miércoles, 26 de junio de 2019

LAS FAR OCUPAN GARIN

Sucursal Garin del Banco Provincia a poco del ataque

(Imagen: gentileza Alberto Blanco, "El Garinense")



Cuando el 17 de julio de 1970 la policía anunció que había hallado el cuerpo de Aramburu enterrado en una fosa, la sociedad argentina quedó consternada.
Esa madrugada, a las 01:30, varios vehículos policiales se desplazaban por la Ruta Provincial Nº 70, seguidos por la ambulancia de la morgue de Pehuajó, matrícula Nº 96. Atravesaron Timote bajo una lluvia constante y se detuvieron en “La Celma”, donde su casero, el vasco Blas Acébal les abrió solícitamente la tranquera.
Los automotores ingresaron uno tras otro, quedando en la entrada dos de los uniformados para advertir y evitar la aproximación de extraños.
El subcomisario Rogelio Rouán encabezaba el operativo, secundado por varios de sus agentes, además del encargado del destacamento local. Los representantes del orden descendieron de los patrulleros y se encaminaron hacia el casco de la estancia, guiados por la linterna del cuidador. Rouán llevaba la orden de registro en el bolsillo interior de su saco y la que había emitido el jefe de Policía de la Provincia de Buenos Aires, general (RE) Eduardo Aníbal Nava, autorizando el allanamiento y la búsqueda del cuerpo.
La información extraída a los subversivos detenidos en Córdoba y un dato enviado por la policía santafecina sobre ciertas actividades ganaderas que Ramus y Firmenich venían realizando desde hacía tiempo, llevaron las pesquisas hasta Timote, más precisamente “La Celma”, donde se presumía, se había cometido el asesinato.


Siempre guiados por Acébal, los agentes entraron en la edificación y tras una exhaustiva inspección ocular, descubrieron bajo la cama de una de sus seis habitaciones, una puerta que daba a un sótano.

Siguiendo indicaciones de Rouán, uno de los agentes la abrió e inmediatamente después, descendieron hasta el sótano, pisando los peldaños con sumo cuidado, pues la escalera se movía amenazadoramente. Una vez en el fondo, notaron que a un costado del recinto el piso había sido removido.

Iluminándose con las linternas y un farol que les había facilitado Acébal, los representantes del orden comenzaron a cavar y al cabo de una hora dieron con lo que parecía ser el cuerpo. Lo hallaron envuelto en una manta, cubierto de cal, con las manos atadas a la espalda, con sendos pañuelos tapándole los ojos y la boca y cuatro impactos de bala en el cuerpo, tres en la cabeza y uno en el pecho. El olor que despedía era nauseabundo y eso obligó a algunos de los agentes a cubrirse la nariz con sus pañuelos.
Los policías siguieron cavando hasta desenterrar completamente el cadáver; lo retiraron de la fosa y lo depositaron cuidadosamente en el piso mientras el subcomisario Rouán le ordenaba a su asistente dar parte a Coordinación Federal. Una inspección más exhaustiva permitió determinar que aún tenía su corbata obscura con traba, camisa clara, pantalón, medias, zapatos negros con cordones y el anillo de casado en el dedo anular derecho con las iniciales S.H – E.A., 1932. Eral el general Aramburu.

A pocos metros, apoyado contra una parede, los agentes descubrieron un cajón en cuyo interior, encontraron embalados cinco fusiles Máuser, un Winchester, tres rifles de fabricación nacional y dos pistolas, fruto del asalto al Tiro Federal de Córdoba que el grupo de secuestradores había llevado a cabo en febrero de 1969.

A las 08:00 a.m., ya de día, se presentaron en el lugar cuatro efectivos de la División Cuatrerismo de Pehuajó, quienes luego de identificarse, informaron que venían a hacerse cargo del operativo. Rouán comprendió que Coordinación Federal ya había cursado la información a todas sus dependencias y que los recién llegados buscaban protagonismo, por lo que se opuso rotundamente, generándose un breve intercambio de opiniones que finalizó cuando aquellos se retiraron.

Pasada una hora, llegó el jefe de la Policía Federal Argentina, general Jorge Esteban Cáceres Monié (hermano del ministro de Defensa, el abogado José Rafael Cáceres Monié), acompañado por el jefe de la Policía de la Provincia de Buenos Aires, el mencionado general Eduardo A. Navas y una comitiva de no más de tres personas. Después de imponerse de lo actuado, felicitó a Rouán y su gente e impartió algunas directivas antes de proceder a llevarse el cuerpo.

Los altos funcionarios escucharon con atención las explicaciones del forense según las cuales, de acuerdo con la trayectoria de la bala, Aramburu había sido ultimado dentro de la fosa y preguntaron si se podía determinar el día y la hora exacta de su ejecución.

