jueves, 22 de agosto de 2019

LA CONFERENCIA DE PUNTA DEL ESTE

El 20 de abril, en horas de la mañana, un camión militar ingresó por el portón principal del Central Australia y se detuvo frente al edificio de la administración. Había mucha gente congregada en el lugar, soldados y milicianos que se desplazaban en diferentes direcciones, personal sanitario, conductores de vehículos, oficiales, suboficiales y algo más allá, los brigadistas prisioneros, sentados sobre la hierba, fuertemente custodiados por guardias armados.
El conductor y su acompañante estacionaron el vehículo de culata al edificio y descendieron. Un grupo de tres o cuatro combatientes se aproximaban a la parte posterior y procedieron a abrir la compuerta trasera del camión y descorrer las lonas que cerraban su cajuela. Desde el interior del improvisado cuartel, salieron varios uniformados portando cuatro camillas llevando una bolsa de plástico en cada una.
Dos milicianos subieron a la parte posterior del rodado y ayudaron a  cargar las bolsas, primero una y luego las otras tres, depositándolas cuidadosamente sobre el piso. Cuando hubieron finalizado, saltaron fuera y en su lugar, cuatro hombres armados ascendieron y se acomodaron en los asientos. El conductor y su acompañante cerraron la portezuela y después de intercambiar un par de palabras con los uniformados, treparon nuevamente a la cabina y se pusieron en marcha.
Tenían instrucciones precisas de llevar los cuerpos hacia La Habana, para entregarlos en la morgue municipal.

El camión militar volvió a atravesar el portón del Central y partió a toda prisa en dirección a Jagüey Grande, para seguir derecho hasta Agramonte y desde allí hacia la capital, siempre con su misteriosa carga en la parte trasera.
¿Qué contenían esas bolsas? Nada más y nada menos que los cuerpos sin vida de Leonard Francis Baker, Thomas Willard Ray, Wade Carroll Gray y Riley W. Shamburger, los pilotos norteamericanos derribados durante los combates, quienes de acuerdo a las órdenes de Castro, debían quedar a resguardo para mostrarlos como prueba de la participación estadounidense en la invasión.
Hay quienes dicen que fueron llevados a San Antonio de los Baños y de ahí trasbordados a un B-26C, para completar el trayecto en avión y hay quienes sostienen que siguieron en el camión hasta la capital, donde fueron entregados a los encargados de la morgue. Permanecerían allí hasta 1979, porque el gobierno de su país se negó rotundamente a reconocer su intervención. Recién ese año, la hija de Ray logró repatriar el cuerpo de su padre y en el 2000 la CIA admitió que se trataba de personal propio.
Por entonces, en Playa Larga, Castro disponía el traslado de los prisioneros a las cárceles de alta seguridad y para ello, le encomendó la tarea a Osmany Cienfuegos, responsable de uno de los crímenes más aberrantes del régimen castrista.
El hermano del héroe revolucionario, había desempeñado un papel secundario durante las recientes acciones, casi intrascendente. En efecto, su actuación no había sido nada destacada pues apenas lo vemos reunido en el Punto Uno (puesto de mando de Fidel en La Habana), la madrugada del 17 de abril1, como uno de los jefes de la defensa y alistando los batallones de su sector para salir en operaciones, siguiendo las instrucciones de su máximo líder.
La noche del 21 de abril de abril, Osmany Cienfuegos recibió la orden de trasladar al millar de prisioneros que se encontraban en Playa Larga, hacia la capital.  Obedeciendo como un autómata, el hermano de Camilo le dijo a uno de sus lugartenientes que se ocupase de los vehículos, encargándole especialmente uno cerrado, recubierto su interior con planchas de aluminio y sin ventilación, de esos que se utilizaban para transportar carga imperecedera.
La mañana del día siguiente, una voz estentórea despertó a los exhaustos brigadistas, cuando dormían sobre la arena.

-¡¡A formar, traidores!!

