miércoles, 26 de junio de 2019

"OTROSI" Nº41 - diciembre 2002 - ""Cuando la guerra es justa el que no mata peca" , "¿Qué esperar?", , "La experiencia colombiana"

Significado de la palabra:

OTROSÍ. (Del lat. alterum, otro, y sic, así.) adv. c. Demás de esto, además. Ú. por lo común en lenguaje forense. Il m. Der. Cada una de las peticiones que se ponen después de la principal.

Boletín 41 - diciembre 2002 - 

"Cuando la guerra es justa el que no mata peca" , "¿Qué esperar?", "La experiencia colombiana"

"OTROSÍ" Nro. 41 – diciembre del 2002
Contenido:
1 - "ANNIVERSARIO PARADIGMATICO"
2 - ¿QUÉ ES ESO DE CONSENSUAR LA VIOLENCIA?
"ANIVERSARIO PARADIGMATICO"
El 2 de diciembre se cumplió un nuevo y aterrador aniversario de un crimen que tanto por lo atroz y doloroso que fue como por lo significativo que continua siendo justifica la memoria permanente. Fue el doble asesinato del capitán Viola y de su pequeña hija a manos de los subversivos que seguían practicando ese idealismo que tanto conmovía y sigue conmoviendo a nuestros políticos.
El doble homicidio -para que no dejara de tener los peores y mas patológicos rasgos de que es capaz la naturaleza humana- se llevo a cabo ante la mirada de la mujer del oficial y madre de la criatura. Todo para combatir el capital y para alcanzar una democracia autentica. Los ideólogos del terrorismo, como se ve, sabían que métodos apropiados debían utilizar para conseguir sus fines.-


Nadie los recordó. Menos nadie los arduos defensores de los derechos humanos, cuyas agrupaciones parecen multiplicarse a medida que sus hombres y mujeres incurren en fracasos políticos: es como si buscaran refugio en esos organismos para prolongar su vida publica, a esta altura ya sin sentido fuera de volver a la guerra de los 60 y 70 que quisieran revivir. Tapan con estruendos multitudinarios estos propósitos a los que disfrazan de reivindicaciones sociales o jurídicas o morales (como permitir el emparejamiento de los "gays") pero nada tienen que decir de sus antiguos asesinatos a los que tienen por no cometidos. O, en el fondo, justificados.
Porque ¿qué son ni que importan dos vidas en la marcha de un proceso revolucionario llamado a triunfar por imperativo histórico (Marx dixit) y que, por lo tanto, todo lo legitima al tiempo que lo olvida?

