ANTECEDENTES
Guerrilleros capturados en Taco Ralo (1968) |
Entre
1955 y 1956, grupos armados peronistas cometieron una serie de atentados
consistentes, principalmente en acciones de sabotaje, colocación de explosivos,
protestas en la vía pública y boicots. Fue un incipiente intento de lucha
armada cuya finalidad principal era el retorno de Perón. El mismo terminaría
por ser aplacado tras los fusilamientos acaecidos en junio de 1956, pero
resurgiría con mayor brío tras la llegada al poder de Arturo Frondizi.
Resistencia Peronista (1955-1958)
Los
militantes, se valieron principalmente de bombas molotov, que eran arrojadas al
paso de automóviles en movimiento o en las manifestaciones que tenían lugar
espontáneamente, en diferentes ciudades del país. Pero el arma principal fue el
“caño”, artefacto casero de peligrosa manipulación, destinado a provocar daños
materiales y no físicos. Era el mensaje que los seguidores de Perón, inmensa
mayoría en el pueblo medio y bajo, enviaban a las autoridades, intentando hacer
escuchar su voz y sus reclamos.
En 1956
los atentados cobraron mayor magnitud. El 26 de febrero, un grupo de
saboteadores hizo volar el polvorín de la Fábrica Militar de Materiales de
Comunicaciones ubicada en Migueletes, al norte del Gran Buenos Aires, muy cerca
de la estación ferroviaria, trabándose posteriormente en un corto tiroteo que
terminó con la captura de dos militantes.
La
acción tomó por sorpresa al gobierno encabezado por el teniente general Pedro
Eugenio Aramburu y el almirante Isaac Francisco Rojas y derivó en una serie de
allanamientos y detenciones que tuvieron como corolario un incremento de la
represión y la implementación de mayores medidas de seguridad. Siguieron a
aquel hecho nuevas reuniones clandestinas, reparto de volantes en la vía
pública, paros y boicots.
En los
días siguientes, se encontraron explosivos en las vías del ramal Retiro-Tigre,
por lo cual fueron condenadas cuatro personas; en Rosario se detuvo a obreros
de una envasadora de café cuando preparaban explosivos caseros y en Río
Segundo, Córdoba, se produjo el arresto de numerosas personas –trabajadores la
mayoría– acusadas de actos violentos, casi todos cometidos entre el 12 de enero
y el 27 de febrero de ese mismo año, las cuales fueron puestas a disposición de
la justicia.
El más
grave de aquellos hechos tuvo lugar en la segunda mitad del año, cuando manos
anónimas pusieron un artefacto explosivo en el estudio jurídico del Dr. José
Aguirre Cámara, integrante de la Junta Consultiva que asesoraba al gobierno1.
En
Mendoza fueron arrestadas otras setenta y cinco personas por repartir volantes
en la calle; en Buenos Aires agitadores apedrearon las vidrieras de los diarios
“La Prensa” y “La Nación” y se pintaron leyendas alusivas en las paredes de las
principales ciudades del país. Eran los primeros indicios de la violencia
setentista, que mermó luego de los fusilamientos del mes de junio, tras la
fracasada asonada del general Juan José Valle y prácticamente desapareció hasta
la llegada del Dr. Frondizi al poder (1 de mayo de 1958).
A
partir de ese momento, las protestas laborales y estudiantiles se volvieron
frecuentes, los actos de sabotaje volvieron a sucederse y se produjeron nuevos
atentados explosivos, razón por la cual, el 14 de noviembre de ese mismo año,
el flamante mandatario puso en vigencia el Plan CONINTES (Conmoción Interna del
Estado), firmando en secreto el Decreto Nº 9880/58, que recién se haría público
en 19602, con la Ley Nº 15.293 de Represión de las Actividades
Terroristas, aprobada el 21 de julio, tras la modificación del Código Penal.
Si bien
Frondizi había llegado al poder con el apoyo de Perón, en 1960 el mismo le fue
retirado dado que, entre otras cosas, la CGT continuó intervenida3,
la injerencia militar era constante y las medidas económicas contrarias a las
planeadas durante la campaña electoral. De esa manera, las huelgas y los paros
aumentaron de manera alarmante, lo mismo las manifestaciones estudiantiles
luego de ser aprobada la enseñanza privada y religiosa en las universidades.
Eso generó un grave y absurdo conflicto que derivó en marchas, protestas, violencia
y represión. “Laica o Libre” fue el lema que se escuchó durante los
enfrentamientos callejeros, tanto contra las fuerzas del orden como entre
quienes apoyaban una y otra vertiente.
Fue en
ese contexto que en la provincia de Tucumán surgió un primer foco guerrillero,
algo que no sucedía en nuestro país desde los lejanos tiempos de Martín Miguel
de Güemes y sus gauchos, durante la guerra de la Independencia, desencadenando
un conflicto bélico de características particulares y poco conocidas.
Los Uturuncos (1959)
La
resistencia peronista terminó fraccionándose; los verdaderos justicialistas,
que eran de tendencia derechista, se aglutinaron en torno al general Miguel
Ángel Iñíguez, aquel que había comandado los ejércitos leales en Córdoba,
durante la Revolución Libertadora, logrando cercar al general Lonardi4,
y los que giraban hacia la izquierda, liderados por el polémico John William
Cooke, nacionalista ultraderechista devenido en marxista, artífice de una
alianza entre Fidel Castro y Perón, quien había viajado a Cuba para contactar a
la dirigencia revolucionaria, especialmente al Che Guevara buscando los medios
destinados a concretar aquella unión.
Dadas
las inclinaciones fascistas de Perón, resulta utópico pensar a la
distancia que
podía existir la posibilidad de un acercamiento al régimen castrista, de
ahí su preferencia por Iñíguez, quien por entonces, se movía entre sus
pares
castrenses, dirigentes sindicales, ex integrantes de las fuerzas de
seguridad,
aliancistas y delegados obreros, intentando ganar adeptos para
aglutinarlos en
el denominado Centro de Operaciones de la Resistencia (COR), del que el
líder
pensaba valerse para digitar la política nacional. Los justicialistas de
izquierda, por su parte, se concentraron en torno a Cooke, organizando
el
Frente Revolucionario Peronista (FRP), que fue el que se inclinó por las
acciones violentas y la lucha armada frontal. Perón se valdría
hábilmente de él
para inclinar la balanza hacia un lado u otro cuando la situación lo
requiriese, pero no le prestó más que un apoyo simbólico y un tanto
distante
pues siempre vio con aversión toda manifestación de esa tendencia.
De
aquella movida surgieron tres frentes diferentes, destinados a encauzar la
resistencia: el militar, integrado por oficiales y suboficiales leales, el
sindical, conformado por los gremialistas y el civil, repartido entre el COR y
el FRP.
Ante
esa realidad, los elementos más impacientes dieron origen al Movimiento
Peronista de Liberación-Ejército de Liberación Nacional, del que terminarían
por desprenderse los Uturuncos, fuerza guerrillera encabezada por Enrique
Manuel Mena, estrechamente vinculada a Cooke.
Enrique Manuel Mena |
Figura
clave de aquel entramado fue Abraham Guillen, el anarquista español de notable
incidencia en los movimientos subversivos latinoamericanos en los años sesenta
y setenta.
Durante
la Guerra Civil Española, Guillén había integrado los grupos anarquistas que
tanta acción tuvieron desde tiempos de la República; fue director del periódico
“Juventud Libre”, órgano oficial de la Federación Ibérica de Juventudes
Libertarias y redactor del anarquista “CNT”, editado por la Confederación
Nacional del Trabajo. Durante la feroz contienda fue designado comisario
político de la XIV División que comandaba Cipriano Mera y tras ser detenido en
Alicante, fue condenado a la pena capital, aunque luego la sentencia le fue
conmutada a 20 años de prisión.