A las 21.30 de aquella lúgubre jornada, el cuerpo de Aramburu fue trasladado a Buenos Aires, más precisamente al Regimiento de Granaderos a Caballo, contiguo al I Cuerpo de Ejército, en el barrio de Palermo, donde ingresó a las 02:00 a.m. del día siguiente a efectos de realizarle los peritajes correspondientes para confirmar su identidad. Al cabo de media hora, se hizo presente el juez de Instrucción, Dr. Raúl Jacinto de los Santos, acompañado por varios oficiales, personas de civil allegadas al muerto y un equipo de médicos forenses, entre quienes se encontraba el Dr. Walter Saborido.

Recién a las 05:20 se tuvo la plena certeza de que el cadáver en cuestión pertenecía al general Aramburu. Diez minutos después, Cáceres Monié se comunicó con el ministro del Interior, general Eduardo Mac Laughlin, a quien le pasó la infausta noticia y éste a su vez hizo lo propio con el presidente de la Nación, Roberto Marcelo Levingston, quien recibió la novedad con profundo pesar.

Ni bien cortó, Mac Laughlin (que había pasado la noche en su despacho) telefoneó al padre Iñaki de Azpiazu y le pidió que concurriera lo antes posible a su oficina.

Pasadas las 06:00 a.m., el cuerpo fue trasladado al cercano Hospital Militar “Cirujano Mayor Cosme Argerich”, sobre la Av. General Campos y una vez en la morgue, se le practicó la autopsia. Recién a las 11:30, se hizo presente su hijo, el Dr. Eugenio Aramburu, quien luego de efectuar el correspondiente reconocimiento, se retiró a su domicilio, acompañado por dos personas.

Los restos de Aramburu fueron velados en su domicilio de la calle Montevideo y conducidos al cementerio de La Recoleta, previa misa de cuerpo presente en la Iglesia de las Esclavas, a escasas dos cuadras del lugar. Dado que se trataba de un ex presidente de la Nación, el general Levingston les ofreció a sus deudos el Salón Blanco de la Casa de Gobierno pero la señora Sara Herrera declinó el mismo porque deseaba cumplir la promesa que se habían hecho con su marido, en cuanto a proceder de aquella manera en caso de fallecimiento.

Una impresionante multitud se reunió ese día para acompañar el cortejo hasta el templo. El cajón, con los restos mortales del ex presidente, fue arrastrado por un vehículo militar, precedido por un destacamento de jinetes del Regimiento de Granaderos a Caballo. Las más altas autoridades nacionales, eclesiásticas, civiles y militares, llevaron a pulso el féretro, encabezadas por el presidente de la Nación, general Roberto M. Levingston y el comandante en jefe del Ejército, general Alejandro Agustín Lanusse, ambos, junto a sus respectivas esposas.
El Dr. Eugenio Aramburu y el general Alejandro Agustín Lanusse
durante la misa de cuerpo presente en la iglesia de Las Esclavas

El cardenal primado de la Argentina, monseñor Antonio Caggiano, ofició la misa, asistido por quien sería su sucesor cinco años después, el arzobispo auxiliar coadjutor, Juan Carlos Aramburu1, uno de los asistentes a la Conferencia General del Episcopado Latinoamericano celebrada en Medellín entre el 24 de agosto y 6 de septiembre de 1968.

Un detalle curioso se suscitó cuando Eugenio Aramburu fue hasta su domicilio, en compañía del general Lanusse, para buscar el sable corvo y la gorra de su padre que debía colocar sobre el cajón. Para su desconcierto, sólo halló al primero, por lo que en lugar de la misma, el propio comandante en jefe del Ejército colocó la suya en su lugar.

Pese a la persistente llovizna, la gente se volcó masivamente a las calles, deseosa de expresar su dolor e indignación y desde los balcones, adornados con banderas argentinas con el crespón negro, llovían flores blancas en cantidad.

El Poder Ejecutivo decretó honras fúnebres civiles y militares, correspondientes a un jefe de Estado en ejercicio y declaró día de luto nacional la jornada de su sepelio.
El almirante Isaac F. Rojas (anteojos
obscuros) durante el sepelio.
Detrás, el Gral. Lanusse

Durante el velatorio y la misa, una verdadera multitud desfiló frente a los restos del militar, incluyendo ciudadanos comunes y durante el entierro, luego del responso de monseñor Aramburu, hicieron uso de la palabra el almirante (R) Isaac Francisco Rojas, quien fuera vicepresidente del occiso, entre 1955 y 1958, el general Bernardino Labayru y el mencionado general Lanusse. Uno de los cuadros más conmovedores fue el de su familia junto al féretro, durante la misa en Las Esclavas y al general Lanusse, apoyando las manos sobre el mismo junto al Dr. Eugenio Aramburu.

