domingo, 23 de junio de 2019

ANTECEDENTES

Guerrilleros capturados en Taco Ralo (1968)

Entre 1955 y 1956, grupos armados peronistas cometieron una serie de atentados consistentes, principalmente en acciones de sabotaje, colocación de explosivos, protestas en la vía pública y boicots. Fue un incipiente intento de lucha armada cuya finalidad principal era el retorno de Perón. El mismo terminaría por ser aplacado tras los fusilamientos acaecidos en junio de 1956, pero resurgiría con mayor brío tras la llegada al poder de Arturo Frondizi.
Resistencia Peronista (1955-1958)
Los militantes, se valieron principalmente de bombas molotov, que eran arrojadas al paso de automóviles en movimiento o en las manifestaciones que tenían lugar espontáneamente, en diferentes ciudades del país. Pero el arma principal fue el “caño”, artefacto casero de peligrosa manipulación, destinado a provocar daños materiales y no físicos. Era el mensaje que los seguidores de Perón, inmensa mayoría en el pueblo medio y bajo, enviaban a las autoridades, intentando hacer escuchar su voz y sus reclamos.

En 1956 los atentados cobraron mayor magnitud. El 26 de febrero, un grupo de saboteadores hizo volar el polvorín de la Fábrica Militar de Materiales de Comunicaciones ubicada en Migueletes, al norte del Gran Buenos Aires, muy cerca de la estación ferroviaria, trabándose posteriormente en un corto tiroteo que terminó con la captura de dos militantes.
La acción tomó por sorpresa al gobierno encabezado por el teniente general Pedro Eugenio Aramburu y el almirante Isaac Francisco Rojas y derivó en una serie de allanamientos y detenciones que tuvieron como corolario un incremento de la represión y la implementación de mayores medidas de seguridad. Siguieron a aquel hecho nuevas reuniones clandestinas, reparto de volantes en la vía pública, paros y boicots.
En los días siguientes, se encontraron explosivos en las vías del ramal Retiro-Tigre, por lo cual fueron condenadas cuatro personas; en Rosario se detuvo a obreros de una envasadora de café cuando preparaban explosivos caseros y en Río Segundo, Córdoba, se produjo el arresto de numerosas personas –trabajadores la mayoría– acusadas de actos violentos, casi todos cometidos entre el 12 de enero y el 27 de febrero de ese mismo año, las cuales fueron puestas a disposición de la justicia.
El más grave de aquellos hechos tuvo lugar en la segunda mitad del año, cuando manos anónimas pusieron un artefacto explosivo en el estudio jurídico del Dr. José Aguirre Cámara, integrante de la Junta Consultiva que asesoraba al gobierno1.
En Mendoza fueron arrestadas otras setenta y cinco personas por repartir volantes en la calle; en Buenos Aires agitadores apedrearon las vidrieras de los diarios “La Prensa” y “La Nación” y se pintaron leyendas alusivas en las paredes de las principales ciudades del país. Eran los primeros indicios de la violencia setentista, que mermó luego de los fusilamientos del mes de junio, tras la fracasada asonada del general Juan José Valle y prácticamente desapareció hasta la llegada del Dr. Frondizi al poder (1 de mayo de 1958).
A partir de ese momento, las protestas laborales y estudiantiles se volvieron frecuentes, los actos de sabotaje volvieron a sucederse y se produjeron nuevos atentados explosivos, razón por la cual, el 14 de noviembre de ese mismo año, el flamante mandatario puso en vigencia el Plan CONINTES (Conmoción Interna del Estado), firmando en secreto el Decreto Nº 9880/58, que recién se haría público en 19602, con la Ley Nº 15.293 de Represión de las Actividades Terroristas, aprobada el 21 de julio, tras la modificación del Código Penal.
Si bien Frondizi había llegado al poder con el apoyo de Perón, en 1960 el mismo le fue retirado dado que, entre otras cosas, la CGT continuó intervenida3, la injerencia militar era constante y las medidas económicas contrarias a las planeadas durante la campaña electoral. De esa manera, las huelgas y los paros aumentaron de manera alarmante, lo mismo las manifestaciones estudiantiles luego de ser aprobada la enseñanza privada y religiosa en las universidades. Eso generó un grave y absurdo conflicto que derivó en marchas, protestas, violencia y represión. “Laica o Libre” fue el lema que se escuchó durante los enfrentamientos callejeros, tanto contra las fuerzas del orden como entre quienes apoyaban una y otra vertiente.
Fue en ese contexto que en la provincia de Tucumán surgió un primer foco guerrillero, algo que no sucedía en nuestro país desde los lejanos tiempos de Martín Miguel de Güemes y sus gauchos, durante la guerra de la Independencia, desencadenando un conflicto bélico de características particulares y poco conocidas.