En 1942
logró evadirse para incorporarse al Comité Nacional del CNT, aunque fue
detenido nuevamente al año siguiente para volver a escapar cinco años después,
en dirección a Francia y de ahí a nuestro país (1948).
Se
desempeñó como periodista en varios países sudamericanos y vuelto a la
Argentina, fue director de Investigación Económica de la Facultad de Ciencias Sociales
de la UBA. Como era de esperar, no tardó en vincularse a la resistencia
peronista y sus principales cabecillas, a quienes convenció de que la
estrategia aplicada hasta el momento había fracasado, lo mismo la huelga
organizada en enero de ese año para apoyar el estallido social y que había que
recurrir a otros medios para lograr la victoria social.
Desde
su punto de vista, no quedaba otro camino que ese y había que tomarlo pronto si
lo que se quería era alcanzar lograr el objetivo. Eso produjo la fractura del
Comando 17 de Octubre y de ese modo, un grupo se fue con el Comando
Insurreccional “Perón o Muerte” y el más importante conformó el Movimiento de
Liberación Nacional, cuyo brazo armado fue el ELN (Ejército de Liberación
Nacional).
Así
nació la primera guerrilla rural argentina, los Uturuncos cuyas acciones
iniciales pasaron desapercibidas hasta el 24 de diciembre de 1959, cuando
tomaron por asalto la comisaría de Frías, una pequeña ciudad de 25.000
habitantes, ubicada en la frontera de Santiago del Estero y Catamarca.
Un mes
antes, un grupo de apenas ocho combatientes trepó bajo un diluvio las laderas
del cerro Cochuna, armado solamente con una ametralladora PAL, una pistola 45 y
un revólver calibre 38, llevando en sus alforjas las instrucciones que les
había dado Guillén: familiarizarse con el terreno, establecer vías de
comunicación y tratar de sobrevivir en el medio. Creyendo que estaban
capacitados para emprender acciones, los guerrilleros ignoraron esas
indicaciones y se lanzaron a la acción, secuestrando en primer lugar a unos
viajantes en Puesto de Zárate, cerca del arroyo Calao; incendiando una gomería,
asaltando los puestos policiales de Alto Verde y La Banderita, al sur de
Concepción y prendieron fuego al apeadero ferroviario de El Calao (FCGMB). El
24 de noviembre, atacaron un cuartel de bomberos en San Miguel de Tucumán y una
comisaría, de donde extrajeron armas y municiones, regresando luego a su
campamento en el monte.
Pero
pronto quedó demostrado que aún no estaban listos para la lucha. Las fuerzas
policiales rodearon el área, treparon el cerro y establecieron un cerco que los
obligó a dispersarse hasta su detención final.
Menos
de un mes después, llegó a la zona el grupo de Mena, que se venía entrenando
desde octubre en la fábrica de ladrillos de Manuel Paz, sita en Chumillo;
incluso había contado con el apoyo del ex intendente de La Banda, José Benito
Argibay y varios militantes de la capital provincial.
En su
libro Uturuncos, el origen de la
guerrilla peronista, Ernesto Salas explica que el 23 de diciembre los
combatientes abordaron un colectivo, propiedad de unos gitanos conocidos del
segundo de Mena, Félix Serravalle (“Comandante “Puma”) y en él se dirigieron al
Puesto del Cielo, pequeño poblado a 35 kilómetros al oeste de Santiago del
Estero, donde aguardaron el vehículo en el que pensaban trasladarse hacia el
objetivo, un Ford modelo 1957, chapa 1631, que los trabajadores de Obras
Sanitarias de La Banda les habían dejado preparado en los talleres, con el tanque
lleno.
Sigue
explicando Salas que fue Serravalle, quien fue a buscarlo en el taxi chapa 3637
de Timoteo Rojo, acompañado por Pedro Adolfo Velardez y Alberto Geréz y que
después de engañar al sereno, lograron sustraerlo para ir en busca de sus
compañeros.
Llegaron
a Frías a las 4 a.m. y con determinación encararon al agente que montaba
guardia en la puerta.
-¡Ha
triunfado la revolución. Venimos a hacernos cargo! – dijo Genaro Carbajal
luciendo su uniforme de teniente coronel.
Los veintidós
combatientes, disfrazados de soldados, se apoderaron sin violencia de la
comisaría, tomando prisioneros a sus quince agentes.
-¡Se ha
declarado el Estado de Emergencia en todo el país! ¡Esta comisaría queda bajo
custodia militar! –gritó a su vez Serravalle, luciendo en su brazo derecho un
brazalete con las siglas MPL y esgrimiendo una ametralladora de madera.
Antes
de que pudiesen reaccionar, los policías se hallaban desarmados y despojados de
sus uniformes; los atacantes los encerraron en las celdas y tras apoderarse de
cinco pistolas reglamentarias calibre 9 mm, seis revólveres 38, quinientas
balas y $750 m/n, destrozaron a culatazos el equipo de radio, cortaron los
cables telefónicos y se retiraron y veinte minutos de haber llegado, se
retiraron.
Tomaron
el camino a El Potrerillo y una vez en esa localidad, abandonaron el camión,
para seguir la marcha a pie, en dirección norte.
En los
días siguientes, las fuerzas policiales lograron apresar a tres de los
insurgentes, uno de ellos Franco Luppi (“El Tano”), oriundo de Buenos Aires.
Divididos en dos secciones, la primera al mando de Mena y la otra a la de Félix
Serravalle, el grupo cruzó Catamarca y se internó en la región montañosa de
Tucumán, escalando el cerro Cochuna, situado a 80 kilómetros al sudoeste de la
capital provincial, en una de cuyas cuevas tenía montado su campamento-base.
La
noticia corrió como reguero de pólvora y acaparó amplios espacios en las
portadas de los diarios, más cuando se supo que el conductor del remis, Timoteo
Rojo, había denunciado a los asaltantes y brindado detalles.
En la
conferencia de prensa que brindó el ministro del Interior, Alfredo Vitolo,
fueron reveladas las identidades de Félix Serravalle y Carlos Geréz e
inmediatamente después, se ordenaron los allanamientos que tuvieron lugar en
Santiago del Estero, La Banda y Tucumán.
Como
explica Ernesto Salas, para descubrir la identidad del resto de la guerrilla,
los gobiernos provinciales idearon un plan extremadamente astuto: informaron a
través de los diarios y las radios que se libraban cruentos combates en
cercanías de Concepción y eso movilizó a los padres, quienes acudieron a las
autoridades para conocer la suerte de sus hijos.
El 28
de diciembre, los guerrilleros tirotearon un jeep policial a la altura del
kilómetro 39 de la Ruta Provincial Nº 65. El vehículo se dio a la fuga sin
repeler la agresión y eso les permitió evadirse hacia el norte, ascendiendo los
cerros hasta alcanzar los 3500 metros de altura, atravesando selvas y arroyos.
Se produjo entonces la primera deserción, la de Pedro Velardez, el conductor
del camión, quien en un momento de descuido abandonó la formación y se entregó
a las autoridades, brindando detalles que permitieron a la policía dar caza al
grupo.
En el
interior de la cueva que les servía de campamento, los uturuncos sintonizaron
su equipo de radio, necesitados como estaban de noticias. De ese modo, a través de emisoras locales, sobre todo LV12, se mantuvieron al tanto de la situación,
sin embargo, grande fue su conmoción cuando el 31 de diciembre, llegaron hasta
ellos las voces angustiadas de sus madres, rogándoles que dejasen los cerros y
se entregasen. Parte del grupo, en especial los más jóvenes, algunos de los
cuales apenas superaban los 15 años de edad, terminaron por ceder y solicitaron
regresar.
