jueves, 20 de junio de 2019
LA MUERTE DE UN CAMARADA
IBA FIRME EN LA PISADA
“Ha muerto Mario Corvalan, su trinchera fue honesta y sus balas certeras. Lo vamos a extrañar” (Juan Manuel Aragon, hijo)
Hubo un tiempo en
que hablar de los nacionalistas santiagueños era hablar del Dr. Mario
Aristides Corvalan. Fama tal vez potenciada por su condición de médico
cirujano prestigioso y conocido por todos. A lo que se le sumaba su
carácter extrovertido, amable y cordial.
Para ser justos
tenemos que decir que al recordar su nombre se nos viene también a la
memoria otras figuras ilustres y descollantes en el nacionalismo de
nuestra provincia en esa época, como las de Digno Cejas y Juan Manuel
Aragón (el Ingeniero); integrantes todos ellos de una pequeña pero muy
activa agrupación política que durante la década de los años 80 levantó
bien en lo alto las viejas banderas del nacionalismo argentino. Nos
referimos a la legendaria agrupación ARENA (Acción Republicana
Nacionalista) fundada en el año 1981, en pleno Proceso de Reorganización
Nacional, y conocida porque en aquellos años duros no dudo en hacer oír
su voz crítica a la desastrosa gestión de los militares liberales en el
gobierno.
Con el advenimiento
de la democracia, el Dr. Corvalan entendió que ya no bastaba con la
crítica fundada y el testimonio patriótico sino que el nacionalismo
debía dotarse de una herramienta jurídica-política que le permitiera
participar de las contiendas electorales en las que se jugaba el destino
de la Patria. Fue así que en el año 1987 se incorporó al recién fundado
Movimiento Nacionalista Constitucional (M.N.C.).
Más adelante, ya en
los 90, Mario Corvalan se relacionó con los seguidores del Cnel Mohamed
Ali Seineldin, que habían conformado un movimiento político con miras a
defender los valores y los principios fundamentales que hacen a nuestra
identidad nacional.
Por esos años
también se dedicó a escribir una gran cantidad de artículos, los cuales
en su mayoría se publicaron en el periódico Patria Argentina. Sus temas
favoritos fueron la denuncia de los factores y organizaciones que
componen el gobierno mundial, oculto detrás de bambalinas. Así
denunciaba la colusión de intereses entre los imperialismos
liberal-capitalista y marxista; el accionar siniestro de la masonería y
el poder de la oligarquía financiera mundial. Algún día alguien debería
publicar una compilación de aquellos enjundiosos artículos.
Sobre el final de su
vida, Mario Corvalan pudo editar un pequeño opúsculo al respecto
titulado “Los males de nuestro tiempo”; a cuyo acto de presentación
asistimos y allí pudimos constatar que el camarada doctor seguía
manteniendo los mismos ideales de siempre y su palabra tan lucida y
fogosa como en los viejos tiempos.
Una anécdota
queremos contar sobre nuestro camarada que lo pinta por entero. Poco
antes de morir los miembros del Circulo Nacionalista de Santiago lo
invitamos a un acto por el Día de la Soberanía, al que gustoso aceptó
concurrir. También invitamos al mismo al Dr. Ramón Bernardo Herrera,
quien supo ser presidente del Movimiento Nacionalista Constitucional y
con quien en el año 1989 el Dr Mario Corvalan tuvo un fuerte
enfrentamiento político que terminó con el alejamiento del Dr Herrera de
dicho partido. Sabíamos todos que desde entonces ambos no tenían
relación alguna. Pues bien, antes de comenzar el acto se hizo presente
Herrera, y momentos después llegó el Dr Corvalan. Todos nos
preguntábamos cuál sería su actitud. Grata fue la sorpresa cuando lo
vimos enfilar sin dudar hasta donde estaba Herrera y saludarlo profusa y
cálidamente. Todo el acto estuvieron juntos y luego se quedaron
charlando largamente como dos viejos amigos.
Así era don Mario
Aristides Corvalan, un hombre bueno, sin odios y sin rencores, al que
jamás lo oímos decir barbaridades de otra persona, siempre dispuesto a
conciliar y a darle una mano al prójimo, con esa humanidad tan
característica de los médicos de antaño. Fallecio en su ciudad natal el
17 de junio. Que Dios lo tenga en su Gloria.
Allá, en la Casa del
Padre, seguramente seguirá hablando de la reconquista de la Patria
terrena con sus camaradas que lo acompañaron en sus luchas juveniles.
Edgardo Atilio Moreno