines de someterlo a JUICIO REVOLUCIONARIO.
Sobre
Pedro Eugenio Aramburu pesan 108 cargos de TRAIDOR A LA PATRIA Y AL PUEBLO Y DE
ASESINO DE 27 ARGENTINOS.
Oportunamente
se darán a conocer las alternativas del juicio y la sentencia dictada.
La tensión y las expectativas por su suerte fueron en
aumento e hicieron eclosión cuando la naciente organización emitió su tercera
nota.
COMUNICADO Nº 3
31 de Mayo de 1970
Al PUEBLO DE LA NACIÓN:
"En el día de la fecha, domingo 31 de mayo de 1970, la conducción de
nuestra organización, constituida en Tribunal Revolucionario, luego de
interrogar detenidamente a Pedro Eugenio Aramburu, declara:
I- Por cuanto Pedro Eugenio Aramburu se ha reconocido responsable:
1º) De los decretos 10.362 y 10.363 de fecha 9 de junio de 1956 por los que
se "legaliza" la matanza de 27 argentinos sin juicio previo ni causa
justificada.
2º) Del decreto 10.364 por el que son condenados a muerte 8 militares, por
expresa resolución del Poder Ejecutivo Nacional, burlando la autoridad del
Consejo da Guerra reunido en Campo de Mayo y presidido por el General Lorio,
que había fallado la inocencia de los acusados.
3º) De haber encabezado la represión del movimiento político mayoritario
representativo del pueblo argentino, proscribiendo sus organizaciones,
interviniendo sus sindicatos encarcelando a sus dirigentes y fomentando la
represión en los lugares de trabajo.
4º) De la profanación del lugar donde reposaban los restos de la compañera
Evita y la posterior desaparición de los mismos, para quitarle al Pueblo hasta
el último resto material de quien fuera su abanderada.
II- Por cuanto el Tribunal lo ha encontrado culpable de los siguientes
cargos, que no han sido reconocidos por el acusado:
1º) La pública difamación del nombre de los legítimos dirigentes populares
en general y especialmente de nuestro líder Juan Domingo Perón y nuestros
compañeros Eva Perón y Juan José Valle.
2º) Haber anulado las legitimas conquistas sociales Instauradas por la
Revolución Justicialista.
3º) Haber Iniciado la entrega del patrimonio nacional a los intereses
foráneos.
4º) Ser actualmente una carta del régimen que pretende reponerlo en el
poder para tratar de burlar una vez más al pueblo con una falsa democracia y
legalizar la entrega de nuestra patria.
5º) Haber sido vehículo de la revancha de la oligarquía contra lo que
significaba el cambio del orden social hacia un sentido de estricta justicia
cristiana
El Tribunal
Revolucionario, Resuelve:
1º) Condenar a Pedro Eugenio Aramburu a ser pasado por
las armas en lugar y fecha a determinar.
2º) Hacer conocer oportunamente la documentación que
fundamenta la resolución de este Tribunal.
3º) Dar cristiana sepultura a los restos del acusado,
que sólo serán restituidos a sus familiares cuando al Pueblo Argentino le sean
devueltos los restos de su querida compañera Evita.
¡PERÓN O MUERTE! ¡VIVA LA PATRIA!
M O N T O N E R O S
La Argentina no estaba habituada a ese tipo de
procedimiento, propio de mafiosos o delincuentes comunes, por lo que, hasta último
momento, se pensó que el desenlace podía ser otro, pero cuando el 2 de junio se
dio a conocer el cuarto comunicado, el espanto y la incredulidad se adueñaron
de la nación.
1º de Junio de 1970.
COMUNICADO Nº 4
"AL PUEBLO DE LA NACIÓN:
"La conducción de MONTONEROS comunica que hoy a las 7.00 horas fue
ejecutado Pedro Eugenio Arumburu.
Que Dios Nuestro Señor se apiade de su alma.
PERÓN O MUERTE - VIVA LA PATRIA.