Las bajas temperaturas nocturnas, la
escasez de alimentos, el cerco policial y las súplicas paternas minaron la
moral de los más débiles. Además, muchos creían que eran sólo una parte de un
operativo más vasto en el que se levantarían varios frentes adicionales, pero
al retrasarse estos acontecimientos, la moral decayó6.
Al día
siguiente, después de debatir el asunto, cuatro combatientes descendían la
pendiente en busca de agua y víveres cuando una patrulla los ubicó y les dio la
voz e alto. Los guerrilleros fueron rodeados, revisados y despojados de sus
pertenencias. Una hora después, se entregaron otros cinco, sin ofrecer
resistencia.
En
Concepción, mientras tanto, tenían lugar otros hechos. Juan Carlos Díaz fue
detenido en las afueras de la ciudad cuando intentaba alejarse del lugar. Había
partido del campamento-base con el grupo que encabezaba José Genaro Carbajal
(comandante “Alhaja”) para reclutar más gente.
Durante
el cruce de un río fue arrastrado por la corriente y eso lo separó de la
sección. Vagó perdido por el monte, con su uniforme hecho jirones y sus
borceguíes deshechos hasta que gente de la zona dio con él y lo ayudó a
escapar; se internó por una senda boscosa pero al cabo de un tiempo, terminó
apresado. Los campesinos lo habían delatado y eso posibilitó su captura.
El día
3, una partida policial dio con René Fernández y Roberto Anaya (“Loco Perón”)
de 18 años, a quienes descubrió mientras dormían ambos en medio de la espesura.
Agotado por tantos días de privaciones, el último se entregó, no así Fernández,
que logró huir. En Concepción abordó un ómnibus y se dirigió a San Miguel de
Tucumán, donde esperaba mimetizarse entre la población para luego evadirse pero
al descender del vehículo, se disparó un tiro accidentalmente, hiriéndose en el
muslo derecho. Esa era la preparación militar de los uturuncos.
Conducido al Hospital Padilla de la capital provincial, fue sometido a una intervención quirúrgica y terminó detenido por la policía, que había sido advertida por las autoridades del nosocomio.
Uturuncos detenidos por las fuerzas policiales |
Conducido al Hospital Padilla de la capital provincial, fue sometido a una intervención quirúrgica y terminó detenido por la policía, que había sido advertida por las autoridades del nosocomio.
Mientras
la policía llevaba a cabo allanamientos en Tucumán y Santiago del Estero, Mena
y Guillén intentaban reclutar gente en Buenos Aires, logrando que John William
Cooke delegase en su esposa, Alicia Eguren, las tareas de apoyo a la guerrilla.
Así fue como dieron con elementos de la Juventud Peronista (JP) de las
localidades de San Martín y el barrio de Nueva Pompeya y lograron algunas
adhesiones aunque no muchas. Los jóvenes se mostraron entusiasmados por
incorporarse a sus filas -al menos, eso era lo que decían- pero muy pocos se
comprometieron realmente. Apenas juntó ocho voluntarios y con ellos regresó a
Tucumán, dispuesto a reanudar la lucha.
Pese al
accionar de las fuerzas de seguridad, Serravalle, José Luis Rojas (“Zupay”),
Santiago Transelino Molina (el “Mexicano”) y el resto de los combatientes
rompieron el cerco y tras una extenuante marcha a través de los cerros,
alcanzaron el Ingenio Providencia, donde los trabajadores le dieron cobijo y le
prestaron asistencia. Para su fortuna y la de su gente, la policía estaba
convencida de que se dirigían hacia Catamarca y por esa razón, concentró su
atención en los caminos y las rutas, descuidando un tanto el monte7.
Los
movía a todos la indignación por la “traición de Iñíguez” quien no solamente no
había sublevado las guarniciones de Buenos Aires, Santa Fe, Salta y Entre Ríos,
de acuerdo al plan que él mismo había diseñado, sino que luego negó todo
vínculo con ellos. La toma de la comisaría era la señal convenida para que el movimiento
de resistencia se levantase en todo el país y los sindicatos iniciasen la
huelga, pero nada sucedió. Los militares no se movieron y lo que fue peor,
Iñíguez negó ante los medios de prensa contacto alguno con los guerrilleros.
Fue un golpe maestro de la derecha peronista, por medio del cual, logró
desprenderse de los elementos de izquierda, algo que nadie quiso ver en ese
momento y que tendría feroces consecuencias catorce años después.
Luego
de alimentarlos y curarles los pies, los obreros del ingenio les facilitaron la
fuga y de ese modo, Serravalle y los suyos alcanzaron el barrio 24 de
Noviembre, en la periferia de Tucumán, donde lograron reunirse con Mena. El
párroco de la zona y la regente de un prostíbulo (la “Turca” Fernández), les
dieron refugio, lo mismo unos pocos vecinos identificados con el peronismo y so
les dio la posibilidad de evadir a sus perseguidores.
Debilitada
la guerrilla rural, Resistencia Peronista incrementó su accionar en el área
urbana. El 15 de febrero de 1960 sus militantes volaron los depósitos de
Shell-Mex en la provincia de Córdoba, provocando un incendio de proporciones
dantescas, que terminó consumiendo cuatro millones de litros de combustible; el
12 de marzo dinamitaron la casa del mayor David René Cabrera, oficial de la
SIDE y dos días después hicieron explotar la planta de gas de Mar del Plata.
El
atentado al domicilio particular del capitán Cabrera tuvo ribetes dramáticos
cuando de entre los escombros de la vivienda, que quedó totalmente demolida,
los rescatistas extrajeron el cadáver de la pequeña Guillermina, de tres años
de edad, la tercera de sus cuatro hijos.
Los
uturuncos habían instalado una carga de 6 kilogramos de trilita en la propiedad
de la calle Díaz Vélez 1850, Olivos y la hicieron detonar en horas de la
madrugada desde un automóvil que, una vez perpetrado el atentado, se dio a la
fuga velozmente. Inauguraban de ese modo, una forma cobarde e infame de hacer
la guerra, atacando objetivos civiles, sin medir las consecuencias. La pequeña
Guillermina murió en el acto, no así su hermano Gerónimo Luis, de cinco años,
que resultó gravemente herido. Su madre, Celmira Rojo Jurado, sufrió algunas
contusiones, lo mismo sus otros hijos, Mario, de ocho años y María Elina de
seis meses.
Al
parecer, la operación fue planificada por Alberto Campos, los explosivos
suministrados por un militante llamado Juan Carlos Brid y el atentado consumado
por un comando encabezado por Héctor Rodolfo Gringoli y otros dos sujetos de
apellido Leonelli y Berolegui.
En el
ataque a los depósitos de la Shell, murieron otras seis personas, de ahí la decisión
del gobierno, de incrementar los allanamientos y medidas de seguridad,
dividiendo al país en zonas operativas y estableciendo tribunales militares
para enjuiciar a los responsables.
La noche
del 10 al 11 de marzo, la policía tucumana hallanó el prostíbulo de la “Turca”
Fernández y el domicilio de Manuel Haro, arrestando a varios cuadros
peronistas, entre ellos algunos uturuncos como José Luis Rojas (“Zupay”); dos
días después, el cabo del Ejército Manuel Medina, detenido en Coordinación
Federal (Buenos Aires), se arrojó por una ventana al grito de “¡Viva Perón!” y
al día siguiente, se llevaron a cabo las elecciones en las que el voto en
blanco, ordenado por el líder justicialista, se impuso por amplia mayoría.