Era uno de los subalternos de Cienfuegos, vociferando a más no poder. Los prisioneros se incorporaron y agotados como estaban, se alinearon en hileras. Casi enseguida llegó el camión, conducido por Rafael Arteaga y Rafael Pérez Rubajal. Dos milicianos ayudaron a abrir la caja, descorriendo el cerrojo de las puertas metálicas.
Los prisioneros aguardaban formados al rayo del sol y así estuvieron durante una hora hasta que se les ordenó subir.
La capacidad de carga de la rastra, tal como denominan en Cuba a ese tipo de vehículos, apenas daba para setenta personas, pero por orden de Osmany, fueron obligados a subir ciento setenta, todos de pie, apretujados, casi sin poder respirar.

-¡Esto es una locura! –protestó uno de ellos, de apellido Guerra- ¡Nos vamos a asfixiar en esta maldita rastra!

-¡Si mueren es mejor –respondió Osmany con ironía– porque no tendremos que fusilarlos!

Cuando la parte posterior del camión estuvo colmada, las puertas de metal se cerraron y la obscuridad invadió el interior. En pocos minutos, la temperatura se elevó a 80º Farenheit y a falta de ventilación, el aire comenzó a faltar.
La gente empezó a desesperarse y entonces a alguien se le ocurrió tumbar el rodado, sugiriendo moverse masivamente hacia los lados, primero a la izquierda y luego a la derecha. Pero al cabo de varios intentos, viendo que el esfuerzo era en vano, Guerra alzó la voz y mandó hacer alto.

-Así no vamos a lograr otra cosa que agotarnos más. Necesitamos conservar la ecuanimidad para retener oxígeno.

Los hombres comprendieron que el portavoz estaba en lo cierto y se detuvieron.
Al cabo de una hora, el calor era insoportable y los olores, aún peores. La sangre de las heridas, el sudor y el jadeo exhalado cada vez con mayor fuerza, habían tornando irrespirable el interior de la caja, invadida casi por completo por el anhídrido carbónico.
Tras una hora de espera, el camión se puso en marcha. Algunos hombres comenzaron a desmayarse pero debido al apretujamiento, no llegaban a caer al piso.
Pasado un tiempo, alguien habló.

-Soy José Millán. Mis hijas y mi esposa viven en Miami- ¡Díganles que las quiero mucho! Yo voy a morir ahora, pero todos nosotros seremos salvados porque aquí está Jesucristo.

A más de uno, el nombre del Salvador le renovó las esperanzas, pero la mayoría pensó que el hombre había enloquecido. Sin embargo, al cabo de unos kilómetros falleció y quedó muerto junto a Emilio Valdés.
De esa manera, cada vez más asfixiados, pasaron por Jagüey Grande, San Miguel de los Baños y después de atravesar la provincia de Mayabeque, entraron en la capital por el sector sudeste, en dirección a la Ciudad Deportiva, en el otro extremo.
Una vez allí, el camión detuvo el motor y cuando los carceleros abrieron las puertas, se encontraron con los cadáveres de nueve detenidos tendidos en el piso y a sus compañeros que apenas podían mantenerse en pie2. Sus captores debieron cubrirse las fosas nasales para evitar el olor.
El régimen acababa de cometer un acto criminal que en cierto sentido trajo a la memoria los horrores de los gulags soviéticos y los “camiones de la muerte” implementados por los nazis.