M O N T O N E R O S
Sin perder tiempo, el gobierno accionó todos sus
resortes, poniendo en vigencia la Doctrina de Seguridad Nacional que había
implementado Onganía al asumir el gobierno, incluyendo la pena capital para
delitos de esa naturaleza. Fuerzas especiales de la Policía Federal, en
colaboración con sus pares de las provincias, iniciaron la búsqueda y los
servicios de inteligencia se abocaron a la tarea de dar con los responsables.
Había que brindarle una respuesta a la ciudadanía, y de manera inmediata,
porque una nueva forma de violencia se estaba adueñando de la situación y lo
que era peor, comenzaba a imponerse el terror; un terror desconocido hasta
entonces.
Un mes después del último comunicado, los montoneros
dieron un nuevo golpe, copando durante cuarenta minutos la localidad de La
Calera, la misma que un año antes había visto la gran movilización militar que
involucró a novecientos paracaidistas de la IV Brigada de Infantería
Aerotransportada a causa de una falsa alarma1.
El miércoles 1 de julio de 1970 a las 07:05 a.m., varios
vehículos se concentraron en el sector céntrico de Villa Allende, al noroeste
de la ciudad de Córdoba, alineándose en fila, uno detrás de otro, sobre la Av.
San Martín, con sus luces apagadas. Había movimiento en torno a ellos, hombres
y mujeres jóvenes que iban y venían hablando bajo mientras otros aguardaban al
volante, como esperando una señal.
Estaba obscuro todavía y no circulaba nadie por las
calles cuando el que parecía ser el jefe hizo una señal y todo el mundo abordó
los rodados.
Los conductores pusieron en marcha los motores, encendieron
las luces y a las 07:10 comenzaron a salir, primero el Fiat 1500 patente
C228028 de la Capital Federal, llevando a bordo cuatro individuos. Un minuto
después hizo lo propio la camioneta pick-up Chevrolet con chapa de la provincia
de Córdoba y detrás de ella un Torino policial con su baliza giratoria
encendida en el techo. Inmediatamente después, en lo que parecía ser un
movimiento sincronizado, hizo lo propio una camioneta Ford F-100 obscura y luego
un Ford Falcon del mismo tono, siempre a intervalos de un minuto y a la misma
velocidad.
Diario "La Prensa", Bs. As. Edición del 2 de julio de 1970 |
Tomaron por avenida San Martín y dejando Villa Rivera
Indarte a su izquierda, bordearon el río Suquía y las vías del ferrocarril, enfilando
hacia el sudoeste, en dirección a La Calera.
Veinte
minutos después, ingresaron por la Av. San
Martín, para atravesar la localidad hasta la calle Saavedra, donde los
vehículos se dispersaron, tomando diferentes direcciones. El Fiat 1500,
la
pick-up Chevrolet y el patrullero, doblaron a la derecha y tras recorrer
un par de cuadras, se detuvieron frente a la subcomisaría del Barrio 25
de Mayo, sobre la calle Jerónimo Luis de Cabrera.
Varios individuos descendieron de ellos, algunos luciendo uniformes de
policía
y su comandante, que no era otro que Emilio Maza, portando un equipo de
radio,
con el que establecía comunicación permanentemente. Primero ingresó una
pareja,
simulando hacer una denuncia2 y detrás, esgrimiendo armas largas y
pistolas, el resto del grupo, encañonando al oficial ayudante Antonio Djanikián
y al agente Ramón Salvatiera, quienes a esas horas cubrían su turno. Los
individuos los obligaron a levantar los brazos y los colocaron frente a una
pared, mientras sus compañeros procedían a incautarse del armamento, destruían
libros y expedientes y pintaban consignas en los muros.
Cerca de allí, en la céntrica esquina de Av. San
Martín y la diagonal 25 de Mayo, el subcomisario Eustaquio Tomás montaba guardia
en su jeep, junto al agente Miguel Moyano, una costumbre que se había adoptado cuando
siete meses atrás un grupo armado había asaltado la sucursal del Banco de la Provincia
de Córdoba, que en esos momentos custodiaban3.