Ante la
ola de arrestos que se estaban sucediendo, Resistencia Peronista y Uturuncos
comenzaron a dispersarse, no así el comandante “Puma” ( Félix Serravalle),
quien fiel a sus hombres y sus ideas, trazó planes para liberar a sus compañeros
detenidos en Concepción, pero cuando el 1 de abril viajaba en un transporte
público hacia Tucumán, dispuesto a poner la operación en marcha, fue
descubierto y arrestado (portaba documentos falsos).
En
mayo, el Poder Ejecutivo (PE) dispuso reforzar las fuerzas policiales con
tropas de Infantería del Ejército y de esa manera, se introdujeron en el monte
tucumano, anticipando en quince años el Operativo Independencia, que pondría en
marcha el gobierno de María Estela Martínez de Perón (“Isabelita”). Genaro
Carabajal (comandante “Ahlaja” o “Pila”) se colocó al frente de la guerrilla
-porteños y tucumanos la mayoría- y se internó nuevamente en el monte, donde
permaneció escondido varias semanas.
En el
mes de junio, patrullas del Ejército dieron con su campamento, entablando un
breve combate en el que cayó herido Santiago T. Molina (el “Mexicano”),
alcanzado por un disparo en una pierna.
Así
acabó aquel bosquejo de guerrilla, claramente inspirada en la experiencia
cubana. Manuel E. Mena (comandante “Uturunco”) y Juan Carlos Díaz fueron
condenados a siete años de prisión; Félix Serravalle (comandante “Puma”) a
cuatro años y medio y José Luis Rojas (“Zupay”) y Santiago Molina (el
“Mexicano”), a tres años y medio cada uno, en tanto los menores derivados a los
tribunales correspondientes a excepción, de Luis Enrique Uriondo, quien como
explica Salas, por ser hijo del general Carlos Alberto Uriondo8, fue
entregado a su familia.
Guillermina Cabrera |
Como
tras el triunfo electoral del Dr. Arturo Illia la misma se disolvió (Masetti no
les prestó atención), Mena desapareció de la escena y con el paso del tiempo,
su memoria se perdió. Aprovechando la ley de amnistía dictada por el gobierno,
regresó junto a su esposa a Buenos Aires, adquirió un terreno en la localidad de San Justo, donde
con sus propias manos levantó una casa y trabajó como un obscuro dependiente en
el Sindicato de Luz y Fuerza hasta su fallecimiento, acaecido la noche del 14
de junio de 19709.
Juan
Carlos Díaz también se benefició con la amnistía de Illia (1963), lo mismo el
resto de sus compañeros. Se uniría al Ejército Revolucionario del Pueblo en los
años setenta y terminaría recibiendo un subsidio estatal en 1973.
Félix
Seravalle fue el único que cumplió su condena (lo hizo en diferentes destinos).
Durante los interrogatorios sufrió la quebradura de un brazo y una vez en
libertad, se retiró de toda militancia para radicarse en La Banda (provincia de
Santiago del Estero), donde falleció en el mes de febrero de 2004, a los 78
años de edad.
José
Luis Rojas (“Zupay”) se unió a las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP) que en 1968
abrieron un frente guerrillero en Taco Ralo; abortada aquella tentativa volvió
a ser detenido y terminó amnistiado en 1973. Falleció en Tucumán, donde vivió
postrado varios años a causa de una enfermedad.
Pese al
fracaso de esta incipiente guerrilla, su accionar llegó a inquietar a las
autoridades nacionales. Entre el 1 de mayo de 1958, día de la asunción de
Arturo Frondizi hasta el 30 de junio de 1961, cuando se produjo su
derrocamiento, perpetró 1566 atentados (104 incendios de fábricas, plantas de
gas, destilerías, establecimientos rurales, formaciones ferroviarias, medios de
transporte público, etc.; 440 actos de sabotaje y 1022 atentados con
explosivos), provocando la muerte de diecisiete personas y heridas a otras
ochenta y siete, prueba fehaciente de que tanto la resistencia peronista como
los movimientos guerrilleros fueron tan cómplices de la caída del gobierno como
los mismos militares.
La guerrilla de Masetti en Salta (1963-1964)
Entre
1963 y 1964, se produjo en la región oriental de Salta una incursión guevarista
encabezada y dirigida por Jorge Ricardo Masetti, periodista argentino nacido en
Avellaneda, el 31 de mayo de 1929, conocido en su tiempo por sus inclinaciones
ultraderechistas y militancia en la temible Alianza Libertadora Nacionalista,
donde cerró filas junto a Rodolfo Walsh y Rogelio García Lupo. Sin embargo,
luego de las entrevistas que les realizó a Fidel Castro y el Che Guevara en
Sierra Maestra, para Radio “El Mundo” de Buenos Aires, evolucionó hacia la
izquierda, fascinado con ambos líderes y en especial, el movimiento que
encabezaban, convirtiéndose en cuestión de días en un decidido partidario de la
causa revolucionaria.
Al ver
que sus reportajes habían sido censurados, decidió radicarse con su familia en
la isla y aceptar el ofrecimiento que el Che le había hecho, de fundar una
agencia de prensa revolucionaria. Nació, de esa manera, Prensa Latina, con él a
su frente, contando con colaboradores de toda América Latina, entre ellos
Gabriel García Márquez, el también colombiano Plinio
Apuleyo Mendoza, Carlos Medina de Rebolledo de
Chile, Carlos María Gutiérrez de Uruguay e incluso el mismo Jean-Paul Sartre, además de sus
co-militantes de la ALN, Walsh y García Lupo.
Jorge Ricardo Masetti en Cuba |
En 1961
se alejó de la dependencia debido a la injerencia de ciertos sectores que
estaban desvirtuando su esencia y se volcó más a la militancia, tomando parte
en los combates de Bahía de Cochinos, cuando la invasión apoyada y financiada
por Estados Unidos y luego en Argelia, donde fue enviado por el Che.
Una vez
de regreso, su compatriota lo convocó para organizar una guerrilla que tuviese
como finalidad levantar el noroeste argentino y poner en marcha la revolución
en su país natal. Él mismo se puso al frente, secundado por los cubanos Hermes
Peña, Juan Alberto Castellanos, José María Martínez Tamayo (“Papi”)10,
Abelardo Colomé Ibarra (“Furry”)11 y el argentino Ciro Roberto
Bustos (“Pelao”)12 y luego de adquirir una finca próxima al río
Emboruzú, en territorio boliviano, comenzó a concentrar armas, municiones y equipo.
La
invasión partió desde ese punto, encabezada por un Masetti desquiciado y
agresivo. Después de travesar la frontera, la columna se instaló en
inmediaciones del río Pescado y desde allí, el jefe expedicionario envió una
carta al presidente Illia, recientemente electo, firmada bajo el seudónimo de
“Comandante Segundo” en nombre del Ejército Guerrillero del Pueblo. En ella lo
instaba a replantear la situación del país, ser consecuente con su prestigio y
su conducta cívica, levantar la proscripción del peronismo y llamar nuevamente
a elecciones.
Por
supuesto la misma fue ignorada y en ese sentido, Masetti y su gente iniciaron
acciones. O al menos eso intentaron.
