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Significado de la palabra:
OTROSÍ. (Del
lat. alterum, otro, y sic, así.) adv. c. Demás de esto, además. Ú. por
lo común en lenguaje forense. Il m. Der. Cada una de las peticiones
que se ponen después de la principal.
Boletín 40 - noviembre 2002 -
"Aniversario paradigmatico", "¿Qué es eso de consensuar la violencia?" y "La confesion"
"OTROSÍ" Nro. 40 – noviembre del 2002
Contenido:
1 - “CUANDO LLA GUERRA ES JUSTA EL QUE NO MATA PECA"
2 - ¿QUÉ ESPERAR?
3 - LA EXPERIENCIA COLOMBIANA
4 - LAS MADRES QUE NO FUERON ABUELAS
“CUANDO LA GUERRA ES JUSTA EL QUE NO MATA PECA
Cuando San Agustín sienta con tono axiomático esta premisa,
esta dando por presupuesto la necesidad de que la guerra en la que es
licito matar, sea justa. Esto es fundamental. La violencia -una
experiencia varias veces milenaria nos lo recuerda y actualiza a cada
momento- es una especie de constante de la vida humana y, sin pretender
incursionar en un terreno ajeno como seria el antropológico, podríamos
decir que lo es también de la naturaleza humana.- Sin
embargo, como toda actividad referida al hombre o que tenga como
referente al hombre, se encuentra sujeta a determinadas normas,
es decir condicionada y regulada a un estatuto mas o menos explícito,
tanto jurídico como ético y tanto en un sentido positivo como negativo.
En el caso de esta norma -tan severa y hasta dura pero tan valiente-
dictada por el santo obispo africano esta condenando de un modo expreso y
contundente la pasividad del actor u operador interviniente en la
guerra justa. No admite la inactividad, la indiferencia ni la dejadez
en la lucha; mucho menos la cobardía, la complacencia ni la complicidad
con el enemigo, sea por comodidad o frivolidad, sea por un exceso de "comprensión".
Cuando la guerra ha estallado, cuando la batalla comenzó
el que eligió el buen bando en el buen combate en adelante no podra ser
neutral lo que seria como alejarse de la lucha. Y esto es pecado según
la enseñanza del padre de la Iglesia Occidental.-
La
razón esta en que el bien en cualquiera de sus manifestaciones y
terrenos obliga a todos los que le pertenecen y que, por eso mismo,
deben servirlo.
Y los obliga de un modo activo, con una exigencia apremiante y practica
no siendo suficiente la mera adhesión de palabra, la buena voluntad ni
el apoyo retórico. Por el contrario, si es preciso matar por una causa
justa no solo se puede sino que se debe hacerlo. Tanto mas si el
manejo de las armas, la administración de la violencia y la defensa de
los valores agredidos (por ejemplo, el orden político vigente que
asegura una cierta paz) están a cargo y corresponden a un estamento que
ha hecho de ello su vocación y profesión. En la adecuada satisfacción de tales exigencias consiste el cumplimiento en el caso de los deberes de estado.-
¿Y que es una guerra justa? El mismo santo doctor nos lo dice: "Las
guerras justas suelen definirse las que vengan injurias, como la nación
o la ciudad que ha de ser atacada no ha querido reparar el mal que
perversamente le hicieron los suyos o restituir lo que injustamente
robaron". Otro eminente doctor de la Iglesia, que pasa por ser uno de
los refundadores del iusnaturalismo después de la Edad Media, Francisco
de Vitoria, dice comentando el anterior texto: "La única y justa causa
de la guerra es la injuria recibida.... además la guerra ofensiva se
hace para vengar ofensa y escarmentar al enemigo..." Para aplicar al
caso de la guerra antisubversiva argentina no podría encontrarse otra
lección mas elocuente ni con mas autoridad ni prosapia ni mas adecuada.-
Porque el terrorismo propiciado y aplicado por Montoneros y el ERP y otras cafilas menores (menores
en dimensión pero no en perversidad) constituye esa agresión injuriosa
de que habla la escolástica de todos los tiempos desde el comienzo hasta
nuestros días. Rechazarlo, combatirlo, exterminarlo hasta librar a
la nación del ofensor fue la misión que llevaron a cabo las Fuerzas
Armadas argentinas a lo largo de dos cruentas e interminables décadas que, inesperadamente, parecen revivir ahora.-
Las ciudades argentinas, la Capital Federal incluida, están siendo invadidas con
una regularidad y constancia que permite pensar en una verdadera
táctica, por miles de autotitulados piqueteros; los mismos que cortan
las rutas mas transitadas y ocupan los espacios públicos y privados mas
notorios como la Casa de Tucumán. Lo hacen a vista y paciencia de
todos, de los ciudadanos en primer lugar que sufren esos excesos y las
autoridades que los toleran en abierto incumplimiento de sus deberes.