Entre quienes desfilaron frente a los restos mortales del alto oficial destacaron los hermanos Álvaro y Julio Alzogaray, el diputado Héctor Sandler y el Dr. Arturo Umberto Illia.

Se produjeron algunos incidentes en los accesos al edificio de Montevideo 1053, durante el velatorio. Personas anónimas lanzaron insultos desde la calle y hubo dos intentos de agresión, el primero contra el general Mario Fonseca, ex jefe de la Policía Federal y el segundo contra el Dr. Arturo Frondizi, cuando diez minutos después de la medianoche intentó ingresar en el templo para ofrecer su pésame a la familia.



-¡Fuera!– gritaron quienes se encontraban en la entrada - ¡¡Qué se vaya, qué se vaya!!



Tuvieron lugar arremolinamientos y forcejeos y eso decidió al ex mandatario a retirarse, custodiado por agentes del orden.



-Estos son los que no entienden que el general Aramburu quería la paz – le manifestó a un grupo de periodistas.



Luego, en el cementerio, cuando el ex diputado Sandler intentó pronunciar unas palabras, el propio general Levingston le pidió que no lo hiciera, temeroso de que los ánimos volvieran a caldearse.

Dieciocho vehículos fúnebres integraron el cortejo que condujo los despojos hasta La Recoleta, llevando un total de doscientas cinco coronas.





Un estudio pormenorizado, permitió determinar a los peritos que una de las notas encontradas en la casa operativa del Barrio Los Naranjos había sido escrita con la misma máquina Olivetti con la que habían sido redactados los comunicados de los secuestradores.

La misma fue hallada en la casa del padre Alberto Fernando Carbone, cura tercermundista, asesor nacional de la Juventud de Estudiantes Católicos y había sido el propio Firmenich quien se le había llevado para que la tuviera escondida. El hecho tuvo lugar dos días después del copamiento de La Calera, cuando el ex alumno del Nacional de Buenos Aires devenido en guerrillero, se apareció por la Casa del Clero para dejarle al sacerdote la máquina y un portafolios al que, según manifestó, pasaría a buscar esa misma noche. Carbone lo invitó a quedarse para hablar sobre el asunto pero el muchacho le dijo que lo esperaban en un coche mal estacionado y se retiró.

El padre Carbone fue detenido, acusado de haber redactado en persona los comunicados de Montoneros y enviado a prisión2.

Desde el púlpito, el padre Carlos Mugica salió en defensa de su “hermano de lucha” y denunciar una persecución.

Ese era el clima cuando el 30 de julio de ese año, una nueva agrupación guerrillera de tendencia guevarista, se apoderó de Garín, localidad de 30.000 habitantes situada a 35 kilómetros al norte de Buenos Aires, en el camino a Escobar, si se tomaba la Ruta Panamericana y el de Pilar si se lo hacía por la vieja Ruta Nacional Nº 8.

Fue la aparición en escena de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), encabezadas por Marcos Osatinsky (nombre de guerra “Lucio”); Roberto Jorge Quieto (“Negro”), Francisco “Paco” Urondo, Carlos Enrique Eduardo Olmedo (“Germán”), Juan Julio Roqué (“Iván”) y Juan Pablo Maestre, quienes planificaron la acción inspirados en el copamiento de Pando, por los Tupamaros, en la vecina Banda Oriental del Uruguay3.

En realidad, las FAR había surgido como un grupo de voluntarios, cuyo objetivo era unirse a la guerrilla del Che Guevara en Bolivia, sin embargo, al producirse su caída, optaron por permanecer expectantes, aguardando el momento de iniciar la lucha armada en el país.
Padre Alberto Carbone

Los acontecimientos acaecidos a partir de mayo del año anterior (Cordobazo, Rosariazo, crimen de Vandor, secuestro y asesinato de Aramburu, copamiento de Progreso y La Calera, asaltos a bancos y destacamentos policiales), llevaron a su cúpula a precipitar las acciones y de esa manera, la organización se lanzó a lucha armada pues, a su entender, había llegado la hora de actuar.

De esa manera, su estado mayor procedió a bosquejar aquel plan destinado a minar el prestigio del gobierno militar y hacerse de fondos y armamento para iniciar acciones.

¿Por qué Garin? Porque se trataba de un punto estratégico en la geografía bonaerense, a escasos 35 kilómetros de la Capital Federal, con dos accesos importantes en la confluencia de las rutas que conducían a Escobar y Pilar y por hallarse próxima a una zona fabril, de características particulares (cerca de allí, en El Talar de Pacheco, se encontraban las plantas de las empresas Ford y Wobron, y en Benavidez, la fábrica de pinturas Alba).