Quien también regresó a La Habana, fue el propio Guevara, ausente desde el estallido de la crisis.
Al ver su nueva cicatriz, Aleida se sobresaltó, lo mismo Hilda cuando fue a visitar a su hija mayor, pero siempre intentando mostrar seguridad y hasta un tanto divertido, le restó importancia al asunto, fingiendo que apenas había sido un rasguño producto de un accidente.
El triunfo de Playa Girón había fortalecido al régimen, elevado la imagen de Fidel, según se ha dicho. Eso les había dado ínfulas a sus adalides, animándolos en su accionar totalitario, basado fundamentalmente, en el apoyo que recibían del poderoso imperio soviético.
Osmany Cienfuegos varios años
después de los hechos
Las ejecuciones y encarcelamientos crecieron de manera alarmante. El 24 de abril fue fusilado en San Severino (Matanzas), Abilio Abreu Santolongo; el 19 de abril el Che organizó lo que parece haber sido un ajusticiamiento masivo en Pinar del Río, ordenando las muertes de Marcial Arrife, Marciano y Narciso Bello, Gilberto Betancourt Chacón, Eligio Calet Surí Goicochea y el norteamericano Howard F. Anderson3. Ese mismo día, fue pasado por las armas en La Cabaña, Rafael Díaz Hanscom y en las jornadas siguientes, siempre en Pinar del Río, Eloy Armando Escoto (23 de abril) y Ramón Díaz Cabrera (24 de abril).
Durante los días de combate, Seguridad del Estado (G-2) estuvo particularmente activa, arrestando y ejecutando a numerosas personas. El 17 de abril fueron asesinados Ricardo Ávila Alonso y Onelia Fernández García; el 18, Manuel y Digna Arufe, José Calderín, Virgilio Campanería, Roberto Cruz Alfonso (todos en La Cabaña), Carlos Manuel Cardo Martínez, Jesús Casals (en el Castillo de Atares), Luis Díaz, Olga Fernández Arufe y Olga Fernández Cañizares. El 20 le tocó el turno al Dr. Eufemio Fernández Ortega (en La Cabaña) y en los días siguientes a Miguel Calderón Espín (el 26 de abril, en el kilómetro 7 de Camagüey); Rafael Vázquez Crespo (27 de abril, en La Cabaña), Ruberto Borbón Rivero (un día de mayo en Palma Soriano) y así sucesivamente.
A los crímenes y persecusiones que tuvieron lugar desde la instauración de la revolución, hemos de agregar otros.
A las añejas fortalezas y castillos hispanos convertidos en prisiones, los cubanos sumaron nuevos centros de detención, incluyendo campos de concentración en sectores rurales, a los que solo tenían acceso personal militar y funcionarios autorizados por el gobierno. Solían estar rodeados de alambres de púa, contaban con torres de vigilancia cada cierta distancia y disponían de barracones, salas de interrogatorio, calabozos y habitaciones de castigo. Se obligaba a los condenados a realizar trabajos forzados, los flagelos eran cosa de todos los días y las ejecuciones algo común. El más tenebroso fue el de La Cabaña, sin ninguna duda, pero se abrieron otros en diferentes puntos del país.
En la provincia de Las Villas, funcionaba uno denominado La Campana, sito en el barrio de Manicaragua, cuyo comandante era Félix Torres. En él tenía su asiento el tribunal revolucionario que dirigía el Dr. Claudio López, donde fueron condenadas más de 500 personas.
Otro de esos campos fue levantado en Cayo Largo, destinado preferentemente a los milicianos contrarrevolucionarios detenidos en el Escambray, pero el más tenebroso fuera de la capital era el de Guanahacabibes, situado en una penísula que se adentra en el par, en el extremo occidental de Pinar del Río, hacia donde fueron enviados no solo opositores políticos sino también aquellos condenados por delitos morales, principalmente homosexuales, lesbianas, sifilíticos, alcohólicos y drogadictos.
La idea surgió del mismísimo Che, a fines de 1960, quien al igual que Fidel, su hermano Raúl, Juan Almeida y Ramiro Valdés, sentía verdadera repulsa por aquellos “antisociales”, como se los denominaba en la jerga revolucionaria.
Se accedía al complejo por un estrecho pasadizo de tierra, con el mar a ambos lados, entre marismas y pantanos. Los prisioneros llegaban en camiones u ómnibus y ni bien se los internaba, eran sometidos a un “tratamiento regenerador”, que consistía en trabajos forzados, castigos físicos, torturas y privación de alimentos.
Uno de los relatos más estremecedores en cuanto a la fobia que los líderes de la revolución y en especial del Che Guevara, sentían contra ese tipo de gente, es el del escritor Reynaldo Arenas.
Según parece, en tiempos de Batista, los desviados sexuales tenían su sector en La Habana, un paseo en el que solían darse cita y ofrecer sus servicios, especialmente a turistas norteamericanos, ávidos de sexo y diversión. Era parte del juego, de aquella Cuba prostibularia que había hecho de los casinos, hoteles y cabarets, su fuente principal de ingresos.
Con la revolución, todo eso cambió. El nuevo régimen no estaba dispuesto a tolerar esas conductas y para contrarrestarlas, decidió implementar un plan reeducativo, que incluía a opositores al gobierno, terratenientes, grandes propietarios, burgueses e inmorales.
Homosexuales y lesbianas estuvieron entre las primeras víctimas. Para ellos se implementó un programa especial de trabajos, dietas, ejercicios físicos, adoctrinamiento político y castigos corporales, que el propio Guevara supervisó en persona.
Los condenados fueron destinados a las Unidades Militares de Apoyo a la Producción (UMAP), donde se los trató con extrema brutalidad.
“UMAP: forja de ciudadanos útiles a la sociedad”, rezaba el lema de la organización.
Los “trabajadores” eran conducidos en camiones y ómnibus fuertemente custodiados, hacinados como ganado y a punta de metralla, obligados a esforzarse el doble que los voluntarios. Se los despertaba temprano, de manera abrupta, se les retaceaba el alimento y se los sometía a agobiantes clases de doctrina. Si revertían sus tendencias podían quedar en libertad, aunque se los vigilaba de cerca para ver si reincidían, de lo contrario, les esperaba la muerte. Y esa muerte era en extremo violenta4.
El propio Guevara se encargó de ejecutar a los reincidentes en más de una ocasión. Lo hizo en Guanahacabibes, con su pistola reglamentaria, a la vista de guardias y escoltas, a veces en el mismo campo o en algún punto despoblado del litoral y otras en el malecón de La Habana, cerca de La Cabaña, de ahí el apodo que le pusieron sus víctimas: “el mataputos del malecón”.
Los condenados solían ser duramente castigados, apaleados y vejados, cuando no ejecutados o sometidos a tormentos y la mayoría, sufrió secuelas de por vida.
Facetas poco difundidas que llevan a pensar en todos esos idiotas útiles que en las marchas gay lucen remeras con su efigie y banderas con su rostro.
Este Guevara tenebroso, con su atractiva apariencia y su sonrisa seductora, emprendió su tercer viaje al exterior, nuevamente como embajador itinerante de la revolución, para participar en la 5ª Sesión Plenaria del Consejo Interamericano Económico y Social a celebrarse en Punta del Este (Uruguay) el 8 de agosto, un viaje que habría de llevarlo de regreso a su tierra de nacimiento.
Pero antes, iba a mostrar una vez más su inclinación por el “juego ciencia”, pasión que, como hemos dicho en otros capítulos, compartió desde joven con el rugby.
El martes 6 de junio de 1961 inauguró el Primer Torneo de Ajedrez por Equipos entre Organismos Estatales, novedad muy bien recibida en la tierra del gran Capablanca5.