Los Uturuncos (1959)
La resistencia peronista terminó fraccionándose; los verdaderos justicialistas, que eran de tendencia derechista, se aglutinaron en torno al general Miguel Ángel Iñíguez, aquel que había comandado los ejércitos leales en Córdoba, durante la Revolución Libertadora, logrando cercar al general Lonardi4, y los que giraban hacia la izquierda, liderados por el polémico John William Cooke, nacionalista ultraderechista devenido en marxista, artífice de una alianza entre Fidel Castro y Perón, quien había viajado a Cuba para contactar a la dirigencia revolucionaria, especialmente al Che Guevara buscando los medios destinados a concretar aquella unión.
Dadas las inclinaciones fascistas de Perón, resulta utópico pensar a la distancia que podía existir la posibilidad de un acercamiento al régimen castrista, de ahí su preferencia por Iñíguez, quien por entonces, se movía entre sus pares castrenses, dirigentes sindicales, ex integrantes de las fuerzas de seguridad, aliancistas y delegados obreros, intentando ganar adeptos para aglutinarlos en el denominado Centro de Operaciones de la Resistencia (COR), del que el líder pensaba valerse para digitar la política nacional. Los justicialistas de izquierda, por su parte, se concentraron en torno a Cooke, organizando el Frente Revolucionario Peronista (FRP), que fue el que se inclinó por las acciones violentas y la lucha armada frontal. Perón se valdría hábilmente de él para inclinar la balanza hacia un lado u otro cuando la situación lo requiriese, pero no le prestó más que un apoyo simbólico y un tanto distante pues siempre vio con aversión toda manifestación de esa tendencia.
De aquella movida surgieron tres frentes diferentes, destinados a encauzar la resistencia: el militar, integrado por oficiales y suboficiales leales, el sindical, conformado por los gremialistas y el civil, repartido entre el COR y el FRP.
Ante esa realidad, los elementos más impacientes dieron origen al Movimiento Peronista de Liberación-Ejército de Liberación Nacional, del que terminarían por desprenderse los Uturuncos, fuerza guerrillera encabezada por Enrique Manuel Mena, estrechamente vinculada a Cooke.
Enrique Manuel Mena
Mena era un obrero de la zafra tucumana nacido en Buenos Aires, más precisamente en el barrio de San Telmo, de donde se fue cuando tenía 17 años decidido a probar suerte en el noroeste. En la aludida provincia se casó con la dirigente barrial Olga Carabajal, ex militante comunista que terminó abandonando esa ideología para volcarse decididamente al peronismo y tras la caída de Perón, organizó allí el Comando 17 de Octubre, al frente del cual estableció contacto con Cooke y otras figuras, con quienes se reunió varias veces para establecer un plan de lucha.
Figura clave de aquel entramado fue Abraham Guillen, el anarquista español de notable incidencia en los movimientos subversivos latinoamericanos en los años sesenta y setenta.
Durante la Guerra Civil Española, Guillén había integrado los grupos anarquistas que tanta acción tuvieron desde tiempos de la República; fue director del periódico “Juventud Libre”, órgano oficial de la Federación Ibérica de Juventudes Libertarias y redactor del anarquista “CNT”, editado por la Confederación Nacional del Trabajo. Durante la feroz contienda fue designado comisario político de la XIV División que comandaba Cipriano Mera y tras ser detenido en Alicante, fue condenado a la pena capital, aunque luego la sentencia le fue conmutada a 20 años de prisión.
En 1942 logró evadirse para incorporarse al Comité Nacional del CNT, aunque fue detenido nuevamente al año siguiente para volver a escapar cinco años después, en dirección a Francia y de ahí a nuestro país (1948).
Se desempeñó como periodista en varios países sudamericanos y vuelto a la Argentina, fue director de Investigación Económica de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. Como era de esperar, no tardó en vincularse a la resistencia peronista y sus principales cabecillas, a quienes convenció de que la estrategia aplicada hasta el momento había fracasado, lo mismo la huelga organizada en enero de ese año para apoyar el estallido social y que había que recurrir a otros medios para lograr la victoria social.
Desde su punto de vista, no quedaba otro camino que ese y había que tomarlo pronto si lo que se quería era alcanzar lograr el objetivo. Eso produjo la fractura del Comando 17 de Octubre y de ese modo, un grupo se fue con el Comando Insurreccional “Perón o Muerte” y el más importante conformó el Movimiento de Liberación Nacional, cuyo brazo armado fue el ELN (Ejército de Liberación Nacional).
Así nació la primera guerrilla rural argentina, los Uturuncos cuyas acciones iniciales pasaron desapercibidas hasta el 24 de diciembre de 1959, cuando tomaron por asalto la comisaría de Frías, una pequeña ciudad de 25.000 habitantes, ubicada en la frontera de Santiago del Estero y Catamarca.
Un mes antes, un grupo de apenas ocho combatientes trepó bajo un diluvio las laderas del cerro Cochuna, armado solamente con una ametralladora PAL, una pistola 45 y un revólver calibre 38, llevando en sus alforjas las instrucciones que les había dado Guillén: familiarizarse con el terreno, establecer vías de comunicación y tratar de sobrevivir en el medio. Creyendo que estaban capacitados para emprender acciones, los guerrilleros ignoraron esas indicaciones y se lanzaron a la acción, secuestrando en primer lugar a unos viajantes en Puesto de Zárate, cerca del arroyo Calao; incendiando una gomería, asaltando los puestos policiales de Alto Verde y La Banderita, al sur de Concepción y prendieron fuego al apeadero ferroviario de El Calao (FCGMB). El 24 de noviembre, atacaron un cuartel de bomberos en San Miguel de Tucumán y una comisaría, de donde extrajeron armas y municiones, regresando luego a su campamento en el monte.
Pero pronto quedó demostrado que aún no estaban listos para la lucha. Las fuerzas policiales rodearon el área, treparon el cerro y establecieron un cerco que los obligó a dispersarse hasta su detención final.
Menos de un mes después, llegó a la zona el grupo de Mena, que se venía entrenando desde octubre en la fábrica de ladrillos de Manuel Paz, sita en Chumillo; incluso había contado con el apoyo del ex intendente de La Banda, José Benito Argibay y varios militantes de la capital provincial.
En su libro Uturuncos, el origen de la guerrilla peronista, Ernesto Salas explica que el 23 de diciembre los combatientes abordaron un colectivo, propiedad de unos gitanos conocidos del segundo de Mena, Félix Serravalle (“Comandante “Puma”) y en él se dirigieron al Puesto del Cielo, pequeño poblado a 35 kilómetros al oeste de Santiago del Estero, donde aguardaron el vehículo en el que pensaban trasladarse hacia el objetivo, un Ford modelo 1957, chapa 1631, que los trabajadores de Obras Sanitarias de La Banda les habían dejado preparado en los talleres, con el tanque lleno.
Sigue explicando Salas que fue Serravalle, quien fue a buscarlo en el taxi chapa 3637 de Timoteo Rojo, acompañado por Pedro Adolfo Velardez y Alberto Geréz y que después de engañar al sereno, lograron sustraerlo para ir en busca de sus compañeros.
Llegaron a Frías a las 4 a.m. y con determinación encararon al agente que montaba guardia en la puerta.

-¡Ha triunfado la revolución. Venimos a hacernos cargo! – dijo Genaro Carbajal luciendo su uniforme de teniente coronel.

Los veintidós combatientes, disfrazados de soldados, se apoderaron sin violencia de la comisaría, tomando prisioneros a sus quince agentes.

-¡Se ha declarado el Estado de Emergencia en todo el país! ¡Esta comisaría queda bajo custodia militar! –gritó a su vez Serravalle, luciendo en su brazo derecho un brazalete con las siglas MPL y esgrimiendo una ametralladora de madera.

Antes de que pudiesen reaccionar, los policías se hallaban desarmados y despojados de sus uniformes; los atacantes los encerraron en las celdas y tras apoderarse de cinco pistolas reglamentarias calibre 9 mm, seis revólveres 38, quinientas balas y $750 m/n, destrozaron a culatazos el equipo de radio, cortaron los cables telefónicos y se retiraron y veinte minutos de haber llegado, se retiraron.
Tomaron el camino a El Potrerillo y una vez en esa localidad, abandonaron el camión, para seguir la marcha a pie, en dirección norte.
En los días siguientes, las fuerzas policiales lograron apresar a tres de los insurgentes, uno de ellos Franco Luppi (“El Tano”), oriundo de Buenos Aires. Divididos en dos secciones, la primera al mando de Mena y la otra a la de Félix Serravalle, el grupo cruzó Catamarca y se internó en la región montañosa de Tucumán, escalando el cerro Cochuna, situado a 80 kilómetros al sudoeste de la capital provincial, en una de cuyas cuevas tenía montado su campamento-base.
La noticia corrió como reguero de pólvora y acaparó amplios espacios en las portadas de los diarios, más cuando se supo que el conductor del remis, Timoteo Rojo, había denunciado a los asaltantes y brindado detalles.
En la conferencia de prensa que brindó el ministro del Interior, Alfredo Vitolo, fueron reveladas las identidades de Félix Serravalle y Carlos Geréz e inmediatamente después, se ordenaron los allanamientos que tuvieron lugar en Santiago del Estero, La Banda y Tucumán.
Como explica Ernesto Salas, para descubrir la identidad del resto de la guerrilla, los gobiernos provinciales idearon un plan extremadamente astuto: informaron a través de los diarios y las radios que se libraban cruentos combates en cercanías de Concepción y eso movilizó a los padres, quienes acudieron a las autoridades para conocer la suerte de sus hijos.
El 28 de diciembre, los guerrilleros tirotearon un jeep policial a la altura del kilómetro 39 de la Ruta Provincial Nº 65. El vehículo se dio a la fuga sin repeler la agresión y eso les permitió evadirse hacia el norte, ascendiendo los cerros hasta alcanzar los 3500 metros de altura, atravesando selvas y arroyos. Se produjo entonces la primera deserción, la de Pedro Velardez, el conductor del camión, quien en un momento de descuido abandonó la formación y se entregó a las autoridades, brindando detalles que permitieron a la policía dar caza al grupo.
En el interior de la cueva que les servía de campamento, los uturuncos sintonizaron su equipo de radio, necesitados como estaban de noticias. De ese modo, a través de emisoras locales, sobre todo LV12, se mantuvieron al tanto de la situación, sin embargo, grande fue su conmoción cuando el 31 de diciembre, llegaron hasta ellos las voces angustiadas de sus madres, rogándoles que dejasen los cerros y se entregasen. Parte del grupo, en especial los más jóvenes, algunos de los cuales apenas superaban los 15 años de edad, terminaron por ceder y solicitaron regresar.

