Boletín 37 - julio 2002 -
"Volvió el terrorismo y hay que saberlo"
"OTROSÍ" Nro. 37 – julio del 2002
"Volvió el terrorismo y hay que saberlo"
La Argentina no puede volver a quedar bajo la confusión de las imágenes torcidas y de los discursos equívocos o tramposos.
Lo que ocurrió el 26 de junio pasado, ocurrió y no puede ser desmentido
ni desfigurado. Nadie tiene el derecho de engañarnos una vez más ni
nosotros la obligación de dejarnos engañar. Cuidado con el "discurso
único" al revés, es decir no el de los dominadores sino el de los
revoltosos.-
Todo está sucediendo como si se tratara de una película ya conocida
donde se repiten los personajes, las escenas, las palabras. Los trucos,
las intenciones y los argumentos. Los roles que cada uno deberá jugar,
las razones que invocarán, las excusas que echarán a correr. Ya se sabe
quienes han de ser las víctimas y quienes los victimarios, donde está el
bien y dónde el mal. El planteo es sencillo, las versiones simplistas,
todo queda en claro a poco de dejar hablar a los nunca sepultos
guerrilleros. El mismo montaje aun contradiciendo la experiencia vivida o
vista en la televisión.-
Pareciera que se está viviendo un sueño o, mejor dicho, una
pesadilla; se ingresó en el túnel del tiempo y todo retorna. La misma
labor mediática de hace 20 años con algunos otros apellidos y otros
rostros más jóvenes. Idéntica
violencia, similar salvajismo, paralela perversidad, equivalente
hipocresía, reiterado odio. ¿Porqué vamos a tolerar ahora?.-
Lo que acaeció es una forma de proto terrorismo urbano y esto nadie lo puede dudar.
Todo estaba no sólo dispuesto sino que anunciado desde tiempo antes. Lo
sabían los servicios de inteligencia que habían informado a los
responsables de la seguridad pública, se trataba del secreto de
Polichinela que además quedaría confirmado por los propios gritos de
batalla lanzados antes, durante y después de los disturbios y se podía
deducir sin dificultad por las maniobras que los piqueteros tuvieron a
bien dar a conocer a la sociedad y al Estado ¿Qué significaba, sino, el
propósito de interrumpir las doce entradas a la Capital Federal
aislándola? ¿Y hasta cuándo? ¿qué querían con semejante operativo:
saquearla, destruirla, sembrar el terror, extorsionar a un gobierno que
ya amenaza con derrumbarse por otras razones, ganar un espacio del que
no disponen o, más directamente, realizar un golpe de efecto que llevara
a la conciencia colectiva la sensación de indefensión y la certeza de
la reaparición de una fuerza que se creía disuelta desde hace tiempo? Se
reimplantaba el mito de los idealistas y bienhechores injustamente
perseguidos-
Pero hela aquí de retorno. La maniobra recomienza imperturbable, cómoda, mendaz, facilista. Ahí están los farsantes de "Punto doc/2", el miserable de Lanata, el permanente montonero Verbitzki,
siempre hambriento a pesar del millón de dólares que cobra por año al
frente del CELS; ahí todos, los de entonces y los de ahora llevando a
cabo lo imposible: convencer que no hubo agresión, negar la evidencia.-
Que
no hubo agresión ni violencia ni siquiera mala intención en la algazara
de ese miércoles negro; que les fracasó en cuanto golpe masivo y que,
por lo tanto, conviene borrarla de la memoria social cuanto antes para
lo cual lo mejor es trasladar la responsabilidad de las muertes, las
agresiones y los daños al "otro" o sea a la policía. Que, conclusión
lógica, no tenía derecho a intervenir ni a reprimir. Criterio, al
parecer, compartido por el juez instructor que dejó en libertad a todos
los detenidos menos a uno, precisamente el que golpeó a un oficial por
la espalda y ante las cámaras; testimonio irrecusable pero que, sin
embargo, supo ser revertido por el neohistoriador Lanata que,
inconmovible desde su grasienta osamenta, dedujo con más desparpajo que
sagacidad que si alguien atacó al comisario fue porque tenía razón para
hacerlo. Y, por supuesto, dado que para eso llegaron y están en el
poder, el gobernador Solá -de sugestivo pretérito en la JP- sin más
indicios que una fotografía de Clarín puso a disponibilidad al indicado
funcionario policial acusado de homicidio y a otros tres más.-
No
satisfecho semejante exabrupto fue más adelante y nombró al
"progresista" Juan P. Cafiero como el nuevo secretario de seguridad de
la provincia lo que es -repitiendo la audacia de Cámpora- poner el zorro
al cuidado de las gallinas.
