Crónicas de la "comunidad organizada" peronista (1ra. parte)
SOBRE LOS VIOLENTOS Y ANTICATÓLICOS
MÉTODOS QUE NECESITA EL PROYECTO PERONISTA DE "LA COMUNIDAD ORGANIZADA"
PARA LLEVARSE A CABO Y CÓMO QUIEREN ENGAÑARNOS A LOS CATÓLICOS DE HOY
2019 SOBRE ESTA SUPUESTA COMUNIDAD "CRISTIANA" IDEAL
EL SISTEMA PERONISTA
- Yo no sólo no voy a poder aceptar una reelección, sino que no creo que quede en condiciones de aceptar una segunda Presidencia.
Tales las palabras que pronunció el primer magistrado de la República, general Juan Perón, durante una reunión en la quinta de Olivos en el verano del 48, a los elegidos por su Partido para reformar la Constitución Nacional.
El mismo año en que había asumido el Poder Ejecutivo (1946), varios Diputados adictos presentaron al Congreso un proyecto exclusivamente destinado a permitir la reelección sucesiva del Presidente, "a fin de no dejar trunca la obra empezada". Otro de ellos, Eduardo Colom - ex radical y director del combativo periódico La Época-, precisó que debía ser confirmado en el cargo en forma "inmediata", con la incorporación de otros temas de enmienda. Ambos proyectos llevaban la inequívoca finalidad, pues, de que el general Perón pudiera continuar desempeñando la Presidencia de la Nación Argentina más allá de 1952 en que cesaba su mandato.
Los constituyentes de 1853, elaborando la Ley Suprema con la experiencia recogida en la época rosista, habían afirmado el sistema republicano el prescribir que el primer magistrado no podía ser reelecto sino con un intervalo de un período.
Perón acogió favorablemente la idea de la reforma en su mensaje al Congreso al abrir las sesiones de 1947, utilizando un argumento simplista: "No podemos aceptar sin desmedro que en la época de la navegación estratosférica, que nos permite trasladarnos a Europa en un día, nosotros usemos una Constitución creada en la época de la carreta". Sin embargo, en el punto que la conciencia ciudadana consideraba como el crucial -no sin razón-, declaró rotundamente el Presidente Perón:
Creo que la prescripción existente es una de las más sabias y prudentes de cuantas establece nuestra Carta Magna. Bastaría observar lo que sucede en los países en que tal reelección es constitucional: no hay recurso al que no se acuda, lícito o ilícito; es escuela de fraude e incitación a la violencia, como asimismo, tentación a la acción política por los Gobiernos y funcionarios.
Este categórico principio estaba reforzado por esta sentencia:
"En mi concepto tal reelección sería un enorme peligro para el futuro de la República..."
Cabe señalar que Perón se preocupó desde que La Época comenzó a agitar la idea. Era lógico: se había impuesto en la Presidencia a la Unión Democrática por poco más de 200.000 votos, y no deseaba otra confrontación inmediata que -sobre la base de su reelección- pudiera significarle un revés político de resonancia. La periodicidad en los cargos públicos, uno de los fundamentos del sistema proclamado por el artículo 1° de la Ley Suprema, estaba muy compenetrada en la conciencia ciudadana, y las declaraciones del propio Perón son elocuentes al respecto. Cuando Colom inició su campaña periodística mediante una encuesta -"¿Quiere usted que Perón sea reelegido?¿Se hace necesario la reforma de la Constitución? -, el Presidente lo llamó, alarmado, para reprochársela:
- ¿Pero usted está loco?¿Cómo me hace este problema?
- Vea, General -le responde Colom- : Yrigoyen no se animó a la reforma constitucional y cuando le tocó la segunda Presidencia estaba tan viejo que lo sacaron a patadas. Usted está joven, y terminará un período de doce años, que va a ser lo que necesitamos para los planes quinquenales que tenemos en trámite. En consecuencia, usted debe ser reelecto.
"A Perón no le disgustaba eso", concluía Colom el relato de ese diálogo, quien opina que
la negativa de aquél no pasaba de resultar "toda una comedia".