¿QUÉ ES ESO DE CONSENSUAR LA VIOLENCIA?
El Colegio de Abogados de la Capital Federal se considero autorizado para tomar intervención en el ya abrumador conflicto que las diversas agrupaciones de "piqueteros" vienen desarrollando con fruición desde hace tanto tiempo, demasiado tiempo.
Pero no lo hizo del modo ni con las preocupaciones que eran de esperar de ellos, hombres de ley y de derecho, defensores decididos de la normativa juridica, labor -otra frustracion para los argentinos- para la que se supone fueron preparados durante varios años de estudios en la universidad.-
Porque la realidad es que dicha corporación de profesionales -formados en y para la justicia en su mas precisa acepción- adoptaron una actitud que, en el mejor de los casos, podría ser calificada de intermedia, neutra o aceptica. Y frívola. Lo que concretamente propusieron los abogados porteños fue intermediar entre estos revoltosos prototerroristas y las fuerzas del orden de manera que, según ellos, las partes enfrentadas en el caso transaran un poco cada una: los activistas no cometerían sus habituales desmanes y la policía no caería en el feo vicio de la represión, que tanto disgusta a la izquierda. Se le estaba sugiriendo a estos, nada menos, que inobservaran sus deberes.-
El episodio es un acto mas de la picaresca zurda argentina que, como se sabe, no es brillante pero si ingeniosa y, sobre todo, inescrupulosa. Como lo esta demostrando esta maniobra de la referida agrupación de togados-que, por otra parte, sigue comandada desde las sombras por el decano de Derecho, Dr. Alterini-.
Lo menos que se puede decir al respecto es que carece de seriedad y de sentido este proyecto de interceder entre delincuentes y fuerzas de seguridad como si se tratara de iguales o de asimilables, ante la posibilidad de encontrar un punto de concordancia. No nos animamos a decir que esta fue la intención de los abogados; quizá no lo haya sido a nivel de conciencia pero, indudablemente, lo fue en el subconsciente.
A estos profesionales del derecho mas alla de su sectarismo y de su ideologización- no se les pudo escapar que estaban prohijando una actividad delictual innegable. ¿Qué es esto de intervenir -como si se tratara de un litigio judicial en el que los contendientes se disputan la razón y la verdad jurídica ajustándose a determinadas y conocidas normas, respetadas por ambos- en la función policial para contenerla mientras se convence o se trata de convencer a los delincuentes de la vereda de enfrente para que no caigan en las varias figuras penales en que incursionan, como suelen hacerlo y que son como el trasfondo de sus invasiones urbanas, por lo demás cada vez mas insoportables y frecuentes?
¿Es que para estos universitarios que fatigan a diario los pasillos de nuestros tribunales, los dos bandos son lo mismo, valen igual, defienden valores similares, cuentan con idénticos derechos y facultades? ¿Es que en verdad no advierten las diferencias? Semejante confusión tajantemente se equipara con la complacencia por el desorden y con la complicidad con los energúmenos que destruyen la propiedad privada, mortifican a los ciudadanos, coartan su facultad a la libre y tranquila circulación y, cuando la ocasión se les presenta (lo que también es frecuente) roban, mas por afición que por necesidad.-
Asimismo -aunque estos profesionales del derecho no lo hayan querido- estan legitimando el accionar de estas bandas organizadas o semiorganizadas por conducciones estratégicamente violentas al mismo tiempo que ilegitiman o ponen en tela de juicio la actuación de la policía, por lo general mal vista o sospechada por jueces parciales, comunicadores tramposos y políticos comprometidos.-
Esta insólita intervención de los abogados de la Capital tampoco contribuye a mejorar su propia imagen, tan deteriorada como la de los propios magistrados. Han roto, por lo pronto, el principio de igualdad ya que estos inesperados servicios no los prestan, que sepamos, al resto de la sociedad que debe pagar de su peculio la defensa de sus derechos y el incumplimiento de sus deberes. Pero, además, a nadie hasta ahora se le ocurrió proteger "preventivamente" a delincuentes potenciales (o en acto) que hasta se dan el lujo y el gusto de anunciar su agenda de tropelías con pasmosa anticipación (y asegurándose la impunidad para lo que arreglaron con el ministro de Justicia Juan José Alvarez) Como se sabe, los "piqueteros" cuentan con una extraña pasividad de un Estado que se siente débil y desautorizado por esa misma debilidad que, al parecer, le es insuperable.-
Es difícil creer, en realidad, en la buena voluntad del Colegio mencionado para proceder como lo hizo; no importa que no haya llevado a la practica semejante propuesta ya que la formulo. Y sin inconvenientes intelectuales ni pudores éticos. Con esto basta para descalificar a estos profesionales que -si se comportaron con un mínimo de conocimiento de su materia- sabrían que incurrieron probablemente en una suerte de encubrimiento de delitos a cometer, facilitando las condiciones para su comisión. Y si actuaron con la desaprensión que nosotros olfateamos, habrían cometido el de apología del delito o el de obstrucción de la acción de la justicia. Pocas conductas tan desdorosas como esta de los abogados de Buenos Aires en que se apadrina a delincuentes -que en oportunidades llegaron al homicidio- en tanto se neutraliza a los encargados de la represión.
Esta intervención del Colegio de Abogados los presenta como los amigos de la violencia -que, para ellos, ha dejado de ser monopolio del Estado- y desarticula a los defensores del orden y de la legalidad. Implícitamente crea un status especial para los "piqueteros" al otorgarles -o pretender hacerlo- un marco de impunidad.
¿Quién los llamo?