Este Cafiero (que se apresuró a declarar que pondrá en caja a sus
nuevos subordinados con lo que los niveles de inseguridad en la
provincia treparán a alturas desconocidas) es el mismo que, a espaldas
del entonces presidente De la Rua, del que era ministro, negoció con los
torvos piqueteros de Salta.-
El sistema hasta ahora, pues, funcionó a la perfección;
nadie se inquietó por las recorridas del diputado nacional Zamora por
los hospitales en busca de compañeros heridos (una forma expresa de
ponerse al frente de los incidentes sacándole el provecho posible a un
estallido que a esa altura había escapado de las manos de los propios
organizadores; así como nadie se alarmó por las amenazas de la
monumental legisladora Carrió que ese día optó por refugiarse en Rosario
sin asumir mayor compromiso. Los
comunicadores de siempre y los políticos de antaño y de hogaño se
comportaron con un eficaz mecanismo de marionetas, aquellos explicando y
éstos legitimando, todos mintiendo y engañando. Como en el tango la historia vuelve a repetirse. El esquema de la izquierda, dentro y fuera del poder, volvió.-
Nadie se preguntó tampoco porqué
los muchachos que se dieron cita en el puente Pueyrredón iban armados
con cuchillos, gomeras y bombas "molotov" y tomaron la iniciativa en el
ataque, porqué supieron actuar con ciertos movimientos de formación
militar (lo que habla de una determinada preparación previa y, claro, de
entrenadores ¿colombianos que pululan por las villas?), porqué esta vez
no concurrieron con mujeres y chicos como suelen hacerlo cuando en
verdad se proponen una manifestación pacífica.-
Todo
señala ausencia de espontaneidad, todo indica la puesta en marcha de
una estrategia pensada como gimnasia de activismo urbano.
Reaparece la vocación nihilista de los estados mayores del terror, un
terror manejado con astucia y perversidad, con sentido del tiempo y de
la oportunidad para que el mensaje llegue inequívoco: volvimos, estamos,
nunca nos fuimos; no declinamos ni nos arrepentimos, seguimos siendo
los mismos, al acecho.-
Las
preocupadas reflexiones pueden y deben continuarse sobre lo acontecido y
sobre lo que vendrá. Es, insistimos, una vuelta al pasado con miras al
futuro con las mismas tácticas, discursos y agachadas de dos décadas
atrás. Esto solo debe alarmarnos. En especial si se atiende a la cobarde o complaciente reacción del estado -en
el caso los gobiernos nacional y provincial- que actuó más presionado
por la prensa (naturalmente, la de izquierda que es especialista en esto
de dramatizar y deformar) que interesado por la seguridad social. A estos elencos de políticos logreros y pequeños les importa más su imagen que la realidad.-
Y como entonces, nadie se fijó en quien tuvo la iniciativa en la violencia,
es decir la responsabilidad última de los hechos; sin precisión,
forzando las interpretaciones, atosigando al público con insinuaciones y
sugerencias, no dejando pensar, la izquierda -unida esta vez para
explotar lo mejor posible esta nueva ocasión de posar de víctima y de
redentor- impuso su versión: la culpa es de los represores. Se puso
fuera de discusión cualquier otra variante. No había nada de qué dudar y
por eso se precipitaron las informaciones, las sospechas y trascendidos
No le fue mal porque a las pocas horas ya había conseguido cobrarse la
cabeza de dos oficiales superiores de la policía bonaerense y nada
menos, que de otros 110 hombres de la misma fuerza acusados de
homicidio, lesiones, abuso de autoridad y de varios delitos más a gusto
de los magistrados garantistas de turno, moviéndose todos - Solá el
primero - al compás que les marcó la prensa subversiva.