De esa manera, sentado en torno a una mesa, el comando guerrillero trazó el plan de operaciones, que consistía en los siguientes nueve puntos:



1- Ocupación de una casa destinada a alojar a los vehículos capturados.
2- Corte del cable maestro de ENTEL4.
3- Toma de la estación ferroviaria.
4- Ocupación del domicilio del Radioaficionado.
5- copamiento del destacamento Policial
6- Control de los accesos a la localidad.
7- Puesto de observación sobre la Ruta Panamericana.

8- Asalto y robo al Banco de la Provincia de Buenos Aires,

9- Ocupación del Bar ubicado frente al Banco Provincia.



Para ello calcularon un total de treinta y seis efectivos y unos ocho vehículos de los cuales al menos tres deberían destinarse a establecer puestos de vigilancia y proceder al cierre de los principales accesos.

Un estudio “in situ” del terreno, decidió la introducción de una serie de modificaciones en la estrategia inicial, reduciendo los puntos a ocho:



1- Asalto a la Sucursal Garín del Banco de la Provincia de Buenos Aires.
2- Ídem al destacamento Policial de Garín.
3- Ídem al domicilio del Radioaficionado Señor Bruno Emilio Torasso.
4- Ídem a la oficina satélite automática de ENTEL.
5- Ídem a la estación Garín del Ferrocarril Mitre.
6- Ocupación del bar ubicado frente al Banco de la Provincia.
7- Repliegue.

8- Notificación a los diarios adjudicándose el atentado.

El 30 de julio de 1970 amaneció despejado al norte de Buenos Aires, con mucho sol aunque bastante frío. Ese mañana, jueves para ser más precisos, la vida transcurría normalmente en Garín, con la gente acudiendo a sus lugares de trabajo, las mujeres efectuando las compras y los comercios abriendo sus puertas para atender a la clientela.

Pasado el medio día, cuando varios de aquellos negocios procedían a cerrar y los alumnos de las escuelas regresaban a sus domicilios, cinco remises y al menos dos fletes se desplazaban por la Panamericana en dirección norte, entremezclados en medio del tránsito, menos concurrido a esa hora del día.
Puente de acceso a Garín en 1970
(Imagen: Dirección Nacional de Vialidad)

Al pasar la Ruta 197 tomaron a la derecha y continuaron por la autopista que conduce a Escobar, reduciendo la velocidad a la altura del kilómetro 34 para subir la rampa hasta la calle de acceso al pueblo. Después de poner la luz de giro, doblaron a la izquierda y tomando por la actual calle Chilavert5, luego Av. Belgrano, enfilaron hacia el centro de la población.

Una vez sobre el puente, los pasajeros descendieron de los rodados y a punta de pistola, le ordenaron a los choferes hacer lo propio y caminar hasta la caja de uno de los fletes, una camioneta Ford F-350, donde quedaron maniatados y amordazados.

Sin perder tiempo, los subversivos montaron un puesto de guardia, apostando dos o tres hombres en el lugar, tres de ellos luciendo uniformes de policía y luego continuaron en los restantes vehículos hacia los diversos objetivos. Veinticuatro hombres y doce mujeres, al mando de Carlos Olmedo, acababan de poner en marcha la Operación Gabriela, destinada a apoderase de la población y dar a conocer a la agrupación, la misma que el año anterior habían incendiado catorce sucursales de la cadena de supermercados Minimax, en señal de protesta por la visita al país de su principal accionista, Nelson Rockefeller, por entonces gobernador del Estado de Nueva York.

Los grupos actuaron de manera sincronizada. Algunos de ellos, muy bien vestidos, comenzaron a recorrer las calles céntricas simulando vender oleografías, en tanto los vehículos atacantes se dispersaban por la población, tomando diferentes rumbos6.

A las 13:05 p.m., una camioneta de ENTEL se detuvo en las oficinas de la mencionada empresa, situada junto al concurrido bar “Chiflo”, sobre la Av. Henry Ford7, frente a la Estación del Ferrocarril y sus ocupantes, un hombre y una mujer, descendieron de ella para tocar el timbre en la contigua casa del encargado. Cuando la encargada de limpieza abrió la puerta, se identificaran como dependientes de la compañía y una vez dentro de la vivienda, comenzaron a hacerle preguntas, entre ellas su filiación política, así como la de su hijo, cosa que llamó su atención por la poca relación que las mismas tenían con su trabajo.