Sus relojes marcaban las 07:45 cuando repentinamente,
una camioneta que avanzaba a gran velocidad con las luces encendidas, los embistió
desde atrás, haciéndole perder el equilibrio. A Tomás se le cayó la
ametralladora que tenía sobre las rodillas y su compañero quedó tendido de
costado, luego de estrellar su frente contra el parabrisas. Aquí también varios
sujetos descendieron del rodado y les apuntaron con sus armas, obligándolos a
descender. Eran ocho hombres y una mujer rubia, que se comunicaba
permanentemente con alguien a través de un equipo VHF. Según algunas fuentes,
se trataba de Esther Norma Arrostito, según otras, de Cristina Liprandi de
Vélez.
Los atacantes ingresaron a la sede bancaria llevando
consigo a los prisioneros y sorprendieron a su gerente, Miguel Broca, lo mismo
a los catorce empleados que acababan de hacerse cargo de sus funciones. Después
de obligar al personal a levantar los brazos y colocarse de cara a la pared, procedieron
a revisar las cajas de seguridad, cajones y escritorios, apoderándose de todo
el dinero que había en ellos.
En la subcomisaría, en tanto, los atacantes se
hallaban en plena tarea de incautar el armamento cuando el inconfundible sonido
de disparos proveniente de la zona del Banco, los sobresaltó. Uno de ellos
salió afuera para preguntarle a Maza qué estaba sucediendo y éste estableció
comunicación a través del walkie-talkie, para averiguar. Menos de un minuto
después le informó a su gente que no ocurría nada y que siguieran adelante con
el operativo.
¿Qué había sucedido?
A las 07:42 de aquella fría mañana, el agente Manuel
Argüello regresaba en su patrullero de Córdoba, donde había ido miu temprano a
efectuar una gestión y se dirigía a la comisaría donde prestaba servicio,
cuando al pasar por el Banco notó movimiento extraño. Al ver a varios
individuos armados correr hacia el jeep policial que montaba guardia, se detuvo
y mientras extraía su pistola 9 mm dio la voz de alto, recibiendo como respuesta
una ráfaga de metralla que lo alcanzó en
tres partes del cuerpo (una bala le dio en la cabeza y otras dos en su hombro
izquierdo). Pese a sus heridas, el agente tuvo fuerzas para ingresar nuevamente
en el patrullero y escapar a toda velocidad, en busca de refuerzos. Ya había
pasado por esa experiencia el año anterior, cuando un grupo de delincuentes asaltó
la entidad crediticia, hiriéndolo de cierta consideración y por nada hubiera
imaginado que la gente con la que acababa de enfrentarse era la misma.
En la subcomisaría, en tanto, los asaltantes encerraron
a los agentes en uno de los calabozos (previamente los obligaron a entonar la
Marcha Peronista) y se retiraron, para dirigirse a la Central Telefónica,
ubicada en Av. San Martín 851, con la intención de dejar incomunicada a la
población4.
Emilio Maza |
El grupo que atacó el Banco permaneció allí veinte
minutos, en ese lapso de tiempo, dos de los vehículos se dedicaron a esparcir
clavos miguelitos por los accesos y un cuarto destacamento se apoderó de la oficina
de Correos y Telecomunicaciones, aunque sólo hacerse de unos pocos sellos
postales porque dinero no había. Les pidieron las llaves a los empleados y
cuando estos les manifestaron que la caja de seguridad se hallaba vacía y el
encargado recién llegaría después de las 08:00, se retiraron sin ejercer
violencia.
Después de abandonar la sucursal bancaria, los
incursores dejaron sobre un banco ubicado frente a la Municipalidad, un gran
paquete obscuro con la leyenda “Peligro Explosivo” y emprendieron la retirada.
Los vehículos se alinearon sobre la Av. San Martín y con el patrullero delante,
siempre conducido por Carlos Capuano Martínez, se dispusieron a partir. Sin
embargo, justo en ese momento, el Fiat 1500 se descompuso y resultó imposible hacerlo arrancar.