Queridos compañeros –dijo al pronunciar el discurso inaugural-, es muy interesante que ya en esta etapa de la Revolución podamos inaugurar un torneo como este, un torneo donde todos o casi todos los representantes de organismos estatales vienen a disputar el triunfo. Naturalmente que el ajedrez es un pasatiempo, pero es además un educador del raciocinio, y los países que tienen grandes equipos de ajedrecistas marchan también a la cabeza del mundo en otras esferas más importantes.
Esperamos que este torneo tenga el lucimiento que merece por la categoría de los participantes y el entusiasmo con que todos van a disputar el triunfo. Esperamos también que un segundo torneo tenga más participantes y que todos los organismos estatales puedan intervenir. Veré si me animo a participar por el Ministerio de Industrias en el próximo torneo. Hasta entonces pues y mucho éxito6.

Y acto seguido, recibió la primera jugada desde Santiago de Cuba, por vía telefónica, ejecutada por José Llanusa, director del Instituto Nacional de Deportes Educación Física y Recreación.
El mundo experimentaba grandes cambios y la humanidad veía con preocupación la ascendente escalada belicista. Los rusos progresaban en materia nuclear, se hacían fuertes en el este y superaban a los norteamericanos en la carrera espacial.
Al mismo tiempo, se producían revoluciones en diferentes partes del mundo, la guerra independentista en Argelia alcanzaba su clímax, Indochina era un hervidero y el asesinato de Trujillo el 30 de mayo de 1961, conmocionaba al Caribe.
Primer Torneo de Ajedrez por Equipos entre Organismos Estatales