Las bajas temperaturas nocturnas, la escasez de alimentos, el cerco policial y las súplicas paternas minaron la moral de los más débiles. Además, muchos creían que eran sólo una parte de un operativo más vasto en el que se levantarían varios frentes adicionales, pero al retrasarse estos acontecimientos, la moral decayó6.

Al día siguiente, después de debatir el asunto, cuatro combatientes descendían la pendiente en busca de agua y víveres cuando una patrulla los ubicó y les dio la voz e alto. Los guerrilleros fueron rodeados, revisados y despojados de sus pertenencias. Una hora después, se entregaron otros cinco, sin ofrecer resistencia.
En Concepción, mientras tanto, tenían lugar otros hechos. Juan Carlos Díaz fue detenido en las afueras de la ciudad cuando intentaba alejarse del lugar. Había partido del campamento-base con el grupo que encabezaba José Genaro Carbajal (comandante “Alhaja”) para reclutar más gente.
Durante el cruce de un río fue arrastrado por la corriente y eso lo separó de la sección. Vagó perdido por el monte, con su uniforme hecho jirones y sus borceguíes deshechos hasta que gente de la zona dio con él y lo ayudó a escapar; se internó por una senda boscosa pero al cabo de un tiempo, terminó apresado. Los campesinos lo habían delatado y eso posibilitó su captura.
El día 3, una partida policial dio con René Fernández y Roberto Anaya (“Loco Perón”) de 18 años, a quienes descubrió mientras dormían ambos en medio de la espesura. Agotado por tantos días de privaciones, el último se entregó, no así Fernández, que logró huir. En Concepción abordó un ómnibus y se dirigió a San Miguel de Tucumán, donde esperaba mimetizarse entre la población para luego evadirse pero al descender del vehículo, se disparó un tiro accidentalmente, hiriéndose en el muslo derecho. Esa era la preparación militar de los uturuncos.
Uturuncos detenidos por las fuerzas policiales