Fueron ellos los que, cometiendo claro delito de sedición, impidieron
en su momento funcionar al poder legislativo cuyos integrantes no
pudieron ingresar en mas de una ocasión al edificio del Congreso por
encontrarse bloqueadas las adyacencias por los camiones de Hugo Moyano o
por los atronadores saltimbanquis que los empujaban e insultaban a su
paso. Tan grave como esta sucesión de infracciones (con daños diversos,
alteración del orden y violación del derecho de circular de la mayoría
de los ciudadanos, llegándose a producir la muerte de algunos de ellos;
un puente sobre el Riachuelo fue clausurado porque amenaza ruina por
culpa de este accionar) es la actitud complaciente de los gobiernos
nacional y provinciales que permiten estos atropellos que cada vez mas
amenazan con salirse de madre sin que nadie -y menos que nadie los
responsables directos o indirectos de la paz y de la seguridad sociales-
se muestre dispuesto a hacer algo. La impresión que se tiene -y que se
renueva con cada uno de estos episodios que bordean o ingresan en lo
delictivo- es que el estado -nacional o provincial- esta dispuesto a
dejar el país en manos de estas patotas que actúan como los soviets del
17, reproducen los métodos de los prototerroristas y terroristas de los
70 y se comportan como los barras bravas de los 90.-
Porque
a nadie se le puede escapar que se esta ante la etapa previa de una
nueva rebelión subversiva o, por lo menos, de un ensayo general en la
que se esta procediendo a ajustar todos los detalles y, en especial, a
constatar la capacidad y la vocación de reacción de los llamados a
reprimir nuevamente. Golpean aquí y allá en busca del punto flojo, de la
respuesta débil, del medio guiño cómplice, del consentimiento tácito.-
Van por afuera del sistema institucional no solo desafiándolo sino procurando su destrucción lo que de hecho consiguen.
Practican con sus consignas violentas y bastas y sus procedimientos
prepotentes una suerte de democracia directa o, por lo menos, asi lo
creen ellos. Es cierto que los resortes de esa institucionalidad no
funcionan o apenas lo hacen, que el todo se mueve con la velocidad de un
paquidermo y que sus mecanismos han caído en la inacción mas completa,
por no decir en una parálisis terminal. Pero la ineficiencia de la
maquinaria estatal -en sus tres manifestaciones- no justifica ni
legaliza la adopción de semejante metodología reiterada hasta la
exasperación que, se sabe desde el primer momento, no conduce a nada. Y
se puede sospechar con fundamento que este es el resultado que se desea,
es decir ninguno; se trata de mantener una situación de exaltación
constante, de nerviosismo permanente, de desafío siempre abierto, de
conflicto irresuelto. Se piden cosas que no se van a conseguir, se
reclaman logros que no se producirán, se exigen soluciones que no
llegaran. O que serán parciales y precarias como la creación de cientos
de miles de puestos e trabajo (lo que requeriría reformas de base,
verdaderamente estructurales) o la entrega de miles de bolsas de
alimentos (lo que supondría un acto de generosidad de los comerciantes
que pocos de ellos están dispuestos a realizar) o el otorgamiento de
nuevos "planes trabajar" lo que exigiría un mayor dispendio del dinero
publico que, en rigor, es mas de la sociedad que del estado. Lo que esta
significando que estas repetidas invasiones de los piqueteros
perjudican y agravian mas a la gente del común que a los gobernantes
mismos que, por ahora, pueden limitarse a contemplar con calculada
paciencia estos accesos de ira que en forma espasmódica se lanzan sobre
las ciudades y las rutas. Ira explicable y justificada pero no solo para
los furibundos manifestantes que ocupan calles, interrumpen el transito
y, de paso, destruyen vidrieras y vehículos: buena parte de la sociedad
la esta pasando mal y muy mal pero a pocos -solo a estos profesionales
de la protesta- se les ocurre lanzarse como vándalos sobre sus
semejantes y sus bienes.-
Es
que, como les consta a los servicios y a los comunicadores, la ira que
se desata con una nada casual regularidad no es espontanea (aunque, repetimos, sea explicable) sino que, por el contrario, esta prolijamente planificada. No hay nada de improvisado ni de propiamente genuino en reacciones de este tipo donde
muchos de los participantes reciben un estipendio en el mejor de los
casos y, en ocasiones, o mas directamente, una abierta presión. Hay
motivo para sospechar de un movimiento que se agrupa en torno a jefes y
banderas que eligen y proponen siempre solo la violencia, la grosería y
la agresión para manifestarse y hacerse presente. No se puede hablar
solamente de un afán de publicidad, de un gusto por hacerse notar sino
que hay detrás un propósito evidente por transmitir una impresión de
fuerza que va mucho mas allá de una serie de requerimientos concretos
entremezclados con otros de cambios sustanciales en la seguridad que no
van a ser satisfechos.
Querer
transformar o eliminar un ordenamiento sociopolítico que se reputa malo
(porque se lo juzga por sus abusos y vicios antes que por sus
principios y potencialidades) con mortificaciones al prójimo seria muy
tonto si no fuera cruel.