Para fortuna de sus ocupantes, en ese preciso instante, salía de su casa el oficial de
policía Silvio Crisóstomo del Castillo, quien llevaba a sus dos hijos al
colegio. Los insurgentes lo encañonaron y le exigieron que les entregase las
llaves del auto, un Rambler Classic color blanco, pedido a los que, como es de
suponer, el hombre accedió. Los asaltantes se apoderaron de su vehículo y partieron
detrás de sus compañeros, quienes ya se desplazaban por la principal arteria de
la localidad, con el patrullero haciendo sonar su sirena. Y mientras lo hacía,
sembraban de clavos miguelitos el pavimento.
Partieron por el mismo camino por el que habían llegado,
arrojando volantes y hasta lanzando alguno que otro “¡Viva Perón!”, cuando
veían a alguien.
Ocurrió que en las afueras de la capital provincial, el
Rambler Classic sufrió un desperfecto y no pudo seguir la marcha. Su conductor,
Luis Arturo Lozada, se detuvo en la banquina y le indicó a su compañero, José
Antonio Fierro, que descendiese del auto.
Para entonces, las autoridades militares y policiales
habían sido advertidas, lo mismo la administración provincial y adoptaban medidas
urgentes para evitar la fuga de los guerrilleros.
El agente Argüello tuvo fuerzas para dirigirse al
comando del III Cuerpo de Ejército donde y una vez allí, informar lo que había sucedido.
Fue recibido por el propio comandante de la guarnición, general Eliodoro
Sánchez Lahoz quien, impuesto de la situación, estableció contacto directo con
su par de la IV Brigada de Infantería Aerotransportada, general Jorge Raúl
Carcagno para poner en marcha un operativo cerrojo destinado a cortarles a los
insurgentes las vías de escape.
Después de informar lo sucedido al gobernador, largas
columnas de vehículos militares partieron de ambas unidades con destino a la
cercana localidad, cerrando las rutas y bloqueando sus accesos. Con la ayuda de
la policía provincial se montaron puestos de control vehicular y se procedió a
evacuar las calles de transeúntes, tal como había sucedido en 1969.
Lo primero que las fuerzas del orden hicieron fue
inspeccionar cuidadosamente el paquete que los subversivos habían dejado frente
a la Municipalidad, comprobando que en su interior, había un grabador con una
cinta que tenía grabada la Marcha Peronista, interpretada por Hugo del Carril.
Lo que los guerrilleros ignoraban, era que detrás de
ellos, había partido una camioneta particular, propiedad de una empresa local,
guiada por el señor Federico Schnorr, que se había ofrecido voluntariamente
para colaborar, acompañado por el agente de policía Carlos Ambrosio, efectivo
de la Comisaría 7ª, quien se desplazaba vestido de civil.
Así dejaron La Calera y después de atravesar Saldán,
llegaron a Villa Rivera Indarte, donde notaron que algo más adelante, junto al
cerro San Alfonso, se encontraba detenido el Rambler Classic y a su lado, dos
jóvenes, en actitud sospechosa.
Ambrosio le dijo a Schnorr que se detuviese y
descendió simulando hacer una averiguación.
-¿Voy bien por acá para Villa Allende? – les preguntó.
-Si, es por ahí – respondió Lozada.
Y al extender su brazo para señalar el camino, dejó
ver su pistola. Entonces Ambrosio extrajo su arma reglamentaria y les apuntó.
-¡¡Levanten las manos!! – gritó.
Los guerrilleros amagaron extraer las suyas pero el
agente fue más rápido y les disparó, hiriendo a Lozada en el costado derecho,
quien cayó herido. Al ver eso, su compañero alzó los brazos y se rindió.
Schnorr, que siguiendo instrucciones de Ambrosio se
había arrojado al piso de la camioneta, descendió del vehículo y lo ayudó a
cargar al herido, para conducirlo a la subcomisaría del Barrio 25 de Mayo. Una
primera inspección efectuada en el interior del automóvil permitió detectar
catorce granadas de mano, dos equipos de radio y uniformes del Ejército.
Djanikián y Salvatierra se dieron el gusto de interrogar
a quienes les habían copado la seccional.