La
guerrilla vagó en un espacio reducido, caracterizado por lo inhóspito de sus
tierras, parajes deshabitados y prácticamente sin nada que cazar, sin que la
escasa población, primitiva en extremo, se le plegase. Y sin nadie a quien
combatir, el jefe guerrillero se la tomó con su gente, ordenando fusilar a
algunos de sus cuadros, más precisamente a
Adolfo Rotblat (“Pupi”) y Bernardo Groswald (“Nardo”), a quienes acusó
de flojera y deserción. Su severo código militar contemplaba ambas
posibilidades e incluía también la delación, la traición, el abuso con la
población civil, las violaciones y la homosexualidad13.
Todo
daba a entender que Masetti estaba perdiendo el juicio y tenía prejuicios
raciales, en especial contra los judíos ya que además de los dos fusilados,
Henry Lerner, que también lo era, sufrió malos tratos desde el inicio mismo de
la campaña.
Con el
paso del tiempo, la guerrilla comenzó a languidecer, se produjeron algunas
deserciones y el hambre y las enfermedades empezaron a hacerse sentir.
Finalmente,
en marzo de 1964 la Gendarmería dio con ellos y de ese modo, a cinco meses de
su entrada en Salta, se produjo el primer combate. Primero fue capturado el
acantonamiento de La Toma, donde se hicieron cinco prisioneros y luego el
enfrentamiento mismo en un campamento de desmonte, donde fueron abatidos el
cubano Hermes Peña y el argentino Jorge Guille; unos días antes perecieron de
inanición Marcos Szlachter y Diego Miguel Magliano, en tanto Antonio Paul
perdió la vida al caer por un despeñadero, cuando intentaba atravesarlo junto a
Héctor Jouvet.
El fin de esta patética incursión estuvo acorde con su efímera existencia; Masetti, acompañado por Atilio Altamirano, logró evadir la persecución, se internó en la selva de Yuto y allí desapareció, sin dejar rastros14.
Guerrilleros guevaristas detenidos en Salta (1964) |
El fin de esta patética incursión estuvo acorde con su efímera existencia; Masetti, acompañado por Atilio Altamirano, logró evadir la persecución, se internó en la selva de Yuto y allí desapareció, sin dejar rastros14.
Los
guerrilleros prisioneros fueron conducidos a San Ramón de la Nueva Orán y
arrojados a prisión en espera de su procesamiento y condena.
Fueron
sometidos a juicio (causa Nº 56.903/63 a cargo
del juez federal de Salta López Sanabria), Federico Frontini, Fernando Álvarez,
Miguel Colina, Alberto Korn, Jorge Paúl, Agustín Stachioti, Jorge Bellomo,
Héctor Jouvet, Carlos Bandoni, Lázaro Lerner, Oscar del Hoyo, el cubano Alberto
Castellanos (Raúl Dávila), Agustín Bollini Roca y Federico Méndez, acusados de
contrabando de armas, portación de municiones, tenencia de explosivos,
homicidio y conspiración para la rebelión.
Finalizado
el proceso, el magistrado procedió a dictar sentencia, recayendo las más duras sobre Héctor Jouvet y Federico Méndez quienes recibieron
cadena perpetua en tanto al resto les correspondieron diversas condenas15.
Taco Ralo (1968)
Un día
no determinado del segundo semestre de 1968, catorce guerrilleros –trece
hombres y una mujer- se instalaron en La Caña, paraje ubicado al sudeste de San
Miguel de Tucumán, a 120 kilómetros de la localidad de Taco Ralo y procedieron
a levantar un campamento; lo integraban Juan Bertelli, tucumano de 43 años,
oriundo de Lamadrid; el médico Leonardo
Solupzky, de 32 años, procedente
de Buenos Aires; Carlos Olivera, de 29, también porteño; José Luis Rojas, de 27; Hernán Aredes, de 31, empleado del Ministerio de Obras
Públicas de la provincia; el estudiantes
de 24 años Néstor Herdinsky,
también de Buenos Aires; David José Ramos plomero de la misma edad, nacido en La
Plata; Hugo Petenatti, Orlando Zelli, Juan Lucero, Benicio Ulfino Pérez, la profesora de literatura Amanda Peralta, apodada la “Negra” (28 años), nacida en
Bolívar, provincia de Buenos Aires y su comandante, Envar El Kadri (“Cacho”), cordobés de Río Cuarto, de 29
años, antiguo cadete del Liceo Militar “General San Martín” y flamante abogado,
quien en su haber contaba con haber sido uno de los principales mentores de las
Fuerzas Armadas Peronistas (FAP), a las que pertenecía el grupo. Su idea era,
como la de los uturuncos, iniciar la guerra revolucionaria con la finalidad de enseñarle al pueblo
el auténtico camino hacia su liberación y exigir el retorno de Perón para
llamar luego a elecciones.
Envar El-Kadri |
El único
enfrentamiento que tuvieron se produjo menos de un mes después, la noche del 18
de septiembre, cuando sesenta efectivos de la policía provincial, al mando del
comisario Hugo Tamagnini y el mayor Ramón Eduardo Herrera, jefe de la
repartición a nivel provincial, rodearon el campamento y los redujo.
Hacía más de dos
años que el teniente general Juan Carlos Onganía había derrocado al Dr. Illia y
pese a que regía un régimen autoritario y dictatorial, la estabilidad tenía a
buena parte de la sociedad tranquila y conforme, incluso en los sectores bajos.
Al llegar a La Caña, la fuerza policial se dividió en dos
secciones, procediendo a envolver el campamento y cortar sus salidas. Sortearon
la línea de trincheras que lo rodeaban, se apoderaron del arsenal y al ser
descubiertos se trabaron en combate. El intercambio de disparos duró apenas
quince minutos y finalizó con al detención de nueve guerrilleros y la huida de
los cinco restantes, los cuales serían capturados al día siguiente, cuando se
hallaban ocultos en el monte.
Los insurgentes fueron conducidos a la comisaría de Taco Ralo
y luego llevados a Tucumán, donde la prensa pudo tomar imágenes de ellos. La
policía decomisó dos camiones pintados de verde, armas de diferente calibre,
municiones, explosivos, uniformes, mantas, ropa, provisiones y $500.000 en
billetes. De esa manera, se pudo determinar que el grupo se denominaba Comando
Montonero 17 de Octubre y que pertenecía a las FAP; fundadas en abril de ese
año, por elementos de la Juventud Peronista. Se supo también que los planes de
aquella intentona se enfocaban principalmente en la región montañosa del Aconquija, hacia
donde el grupo tenía intenciones de desplazarse una vez finalizado el período
de entrenamiento en el llano y que pensaban hacer de Tucumán su centro de
operaciones, para expandir la lucha hacia Catamarca, Salta y todo el noroeste
argentino.
Nuevo intento y nuevo fracaso. Evidentemente las condiciones
no estaban dadas aún para desencadenar la guerra civil en la Argentina; no
había aún suficiente apoyo, el
adiestramiento era malo y las condiciones adversas. Aún era necesario ajustar
algunos detalles, eso estaba claro, pero no iba a ser necesario esperar tanto
tiempo.
El Movimiento Nacionalista Tacuara
La violencia antisemita en la Argentina fue denunciada
por el Consejo Judío Mundial celebrado en Nueva York, ante las Naciones Unidas donde
advirtió también sobre las intenciones del dirigente nazi norteamericano George
Lincoln Rockwell19, de establecer contacto con la dirigencia de
Tacuara y la solidaridad y el apoyo de los pueblos árabes a la campaña que el
movimiento llevaba a cabo contra el sionismo internacional en Buenos Aires,
recientemente manifestada en Arabia Saudita.