Mientras
tanto la dirigencia partidaria -que en parte es cómplice, como Juan
Cafiero y en parte es inepta- vuelve a cometer los errores de la década
del 70: ver en estos alborotadores sin programas unos luchadores que no
deben ser reprimidos y
creer que se trata de los nuevos idealistas que, a diferencia de los de
sus antecesores, no usan (todavía) armas de fuego sino palos. No advierten, se niegan advertirlo, que se esta ante muchachos que practican en formas publica una gimnasia prerevolucionaria
para la cual se están adiestrando individual y socialmente, física y
psíquicamente, desafiando a una sociedad cuya representación pretenden
ejercer ante la ausencia de mandatarios autenticos. Se esta ante una crisis tanto de autoridad como de representatividad.-
Por denuncia de los campesinos
que vieron los movimientos de los hombres de la FARC colombiana
pudieron ser rescatados sanos y salvos Mons. Jorge Gimenez Carvajal,
presidente del CELAM y el P. Desiderio Orjuela que fueron secuestrados
por la banda. El episodio es tan ilustrativo como alentador.
Significa
que la mayoria de los supuestos beneficiarios del terrorismo de 40 años
que se practica en Colombia, no se enteraron de las buenas intenciones
de sus defensores
y prefieren proteger a sus explotadores como serian los dos sacerdotes.
Es indudable que de esta manera (además de demostrar su fe religiosa)
responden a la convocatoria del presidente Alvaro Uribe que insto a sus
compatriotas a tomar parte activa en la guerra revolucionaria desatada
en su país.
Otro sector de la sociedad agredida -los ganaderos- han dispuesto proceder de la misma forma, incluyendo ayuda financiera.
Así, como decíamos en la entrega anterior, se empiezan a invertir los
términos tácticos en que el terrorismo impone el conflicto por el mismo
desatado: la sociedad agredida toma conciencia de la nueva realidad
planteada por la violencia, se defiende y toma la iniciativa contra sus
agresores. Es, quizá, el único modo de vencer (aniquilar, según el
exacto verbo utilizado para movilizar hace un cuarto de siglo a nuestras
fuerzas armadas) a ese enemigo, moderno y salvaje, que es la subversión
revolucionaria.-
Preocupada por su caída de protagonismo la señora de Carlotto -presidente bizarra de las Abuelas de Plaza de Mayo- decidió hacerse tirotear el frente de su domicilio, por supuesto que sin mayores perjuicios.
Le sirvió para recuperar por algún momento su dudoso papel de víctima,
recibiendo adhesiones tan falsas como el atentado y hasta alguna módica
marcha de apoyo, con reconocibles indicios de disciplinada preparación.-
Según
información que recorre el espacio de Internet pareciera que la señora
de Carlotto nunca fue abuela de desaparecido sino madre de una
guerrillera caída
en cumplimiento de su deber. Lo que fuere, la señora y su perversa
organización dedicadas a revolver el pasado de algunas criaturas
elegidas por instinto o por azar y a arruinarles su presente y futuro,
prosigue su obra en los tribunales donde, a pesar de contar con jueces y
camaristas adeptos, no pueden impedir que progresiva aunque muy
lentamente (sospechosa lentitud) una a una vayan cayendo las causas
iniciadas por secuestro de recién nacidos.
Sin
amedrentarse por el hecho que la denuncia por tal delito ya había sido
desestimada por la propia Cámara que juzgara a los comandantes (causa 13/83), la replantearon con ahincado fervor,
multiplicando los casos hasta llegar a 600 en un primer momento.
Lamentablemente para ellas y tras las intervenciones de diversos
tribunales, semejante volumen se fue reduciendo hasta llegar a 22, luego
a 12 y en la actualidad a solo dos casos sin resolver. Nada de esto obsta para que ninguno de los operadores en la maniobra -abuelas y jueces- se den por vencido
sino que se las ingenian para mantener los juicios abiertos, la infamia
pendiente y la opinión publica mas o menos interesada pese al alimento
que les proveen los medios.-
Hay que decir antes que nada que en ningún caso se probo la existencia de un plan coordinado de secuestros de bebes
de mujeres muertas o detenidas, inconveniente que desvela a magistrados
como Bonadio y Cavallo porque no pueden redondear la ansiada figura de
la asociación ilícita. Además se olvidan, entre otras, dos
circunstancias muy importantes:
1) que muchas mujeres embarazadas murieron en enfrentamientos armados o sea que ellas mismas mataron a sus hijos;
2)
en otras ocasiones los mismos correligionarios tomaron a los hijos de
sus compañeras de armas y de lecho para ponerlos a resguardo.
Toda esta inacabable movida
en la que intervienen jueces, comunicadores y funcionarios o ex
funcionarios (como la que fuera secretaria de DDHH, doctora Pierini) responde
a una sola y fundamental intención, a una sola y fundamental
estrategia, mantener abierta la guerra revolucionaria aunque sea por el
método del rencor y de la ficción.-
FOTOCOPIE Y DISTRIBUYA
Dr. Víctor Eduardo Ordóñez
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