-Diga su nombre – le preguntó Salvatierra al primero.
-Yo soy Luis Arturo Lozada y tengo 23 años. ¡Viva
Perón!
Cuando le llegó el turno al otro subversivo, éste
respondió:
-Yo soy José Alberto Fierro y tengo 24 años. ¡Viva
Perón!
Si no fuera por los terribles sucesos que tuvieron
lugar en la Argentina a partir de ese año, podría decirse que la actitud de
ambos muchachos era cómica, incluso bizarra al cerrar cada frase con los vivas
a su líder.
Lozada fue trasladado a Córdoba, para ser atendido de
sus heridas. Lo sacaron de la seccional esposado para subirlo a una camioneta
Estanciera, acompañado por tres personas de civil (una de ellas al volante) y
un efectivo policial. Antes de partir, respondió una pregunta que le hicieron
los periodistas y en actitud desafiante volvió a gritar “¡Viva Perón!”.
Obligados
a declarar por la fuerza, al menos uno de los
detenidos (al parecer Fierro), reveló valiosa información y eso
posibilitó los allanamientos que tuvieron lugar a continuación, en
diferentes puntos de la
capital provincial, La Calera y Río Cevallos, más precisamente doce. De
esa
manera, fueron capturados ocho subversivos, dos de ellos derivados al
Hospital
San Roque, donde era atendido Lozada5.
El hecho de mayor resonancia tuvo lugar en el Barrio
Los Naranjos, al sudoeste de la de la ciudad de Córdoba, cuando a las 13:15, una
partida policial rodeó la casa ubicada en la intersección de las calles A y 13,
propiedad de un oficial de la Fuerza Aérea, que la había alquilado recientemente6
y se dispuso a detener a sus moradores. Percatados de lo que estaba sucediendo,
sus moradores tomaron sus armas y se ubicaron en las ventanas, dispuestos a
vender cara su vida.
Se produjo entonces, un violento tiroteo que obligó a los agentes del orden a buscar cobertura en diferentes puntos y responder la agresión.
Oficina de Correos y Telecomunicaciones de La Calera (Imagen: "La Voz del Interior") |
Se produjo entonces, un violento tiroteo que obligó a los agentes del orden a buscar cobertura en diferentes puntos y responder la agresión.
Los subversivos ofrecieron dura resistencia y eso
obligó a los agentes a lanzar varias cargas de gases lacrimógenos para
obligarlos a deponer su actitud. Dos de ellos, Emilio Maza e Ignacio Vélez,
cayeron heridos, alcanzados por las balas policiales en tanto Carlos Sorati
Martínez y Cristina Liprandi, esposa de Vélez, arrojaron sus armas y se
entregaron.
Al irrumpir en el interior de la vivienda, una vez
disipados los gases, los efectivos policiales descubrieron gran cantidad de
armas, municiones, una mochila, equipos de radio, guantes, pelucas, un permiso
de Norma Arrostito a favor de Emilio Maza para conducir su Renaul 4L y hasta un
fichero con documentación en clave (fácilmente descifrada), donde figuraban los
nombres de los principales colaboradores de la organización, primer indicio de que
acababan de dar con la célula extremista que había secuestrado y asesinado al
general Aramburu el mes anterior.
Durante la inspección del inmueble, la policía pudo
determinar que dentro del baño, los delincuentes habían quemado importante
documentación, vano intento por eliminar pistas que permitiesen establecer el
paradero otros componentes de la organización y develar información
comprometedora.
Los guerrilleros heridos fueron evacuados al Hospital
San Roque de la ciudad de Córdoba, en tanto los detenidos enviados a la
jefatura policial para ser interrogados.
En los días que siguieron, se efectuaron nuevas detenciones,
entre ellas las de Guillermo Martorell Juárez, José María Breganti, Felipe
Nicolás Defrancesco, Raúl Héctor Guzzi Cotegrande, Claudio Ehrenfeld, Antonio Gabriel Monjo, María Pascuala
de Guzzo, Mirta Cucco, María Lidia Piotti de Salguero y Heber Albornoz, desbaratándose,
de ese modo, la sección corobesa de la organización.