Conducido al Hospital Padilla de la capital provincial, fue sometido a una intervención quirúrgica y terminó detenido por la policía, que había sido advertida por las autoridades del nosocomio.
Mientras la policía llevaba a cabo allanamientos en Tucumán y Santiago del Estero, Mena y Guillén intentaban reclutar gente en Buenos Aires, logrando que John William Cooke delegase en su esposa, Alicia Eguren, las tareas de apoyo a la guerrilla. Así fue como dieron con elementos de la Juventud Peronista (JP) de las localidades de San Martín y el barrio de Nueva Pompeya y lograron algunas adhesiones aunque no muchas. Los jóvenes se mostraron entusiasmados por incorporarse a sus filas -al menos, eso era lo que decían- pero muy pocos se comprometieron realmente. Apenas juntó ocho voluntarios y con ellos regresó a Tucumán, dispuesto a reanudar la lucha.
Pese al accionar de las fuerzas de seguridad, Serravalle, José Luis Rojas (“Zupay”), Santiago Transelino Molina (el “Mexicano”) y el resto de los combatientes rompieron el cerco y tras una extenuante marcha a través de los cerros, alcanzaron el Ingenio Providencia, donde los trabajadores le dieron cobijo y le prestaron asistencia. Para su fortuna y la de su gente, la policía estaba convencida de que se dirigían hacia Catamarca y por esa razón, concentró su atención en los caminos y las rutas, descuidando un tanto el monte7.
Los movía a todos la indignación por la “traición de Iñíguez” quien no solamente no había sublevado las guarniciones de Buenos Aires, Santa Fe, Salta y Entre Ríos, de acuerdo al plan que él mismo había diseñado, sino que luego negó todo vínculo con ellos. La toma de la comisaría era la señal convenida para que el movimiento de resistencia se levantase en todo el país y los sindicatos iniciasen la huelga, pero nada sucedió. Los militares no se movieron y lo que fue peor, Iñíguez negó ante los medios de prensa contacto alguno con los guerrilleros. Fue un golpe maestro de la derecha peronista, por medio del cual, logró desprenderse de los elementos de izquierda, algo que nadie quiso ver en ese momento y que tendría feroces consecuencias catorce años después.
Luego de alimentarlos y curarles los pies, los obreros del ingenio les facilitaron la fuga y de ese modo, Serravalle y los suyos alcanzaron el barrio 24 de Noviembre, en la periferia de Tucumán, donde lograron reunirse con Mena. El párroco de la zona y la regente de un prostíbulo (la “Turca” Fernández), les dieron refugio, lo mismo unos pocos vecinos identificados con el peronismo y so les dio la posibilidad de evadir a sus perseguidores.
Debilitada la guerrilla rural, Resistencia Peronista incrementó su accionar en el área urbana. El 15 de febrero de 1960 sus militantes volaron los depósitos de Shell-Mex en la provincia de Córdoba, provocando un incendio de proporciones dantescas, que terminó consumiendo cuatro millones de litros de combustible; el 12 de marzo dinamitaron la casa del mayor David René Cabrera, oficial de la SIDE y dos días después hicieron explotar la planta de gas de Mar del Plata.
El atentado al domicilio particular del capitán Cabrera tuvo ribetes dramáticos cuando de entre los escombros de la vivienda, que quedó totalmente demolida, los rescatistas extrajeron el cadáver de la pequeña Guillermina, de tres años de edad, la tercera de sus cuatro hijos.
Los uturuncos habían instalado una carga de 6 kilogramos de trilita en la propiedad de la calle Díaz Vélez 1850, Olivos y la hicieron detonar en horas de la madrugada desde un automóvil que, una vez perpetrado el atentado, se dio a la fuga velozmente. Inauguraban de ese modo, una forma cobarde e infame de hacer la guerra, atacando objetivos civiles, sin medir las consecuencias. La pequeña Guillermina murió en el acto, no así su hermano Gerónimo Luis, de cinco años, que resultó gravemente herido. Su madre, Celmira Rojo Jurado, sufrió algunas contusiones, lo mismo sus otros hijos, Mario, de ocho años y María Elina de seis meses.
Al parecer, la operación fue planificada por Alberto Campos, los explosivos suministrados por un militante llamado Juan Carlos Brid y el atentado consumado por un comando encabezado por Héctor Rodolfo Gringoli y otros dos sujetos de apellido Leonelli y Berolegui.
En el ataque a los depósitos de la Shell, murieron otras seis personas, de ahí la decisión del gobierno, de incrementar los allanamientos y medidas de seguridad, dividiendo al país en zonas operativas y estableciendo tribunales militares para enjuiciar a los responsables.
La noche del 10 al 11 de marzo, la policía tucumana hallanó el prostíbulo de la “Turca” Fernández y el domicilio de Manuel Haro, arrestando a varios cuadros peronistas, entre ellos algunos uturuncos como José Luis Rojas (“Zupay”); dos días después, el cabo del Ejército Manuel Medina, detenido en Coordinación Federal (Buenos Aires), se arrojó por una ventana al grito de “¡Viva Perón!” y al día siguiente, se llevaron a cabo las elecciones en las que el voto en blanco, ordenado por el líder justicialista, se impuso por amplia mayoría.
Ante la ola de arrestos que se estaban sucediendo, Resistencia Peronista y Uturuncos comenzaron a dispersarse, no así el comandante “Puma” ( Félix Serravalle), quien fiel a sus hombres y sus ideas, trazó planes para liberar a sus compañeros detenidos en Concepción, pero cuando el 1 de abril viajaba en un transporte público hacia Tucumán, dispuesto a poner la operación en marcha, fue descubierto y arrestado (portaba documentos falsos).
En mayo, el Poder Ejecutivo (PE) dispuso reforzar las fuerzas policiales con tropas de Infantería del Ejército y de esa manera, se introdujeron en el monte tucumano, anticipando en quince años el Operativo Independencia, que pondría en marcha el gobierno de María Estela Martínez de Perón (“Isabelita”). Genaro Carabajal (comandante “Ahlaja” o “Pila”) se colocó al frente de la guerrilla -porteños y tucumanos la mayoría- y se internó nuevamente en el monte, donde permaneció escondido varias semanas.
En el mes de junio, patrullas del Ejército dieron con su campamento, entablando un breve combate en el que cayó herido Santiago T. Molina (el “Mexicano”), alcanzado por un disparo en una pierna.
Así acabó aquel bosquejo de guerrilla, claramente inspirada en la experiencia cubana. Manuel E. Mena (comandante “Uturunco”) y Juan Carlos Díaz fueron condenados a siete años de prisión; Félix Serravalle (comandante “Puma”) a cuatro años y medio y José Luis Rojas (“Zupay”) y Santiago Molina (el “Mexicano”), a tres años y medio cada uno, en tanto los menores derivados a los tribunales correspondientes a excepción, de Luis Enrique Uriondo, quien como explica Salas, por ser hijo del general Carlos Alberto Uriondo8, fue entregado a su familia.
Guillermina Cabrera
Menos de tres años después, Mena se fugó del Hospital Provincial de Chaco, donde había sido intervenido por una hernia y voló a Cuba, para entrevistarse con el Che Guevara (marzo de 1963), necesitado de analizar la posibilidad de reinstaurar una guerrilla en el noroeste argentino. Al parecer, no llegaron a un acuerdo porque el comandante revolucionario tenía pensado hacerlo con una fuerza combinada de cubanos y argentinos, cosa que el jefe uturunco desaprobaba. Aún así, regresó al país y después de establecer contacto con la red urbana tucumana, ascendió nuevamente a los cerros para unirse a una incipiente fuerza insurgente que había establecido un campamento ahí con la idea de apoyar la incursión de Masetti en Salta.
Como tras el triunfo electoral del Dr. Arturo Illia la misma se disolvió (Masetti no les prestó atención), Mena desapareció de la escena y con el paso del tiempo, su memoria se perdió. Aprovechando la ley de amnistía dictada por el gobierno, regresó junto a su esposa a Buenos Aires, adquirió un  terreno en la localidad de San Justo, donde con sus propias manos levantó una casa y trabajó como un obscuro dependiente en el Sindicato de Luz y Fuerza hasta su fallecimiento, acaecido la noche del 14 de junio de 19709.
Juan Carlos Díaz también se benefició con la amnistía de Illia (1963), lo mismo el resto de sus compañeros. Se uniría al Ejército Revolucionario del Pueblo en los años setenta y terminaría recibiendo un subsidio estatal en 1973.
Félix Seravalle fue el único que cumplió su condena (lo hizo en diferentes destinos). Durante los interrogatorios sufrió la quebradura de un brazo y una vez en libertad, se retiró de toda militancia para radicarse en La Banda (provincia de Santiago del Estero), donde falleció en el mes de febrero de 2004, a los 78 años de edad.
José Luis Rojas (“Zupay”) se unió a las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP) que en 1968 abrieron un frente guerrillero en Taco Ralo; abortada aquella tentativa volvió a ser detenido y terminó amnistiado en 1973. Falleció en Tucumán, donde vivió postrado varios años a causa de una enfermedad.
Pese al fracaso de esta incipiente guerrilla, su accionar llegó a inquietar a las autoridades nacionales. Entre el 1 de mayo de 1958, día de la asunción de Arturo Frondizi hasta el 30 de junio de 1961, cuando se produjo su derrocamiento, perpetró 1566 atentados (104 incendios de fábricas, plantas de gas, destilerías, establecimientos rurales, formaciones ferroviarias, medios de transporte público, etc.; 440 actos de sabotaje y 1022 atentados con explosivos), provocando la muerte de diecisiete personas y heridas a otras ochenta y siete, prueba fehaciente de que tanto la resistencia peronista como los movimientos guerrilleros fueron tan cómplices de la caída del gobierno como los mismos militares.