Poco después llegó un tercer sujeto, argumentando ser también empleado de la empresa y al solicitarle a la encargada las llaves del local, ésta le respondió que por ser mediodía, el mismo estaba cerrado. Así fue como los tres individuos ingresaron al local y luego de encerrar en el baño al único empleado que se encontraba en el lugar, procedieron a cortar el cable maestro, dejando a la población incomunicada8.
Camioneta atravesada en la esquina de Av. Belgrano y José Hernández
(Imagen: gentileza Alberto Blanco, "El Garinense")

En ese mismo momento, otra pareja se anunció en el domicilio del radioaficionado Bruno Emilio Torasso, ubicado en la calle Las Heras, entre Larroca e Italia9, ante quien también se presentaron diciendo ser inspectores de ENTEL.

Los Torasso eran una familia con marcada presencia en la zona de El Talar de Pacheco, Don Torcuato, Garín, Tigre y Campana. Don Emilio era propietario de un taller de perforaciones contiguo a su casa y era, por consiguiente, un vecino conocido y respetado.

Después de explicar que se encontraban allí para tomar los datos de su equipo, los subversivos ingresaron a la vivienda y redujeron a la familia (se encontraban allí los septuagenarios padres de Torasso), se apoderaron del micrófono y tras quitarle una válvula al radiotransmisor, se retiraron, evitando, de esa manera, cualquier contacto con las localidades vecinas.

A las 13:40, las secciones de vigilancia controlaban los dos accesos principales, evitando que nadie entrara o saliera del pueblo. La primera lo hacia en la intersección de Av. Belgrano y Salvo, frente a la Aldea Infantil S.O.S. OPROVI10, cerrando el ingreso desde la Ruta Panamericana y la segunda sobre Av. Márquez11 y la actual Patricias Argentinas, haciendo lo propio por el camino a Pilar. En ese último punto, efectivos luciendo uniformes policiales, al mando de Juan Carlos Maestre, explicaban a los conductores que una gavilla de maleantes acababa de asaltar el Banco y por esa razón, debían permanecer dentro de sus automóviles, dado que la zona se hallaba cercada.

Los supuestos policías, se comunicaban a través de walkies-talkies y retenían la documentación, junto con las llaves de los rodados, a medida que los iban deteniendo.

Uno de los agentes, se dirigió al hogar OPROVI para solicitar un teléfono. Ignorante de lo que estaba sucediendo, la señora Encina, esposa del director, lo condujo hasta la oficina donde se hallaba el aparato y le permitió hablar.

El supuesto policía hizo varios intentos, discando diferentes números y al constatar que, efectivamente, la localidad se hallaba incomunicada, se retiró.

Para entonces, una quinta sección cubría la estación del ferrocarril en previsión de la llegada de algún convoy, en tanto dos de sus integrantes, también hombre y mujer, se presentaban en la oficina del jefe, solicitando un formulario para enviar un telegrama a Capilla del Señor. Llegaron en un Rambler celeste y se retiraron luego de abonar la tarifa correspondiente, justo cuando una formación procedente de Victoria, se detenía en el andén.

Los guerrilleros de guardia se dispusieron a intervenir pero dado el escaso número de pasajeros que descendió de los vagones, optó por mantenerse en espera, sin proceder.

Las diferentes unidades subversivas actuaron de manera simultánea, sincronizando muy bien sus movimientos.

Los relojes señalaban las 13:30 cuando un médico y una enfermera12, se presentaron en la comisaría, el primero enseñando un carnet a nombre del Dr. Krause y cuando el oficial se servicios se disponía a atenderlos, la mujer extraño una ametralladora y le apuntó directamente en tanto su compañero hacía lo propio con una pistola calibre 45, colocándosela a la altura de la frente. Le dijeron que permaneciera quieto, lo obligaron a arrojarse al piso, lo maniataron y después de encapucharlo, abrieron la puerta principal para permitir el ingreso de otros combatientes. Los recién llegados revisaron los expedientes, se incautaban del armamento, las municiones y los uniformes de la repartición13 y antes de retirarse, procedieron a pintar consignas con aerosoles, la más llamativa, aquella que decía “Libres o muertos, jamás esclavos. Fuerzas Armadas Revolucionarias”.

El hecho más grave tuvo lugar en el Banco, cuando a la misma hora en que era copada la comisaría, un vehículo sedán se detuvo frente a la entidad y de él descendieron Marcos Osatinsky y su esposa Sara Solarz (nombre de guerra “Kika”), ella muy atractiva, luciendo una pollera corta, botas y anteojos de sol.

La actitud de ambos despertó las sospechas del cabo primero Esteban Fernando Sulling, que en esos momentos montaba guardia en la puerta y al acercarse a ellos para pedirles los documentos, la mujer extrajo una pistola de su cartera y sin mediar palabra le disparó a quemarropa, hiriéndolo de muerte, a la altura del estómago.