En el domicilio de José Alberto Fierro, situado en
Gral. Bustos 524, Córdoba, la policía encontró veinte cartuchos de gelinita,
diez metros de mecha y fulminante y una pala del Ejército.
El 2 de julio las autoridades dispusieron el inmediato
traslado de los detenidos a Buenos Aires. Ese mismo día, aterrizó en Pajas
Blancas el Douglas DC-3 sanitario, matrícula TS-04, trayendo a bordo el equipo
médico que debía examinar las heridas de Luis Lozada e Ignacio Vélez, y
verificar si estaban en condiciones de efectuar el viaje. Los facultativos revisaron
detenidamente a ambos y determinaron que estaban en condiciones de hacer el viaje.
Partieron al día siguiente, por la mañana y una hora después, aterrizaban en
Aeroparque, desde donde fueron derivados a la Alcaldía de Tribunales donde
permanecieron encerrados hasta las primeras horas de la tarde, cuando fueron
conducidos ante el juez.
La muerte de Emilio Maza, una semana después,
significó un duro golpe para la estructura de la organización aunque no su
derrota definitiva. Montoneros lograría recuperarse y con el paso del tiempo
fue incorporando combatientes hasta constituir un verdadero ejército
guerrillero7.
Imágenes
El Fiat 1500 utilizado por los guerrilleros fue abandonado al sufrir desperfectos |
El Ejército se hace cargo de localidad |
Sucursal del Banco de la Provincia de Córdoba asaltada por los subversivos (Imagen: "La Prensa", edición del 2 de julio de 1970) |
Leyendas pintadas por los atacantes en el frente de la Municipalidad (Imagen: "La Prensa", edición del 2 de julio de 1970) |
Luis Arturo Lozada sonríe desafiante al ser detenido (Imagen: "La Prensa", edición del 2 de julio de 1970) |
Los subversivos camuflaron un Torino civil para hacerlo parecer como un patrullero similar al de la imagen |
La casa del Barrio Los Naranjos, donde las fuerzas policiales detuvieron a los cabecillas de la organización. Allí fue herido de muerte Emilio Maza |
Notas
1 Diario, “Los Principios”, Córdoba, Año 70, Nº 23.7283, viernes
3 de julio de 1970, pp. 6-8.
2 La mujer era Susana Lesgart.
3 Entre 1969 y 1970,
la organización se mostró particularmente activa. El 26 de diciembre de aquel
primer año, los montoneros asaltaron la sucursal La Calera, del Banco de la
Provincia de Córdoba, una acción conjunta que comprometió a las células de
Buenos Aires y la provincia mediterránea.
En ella participaron Emilio Maza, Esther Norma Arrostito, Ignacio Vélez, su esposa
Cristina Liprandi, Susana Lesgart, Carlos Capuano Martínez y Alejandro Cofre.
Llegaron en dos autos robados (uno de ellos un Chevrolet 400) y dejando a dos
de ellos de guardia en la vereda, ingresaron violentamente, esgrimiendo sus
armas de fuego. Al dirigirse a la sala del tesoro, se toparon con el agente
Argüello, produciéndose un recio tiroteo en el que resultó gravemente herido.
Atraidos por el ruido de las descargas, otros dos policías se acercaron al lugar
para intercambiar varios disparos antes de ser alcanzados ellos también, lo
mismo uno de los guerrilleros, aunque ninguno murió. Los atacantes lograron
huir llevándose al herido. Lo hicieron amontonados dentro del Chevrolet,
dejando abandonado el segundo vehículo, en dirección a Córdoba, pasando junto
al III Cuerpo de Ejército, sin que nadie se percatase de ello. Enfilaron
directamente hacia una parroquia suburbana, a cargo de un sacerdote
tercermundista, quien de inmediato estableció contacto con el padre Elvio
Alberione para organizar su escondite y la atención médica del herido. En los
días previos, la naciente había despojando de su armamento a agentes del orden
en la calle, asaltado armerías en la ciudad de Córdoba y copando destacamentos
policiales, con la intención de incrementar su arsenal. La operación de mayor
envergadura, previo a La Calera fue la toma del destacamento policial del Barrio
Quebrada de las Rosas, donde tres hombres y dos mujeres redujeron al personal,
le incautaron el armamento, uniformes y hasta el libro de guardia y luego lo
encerraron en uno de los calabozos, para darse a la fuga.