La guerrilla de Masetti en Salta (1963-1964)
Entre 1963 y 1964, se produjo en la región oriental de Salta una incursión guevarista encabezada y dirigida por Jorge Ricardo Masetti, periodista argentino nacido en Avellaneda, el 31 de mayo de 1929, conocido en su tiempo por sus inclinaciones ultraderechistas y militancia en la temible Alianza Libertadora Nacionalista, donde cerró filas junto a Rodolfo Walsh y Rogelio García Lupo. Sin embargo, luego de las entrevistas que les realizó a Fidel Castro y el Che Guevara en Sierra Maestra, para Radio “El Mundo” de Buenos Aires, evolucionó hacia la izquierda, fascinado con ambos líderes y en especial, el movimiento que encabezaban, convirtiéndose en cuestión de días en un decidido partidario de la causa revolucionaria.
Jorge Ricardo Masetti
en Cuba
Al ver que sus reportajes habían sido censurados, decidió radicarse con su familia en la isla y aceptar el ofrecimiento que el Che le había hecho, de fundar una agencia de prensa revolucionaria. Nació, de esa manera, Prensa Latina, con él a su frente, contando con colaboradores de toda América Latina, entre ellos Gabriel García Márquez, el también colombiano Plinio Apuleyo Mendoza, Carlos Medina de Rebolledo de Chile, Carlos María Gutiérrez de Uruguay e incluso el mismo Jean-Paul Sartre, además de sus co-militantes de la ALN, Walsh y García Lupo.
En 1961 se alejó de la dependencia debido a la injerencia de ciertos sectores que estaban desvirtuando su esencia y se volcó más a la militancia, tomando parte en los combates de Bahía de Cochinos, cuando la invasión apoyada y financiada por Estados Unidos y luego en Argelia, donde fue enviado por el Che.
Una vez de regreso, su compatriota lo convocó para organizar una guerrilla que tuviese como finalidad levantar el noroeste argentino y poner en marcha la revolución en su país natal. Él mismo se puso al frente, secundado por los cubanos Hermes Peña, Juan Alberto Castellanos, José María Martínez Tamayo (“Papi”)10, Abelardo Colomé Ibarra (“Furry”)11 y el argentino Ciro Roberto Bustos (“Pelao”)12 y luego de adquirir una finca próxima al río Emboruzú, en territorio boliviano, comenzó a concentrar armas, municiones y equipo.
La invasión partió desde ese punto, encabezada por un Masetti desquiciado y agresivo. Después de travesar la frontera, la columna se instaló en inmediaciones del río Pescado y desde allí, el jefe expedicionario envió una carta al presidente Illia, recientemente electo, firmada bajo el seudónimo de “Comandante Segundo” en nombre del Ejército Guerrillero del Pueblo. En ella lo instaba a replantear la situación del país, ser consecuente con su prestigio y su conducta cívica, levantar la proscripción del peronismo y llamar nuevamente a elecciones.
Por supuesto la misma fue ignorada y en ese sentido, Masetti y su gente iniciaron acciones. O al menos eso intentaron.
La guerrilla vagó en un espacio reducido, caracterizado por lo inhóspito de sus tierras, parajes deshabitados y prácticamente sin nada que cazar, sin que la escasa población, primitiva en extremo, se le plegase. Y sin nadie a quien combatir, el jefe guerrillero se la tomó con su gente, ordenando fusilar a algunos de sus cuadros, más precisamente a  Adolfo Rotblat (“Pupi”) y Bernardo Groswald (“Nardo”), a quienes acusó de flojera y deserción. Su severo código militar contemplaba ambas posibilidades e incluía también la delación, la traición, el abuso con la población civil, las violaciones y la homosexualidad13.
Todo daba a entender que Masetti estaba perdiendo el juicio y tenía prejuicios raciales, en especial contra los judíos ya que además de los dos fusilados, Henry Lerner, que también lo era, sufrió malos tratos desde el inicio mismo de la campaña.
Con el paso del tiempo, la guerrilla comenzó a languidecer, se produjeron algunas deserciones y el hambre y las enfermedades empezaron a hacerse sentir.
Finalmente, en marzo de 1964 la Gendarmería dio con ellos y de ese modo, a cinco meses de su entrada en Salta, se produjo el primer combate. Primero fue capturado el acantonamiento de La Toma, donde se hicieron cinco prisioneros y luego el enfrentamiento mismo en un campamento de desmonte, donde fueron abatidos el cubano Hermes Peña y el argentino Jorge Guille; unos días antes perecieron de inanición Marcos Szlachter y Diego Miguel Magliano, en tanto Antonio Paul perdió la vida al caer por un despeñadero, cuando intentaba atravesarlo junto a Héctor Jouvet.
Guerrilleros guevaristas detenidos en Salta (1964)

El fin de esta patética incursión estuvo acorde con su efímera existencia; Masetti, acompañado por Atilio Altamirano, logró evadir la persecución, se internó en la selva de Yuto y allí desapareció, sin dejar rastros14.
Los guerrilleros prisioneros fueron conducidos a San Ramón de la Nueva Orán y arrojados a prisión en espera de su procesamiento y condena.
Fueron sometidos a juicio (causa Nº 56.903/63 a cargo del juez federal de Salta López Sanabria), Federico Frontini, Fernando Álvarez, Miguel Colina, Alberto Korn, Jorge Paúl, Agustín Stachioti, Jorge Bellomo, Héctor Jouvet, Carlos Bandoni, Lázaro Lerner, Oscar del Hoyo, el cubano Alberto Castellanos (Raúl Dávila), Agustín Bollini Roca y Federico Méndez, acusados de contrabando de armas, portación de municiones, tenencia de explosivos, homicidio y conspiración para la rebelión. 
Finalizado el proceso, el magistrado procedió a dictar sentencia, recayendo las más duras sobre Héctor Jouvet y Federico Méndez quienes recibieron cadena perpetua en tanto al resto les correspondieron diversas condenas15.


Taco Ralo (1968)
Un día no determinado del segundo semestre de 1968, catorce guerrilleros –trece hombres y una mujer- se instalaron en La Caña, paraje ubicado al sudeste de San Miguel de Tucumán, a 120 kilómetros de la localidad de Taco Ralo y procedieron a levantar un campamento; lo integraban Juan Bertelli, tucumano de 43 años, oriundo de Lamadrid; el médico Leonardo Solupzky, de 32 años, procedente de Buenos Aires; Carlos Olivera, de 29, también porteño; José Luis Rojas, de 27;  Hernán Aredes, de 31, empleado del Ministerio de Obras Públicas de la provincia; el estudiantes de 24 años Néstor Herdinsky, también de Buenos Aires; David José Ramos plomero de la misma edad, nacido en La Plata; Hugo Petenatti, Orlando Zelli, Juan LuceroBenicio Ulfino Pérez, la profesora de literatura Amanda Peralta, apodada la “Negra” (28 años), nacida en Bolívar, provincia de Buenos Aires y su comandante, Envar El Kadri (“Cacho”), cordobés de Río Cuarto, de 29 años, antiguo cadete del Liceo Militar “General San Martín” y flamante abogado, quien en su haber contaba con haber sido uno de los principales mentores de las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP), a las que pertenecía el grupo. Su idea era, como la de los uturuncos, iniciar la guerra revolucionaria con la finalidad de enseñarle al pueblo el auténtico camino hacia su liberación y exigir el retorno de Perón para llamar luego a elecciones.
Envar El-Kadri
Escogido el lugar para el campamento, al que los guerrilleros denominaron “El Plumerillo”, procedieron a cavar una serie de trincheras, establecieron escondites para guardar las armas, levantaron la carpa e iniciaron ejercicios de entrenamiento para aclimatarse al terreno.
El único enfrentamiento que tuvieron se produjo menos de un mes después, la noche del 18 de septiembre, cuando sesenta efectivos de la policía provincial, al mando del comisario Hugo Tamagnini y el mayor Ramón Eduardo Herrera, jefe de la repartición a nivel provincial, rodearon el campamento y los redujo.
Hacía más de dos años que el teniente general Juan Carlos Onganía había derrocado al Dr. Illia y pese a que regía un régimen autoritario y dictatorial, la estabilidad tenía a buena parte de la sociedad tranquila y conforme, incluso en los sectores bajos.
Al llegar a La Caña, la fuerza policial se dividió en dos secciones, procediendo a envolver el campamento y cortar sus salidas. Sortearon la línea de trincheras que lo rodeaban, se apoderaron del arsenal y al ser descubiertos se trabaron en combate. El intercambio de disparos duró apenas quince minutos y finalizó con al detención de nueve guerrilleros y la huida de los cinco restantes, los cuales serían capturados al día siguiente, cuando se hallaban ocultos en el monte.
Los insurgentes fueron conducidos a la comisaría de Taco Ralo y luego llevados a Tucumán, donde la prensa pudo tomar imágenes de ellos. La policía decomisó dos camiones pintados de verde, armas de diferente calibre, municiones, explosivos, uniformes, mantas, ropa, provisiones y $500.000 en billetes. De esa manera, se pudo determinar que el grupo se denominaba Comando Montonero 17 de Octubre y que pertenecía a las FAP; fundadas en abril de ese año, por elementos de la Juventud Peronista. Se supo también que los planes de aquella intentona se enfocaban principalmente en la región montañosa del Aconquija, hacia donde el grupo tenía intenciones de desplazarse una vez finalizado el período de entrenamiento en el llano y que pensaban hacer de Tucumán su centro de operaciones, para expandir la lucha hacia Catamarca, Salta y todo el noroeste argentino.
Nuevo intento y nuevo fracaso. Evidentemente las condiciones no estaban dadas aún para desencadenar la guerra civil en la Argentina; no había aún   suficiente apoyo, el adiestramiento era malo y las condiciones adversas. Aún era necesario ajustar algunos detalles, eso estaba claro, pero no iba a ser necesario esperar tanto tiempo.