Sulling cayó sangrando sobre la vereda, en el preciso momento, en que apareció otro hombre, acompañado por una segunda mujer, para ayudar a introducirlo en la sede bancaria, amenazar con sus armas a empleados y clientes y encadenar a otros dos efectivos que custodiaban el lugar.



-Esto no es contra ustedes ni contra el personal –dijo Osatinsky- Se trata de un asalto con fines políticos para derrocar al régimen que nos gobierna, por lo tanto, les pedimos que no colaboren con la policía.



Justo en ese momento, otro destacamento subversivo irrumpió en el restaurante “El Farolito”, situado frente a la entidad crediticia y encerró a clientes, mozos y propietarios en la cocina, permaneciendo en el lugar durante todo el atraco, con sus armas en las manos, listas para ser usadas en caso de ser necesario.

Los asaltantes se apoderaron del dinero, pintaron consignas y tomaron prisionero al gerente, exigiéndole las llaves del tesoro. Cuando el mismo les manifestó que por precaución, las mismas se encontraban en la comisaría, partieron con él hacia ella, urgidos por apoderarse del dinero.

En la repartición se encontraban sus compañeros, quienes para ese momento, habían tomado prisioneros a otros dos vecinos que acababan de acudir a la misma para denunciar el robo al Banco14, manteniéndolos encerrados en el despacho del comisario, junto al agente.

El gerente tomó la llave y regresó a la sucursal, siempre acompañado por sus captores pero cuando aquellos se disponían a abrir la caja, recibieron por radio la orden de evacuar el lugar porque estaban llegando refuerzos policiales y se estaba combatiendo en el puente de la Panamericana, justo frente al Hogar OPROVI.
Sara Solarz
de Osatinsky
Efectivamente, patrullas procedentes de Ingeniero Maschwitz y General Pacheco acababan de arribar a Garin y al toparse con el puesto de control guerrillero, se trabaron en combate.

Un vecino que había conseguido eludir el cerco, corrió hasta la Panamericana y pidió ayuda desde el teléfono de un local, poniendo a las fuerzas de seguridad en estado de alerta.

Al recibir varias descargas de metralla, los policías descendieron de los patrulleros (algunos de ellos Estancieras IKA) y comenzaron a disparar, forzando a los subversivos a ponerse a cubierto.

El intercambio de disparos fue tan intenso, que en determinado momento, los primeros policías que llegaron en primer lugar se vieron desbordados y no tuvieron más remedio que arrojar sus armas y levantar las manos. Sin embargo, en el preciso momento en que los subversivos se aprestaban a reducirlos, aparecieron más patrulleros y el tiroteo volvió a arreciar.

Una mujer que pasaba por el lugar recibió un disparo en la cabeza y cayó sin vida sobre la vereda, a escasos metros de la Farmacia “Ciarliero”.

Aprovechando la confusión, los guerrilleros emprendieron la retirada, tomando diferentes direcciones. El Rambler que cubría la estación ferroviaria enfiló hacia Tortuguitas, las camionetas y algunos de los remises hicieron lo propio en dirección a la Capital Federal y según algunas versiones, un tercer vehículo tomó caminos laterales rumbo a Del Viso.

Para entonces, los rehenes en la comisaría y los policías encadenados en el Banco comenzaban a ser liberados por un mecánico que había acudido al lugar provisto de una poderosa tenaza, al tiempo que varias personas, entre ellas una enfermera, un empleado de ENTEL y un vecino, subían al moribundo cabo Sulling a la ambulancia del Centro de Salud de Garin, que se hallaba estacionada en la puerta y partieron raudamente hacia el Hospital de Escobar, para ser atendido de sus heridas15.

Antes de retirase, los guerrilleros arrojaron decenas de volantes, muchos de los cuales, fueron recogidos por los pobladores y otros incautados por las autoridades. Decían los mismos:



Después de algunos años de acción anónima, asumimos hoy en Garín nuestra identidad política y, como Fuerzas Armadas Revolucionarias, proclamamos:

1) Que la lucha armada nos es impuesta como única salida por largos años de violencia oligárquica. Esta violencia, que nuestro pueblo está hastiado de soportar, tiene formas feroces y descaradas. Nadie olvida la sangre que corrió en Plaza de Mayo en junio de 1955, los fusilamientos de Valle y sus compañeros en junio de 1956, los tanques en la calle burlando una vez más la voluntad popular en marzo de 1962, las torturas y los asesinatos de Vallese, Pampillón, Jáuregui, Balde, Maza y tantos otros héroes y mártires del pueblo.