Un
nuevo terror recorrió las espaldas de los funcionarios, el de ser
identificados con la represión de antes, el de quedar pegados a ese
periodo que, probablemente, muchos de ellos mismos repudiaron en su
momento pero de cuya dureza y eficacia se beneficiaron a la postre pues
les permitió volver. Duhalde estuvo a la altura de sí mismo que es lo peor que le puede pasar, Solá a la de su pasado revoltoso (no
es casualidad que el comisario Alfredo Francheoti sea uno de los
heroicos policías que detuvo el ataque subversivo a la Tablada,
permitiendo con su esfuerzo la llegada de las tropas del Ejército para
recuperar la unidad y eso lo está pagando ahora),
Cafiero tuvo la impensada honestidad de reflejarse en su discurso de
toma de cargo al prometer castigar a la policía en vez de poner el
acento en el restablecimiento de la seguridad combatiendo al delito en
todas sus manifestaciones.-
La dramática comedieta de una generación atrás se reitera, entonces. Los
iniciadores de la violencia no son sus responsables sino las víctimas;
nadie se hizo cargo de la defensa de una sociedad que se niega, a pesar
del Estado que la entrega, a sufrir nuevos saqueos. Una artimaña montada
esta vez con la colaboración abierta de la clase política en uno u otro
frente (Zamora en la oposición, Cafiero y Solá en el gobierno, Duhalde
en el medio) lo que significa un avance para la izquierda. Al respecto
hay que recordar que la izquierda es una sola, variando los métodos (más
directos y brutales unos, más elusivos y dialécticos otros, todos
tributarios del mismo odio y de idéntica raíz terrorista) así como los
jefes y el discurso ¿Qué lejos están la Bullrich de D'Elía, la Walsh del
perro Santillán, los ex y los de hoy?.-
La violencia siempre llega para quedarse
y no es de esperar que en esta oportunidad se retire aun si lograra lo
que sus personeros entienden por justicia (parece que tropiezan con
algunas dificultades para probar la autoría de las muertes como las
pericias balísticas y la falta de testigos creíbles) Para quedarse y
para aumentar la apuesta o sea para incentivar su criminal forma de
hacer política. Que en su inteligencia consiste en creer que "la
violencia política es ante todo, Política", en la clarísima toma de
posición filosófica de uno de los jefes de Montonero, Cecilio Perdía en
"La otra historia". Es interesante esta memoria porque el cuñado de
Firmenich anunció que varios de sus subordinados intervinieron en los
incidentes de Avellaneda aunque es probable que se trate de una maniobra
para ahuparse en los beneficios que se esperan de esta pueblada.-
La
pinza se cierra con el declarado propósito de Cafiero de aplicar mano
blanda que es su modo de hacer justicia en el momento preciso en que la
gimnasia terrorista se vuelve más caliente y dramática.
Tendrá ocasión de demostrar la bondad de sus propósitos en las próximas
marchas piqueteras cuando la policía -la federal o la provincial- se
vean obligadas a contemplar con impuesta pasividad los destrozos de
automóviles y comercios y a soportar las injurias sin cuento que les
lancen los profesionales de la desocupación. Porque se ha de saber que
muchos de estos tirabombas son pagados por los organizadores de las
marchas, faltos como se hallan de auténtico apoyo popular.-
A
la izquierda no le importa - antes bien, la satisface - causar los más
afrentosos agravios no sólo a las fuerzas de seguridad sino a los
simples viandantes, sean obreros o de clase media (proletarios o
burgueses en su torcida miopía) Por eso y por su orfandad de multitudes deben movilizar a los genuinos marginales que suelen vivir del delito;
esto hay que reconocerlo con coraje para comprender el panorama que se
nos abre a partir que esa gente que nadie quiere tener de vecino pase a
ocupar como en una liturgia las calles de Buenos Aires y de todo el
país.-
No
repitamos los errores de tolerancia de antes, no caigamos en las
complicidades de ayer ni en las confusiones de antes de ayer. Que la historia, el dolor y la muerte no hayan pasado en vano. Reaccionemos cuando aun es tiempo, así nos ahorraremos el mismo dolor y las mismas muertes.
FOTOCOPIE Y DISTRIBUYA
Dr. Víctor Eduardo Ordóñez
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