El Movimiento Nacionalista Tacuara
El fascismo es una ideología que pegó con fuerza en la Argentina. Desde el apoyo encubierto brindado al Eje (sobre todo a partir de 1943), hasta la repatriación de científicos nazis y fascistas, el refugio ofrecido a criminales de guerra alemanes, austríacos, italianos y croatas y nuestra versión vernácula del régimen, con Perón como su principal mentor, las pruebas de esa inclinación son fácilmente palpables. Si a ello sumamos los numerosos argentinos que tuvieron estrechos vínculos con el III Reich y la Italia del Duce16, comprenderemos porqué entre los años cincuenta y sesenta surgieron en nuestro medio agrupaciones ultraderechistas vinculadas al peronismo, que atentaron contra la comunidad judía, los movimientos de izquierda, el capitalismo y la democracia, promoviendo desórdenes, organizando marchas y llevando a cabo actos violentos e incluso, brutales atentados.
Padre Julio Meinvielle
El más importante y peligroso fue Tacuara, organización de extrema derecha surgida tras la caída del líder justicialista (1955), que hasta mediados de 1963 produjo medio centenar de incidentes y al menos tres ataques terroristas. Tenían al padre Julio Meinvielle como guía espiritual y al filósofo francés Jacques de Mahieu como inspirador y asesor17.
Tanto de Mahieu como el padre Meinvielle, inculcaron el ideal nacionalista en los jóvenes estudiantes que por decenas se incorporaban a sus filas18.
Si bien la organización venía actuando desde la caída del peronismo, su oficialización se produjo dos años después, cuando comenzó a captar masivamente a jóvenes de la alta burguesía y la aristocracia porteña, preferentemente militantes de la Unión Nacionalista de Estudiantes Secundarios, para inculcar en ellos el ideal católico, nacionalista y sobre todo fascista, que desarrollaron en ellos fuertes sentimientos anticomunistas y antisemitas. Sus militantes utilizaban el cabello muy corto, un brazalete gris con la cruz de malta en el brazo derecho y hacían el saludo romano para identificarse entre sí y mostrarse en las manifestaciones.
Contó entre sus principales dirigentes con José Joe Baxter, hijo de un irlandés, que criaba caballos de la localidad de Marcos Paz; el sacerdote Alberto Ignacio Ezcurra Uriburu y los activistas Eduardo Rosa y Oscar Denovi.
Las primeras manifestaciones de violencia extrema se produjeron en 1962, al establecer vínculos con la Liga Árabe, que promovía la guerra contra el sionismo y el estado de Israel en el mundo. Tacuara se vinculó a ella y aunando esfuerzos, comenzó los ataques contra la comunidad hebrea. De esa manera, dio principio una violenta campaña que tuvo su apogeo el 27 de abril de 1964, durante la convención realizada en el Teatro Buenos Aires, donde se lanzaron consignas antisemitas y se pintaron paredes con la leyenda “Nasser y Perón, un solo corazón”.
El movimiento dio señales de resquebrajamiento en 1964, cuando sus miembros comenzaron a discrepar con respecto a Perón, provocando su primera fisura. Los partidarios del padre Meinvielle se opusieron a adoptar la línea justicialista y de la mano de Roberto de Estrada y Roberto Etchenique, se retiraron para fundar la Guardia Restauradora Nacionalista (GNR), de tendencia rosista y falangista (tuvieron por norte a José Antonio Primo de Rivera). El grupo de De Mahieu mantuvo su postura fascista y de él se desprendió, posteriormente, la facción del siempre presente Dardo Cabo al fundar el Movimiento Nueva Argentina, luego de un pronunciado vuelco hacia la izquierda. Mucho más lejos fue Baxter, al abjurar de la prédica ultraderechista y dar forma, junto con José Luis Nell, al Movimiento Nacionalista Revolucionario Tacuara (MNRT), de marcada inclinación marxista, línea de la que años después surgirían las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP) y Montoneros.
Las primeras acciones de Tacuara tuvieron lugar en 1956, con choques en manifestaciones, actos políticos y protestas estudiantiles, especialmente contra elementos de izquierda. Durante el gobierno de Frondizi defendieron la postura de la educación libre, trabándose en duros combates contra quienes sostenían la laica y en 1959 profanaron el cementerio judío de La Tablada, destruyendo lápidas y pintando svásticas. Al año siguiente, su dirigencia enfocó su accionar en el secuestro de Adolf Eichmann en manos un comando del Mossad, acusando al gobierno de cómplice e inepto; el 17 de agosto de 1960, estudiantes del Colegio Nacional “Domingo Faustino Sarmiento”, que militaban en sus filas, atacaron a compañeros judíos y durante esa misma jornada dispararon contra Edgardo Trilnik, de 15 años, cuando se realizaba un acto en memoria de San Martín. También se arrojaron bombas (o mancharon con alquitrán) sinagogas, colegios y entidades judías, se organizaron marchas y distribuyeron volantes en los que se reivindicaba al fascismo, el nazismo y el peronismo.
Como era de esperar, comenzaron a surgir filiales en el interior del país, especialmente en Rosario, Córdoba, Santa Fe y Tandil e incluso agrupaciones que actuaban en su nombre, cuyos miembros no eran reconocidos por la entidad ni habían hecho el juramento iniciático. Eso llevó a Ezcurra, a realizar una gira por el interior, con el objeto de contactar a sus líderes y poner las cosas en orden.
La situación pareció desmadrarse cuando el martes 21 de junio de 1962, un grupo tacuarista secuestró a Graciela Narcisa Sirota, joven judía de 19 años, estudiante de Ciencias Económicas, en momentos que esperaba un colectivo para ir a la facultad. Un vehículo con tres individuos se detuvo junto a la parada y sus ocupantes la obligaron a subir para conducirla a un inmueble deshabitado y someterla a torturas, quemándole distintas partes del cuerpo, golpeándola e insultándola. La barbarie finalizó cuando la muchacha fue arrojada inconsciente, en una calle poco concurrida de la ciudad, después que le grabaran una cruz esvástica en su seno derecho. Según declaraciones efectuadas por la víctima al momento de radicar la denuncia, sus captores le dijeron que se trataba de un mensaje a las autoridades por el caso Eichmann, quien, para más, contaba con ciudadanía argentina.
El secuestro y posterior ejecución de Eichmann fue seguido por una ola de ataques a sinagogas, cementerios, establecimientos escolares y comercios. Eso llevó a las autoridades de la AMIA y la DAIA a organizar una jornada de protesta para el 28 de junio de ese año, a la que adhirieron militantes de casi todos los partidos políticos, así como estudiantes e intelectuales de diferentes extracciones.
El mismo día, otro joven judío fue secuestrado en el barrio de La Paternal, para ser torturado y “grabado” con tres cruces esvásticas y en Caseros, un grupo de matones fue dispersado cuando se aprestaba a efectuar nuevos ataques. Se produjo entonces un confuso tiroteo de resultas del cual, murió baleado el subinspector Heber Luis Angelici, al recibir un disparo en el estómago, proveniente de un automovil.
Por entonces se decía que Tacuara mantenían estrechos vínculos con elementos de las Fuerzas Armadas y de seguridad, quienes incluso les proveían armas y protección, lo mismo con reconocidos nazis y fascistas radicados en nuestro país en tiempos de Perón. Una prueba de esa connivencia fue la actitud de la policía al investigar los casos de Graciela Sirota y el joven de La Paternal, negando los cargos y asegurando que en ambas oportunidades, los propios denunciantes “se habían infligido las heridas”. En el caso del subinspector Angelici, las fuerzas del orden aseguraron que había sido víctima de un grupo de judíos que se preparaba para defender un colegio de la comunidad amenazado por Tacuara, versión que parece confirmar el pedido de disculpas efectuado por la revista “La Luz”, de la castigada colectividad.
Jacques de Mahieu
La violencia antisemita en la Argentina fue denunciada por el Consejo Judío Mundial celebrado en Nueva York, ante las Naciones Unidas donde advirtió también sobre las intenciones del dirigente nazi norteamericano George Lincoln Rockwell19, de establecer contacto con la dirigencia de Tacuara y la solidaridad y el apoyo de los pueblos árabes a la campaña que el movimiento llevaba a cabo contra el sionismo internacional en Buenos Aires, recientemente manifestada en Arabia Saudita.
Los hechos parecieron sacudir la apatía del gobierno, que a través del Decreto Nº 3134/63, firmado el 29 de abril por el presidente José María Guido y el ministro del Interior, general Enrique Rauch, puso a Tacuara y la Guardia Restauradora Nacionalista fuera de la ley y salió a dar caza a su dirigencia.
Aún así, la lluviosa mañana del 29 de agosto de 1963, un grupo comando del MNRT, integrado por José Luis Nell, Carlos Arbelos, Horacio Rossi, Jorge Caffatti, Ricardo Viera, Rubén Rodríguez y Mario Duahy, asaltó el Policlínico Bancario ubicado en Av. Gaona 2100, frente a Plaza Irlanda (Operación Rosaura), llevándose $14.000.000 luego de matar a dos empleados y herir de gravedad a otros cuatro20.
En marzo del año siguiente, elementos de la misma agrupación balearon a Raúl Alterman, joven judío de conocida militancia izquierdista, en momentos que salía de su domicilio en la calle Azcuénaga. La organización le envió una dura carta a sus padres, asegurando, entre otras cosas que: “Nadie mata porque sí nomás; a su hijo lo han matado porque era un perro judío comunista. Si no están conformes que se retiren todos los perros y explotadores judíos a su Judea natal ¿Qué hacen en nuestro país?”. Semejante acto de desatino terminó por desatar la indignación de amplios sectores de la sociedad (aunque, justo es decirlo, la aprobación de otros) y de esa manera, durante el gobierno del Dr. Arturo Illia, la persecución contra las agrupaciones neofascistas recrudeció. Muchos de sus líderes fueron a dar a prisión y otros se llamaron a silencio, aguardando “tiempos mejores”. Eso y las constantes divisiones producidas por los desquiciados giros ideológicos que manifestaron algunos de sus líderes (Baxter y Cabo, por ejemplo, se volcaron a la extrema izquierda, renegando de su prédica fascista, católica y antisemita), acabaron por minar su estructura y llevarla a la disolución. Sus miembros se dispersaron y algunos años después, pasaron a formar parte de las bandas terroristas de ultraizquierda y ultraderecha que asolaron al país en la década del setenta.
Imágenes



