domingo, 23 de junio de 2019

SOBRE LA GUERRA DE GUERRILLAS Y LOS CONFLICTOS DE BAJA INTENSIDAD

Se suele definir a la guerra de guerrillas como un conflicto bélico de baja intensidad que unidades irregulares, por lo general reducidas, llevan a cabo contra ejércitos regulares -generalmente invasores-, o un gobierno establecido al que desean combatir.
Su principio básico es el hostigamiento del enemigo mediante emboscadas, actos de sabotaje y ataques rápidos y sorpresivos. Se basa, principalmente, en el conocimiento del terreno y suele llevarse a cabo tanto en el ámbito rural, por lo general regiones boscosas y montañosas, como el urbano, ésta última a partir de la Segunda Guerra Mundial, cuando grupos de resistencia emprendieron operaciones contra las fuerzas de ocupación nazis, fascistas e imperiales del Japón. Por medio de ella, se intenta debilitar al enemigo, desgastándolo con ataques relámpago e intentando eludir, por lo general, el enfrentamiento frontal con grandes unidades. Grupos pequeños escogen y acometen contra un determinado objetivo, buscando dañarlo en su punto más vulnerable y se repliegan velozmente luego de cada acción.

En numerosas ocasiones, la guerrilla actúa como complemento de los ejércitos profesionales y en caso de guerra abierta suele estar subordinada a sus mandos. Busca desempeñarse en terrenos de difícil acceso y evita en lo posible hacerlo a campo abierto.
Numerosos revolucionarios han teorizado sobre ella, desde Mao Tsé Tung y Lenín hasta el Che Guevara, volcando sus enseñanzas en sendos manuales.
En cuanto a la definición de la Guerra de Baja Intensidad, el Manual de Campo 100-20 del Ejército de los Estados Unidos, Military Operations in Low Intensity Conflict, la define como “una confrontación político-militar entre estados o grupos, por debajo de la guerra convencional y por encima de la competencia pacífica entre naciones […]  involucra a menudo luchas prolongadas de principios e ideologías y se desarrolla a través de una combinación de medios políticos, económicos, de información y militares”1.
Este tipo de contienda, según el mencionado Manual, suele darse en los países del Tercer Mundo, pero tiene implicancias mucho más complejas, tanto de seguridad regional como global.  Por otra parte, los profundos problemas sociales, económicos y políticos que caracterizan a las naciones de esa región son los que crean el ámbito adecuado para su desarrollo y propagación.
Existen cuatro imperativos que conllevan las guerras de baja intensidad: las operaciones de dominio político, la unidad de acción, su adaptabilidad y perseverancia y se las clasifica en igual número de categorías: insurgencia y contrainsurgencia, lucha contra el terrorismo, operaciones para el mantenimiento de la paz y operaciones de contingencia en tiempos de paz2.
En la Argentina, la guerra antisubversiva superó a una y a otra pues lo acaecido entre 1970 y 1979 no se limitó a una simple conflagración guerrillera y por la magnitud de las acciones, superó ampliamente el concepto de guerra de baja e incluso media intensidad.
En cuanto a la Guerra de Guerrillas, explica Lenín en su libro:

La cuestión de la acción guerrillera es de sumo interés para nuestro Partido y para las masas obreras. Ya nos hemos referido de paso a ella más de una vez, y ahora, tal como lo habíamos prometido, nos proponemos ofrecer una exposición más completa de nuestras ideas al respecto.
I
Comencemos por el principio. ¿Cuáles son las exigencias fundamentales que todo marxista debe presentar para el análisis de la cuestión de las formas de lucha? En primer lugar, el marxismo se distingue de todas las formas primitivas del socialismo pues no liga el movimiento a una sola forma determinada de lucha. El marxismo admite las formas más diversas de lucha; además, no las "inventa", sino que generaliza, organiza y hace conscientes las formas de lucha de las clases revolucionarias que aparecen por sí mismas en el curso del movimiento. El marxismo, totalmente hostil a todas las fórmulas abstractas, a todas las recetas doctrinas, exige que se preste mucha atención a la lucha de masas en curso que, con el desarrollo del movimiento, el crecimiento de la conciencia de las masas y la agudización de las crisis económicas y políticas, engendra constantemente nuevos y cada vez más diversos métodos de defensa y ataque. Por esto, el marxismo no rechaza categóricamente ninguna forma de lucha El marxismo no se limita, en ningún caso, a las formas de lucha posibles y existentes sólo en un momento dado, admitiendo la aparición inevitable de formas de lucha nuevas, desconocidas de los militantes de un período dado, al cambiar la coyuntura social. El marxismo, en este sentido, aprende, si puede decirse así, de la práctica de las masas, lejos de pretender enseñar a las masas formas de lucha inventadas por "sistematizadores" de gabinete. Sabemos -- decía, por ejemplo, Kautsky, al examinar las formas de la revolución social -- que la próxima crisis nos traerá nuevas formas de lucha que no podemos prever ahora.
En segundo lugar, el marxismo exige que la cuestión de las formas de lucha sea enfocada históricamente. Plantear esta cuestión fuera de la situación histórica concreta significa no comprender el abecé del materialismo dialéctico. En los diversos momentos de la evolución económica, según las diferentes condiciones políticas, cultural-nacionales, costumbrales, etc., aparecen en primer plano distintas formas de lucha, y se convierten en las formas de lucha principales; y, en relación con esto, se modifican a su vez las formas de lucha secundarias, accesorias. Querer responder sí o no a propósito de un determinado procedimiento de lucha, sin examinar en detalle la situación concreta de un movimiento dado, la fase dada de su desenvolvimiento, significa abandonar completarnente la posición del marxismo.
Estos son los dos principios teóricos fundamentales que deben guiarnos. La historia del marxismo en Europa Occidental nos suministra innumerables ejemplos que confirman lo dicho. La socialdemocracia europea considera, en el momento actual, el parlamentarismo y el movimiento sindical como las principales formas de lucha; en el pasado reconocía la insurrección y está plenamente dispuesta a reconocerla en el porvenir si la situación cambia, pese a la opinión de los liberales burgueses, como los kadetes y los bezzaglavtsi rusos. La socialdemocracia negaba la huelga general en la década del 70 como panacea social, como medio para derribar de golpe a la burguesía por la vía no política, pero admite plenamente la huelga política de masa (sobre todo, después de la experiencia rusa de 1905) como uno de los procedimientos de lucha, indispensable en ciertas condiciones. La socialdemocracia, que admitía la lucha de barricadas en la década del 40 del siglo XIX, y la rechazaba, basándose en datos concretos, a fines del siglo XIX, se ha declarado plenamente dispuesta a revisar esta última opinión y a reconocer la conveniencia de la lucha de barricadas después de la experiencia de Moscú, que ha iniciado según las palabras de Kautsky, una nueva táctica de las barricadas3.

 

El Che Guevara, por su parte, sostenía, refiriéndose al guerrillero: 

 

…es el combatiente de la libertad por excelencia; es el elegido del pueblo, la vanguardia combatiente del mismo en su lucha por la liberación. Porque la guerra de guerrillas no es como se piensa, una guerra minúscula, una guerra de un grupo minoritario contra un ejército poderoso, no; la guerra de guerrillas es la guerra del pueblo entero contra la opresión dominante. El guerrillero es su vanguardia armada; el ejército lo constituyen todos los habitantes de una región o de un país. Esa es la razón de su fuerza, de su triunfo, a la larga o a la corta, sobre cualquier poder que trate de oprimirlo; es decir, la base y el substratum de la guerrilla está en el pueblo.

 

Y luego, hablando ya de las tácticas guerrilleras:


No se puede concebir que pequeños grupos armados, por más movilidad y conocimiento del terreno que tengan, puedan sobrevivir a la persecución organizada de un ejército bien pertrechado sin ese auxiliar poderoso. La prueba está en que todos los bandidos, todas las gavillas de bandoleros, acaban por ser derrotados por el poder central, y recuérdese que muchas veces estos bandoleros representan, para los habitantes de la región, algo más que eso, representan también aunque sea la caricatura de una lucha por la libertad.
El ejército guerrillero, ejército popular por excelencia, debe tener en cuanto a su composición individual las mejores virtudes del mejor soldado del mundo. Debe basarse en una disciplina estricta. El hecho de que las formalidades de la vida militar no se adapten a la guerrillera, que no haya taconeo ni saludo rígido, ni explicación sumisa ante el superior, no demuestran de manera alguna que no haya disciplina. La disciplina guerrillera es interior, nace del convencimiento profundo del individuo, de esa necesidad de obedecer al superior, no solamente para mantener la efectividad del organismo armado que está integrado, sino también para defender la propia vida. Cualquier pequeño descuido en un soldado de un ejército regular es controlado por el compañero más cercano. En la guerra de guerrillas, donde cada soldado es unidad y es un grupo, un error es fatal. Nadie puede descuidarse. Nadie puede cometer el más mínimo desliz, pues su vida y la de los compañeros le va en ello.
Esta disciplina informal, muchas veces no se ve. Para la gente poco informada, parece mucho más disciplinado el soldado regular con todo su andamiaje de reconocimientos de las jerarquías que el respeto simple y emocionado con que cualquier guerrillero sigue las instrucciones de su jefe. Sin embargo, el ejército de liberación fue un ejército puro donde ni las más comunes tentaciones del hombre tuvieron cabida; y no había aparato represivo, no había servicio de inteligencia que controlara al individuo frente a la tentación. Era su autocontrol el que actuaba. Era su rígida conciencia del deber y de la disciplina.
El guerrillero es, además de un soldado disciplinado, un soldado muy ágil, física y mentalmente. No puede concebirse una guerra de guerrillas estática. Todo es nocturnidad. Amparados en el conocimiento del terreno, los guerrilleros caminan de noche, se sitúan en la posición, atacan al enemigo y se retiran. No quiere decir esto que la retirada sea muy lejana al teatro de operaciones; simplemente tiene que ser muy rápida del teatro de operaciones.
El enemigo concentrará inmediatamente sobre el punto atacado todas sus unidades represivas. Irá la aviación a bombardear, irán las unidades tácticas a cercarlos, irán los soldados decididos a tornar una posición ilusoria.
El guerrillero necesita sólo presentar un frente al enemigo. Con retirarse algo, esperarlo, dar un nuevo combate, volver a retirarse, ha cumplido su misión específica. Así el ejército puede estar desangrándose durante horas o durante días. El guerrero popular, desde sus lugares de acecho, atacará en momento oportuno4.