Tres días antes de la invasión a Playa Girón, Rusia se convirtió en la primera nación en enviar un hombre al espacio, demostrando una vez más su amplia superioridad en materia científica y tecnológica.
El 12 de abril de 1961, a las 06.07 a.m., un cohete de la serie K, despegó del cosmódromo de Baikonur, llevando la cápsula Vostok 1, en cuyo interior viaja Yuri Gagarin, aviador militar, hijo de campesinos, nacido en la aldea de Klushino, el 9 de marzo de 1934.
Veinticinco minutos después, el cosmonauta alcanzó el espacio exterior e inició una órbita de oeste a este, pasando sobre Siberia y el océano Pacífico hasta el Estrecho de Magallanes, donde inició el ascenso hacia Rusia.
Después de atravesar el Atlántico, los operadores de tierra activaron los sistemas de a bordo y a la altura de Angola accionaron los cohetes de retroceso para iniciar el aterrizaje.
La nave cruzó África y cuando sobrevolaba el Mar Negro, comenzó a descender. A los 7000 metros de altura, Gagarin fue eyectado de la cápsula y aterrizó sujeto por su paracaídas, a metros de una granja colectiva próxima a la aldea de Smelovska, provincia de Saratov, distante a 15 kilómetros de la ciudad de Engels. Una campesina y su hija fueron las primeras personas en dar con él.
Durante su vuelo, mientras observaba la Tierra a través de la escotilla, el cosmonauta exclamó: “Pueblos del mundo, salvaguardemos esta belleza y no la destruyamos”.
Fue un nuevo golpe a la mandíbula de los Estados Unidos. El primero había tenido lugar el 4 de octubre de 1957, cuando Rusia colocó en órbita el primer satélite artificial (Sputnik 1); el segundo, cuando al mes siguiente (3 de noviembre), envió al espacio al primer ser vivo, la perrita siberiana Laika, en el Sputnik 2; el tercero el 15 de mayo del año siguiente, al lanzar el primer laboratorio de exploración atmosférica (Sputnik 3) y el cuarto cuando las perras Belka y Strelka, regresaron vivas a la Tierra7.
Yuri Gagarin. Rusia envía el primer hombre al Espacio

Eso le demostró al norteamericano promedio, que su nación no era superior en todo, como creía y que en algunos campos, la Unión Soviética lo aventajaba ampliamente.
Desesperados por no quedar atrás, el 6 de diciembre de 1957 la NASA lanzó su primer satélite, el Vanguard TV3, pero el cohete que lo transportaba estalló a poco más de un metro del suelo, provocando un desastre. Recién el 17 de marzo del año siguiente logró poner en órbita el Vanguard 1. El 31 de enero de 1961 envió al espacio al mono Ham, un chimpancé al que entrenaron para que accionase algunas palancas y botones8, pero eso no los acercó a su competencia. El vuelo de Gagarin los pulverizó, de ahí los apresurados lanzamientos de Alan Shepard, el 5 de mayo de 1961 y Virgil I. Grissom, el 21 de julio del mismo año, ambos en una cápsula Mercury impulsada por un cohete Atlas, simples saltos suborbitales en los que apenas asomaron las narices al espacio. Era imposible comparar esos vuelos con la hazaña del cosmonauta ruso o la que llevó a cabo German Titov, el 6 de agosto de 1961, a bordo del Vostok 2, permaneciendo más de 24 horas en torno a la Tierra, accionando él mismo los controles de su nave.
Para entonces, los rusos habían enviado la primera nave espacial a la Luna (2 de enero de 1959). El aparato pasó a escasa distancia de su superficie, obteniendo imágenes nunca vistas y en el mes de septiembre del mismo año, el Lunik 2 se convirtió en el primer ingenio en tocar otro cuerpo celeste, al estrellarse sobre la superficie lunar dos días después de su lanzamiento (logró efectuar mediciones y observaciones con el instrumental de a bordo). Cuando el 6 de octubre el Lunik 3 fotografió la cara oculta de nuestro satélite, Estados Unidos comprendió que debía hacer algo para recuperar su imagen9.
Para peor, desde 1959 los rusos habían incrementado su programa nuclear y trabajaban activamente en nuevos proyectos, como lo demostraron las pruebas en el archipiélago de Nueva Zembla, sobre el mar de Barents, a partir del mes de septiembre.