Perón junto a John William Cooke en Madrid


El ruin atentado al mayor David R. Cabrera. Los uturuncos desencadenan la guerra
criminal en la Argentina



Dos guerrilleros en Taco Ralo.
En primer plano, la "Negra" Peralta



Guerrilleros detenidos en Taco Ralo


Proclama de las FAP



Las fuerzas de seguridad conducen a los prisioneros en Taco Ralo



La cueva de los uturuncos convertida en atractivo turístico
de la provincia de Tucumán



Militantes de Tacuara



Padre Alberto Ezcurra Medrano Uriburu



José "Joe" Baxter



Diario "Crónica", sábado 23 de octubre de 1965
Notas
16 Fue creada por el Decreto Nº 2011, el 27 de octubre de 1956, durante el breve gobierno del general Eduardo Lonardi. El artefacto colocado en el estudio del Dr. Aguirre Cámara no llegó a estallar.
2 Decretos Nº 2628/60 y 2639/60.
3 Sería restituida a la denominada Comisión de los 20, el 3 de marzo de 1961.
4 Para ampliar sobre la Revolución del 55 y los combates que tuvieron lugar ver  Alberto N. Manfredi (h), 1955. Guerra Civil. La Revolución Libertadora y la caída de Perón
(http://caidadeperonrevolucionlibertadora.blogspot.com.ar/)
5 El gobernador de Santiago del Estero era Eduardo Miguel y el de Tucumán Celestino Gelsi.
6 Pablo Pozzi y Claudio Pérez, Historia oral e historia política. Izquierda y lucha armada en América Latina 1960-1990, “Un nuevo intento. El asalto a la comisaría de Frías”, Lom Ediciones, 1992.
7 Otras acciones que el grupo de Serravalle llevó a cabo fueron el robo de un equipo de transmisión de cinco bandas, propiedad del Instituto Geofísico, al que reformaron para convertirlo en la radio rebelde “Patria Libre” con la cual interferían las emisiones de la provincia para pasar mensajes de Perón. Le siguieron a eso, el incendio de una avioneta francesa en apoyo de la guerra de independencia argelina y el descarrilamiento de un tren cargado de azúcar en Santiago del Estero.
8 Nacido en San Ignacio, Tucumán, en 1967 el teniente general Juan Carlos Onganía lo designará gobernador de Santiago del Estero. Su hermano, Oscar Augusto, integró el Grupo de Oficiales Unidos (GOU), que en 1943 catapultó a Perón al poder. Fue su secretario cuando el líder justicialista asumió la cartera de Guerra. Luis Enrique Uriondo fue diputado nacional por el Partido Justicialista representando a Santiago del Estero (1991); en el año 2000 fue nombrado secretario ejecutivo del Consejo de Seguridad Interior, en 2003 asesor del Ministerio de Defensa y al año siguiente director de Inteligencia Estratégica Militar.
9 Fue enterrado en el cementerio de Ezeiza.
10 Juan Alberto Castellanos (Raúl Dávila”), combatiente cubano, nacido en 1933, luchó junto al Che en Sierra Maestra y a lo largo de toda la Revolución, para formar luego su guardia personal junto a Harry Villegas (“Pombo”), Dariel Alarcón Ramírez (“Benigno”) y Hermes Peña. Años después, alcanzaría el grado de coronel del Ejército cubano. José María Martínez Tamayo (“Papi”) guerrillero y militar cubano nacido el 31 de marzo de 1931 en Mayarí, combatió junto al Che Guevara en la Sierra y la marcha hacia La Habana, así como en el Congo y Bolivia, donde encontró la muerte en combate; Hermes Peña Torres, combatiente cubano, nacido en Oriente, el 7 de abril de 1938, de extracción campesina, formó parte de la guardia personal del Che, a cuyas órdenes combatió en Sierra Maestra.
11 Abelardo Colomé Ibarra (“Furry”), combatiente y militar cubano, importante dirigente del Partido Comunista, tras el triunfo de la revolución fue designado jefe de la Dirección de Inteligencia del Ejército Rebelde. Colaboró con el Che en la planificación de la campaña de Masetti en la Argentina y la suya en Bolivia. Nació en Santiago de Cuba el 13 de septiembre de 1939.
12 Ciro Roberto Bustos (“Pelao”), artista plástico y guerrillero argentino, nacido en Mendoza el 29 de marzo de 1932; militante comunista, tomó parte en la expedición de Masetti a la provincia de Salta y en la guerrilla que el Che encabezó en Bolivia. Fue hecho prisionero por las fuerzas bolivianas junto a Regis Debray, sometido a juicio y condenado a 30 años de prisión aunque luego amnistiado por el general Juan José Torres.
13 Era la severa justicia militar que el Che Guevara había aplicado durante la revolución cubana.
14 Alberto N. Manfredi (h), El rastro del invasor, Biografía del Che Guevara, capítulos “Objetivo Argentina”, “Invasión guevarista a la provincia de Salta” y “Descalabro  en el monte”
(http://elrastrodelinvasorelche.blogspot.com.ar/).
15 Quedarían en libertad con la amnistía decretada por Héctor J. Cámpora en 1973.