Aunque no es agradable resulta conveniente leer literatura para-terrorista en la que, tal vez de un modo involuntario (descreemos de la honestidad intelectual de sus autores), se pueden encontrar datos y recuerdos al fin y al cabo ilustrativos. Ilustrativos de lo que los terroristas de los 60 y 70 fueron y de lo que sus continuadores y legitimadores son.-
Es el caso de "Todo o nada", apología disfrazada bajo la forma de biografía, de ese asesino serial y principista que fue en vida el contador Roberto (Robi) Santucho; que, como se sabe, fue el creador, conductor e inspirador de una tétrica organización homicida y terrorista conocida como Ejercito Revolucionario del Pueblo (ERP) y cuyo brazo politico -también bajo su férrea conducción- era el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT). Cabe asimismo tener presente que el ERP no cedió en horror e irracionalidad a Montoneros, el otro engendro que, como en un delirio colectivo inexplicable (a no ser por el apoyo recibido del exterior en plena Guerra Fría), hundió al pais en un baño de sangre mucho mas intenso, demencial y perverso que el del siglo XIX.-
La autora de esta acrobacia científica -el libro en cuestión que es mas peligroso por lo que oculta que por lo que dice- es una conocida militante de la izquierda "civilizada" posarmada, empleada del grupo Clarín, María Seoane. En sus paginas, la mayoría de ellas prescindibles, incluye unas declaraciones sabrosas del hasta hace poco precandidato radical a la presidencia de la nación, doctor Osvaldo Alvarez Guerrero, autoeliminado de sus pretensiones a la primera magistratura después de un calculo que no necesito de finura para llegar a su conclusión: ningún radical volverá en lo inmediato al gobierno de manera que es inútil postularse. De cualquier manera, su voz es importante porque continuo su carrera publica y partidaria con posterioridad a la acción subversiva lo que quiere decir, según leeremos, que tuvo a la vista y en perspectiva a la guerra revolucionaria, sus consecuencias y motivaciones. Todo lo que contempla con simpatía y a-críticamente.-
Nos confiesa el ex gobernador de Río Negro: "... Los sectores progresistas del radicalismo, expresados por entonces por Raúl Alfonsín, Conrado Storani, Hipólito Solari Irigoyen, los chicos que recién empezaban su experiencia política en Franja Morada de la universidad, el grupo de Renovación y Cambio mas radicalizado discutíamos cual era la estrategia que podíamos tener con la izquierda revolucionaria, mas esquemáticamente con la guerrilla... ¿Qué teníamos que hacer con la guerrilla? ¿Reprimirla, aniquilarla ...? Alfonsín solía decir que los guerrilleros del ERP eran radicales desbandados. Y algo de razón tenia.. Buena parte de los integrantes del ERP, como Santucho, provenía de familias radicales ... De manera que la tradición de la lucha armada no era ajena al radicalismo..." Hasta aquí las palabras del alto dirigente. Aunque su análisis (transmitido en una simple conversación con Seoane) sea un poco pueril y superficial, resulta ilustrativo en cuanto a la proximidad e, incluso, afinidad entre ciertos sectores de la UCR -en ese momento en la oposición- y lo que impropiamente Alvarez Guerrero llama "guerrilleros": la actividad guerrillera era una táctica y un método pero no una definición ni una filosofía ya que la estrategia de fondo y el pensamiento nuclear de los terroristas era la revolución en su acepción mas plena. Es lastima que tan relevante dirigente se confunda en la terminología que usa lo que revela también su confusión intelectual.-
Pero lo que mas interesa acá es que, aun a su pesar y casi sin advertirlo, pone de manifiesto una cierta afinidad o proclividad de segmentos determinantes del viejo partido hacia la izquierda mas honda y mas dispuesta a llevar sus principios y programas a las ultimas consecuencias, por mas trágicas y devastadoras que ellas fueren.
No podían -ni siquiera los entonces jóvenes correligionarios y que luego habrían de ocupar cargos de alto nivel en los dos gobiernos de que dispusieron a partir de 1983- llamarse a engaño respecto a la actividad terrorista que ya había logrado sus mas altos niveles de salvajismo, de perversión y de ensañamiento, sus pretensiones y objetivos. Si dudaban y se preguntaban que hacer con este fenómeno -que según se desprende de su relato pareciera haberlos sorprendido- era porque no lo veían tan nefasto ni tan condenable, pese a sus procedimientos criminales y a sus feroces declaraciones que prometían y presagiaban lo peor.
O sea que aceptaban en los terroristas una cierta legitimidad, uno o varios valores a rescatar y que, no obstante su violencia sistemática (tal vez, por eso mismo) se podía dialogar con ellos, en definitiva que se los podía y debía tener en cuenta a la hora de compartir el poder; que eran sus aliados potenciales y naturales, que no había nada de fondo que los alejara ni que les produjera rechazo ni reclamara sanción para tanto mal disparado indiscriminadamente.-
El hecho es que los terroristas -por otra vía, con otra mascara, con otro pero parecido discurso- llegaron a los gobiernos radicales y justicialistas sin arrepentirse ni purgar sus delitos. Metieron la metralleta en el maletín del legislador, la bomba debajo del brazo de burócrata y se insertaron en la vida civil sin problemas y sin que nadie les exigiera cuentas. Desfachatadamente percibieron indemnizaciones que una sociedad aturullada por el redoblar implacable y unilateral de los medios les pago sin protestar. Y de a poco consiguieron sus deseos postreros como la persecución y humillación de los militares que los habían vencido con las armas en las manos o la adopción de leyes contra la naturaleza. Y vienen por mas.
Estas reflexiones del veterano, un poco ingenuo y un poco cínico jefe radical nos sirven, por lo menos, para detectar alguna borrosa clave del pasado inmediato. Pero ahora no nos hemos de entretener en una cuestión académica (del tipo: ¿qué son los descendientes de Irigoyen?) sino sacar las conclusiones practicas pertinentes. Porque el que así hablo es uno, solo uno, de los políticos argentinos que con total desaprensión han empujado al pueblo a la rendición y a la complacencia frente a un enemigo que no desapareció sino que se oculto y que no se arrepintió sino que se transformo.-



FOTOCOPIE Y DISTRIBUYA
Dr. Víctor Eduardo Ordóñez
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