En ese marco, el Che Guevara emprendió su tercer viaje al exterior, para asistir a la 5ª Sesión Plenaria del Consejo Interamericano Económico y Social, organizada por la OEA en Punta del Este, Uruguay. El debate más importante, según declaraciones de Kennedy, porque era allí donde pensaba poner en marcha la Alianza para el Progreso, un programa destinado a contrarrestar la creciente injerencia cubana en el continente.
El 2 de agosto por la tarde, el Che abordó el Bristol-Britannia de Cubana de Aviación, acompañado por una comitiva de cuarenta y una personas, de la que formaban parte el diplomático Ramón Aja Castro y su fiel escolta Leonardo Tamayo Núñez (el futuro “Urbano”). Su primera escala fue Puerto España, en Trinidad y Tobago, donde el avión se detuvo a repostar combustible y efectuar reparaciones. Durante misma, el Che recordó sus andanzas como enfermero de la Flota Mercante Argentina y refirió algunas anécdotas que sus acompañantes festejaron sonoramente, como suele ocurrir en esos casos.
Al cabo de una hora, reanudaron el viaje, pero un inconveniente en uno de los motores los obligó a hacer una segunda escala en la Guayana Holandesa, donde aterrizaron casi de noche.
La noticia de su presencia corrió rápidamente hasta Paranaribo, la capital, distante unos 50 kilómetros de la estación aérea y fue motivo para que una delegación pro-independencia, se acercase hasta el lugar para manifestarle su satisfacción por tenerlo allí presente y entregarle, a modo de tributo, un remo de canoa, como los que usaban los nativos de la región.
Tras las palabras pronunciadas por ambas partes y los saludos de rigor, la comitiva abordó nuevamente la aeronave y partió hacia Uruguay, comentando despreocupada las incidencias de la parada.
Ya en el aire, el Che pidió a los pilotos que cuando comenzasen a sobrevolar la selva amazónica le avisasen, porque deseaba contemplarla desde lo alto10. No tuvo que esperar mucho porque la misma comenzaba pocos kilómetros al sudoeste de Paranaribo y se extendía casi ininterrumpidamente hasta las fronteras con Bolivia y Paraguay.
Una vez más, el Che volvió a hablar de sus viajes, rememorando sus días de trotamundos, cuando visitó el leprosario de San Pablo y cuando zarpó a bordo de la “Mambo-Tango”, para atravesar el límite entre Perú, Brasil y Colombia y recalar en el puerto de Leticia. Tampoco olvidó sus lecturas juveniles, aquellas novelas ambientadas en la gran jungla sudamericana, posiblemente Bomba, el muchacho de la selva, tal vez Los Marañones, de José M. Moreno Echevarría, donde se relataban las increíbles aventuras de Lope de Aguirre.
Una escala imprevista en el Galeao debido a las condiciones climáticas que imperaban en Montevideo, retrasó algo el vuelo, pero finalmente, el 4 de agosto, llegó a destino, cerca del mediodía, para ser recibido por una verdadera multitud. A partir de ese momento, el Che se convirtió en la estrella del evento.
La muchedumbre, llegada desde la cercana Montevideo y otras localidades, lucía carteles de apoyo a Cuba y a su persona.
Su paso por la aduana fue todo un acontecimiento, con la gente apretujándose para verlo de cerca y los reporteros accionando permanentemente sus cámaras fotográficas. Casi todos los presentes eran trabajadores, estudiantes universitarios y militantes de los partidos de izquierda, deseosos de vivar al recién llegado y exteriorizar su apoyo por la causa revolucionaria.
El Che llega a Montevideo (Historieta Morir por el Che, de Pablo Roy Leguisamo. Ilustraciones Pablo Vergara)