16 El más destacado de esos personajes fue, sin ninguna duda, Walter Oscar Ricardo Darré, ministro de Agricultura y Abastecimiento de Hitler, ingeniero agrónomo y veterano de la Primera Guerra Mundial quien, además de jefe del Departamento de la Raza y Reasentamiento de las SS (y por consiguiente, estrecho colaborador de Himmler y Heydrich), fue el mentor de la reforma agraria y junto con Alfred Rosenberg, ideólogo del plan racial. Carlos Horst Alberto Fuldner fue también oficial de las SS, miembro del Servicio de Seguridad (SD) y nexo entre los nazis prófugos y el gobierno de Perón; Heinz Scheringer, oficial de la Kriegsmarine, comandó submarinos U-Boot; Orsola Buvoli, contrajo matrimonio con Vittorio Mussolini (sus bodas romanas, en pleno auge del fascismo, fueron fastuosas); por otra parte, la actriz y cantante Imperio Argentina,  impresionó tanto a Goebbels y al mismo Hitler, que le propusieron radicarse en Alemania para rodar una serie de películas locales pues también en ella vieron ambos al prototipo de la “mujer aria” y María Denis, también actriz, pero del cine italiano (su verdadero nombre era María Beomonte), quien fuera pareja del feroz cuestor Pietro Koch, jefe de la policía política de Mussolini, responsable de crímenes brutales, ni que hablar de Adolf Eichmann, Josef Mengele, Eduard Roschmann, Klaus Barbie, Erich Priebke, Vittorio Mussolini, Bruno Caneva, Ante Pavelic, Dinko Sakic y tantos criminales de guerra nazis, fascistas y ustachas que recibieron refugio, protección y en la mayoría de los casos, documentación, ciudadanía y trabajo del gobierno encabezado por el general Perón.
17 Nacido en París, el 31 de octubre de 1915, fue un tenaz partidario del régimen de Vichy y activo colaborador del nazismo en su país natal. Después de incorporarse voluntariamente a la Legión Carlomagno de las Waffen-SS, combatió en Rusia y Berlín. Tras la derrota del Eje, huyó a la Argentina, donde halló cobijo bajo el régimen de Perón. Obtenida la ciudadanía, se convirtió en ideólogo y mentor del justicialismo, figurando entre los redactores de la Constitución de 1949, además de ser impulsor de agrupaciones neofascistas. También destacó como antropólogo y en ese sentido, desarrolló en la región cuyana un proyecto económico comunitario, que despertó el interés del líder justicialista, quien le brindó su apoyo y lo apañó hasta su caída, en 1955.
De Mahieu desarrolló una absurda teoría racial según la cual, los aborígenes americanos descendían de los arios y los guaraníes tenían ascendencia vikinga, planteo que cautivó al activista pro-fascista chileno Miguel Serrano, uno de los mayores difusores del peronismo en su país natal. En los años setenta De Mahieu encabezó una expedición a la selva paraguaya en busca de evidencias de un supuesto rey nórdico asentado en esas tierras, teoría que plasmó en su libro La Agonía del Dios Sol, con el que obtuvo un éxito relativo. Falleció en 1990 después e haber dirigido durante años el CEDADE (Círculo Español de Amigos de Europa).
18 Tacuara: lanza cuyo astil era una caña de azúcar, utilizada por indios y gauchos durante las guerras del siglo XIX.
19 Militar estadounidense, veterano de la Segunda Guerra Mundial, fue fundador del Partido Nazi Americano. Se hizo célebre por negar el holocausto y tratar de establecer vínculos con movimientos similares en otras partes del mundo. Falleció asesinado por John Patler, a quien había expulsado de la agrupación, acusándolo de marxista.
20 Los asaltantes fueron apresados algunos días después.



Fuentes
-Sitio de Roberto Baschetti (http://www.robertobaschetti.com/biografia/m/153.htm) y
(http://www.robertobaschetti.com/biografia/s/130.html).
-Ernesto Salas, Uturuncos, el origen de la guerrilla peronista, Editorial Biblos, Buenos Aires, 2003.
-Jorge Fernández Zicavo, “Guillermina Cabrera: ¡Ni olvido ni perdón!”, Termidorianos, viernes 29 de enero de 2010 (http://termidorianos.blogspot.com.ar/2009/12/guillermina-cabrera-una-nina-sin-madres.html).
-Julio Carreras (h) Artistas y Pensadores, Entrevista a Félix Serravalle, Quipu Editorial, 1987.
-Revista “Primera Plana”, Año VI, Nº 300, 24 de septiembre de 1968.
-Ídem, Año VI, Nº 301, 1 de octubre de 1968.
-Daniel Gutman: El Caso Sirota ¿Realidad o dramatización?, dentro del libro Tacuara (2º Edición, Sudamericana, 2012, páginas 174-186).
-Daniel Gutman, Tacuara, Historia de la primera guerrilla urbana argentina, editorial Vergara, Buenos Aires, 2003.
-Roberto Bardini, Tacuara, la pólvora y la sangre, editorial Océano, México, 2002, 
-Alejandra Dandan y Silvina Heguy, Joe Baxter, editorial Norma, Buenos Aires, 2006.
-Eduardo Galeano, “Los jóvenes fascistas descubren su país”, en Nosotros decimos no, Siglo XXI, México, 1989.
-Rogelio García Lupo, "Diálogo con los jóvenes fascistas", en La rebelión de los generales, editorial Proceso, Buenos Aires, 1962.
-Leonardo Senkman, El antisemitismo en la Argentina, Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, 1989.
-Laura Schenquer, ‘Tacuara’: la derecha nacionalista en el campo estudiantil”, Primeras Jornadas de Estudio y Reflexión sobre el Movimiento Estudiantil Argentino,
Carrera de Sociología. Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, jueves 2, viernes 3 y sábado 4 de noviembre de 2006.
-Sheila Sacks, “Depois de Eichmann. Nem tudo foi contado”, Observatório da Imprensa, Edición Nº 911, 1 de septiembre de 2015.
(http://observatoriodaimprensa.com.br/memoria/nem-tudo-foi-contado/). - Andrés Kilstein, “La hibridación entre los mitos del antisemitismo clásico y la nueva prédica antisionista. El antecedente de la Liga Árabe en la Argentina entre 1962-1964” (http://www.scielo.org.ar/pdf/reh/v11n1/v11n1a04.pdf).

Publicado por