El Movimiento Nacionalista Tacuara
El fascismo es una ideología que pegó con fuerza en la
Argentina. Desde el apoyo encubierto brindado al Eje (sobre todo a partir de
1943), hasta la repatriación de científicos nazis y fascistas, el refugio ofrecido
a criminales de guerra alemanes, austríacos, italianos y croatas y nuestra
versión vernácula del régimen, con Perón como su principal mentor, las pruebas
de esa inclinación son fácilmente palpables. Si a ello sumamos los numerosos
argentinos que tuvieron estrechos vínculos con el III Reich y la Italia del
Duce16, comprenderemos porqué entre los años cincuenta y sesenta
surgieron en nuestro medio agrupaciones ultraderechistas vinculadas al
peronismo, que atentaron contra la comunidad judía, los movimientos de
izquierda, el capitalismo y la democracia, promoviendo desórdenes, organizando marchas y llevando a
cabo actos violentos e incluso, brutales atentados.
El más importante y peligroso fue Tacuara,
organización de extrema derecha surgida tras la caída del líder justicialista
(1955), que hasta mediados de 1963 produjo medio centenar de incidentes y al
menos tres ataques terroristas. Tenían al padre Julio Meinvielle como guía espiritual
y al filósofo francés Jacques de Mahieu como inspirador y asesor17.
Padre Julio Meinvielle |
Tanto de Mahieu como el padre Meinvielle, inculcaron
el ideal nacionalista en los jóvenes estudiantes que por decenas se incorporaban
a sus filas18.
Si bien la organización venía actuando desde la caída
del peronismo, su oficialización se produjo dos años después, cuando comenzó a
captar masivamente a jóvenes de la alta burguesía y la aristocracia porteña,
preferentemente militantes de la Unión Nacionalista de Estudiantes Secundarios,
para inculcar en ellos el ideal católico, nacionalista y sobre todo fascista, que
desarrollaron en ellos fuertes sentimientos anticomunistas y antisemitas. Sus
militantes utilizaban el cabello muy corto, un brazalete gris con la cruz de
malta en el brazo derecho y hacían el saludo romano para identificarse entre sí
y mostrarse en las manifestaciones.
Contó entre sus principales dirigentes con José Joe
Baxter, hijo de un irlandés, que criaba caballos de la localidad de Marcos Paz;
el sacerdote Alberto Ignacio Ezcurra Uriburu y los activistas Eduardo Rosa y
Oscar Denovi.
Las primeras manifestaciones de violencia extrema se
produjeron en 1962, al establecer vínculos con la Liga Árabe, que promovía la
guerra contra el sionismo y el estado de Israel en el mundo. Tacuara se vinculó
a ella y aunando esfuerzos, comenzó los ataques contra la comunidad hebrea. De
esa manera, dio principio una violenta campaña que tuvo su apogeo el 27 de
abril de 1964, durante la convención realizada en el Teatro Buenos Aires, donde
se lanzaron consignas antisemitas y se pintaron paredes con la leyenda “Nasser
y Perón, un solo corazón”.
El movimiento dio señales de resquebrajamiento en
1964, cuando sus miembros comenzaron a discrepar con respecto a Perón,
provocando su primera fisura. Los partidarios del padre Meinvielle se opusieron
a adoptar la línea justicialista y de la mano de Roberto de Estrada y Roberto
Etchenique, se retiraron para fundar la Guardia Restauradora Nacionalista (GNR),
de tendencia rosista y falangista (tuvieron por norte a José Antonio Primo de
Rivera). El grupo de De Mahieu mantuvo su postura fascista y de él se
desprendió, posteriormente, la facción del siempre presente Dardo Cabo al
fundar el Movimiento Nueva Argentina, luego de un pronunciado vuelco hacia la
izquierda. Mucho más lejos fue Baxter, al abjurar de la prédica ultraderechista
y dar forma, junto con José Luis Nell, al Movimiento Nacionalista
Revolucionario Tacuara (MNRT), de marcada inclinación marxista, línea de la que
años después surgirían las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP) y Montoneros.
Las primeras acciones de Tacuara tuvieron lugar en 1956, con choques en manifestaciones, actos políticos y protestas estudiantiles, especialmente contra elementos de izquierda. Durante el gobierno de Frondizi defendieron la postura de la educación libre, trabándose en duros combates contra quienes sostenían la laica y en 1959 profanaron el cementerio judío de La Tablada, destruyendo lápidas y pintando svásticas. Al año siguiente, su dirigencia enfocó su accionar en el secuestro de Adolf Eichmann en manos un comando del Mossad, acusando al gobierno de cómplice e inepto; el 17 de agosto de 1960, estudiantes del Colegio Nacional “Domingo Faustino Sarmiento”, que militaban en sus filas, atacaron a compañeros judíos y durante esa misma jornada dispararon contra Edgardo Trilnik, de 15 años, cuando se realizaba un acto en memoria de San Martín. También se arrojaron bombas (o mancharon con alquitrán) sinagogas, colegios y entidades judías, se organizaron marchas y distribuyeron volantes en los que se reivindicaba al fascismo, el nazismo y el peronismo.
Las primeras acciones de Tacuara tuvieron lugar en 1956, con choques en manifestaciones, actos políticos y protestas estudiantiles, especialmente contra elementos de izquierda. Durante el gobierno de Frondizi defendieron la postura de la educación libre, trabándose en duros combates contra quienes sostenían la laica y en 1959 profanaron el cementerio judío de La Tablada, destruyendo lápidas y pintando svásticas. Al año siguiente, su dirigencia enfocó su accionar en el secuestro de Adolf Eichmann en manos un comando del Mossad, acusando al gobierno de cómplice e inepto; el 17 de agosto de 1960, estudiantes del Colegio Nacional “Domingo Faustino Sarmiento”, que militaban en sus filas, atacaron a compañeros judíos y durante esa misma jornada dispararon contra Edgardo Trilnik, de 15 años, cuando se realizaba un acto en memoria de San Martín. También se arrojaron bombas (o mancharon con alquitrán) sinagogas, colegios y entidades judías, se organizaron marchas y distribuyeron volantes en los que se reivindicaba al fascismo, el nazismo y el peronismo.
Como era de esperar, comenzaron a surgir filiales en
el interior del país, especialmente en Rosario, Córdoba, Santa Fe y Tandil e
incluso agrupaciones que actuaban en su nombre, cuyos miembros no eran
reconocidos por la entidad ni habían hecho el juramento iniciático. Eso llevó a
Ezcurra, a realizar una gira por el interior, con el objeto de contactar a sus
líderes y poner las cosas en orden.
La situación pareció desmadrarse cuando el martes 21
de junio de 1962, un grupo tacuarista secuestró a Graciela Narcisa Sirota,
joven judía de 19 años, estudiante de Ciencias Económicas, en momentos que
esperaba un colectivo para ir a la facultad. Un vehículo con tres individuos se
detuvo junto a la parada y sus ocupantes la obligaron a subir para conducirla a
un inmueble deshabitado y someterla a torturas, quemándole distintas partes
del cuerpo, golpeándola e insultándola. La barbarie finalizó cuando la muchacha
fue arrojada inconsciente, en una calle poco concurrida de la ciudad, después que
le grabaran una cruz esvástica en su seno derecho. Según declaraciones
efectuadas por la víctima al momento de radicar la denuncia, sus captores le
dijeron que se trataba de un mensaje a las autoridades por el caso Eichmann,
quien, para más, contaba con ciudadanía argentina.
El secuestro y posterior ejecución de Eichmann fue
seguido por una ola de ataques a sinagogas, cementerios, establecimientos
escolares y comercios. Eso llevó a las autoridades de la AMIA y la DAIA a
organizar una jornada de protesta para el 28 de junio de ese año, a la que
adhirieron militantes de casi todos los partidos políticos, así como estudiantes
e intelectuales de diferentes extracciones.