2) Que por lo tanto asumiremos esta forma de lucha hasta lograr la expulsión del poder de la oligarquía servil, de los militares y policías que custodian sus privilegios y del poder extranjero que les manda cumplir el triste papel de vendepatrias opresores de nuestro pueblo.

Porque en la Argentina, los derechos fundamentales no se conceden, se conquistan. Lo que se nos ha quitado por la fuerza, sólo por la fuerza podrá ser reconquistado, defendido y desarrollado.

3) Que marchamos al combate sin vacilaciones, impulsados por la necesidad de coronar con la victoria total el camino que inició nuestro pueblo el 17 de octubre de 1945.

Nos guía en este empeño el limpio ejemplo revolucionario de ese gran argentino y latinoamericano caído en Bolivia y convertido por su lucha en un San Martín del siglo XX: el comandante Che Guevara.

(...) Libre o muertos, jamás esclavos. ¡Hasta la victoria siempre!



                 Fuerzas Armadas Revolucionarias





Para las 14:30 la incursión guerrillera había finalizado, Sulling falleció a poco de ingresar en el hospital y varias dotaciones policiales se hicieron presentes en la localidad intentando cercar a los atacantes.

Una hora después, un inspector municipal de San Isidro reparó en una camioneta Ford estacionada en una calle de Boulogne y al percibir que algo raro sucedía en su interior, se acercó para descorrer la lona que cubría la caja. Grande fue su sorpresa al encontrar a varias personas atadas y amordazadas, por lo que dio parte inmediato a las autoridades, quienes no tardaron en hacerse presentes para asistir a los damnificados.

A ninguno le habían robado nada, ni dinero, ni anillos ni pertenencias, como tampoco a nadie en Garín, ni siquiera al dueño del restaurant “El Farolito”, cuyos caudales en la caja registradora, permanecían intactos. Tampoco a los conductores demorados en los accesos, cuyos documentos y llaves fueron abandonados en la esquina de Av. Belgrano y José Hernández, a escasas dos cuadras de la Panamericana.
Vecinos de Garin dan cuenta del ataque a la sucursal bancaria al periodismo (Imagen: gentileza Alberto Blanco, "El Garinense")

La noticia volvió a conmocionar a la opinión pública que cada vez más preocupada, veía que acciones de violencia política se sucedían con preocupante frecuencia, sin que las autoridades pudiesen prevenirlas. Para las FAR se trató de un golpe exitoso pues no solo lograron el objetivo de apropiarse de fondos, armamento y uniformes sino que había alcanzado el impacto deseado, demostrando un alto grado de profesionalismo y determinación a la hora de entrar en acción. Fue su presentación en la escena nacional, su entrada en operaciones y un nuevo golpe a la quijada del régimen militar.

Enterado del golpe, Levingston canceló todas las audiencias y llamó a su gabinete para analizar, en presencia de altos oficiales de las Fuerzas Armadas, las diferentes disposiciones a ser adoptadas a efectos de encarar aquel nuevo y desconcertante tipo de lucha.

Como sostienen Mauricio Chama y Mora González Canosa en su trabajo de investigación, “’Los de Garín’ Aspectos nacionales y locales de la presentación pública de las FAR (Fuerzas Armadas Revolucionarias)”, “Entre otras cuestiones se decidió implementar el alistamiento permanente y la coordinación de las fuerzas de seguridad dotándolas de medios suficientes para luchar contra la ‘delincuencia ideológica’ y aplicar con todo rigor las normas represivas en vigencia, haciendo uso de las facultades que otorgaba el Estado de Sitio, que incluían la pena de muerte”16.

La situación de conflicto cobraba cuerpo en la Argentina y el gobierno tomaba medidas para neutralizar a las nacientes bandas subversivas que con mayor afluencia, captaban cuadros de diferentes sectores de la ciudadanía, los principales, el estudiantado, la clase media y la alta burguesía, no así del sector proletario, que parecía mantenerse a la distancia, aún cuando algunos de sus dirigentes se inclinaban por la teoría foquista y la extrema alternativa de la lucha armada.

Imágenes


Titular diario "Crónica"



Titular diario "Clarín"



El almirante Rojas formula declaraciones durante
el velatorio del general Aramburu




Padre Carlos Mugica



Titulares de "Clarín"


El Banco después del ataque


La comisaría (Imagen: gentileza Alberto Blanco, "El Garinense")



La estación Garin a poco del copamiento (Imagen: gentileza Alberto Blanco, "El Garinense")


Bruno Emilio Torasso y familiares, junto a su equipo radiofónico (Imagen: gentileza Alberto Blanco, "El Garinense")



La enfermera que brindó los primeros
auxilios al cabo Sulling
(Imagen: gentileza Alberto Blanco, "El Garinense")