El
25 de febrero de 1970 coparon durante veinte minutos el pequeño pueblo de
Progreso, ubicado a 60 kilómetros al noroeste de la ciudad de Santa Fe. En la
oportunidad, varios enmascarados se apoderaron de la Central Telefónica,
reduciendo a su encargada, la señorita Galeano, para luego inutilizar las
líneas; tomaron la comisaría, la sucursal del Banco de la Provincia de Santa Fe
y después de hacerse de armas y dinero, se retiraron. En el camino a Rafaela,
se apoderaron de un camión con explosivos, que se dirigía a la Central
Hidroeléctrica Chocón-Cerros Colorados. Menos de dos meses después, un
desconocido Comando Evita, a las órdenes de José Sabino Navarro tomó por asalto
una comisaría en la misma provincia y a fines de ese mismo mes, los comandos
Eva Perón y Juan José Valle, integrados por montoneros de Córdoba y Buenos
Aires, realizaron una serie de golpes en ambas provincias, paso previo a la
Operación Pindapoy que tuvo lugar el 29 de mayo.
4 Ente el armamento
capturado, los guerrilleros recuperaron el fusil Máuser que habían perdido el
año anterior, durante el asalto a la sucursal bancaria de la localidad.
5 Las redadas
comenzaron a las 11:00 a.m. y finalizaron a las 13:30 de ese mismo día.
6 Como es de suponer,
el oficial ignoraba de quienes se trataba.
7 Los restos de Emilio
Ángel Maza fueron velados en Santa Rosa 236, ciudad de Córdoba, a partir de las
12:10 del 8 de julio. Dos días después, tresmil personas acompañaron su féretro
al cementerio. Una de las coronas que la concurrencia vio depositar en el auto
fúnebre llevaba el nombre de Juan D. Perón. Cuando la señora Sara Lucía Herrera
de Aramburu vio las fotografías, pudo identificar al joven estudiante como una
de las dos personas que se presentaron en su casa, vestidas de militares, la
mañana del 29 de mayo. Fue la prueba que las autoridades necesitaban para dar
con los autores del magnicidio.
Fuentes
-Ricardo
Grassi, “Aramburu. A 40 años de su secuestro y crimen”, Días de Historia, 30 de
mayo de 2010
(http://www.diasdehistoria.com.ar/content/40-a%C3%B1os-de-su-secuestro-y-crimen).
-Ceferino Reato, “A 40 años, los secretos del
asesinato de Aramburu”, Perfil.com, 29 de mayo de 2010
(http://www.perfil.com/columnistas/A-40-anos-los-secretos--del-asesinato-de-Aramburu-20100529-0050.html).
-Redacción, “Copamiento Armado a la Calera
Provincia de Córdoba”, Anexo 5, La Historia Completa, viernes, 14 de diciembre de 2007
(http://lahistoriaargentinacompleta.blogspot.com/2007/12/el-terrorismo-en-la-argentina-anexo-5.html#ixzz4ED2cMuI4).
-Elvira
María Salazar, “A 40 años del copamiento de La Calera: 1º de julio de 1970”, La
Voz del Interior, 29 de junio de 2010 (http://www.lavoz.com.ar/content/40-anos-del-copamiento-de-la-calera-1o-de-julio-de-1970).
-El Terrorismo en la Argentina. Evolución de
la delincuencia terrorista en la Argentina, Poder Ejecutivo Nacional, 1979.
-“Montonero
Emilio Maza: La Calera”, Ruinas Digitales. Arqueología comunicacional.
(http://www.ruinasdigitales.com/causa-peronista/causaperonistamontoneroemiliomazalacaler2/)
Publicado 27th June 2016 por Alberto N. Manfredi (h)