El mismo día, otro joven judío fue secuestrado en el
barrio de La Paternal, para ser torturado y “grabado” con tres cruces
esvásticas y en Caseros, un grupo de matones fue dispersado cuando se aprestaba
a efectuar nuevos ataques. Se produjo entonces un confuso tiroteo de resultas
del cual, murió baleado el subinspector Heber Luis Angelici, al recibir un
disparo en el estómago, proveniente de un automovil.
Por entonces se decía que Tacuara mantenían estrechos
vínculos con elementos de las Fuerzas Armadas y de seguridad, quienes incluso
les proveían armas y protección, lo mismo con reconocidos nazis y fascistas radicados
en nuestro país en tiempos de Perón. Una prueba de esa connivencia fue la
actitud de la policía al investigar los casos de Graciela Sirota y el joven de
La Paternal, negando los cargos y asegurando que en ambas oportunidades, los
propios denunciantes “se habían infligido las heridas”. En el caso del
subinspector Angelici, las fuerzas del orden aseguraron que había sido víctima
de un grupo de judíos que se preparaba para defender un colegio de la comunidad
amenazado por Tacuara, versión que parece confirmar el pedido de disculpas efectuado
por la revista “La Luz”, de la castigada colectividad.
Jacques de Mahieu |
Los hechos parecieron sacudir la apatía del gobierno,
que a través del Decreto Nº 3134/63, firmado el 29 de abril por el presidente
José María Guido y el ministro del Interior, general Enrique Rauch, puso a
Tacuara y la Guardia Restauradora Nacionalista fuera de la ley y salió a dar
caza a su dirigencia.
Aún así, la lluviosa mañana del 29 de agosto de 1963,
un grupo comando del MNRT, integrado por José Luis Nell, Carlos
Arbelos, Horacio Rossi, Jorge
Caffatti, Ricardo Viera, Rubén Rodríguez y Mario Duahy, asaltó el Policlínico Bancario ubicado en Av. Gaona 2100, frente a Plaza
Irlanda (Operación Rosaura), llevándose $14.000.000 luego de matar a dos
empleados y herir de gravedad a otros cuatro20.
En marzo del año siguiente, elementos de la misma
agrupación balearon a Raúl Alterman, joven judío de conocida militancia
izquierdista, en momentos que salía de su domicilio en la calle Azcuénaga. La
organización le envió una dura carta a sus padres, asegurando, entre otras
cosas que: “Nadie mata porque sí nomás; a su hijo lo han matado porque
era un perro judío comunista. Si no están conformes que se retiren todos los
perros y explotadores judíos a su Judea natal ¿Qué hacen en nuestro país?”.
Semejante acto de desatino terminó
por desatar la indignación de amplios sectores de la sociedad (aunque, justo es
decirlo, la aprobación de otros) y de esa manera, durante el gobierno del Dr.
Arturo Illia, la persecución contra las agrupaciones neofascistas recrudeció.
Muchos de sus líderes fueron a dar a prisión y otros se llamaron a silencio,
aguardando “tiempos mejores”. Eso y las constantes divisiones producidas por
los desquiciados giros ideológicos que manifestaron algunos de sus líderes (Baxter
y Cabo, por ejemplo, se volcaron a la extrema izquierda, renegando de su prédica
fascista, católica y antisemita), acabaron por minar su estructura y llevarla a
la disolución. Sus miembros se dispersaron y algunos años después, pasaron a
formar parte de las bandas terroristas de ultraizquierda y ultraderecha que
asolaron al país en la década del setenta.
Imágenes
El ruin atentado al mayor David R. Cabrera. Los uturuncos desencadenan la guerra criminal en la Argentina |
Dos guerrilleros en Taco Ralo. En primer plano, la "Negra" Peralta |
Proclama de las FAP |
La cueva de los uturuncos convertida en atractivo turístico de la provincia de Tucumán |
Militantes de Tacuara |
Padre Alberto Ezcurra Medrano Uriburu |
José "Joe" Baxter |
Diario "Crónica", sábado 23 de octubre de 1965 |
Notas
16 Fue creada por el
Decreto Nº 2011, el 27 de octubre de 1956, durante el breve gobierno del
general Eduardo Lonardi. El artefacto colocado en el estudio del Dr. Aguirre
Cámara no llegó a estallar.
2 Decretos Nº 2628/60
y 2639/60.
3 Sería restituida a
la denominada Comisión de los 20, el 3 de marzo de 1961.
4 Para ampliar sobre
la Revolución del 55 y los combates que tuvieron lugar ver Alberto N. Manfredi (h), 1955. Guerra Civil. La Revolución Libertadora y la caída de Perón
(http://caidadeperonrevolucionlibertadora.blogspot.com.ar/)
5 El gobernador de
Santiago del Estero era Eduardo Miguel y el de Tucumán Celestino Gelsi.
6 Pablo Pozzi y
Claudio Pérez, Historia oral e historia
política. Izquierda y lucha armada en América Latina 1960-1990, “Un nuevo
intento. El asalto a la comisaría de Frías”, Lom Ediciones, 1992.
7 Otras
acciones que el grupo de Serravalle llevó a cabo fueron el robo de un equipo de
transmisión de cinco bandas, propiedad del Instituto Geofísico, al que
reformaron para convertirlo en la radio rebelde “Patria Libre” con la cual
interferían las emisiones de la provincia para pasar mensajes de Perón. Le siguieron
a eso, el incendio de una avioneta francesa en apoyo de la guerra de
independencia argelina y el descarrilamiento de un tren cargado de azúcar en
Santiago del Estero.
8 Nacido en San
Ignacio, Tucumán, en 1967 el teniente general Juan Carlos Onganía lo designará
gobernador de Santiago del Estero. Su hermano, Oscar Augusto, integró el Grupo
de Oficiales Unidos (GOU), que en 1943 catapultó a Perón al poder. Fue su
secretario cuando el líder justicialista asumió la cartera de Guerra. Luis
Enrique Uriondo fue diputado nacional por el Partido Justicialista
representando a Santiago del Estero (1991); en el año 2000 fue nombrado
secretario ejecutivo del Consejo de Seguridad Interior, en 2003 asesor del
Ministerio de Defensa y al año siguiente director de Inteligencia Estratégica
Militar.
9 Fue enterrado en el
cementerio de Ezeiza.
10
Juan
Alberto Castellanos (Raúl Dávila”), combatiente cubano, nacido en 1933, luchó
junto al Che en Sierra Maestra y a lo largo de toda la Revolución, para formar
luego su guardia personal junto a Harry Villegas (“Pombo”), Dariel Alarcón
Ramírez (“Benigno”) y Hermes Peña. Años después, alcanzaría el grado de coronel
del Ejército cubano. José María Martínez Tamayo (“Papi”) guerrillero y militar
cubano nacido el 31 de marzo de 1931 en Mayarí, combatió junto al Che Guevara
en la Sierra y la marcha hacia La Habana, así como en el Congo y Bolivia, donde
encontró la muerte en combate; Hermes Peña Torres, combatiente cubano, nacido
en Oriente, el 7 de abril de 1938, de extracción campesina, formó parte de la
guardia personal del Che, a cuyas órdenes combatió en Sierra Maestra.
11
Abelardo
Colomé Ibarra (“Furry”), combatiente y militar cubano, importante dirigente del
Partido Comunista, tras el triunfo de la revolución fue designado jefe de la
Dirección de Inteligencia del Ejército Rebelde. Colaboró con el Che en la
planificación de la campaña de Masetti en la Argentina y la suya en Bolivia.
Nació en Santiago de Cuba el 13 de septiembre de 1939.