Mao Tsé Tung, por su parte, aseguraba en sus Problemas estratégicos de la guerra de guerrillas contra el Japon5:

Cuando el enemigo realiza un ataque convergente desde varias direcciones, para una unidad guerrillera es difícil mantener la iniciativa  y fácil perderla. En tal caso, si hace una apreciación incorrecta de la situación y adopta disposiciones erróneas, caerá fácilmente en una posición pasiva y, por lo tanto, no podrá desbaratar el ataque convergente del enemigo. Esto puede ocurrir también cuando el enemigo se encuentra a la defensiva y nosotros a la ofensiva. Por consiguiente, la iniciativa es producto de una correcta apreciación de la situación (tanto la del enemigo como la nuestra) y de acertadas disposiciones militares y políticas. Una apreciación pesimista, disconforme con las condiciones objetivas, y las consiguientes decisiones de carácter pasivo, nos privarán sin duda de la iniciativa y nos lanzarán a la pasividad. Del mismo modo, una apreciación demasiado optimista, disconforme con las condiciones objetivas, y las consiguientes decisiones arriesgadas (injustificadamente arriesgadas), nos privarán de la iniciativa y al Final nos conducirán al mismo camino que la apreciación pesimista. La iniciativa no es atributo innato de un genio, sino algo que un jefe inteligente alcanza mediante un estudio exento de prejuicios y una apreciación correcta de las condiciones objetivas y gracias a acertadas disposiciones militares y políticas. De ello se desprende que la iniciativa no es algo ya hecho, sino que requiere un esfuerzo consciente.
Cuando, a consecuencia de una apreciación y disposiciones erróneas o de una presión irresistible del enemigo, una guerrilla se ve reducida a una posición pasiva, su tarea consiste en esforzarse por salir de ella. La forma de conseguirlo depende de las circunstancias. En muchos casos es necesario "marcharse". Saber marcharse es uno de los rasgos característicos de la guerrilla. Marcharse es el medio principal, pero no el único, de escapar a la pasividad y reconquistar la iniciativa. El momento en que el enemigo ejerce la máxima presión y en que nosotros afrontamos las mayores dificultades, es con frecuencia el mismo momento en que las cosas comienzan a volverse contra el enemigo y a favor nuestro. A menudo, una situación favorable reaparece y la iniciativa se recupera como resultado de los esfuerzos para "sostenerse un poco más.

Para los autores de Guerra de Guerrillas, la definición de esta última palabra está rodeada de de gran confusión y tal vez se la pueda definir como "una guerra irregular llevada a cabo por grupos independientes"6..
Antes de la Segunda Guerra Mundial, la misma raramente tenía matices revolucionarios; se la consideraba en términos de guerras irregulares, con fuerzas operando contra un ejército enemigo, por lo general de ocupación, castigando preferentemente sus líneas de abastecimiento y comunicaciones, en apoyo de operaciones militares convencionales7 Como en Irlanda y Colombia, como en el Perú de Sendero Luminoso y el MRTA, el caso argentino se circunscribe en el marco de un conflicto de dimensiones, nuevo si se quiere, desconocido hasta entonces, pero perfectamente equiparable a una guerra de proporciones, tal como veremos a continuación.

Notas
1 http://www.nodo50.org/pchiapas/chiapas/documentos/gbi1.htm
2 Ídem.
3 V.I. Lenin, La guerra de guerrillas, Proletari, Nº 5, 30 de septiembre de 1906
4 Ernesto “Che” Guevara, “¿Qué es un guerrillero?”, 1959, Escritos y discursos, Tomo I. Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 1972. 
5 Mao Tsé Tung, Obras Escogidas, Ediciones en Lenguas Extranjeras Pekin 1976, primera edición 1968, (3a impresión 1976), Tomo II, págs. 75-112.
6 John Pimlott, Ian Beckett, David Johnson, Nigel De Lee, Peter Reed y Francis Toase, op. cit, p. 4.
7 Ídem.

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