La viuda e hija del malogrado cabo Sulling
a poco de los hechos
(Imagen: gentileza Alberto Blanco, "El Garinense")



Marcos Osatinsky
("Lucio")


Francisco "Paco" Urondo


Roberto Jorge Quieto
("Negro")



Juan Julio Roqué
("Iván")


Notas
1 Pese a que se insiste con que el general Aramburu y el cardenal primado no guardaban parentesco entre sí, procedían ambos de Río Cuarto, Córdoba (el segundo nacido en el cercano pueblo de Reducción), provincia en la que otro portador del apellido, Andrés Avelino de Aramburu, ejerció las funciones de gobernador interino entre el 8 y el 16 de noviembre de 1835.
2 Sometido a juicio, al igual que los guerrilleros de La Calera, fue acusado de encubrimiento y condenado a dos años de cárcel.
3 El 8 de octubre de 1969, la organización subversiva Tupamaros (modelo e inspiración de Montoneros, FAR y FAP), ocupó durante veinte minutos la población de Pando, distante a 32 kilómetros al noreste de Montevideo. En la oportunidad, sus cuadros tomaron la comisaría, el contiguo cuartel de bomberos, la central telefónica y las sucursales de La Caja Obrera, el Banco República y el Pan de Azúcar, apoderándose de caudales, armamentos y uniformes, para retirarse hacia la capital, simulando ser un cortejo fúnebre. Ese mismo día, la policía interceptó y capturó a varios de los subversivos y recuperó parte del dinero. Durante el intercambio de disparos que se produjo en los suburbios de Montevideo, cayeron abatidos tres subversivos, un policía y una persona inocente, ajena a los hechos, Carlos Burgueño, un ocasional cliente que bebía un café en el bar de una estación de ómnibus. Como siempre ocurre en estos casos, hoy se le endilga el crimen a una bala policial.
4 Empresa Nacional de Telecomunicaciones.
5 Acceso a Benavidez.
6 Francisco “Paco” Urondo, Roberto Quieto, Marcos Osatinsky, Marcelo Aburnio Verd y Julio Roqué (responsable de la planificación militar de la operación), estuvieron a cargo de los diferentes pelotones.
7 Hoy Boulevard Presidente Perón.
8 Para ello se valieron de un serrucho.
9 Actual Padre Perna.
10 En el mismo sitio hoy funciona el Supermercado COTO.
11 En la actualidad calle Fructuoso Díaz.
12 Alberto Camps y María Angélica Sabelli
13 Según algunas versiones, el médico y la enfermera manifestaron estar allí para asentar en el libro de guardia que venían de revisar a los niños del Hogar OPROVI.
14 Se trataba de Pedro Brunengo y su suegro.
15 Al momento de producirse el asalto, su conductor se encontraba en el banco realizando un trámite. También fue reducido y maniatado.
15 En realidad, ya se hablaba de implementar la pena de muerte desde tiempos de Onganía.



Fuentes

-Revista “Periscopio”, 21 de julio de 1970, extraído de Mágicas Ruinas, “El asesinato de Aramburu”  (http://www.magicasruinas.com.ar/revistero/argentina/asesinato-de-aramburu.htm).

-Alberto Blanco, “A 45 años de la toma de Garin”, El Garinense. Periodismo independiente por la autonomía de Garin”, 1 de agosto de 2015 (http://elgarinense.com.ar/2015/08/01/a-45-anos-de-la-toma-de-garin/).

-“El policía y el tupamaro”, semanario “Mate Amargo”, Montevideo, Año III, Nº 144, 2 al 8 de julio de 1998.

-Juan Bautista Yofre, Nadie fue, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 2011.

-Marcelo Larraquy, Roberto Caballero; Galimberti: De Perón a Susana, De Montoneros a la CIA, Nota 7, Capítulo 6, “El fin de la inocencia”, Editorial Aguilar, Buenos Aires, 2010.

-Sin firma, “Padre Carlos Mugica”, El Forjista (http://www.elforjista.com/padremugica.html).

-Mauricio Chama y Mora González Canossa, “Los de Garín. Aspectos nacionales y locales de la presentación pública de las FAR (Fuerzas Armadas Revolucionarias”, Centro de Estudios de Historia Política (CEHP) Jornadas “Historia Política del Gran Buenos Aires en el Siglo XX”.

- Sin firma, “Anexo 3. Copamiento Armado de la Localidad de Garín (Provincia de Buenos Aires) 30 de Julio de 1970 por F.A.R.”, La Historia Completa, viernes 14 de diciembre de 2007.

(http://lahistoriaargentinacompleta.blogspot.com/2007/12/el-terrorismo-en-la-argentina-anexo-3.html#ixzz4F0TJVN7V).

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