12
Ciro
Roberto Bustos (“Pelao”), artista plástico y guerrillero argentino, nacido en
Mendoza el 29 de marzo de 1932; militante comunista, tomó parte en la
expedición de Masetti a la provincia de Salta y en la guerrilla que el Che
encabezó en Bolivia. Fue hecho prisionero por las fuerzas bolivianas junto a
Regis Debray, sometido a juicio y condenado a 30 años de prisión aunque luego
amnistiado por el general Juan José Torres.
13 Era la severa
justicia militar que el Che Guevara había aplicado durante la revolución
cubana.
14 Alberto N. Manfredi
(h), El rastro del invasor, Biografía del
Che Guevara, capítulos “Objetivo Argentina”, “Invasión guevarista a la
provincia de Salta” y “Descalabro en el
monte”
(http://elrastrodelinvasorelche.blogspot.com.ar/).
15 Quedarían en
libertad con la amnistía decretada por Héctor J. Cámpora en 1973.
16 El
más destacado de esos personajes fue, sin ninguna duda, Walter Oscar Ricardo
Darré, ministro de Agricultura y Abastecimiento de Hitler, ingeniero agrónomo y
veterano de la Primera Guerra Mundial quien, además de jefe del Departamento de
la Raza y Reasentamiento de las SS (y por consiguiente, estrecho colaborador de
Himmler y Heydrich), fue el mentor de la reforma agraria y junto con Alfred
Rosenberg, ideólogo del plan racial. Carlos Horst Alberto Fuldner fue también oficial
de las SS, miembro del Servicio de Seguridad (SD) y nexo entre los nazis prófugos
y el gobierno de Perón; Heinz Scheringer, oficial de la Kriegsmarine, comandó
submarinos U-Boot; Orsola Buvoli, contrajo matrimonio con Vittorio Mussolini
(sus bodas romanas, en pleno auge del fascismo, fueron fastuosas); por otra
parte, la actriz y cantante Imperio Argentina,
impresionó tanto a Goebbels y al mismo Hitler, que le propusieron
radicarse en Alemania para rodar una serie de películas locales pues también en
ella vieron ambos al prototipo de la “mujer aria” y María Denis, también
actriz, pero del cine italiano (su verdadero nombre era María Beomonte), quien fuera
pareja del feroz cuestor Pietro Koch, jefe de la policía política de Mussolini,
responsable de crímenes brutales, ni que hablar de Adolf Eichmann, Josef
Mengele, Eduard Roschmann, Klaus Barbie, Erich Priebke, Vittorio Mussolini,
Bruno Caneva, Ante Pavelic, Dinko Sakic y tantos criminales de guerra nazis,
fascistas y ustachas que recibieron refugio, protección y en la mayoría de los
casos, documentación, ciudadanía y trabajo del gobierno encabezado por el
general Perón.
17
Nacido en París, el 31 de octubre de 1915, fue un tenaz partidario del régimen
de Vichy y activo colaborador del nazismo en su país natal. Después de
incorporarse voluntariamente a la Legión Carlomagno de las Waffen-SS, combatió
en Rusia y Berlín. Tras la derrota del Eje, huyó a la Argentina, donde halló
cobijo bajo el régimen de Perón. Obtenida la ciudadanía, se convirtió en
ideólogo y mentor del justicialismo, figurando entre los redactores de la
Constitución de 1949, además de ser impulsor de agrupaciones neofascistas.
También destacó como antropólogo y en ese sentido, desarrolló en la región
cuyana un proyecto económico comunitario, que despertó el interés del líder
justicialista, quien le brindó su apoyo y lo apañó hasta su caída, en 1955.
De Mahieu desarrolló una absurda teoría
racial según la cual, los aborígenes americanos descendían de los arios y los
guaraníes tenían ascendencia vikinga, planteo que cautivó al activista
pro-fascista chileno Miguel Serrano, uno de los mayores difusores del peronismo
en su país natal. En los años setenta De Mahieu encabezó una expedición a la
selva paraguaya en busca de evidencias de un supuesto rey nórdico asentado en esas
tierras, teoría que plasmó en su libro La
Agonía del Dios Sol, con el que obtuvo un éxito relativo. Falleció en 1990
después e haber dirigido durante años el CEDADE (Círculo Español de Amigos de
Europa).
18 Tacuara:
lanza cuyo astil era una caña de azúcar, utilizada por indios y gauchos durante
las guerras del siglo XIX.
19 Militar
estadounidense, veterano de la Segunda Guerra Mundial, fue fundador del Partido
Nazi Americano. Se hizo célebre por negar el holocausto y tratar de establecer
vínculos con movimientos similares en otras partes del mundo. Falleció asesinado
por John Patler, a quien había expulsado de la agrupación, acusándolo de
marxista.
20
Los asaltantes fueron apresados algunos días después.
Fuentes
-Sitio
de Roberto Baschetti (http://www.robertobaschetti.com/biografia/m/153.htm) y
(http://www.robertobaschetti.com/biografia/s/130.html).
-Ernesto
Salas, Uturuncos, el origen de la guerrilla peronista, Editorial Biblos, Buenos
Aires, 2003.
-Jorge
Fernández Zicavo, “Guillermina Cabrera: ¡Ni olvido ni perdón!”, Termidorianos,
viernes 29 de enero de 2010
(http://termidorianos.blogspot.com.ar/2009/12/guillermina-cabrera-una-nina-sin-madres.html).
-Julio
Carreras (h) Artistas y Pensadores,
Entrevista a Félix Serravalle, Quipu Editorial, 1987.
-Revista
“Primera Plana”, Año VI, Nº 300, 24 de septiembre de 1968.
-Ídem,
Año VI, Nº 301, 1 de octubre de 1968.
-Daniel Gutman: El Caso Sirota ¿Realidad o
dramatización?, dentro del libro Tacuara (2º Edición, Sudamericana, 2012,
páginas 174-186).
-Daniel Gutman, Tacuara,
Historia de la primera guerrilla urbana argentina, editorial Vergara,
Buenos Aires, 2003.
-Roberto Bardini, Tacuara,
la pólvora y la sangre, editorial Océano, México, 2002,
-Alejandra Dandan y Silvina Heguy, Joe Baxter, editorial Norma,
Buenos Aires, 2006.
-Eduardo Galeano, “Los jóvenes fascistas descubren su país”, en Nosotros decimos no, Siglo XXI,
México, 1989.
-Rogelio García Lupo, "Diálogo con los jóvenes
fascistas", en La
rebelión de los generales, editorial Proceso, Buenos Aires, 1962.
-Leonardo Senkman, El
antisemitismo en la Argentina, Centro Editor de América Latina, Buenos
Aires, 1989.
-Laura
Schenquer, ‘Tacuara’: la derecha nacionalista en el campo
estudiantil”, Primeras Jornadas de Estudio y Reflexión sobre el Movimiento
Estudiantil Argentino,
Carrera de Sociología. Facultad de Ciencias Sociales
de la UBA, jueves
2, viernes 3 y sábado 4 de noviembre de 2006.
-Sheila Sacks,
“Depois de Eichmann. Nem
tudo foi contado”, Observatório da Imprensa, Edición Nº 911, 1 de septiembre de
2015.
(http://observatoriodaimprensa.com.br/memoria/nem-tudo-foi-contado/).
- Andrés
Kilstein, “La hibridación entre los mitos del antisemitismo clásico y la nueva
prédica antisionista. El antecedente de la Liga Árabe en la Argentina entre
1962-1964” (http://www.scielo.org.ar/pdf/reh/v11n1/v11n1a04.pdf).
Publicado 27th June 2016 por Alberto N. Manfredi (h)