Una prolongada ovación hizo vibrar los cimientos del aeropuerto cuando el Che apareció en el hall y caminó hasta el automóvil oficial que aguardaba fuera del edificio. En medio de los flashes y el amontonamiento de la afluencia, que pugnaba por atravesar el cordón policial, la comitiva, tomó por la Ruta Interbalnearia 99 y se alejó, escoltada por varios vehículos, en dirección a la elegante ciudad veraniega. La gente se había congregado a lo largo del trayecto para verlo pasar, simpatizantes, curiosos y militantes de la Central Uruguaya de Trabajadores, luciendo carteles y una enorme pancarta en apoyo del pueblo cubano.
Como asegura Pierre Kalfon, la victoria del impertinente Liliput caribeño había provocado un júbilo desbordante en los sectores populares de América Latina, e incluso una discreta satisfacción en algunas cancillerías. La abrupta salida de Allen Dulles del gobierno, a causa de su deficitario desempeño durante la crisis de Bahía de Cochinos, era la señal más clara de aquel triunfo rotundo y la prueba de que en la Casa Blanca, las cosas no andaban nada bien11.
Poco antes de que el avión cubano tocara suelo oriental12, hizo su arribo el secretario del Tesoro de los Estados Unidos, Douglas Dillon, acompañado por una numerosa delegación en la que destacaba Richard N. Goodwin, consejero especial y secretario privado del primer mandatario. El pueblo uruguayo los recibió con silbidos y les dio la espalda cuando se dirigieron al exterior para abordar sus rodados.
El Che se alojó en una habitación del Playa Hotel de Punta del Este, propiedad de los hermanos Emilio y César Sader, situado a escasas dos cuadras del Hotel-Casino Nogaró, donde tendría lugar la conferencia13.
La sesión inaugural, tuvo lugar la tarde el 5 de agosto, cuando el presidente del Uruguay, Eduardo Víctor Haedo, pronunció el discurso de apertura. Sin embargo, la atención de los presentes, en especial los representantes de la prensa, estuvo concentrada en el representante cubano y de rebote, en su par norteamericano, sin ninguna duda, las “estrellas” del acontecimiento. Ricardo Rojo (tábano trasnochado lo llama Anderson), quien viajó expresamente para encontrarse con el Che y seguir de cerca los acontecimientos, apuntó al respecto:

Encontré a Guevara en el recinto de las sesiones, un salón amplio aunque insuficiente para la masa de delegados y funcionarios que se agitaban y hablaban ante un foro embanderado con los pabellones del hemisferio.
Guevara estaba, desde el mismo momento de su llegada, seriamente afectado por su crónica dolencia asmática. La estación de invierno, junto al mar, es rigurosa en el atlántico sur, y Guevara volvía a comprobarlo en carne propia. La noche del día de nuestro encuentro, Guevara se vio forzado a descansar varias horas a causa del ataque de asma. Subí a su cuarto, en el segundo piso del Hotel Playa, un château deteriorado cuya única ventaja visible era su aislamiento, pues está separado de la masa de edificación del balneario14.

Ese mismo día llegaron a Punta del Este los Guevara Lynch y unos cuantos amigos. Don Ernesto, su esposa, sus hijos Roberto y Juan, su cuñado Luis Rodríguez Algañaraz e incluso su amada tía Beatriz, se alojaron en la posada Lobers de Bougna; Julio “Gaucho” Castro, Roberto “Beto” Ahumada, José “Pepe” González Aguilar, Carlos “Gordo” Figueroa, Alfredo Gabela y el propio Rojo, lo hicieron en diferentes albergues.
El día 6, el Che los fue a visitar. Fue un encuentro en extremo emotivo, en el que la tía Beatriz y su madre se llevaron los abrazos más prolongados.
El lunes 7 habló el representante de los Estados Unidos, Douglas Dillon, cuya propuesta de dar forma a la Alianza para el Progreso fue escuchada con extrema atención. Cuando anunció que su país colocaría cerca de mil millones de dólares para la asistencia y el desarrollo de América Latina, sabía que contaba con el apoyo de la mayoría de los delegados del continente; aún así, debía revertir la alicaida imagen de su gobierno pues la fracasada invasión de Bahía de Cochinos aún estaba latente en el recuerdo de todos. Por entonces, numerosos regímenes habían roto relaciones diplomáticas con la isla y se hallaba en vigencia el bloqueo, que se iba a extender por espacio de cincuenta y cuatro años.
El representante norteamericano necesitaba imperiosamente el apoyo de las dos potencias latinoamericanas, Argentina y Brasil y estaba dispuesto a conceder con tal de obtenerlo.
Finalizada la sesión, el presidente Haedo invitó al Che Guevara a La Azotea, su residencia de Punta del Este, donde pensaba agasajarlo junto a la primera dama, Beatriz Haedo, amigos, intelectuales, políticos y periodistas, deseosos de tratar con él.
Fue el día de la célebre foto en la que se los ve tomando mate, a Guevara hablando con absoluta seguridad y a la improvisada audiencia escuchándolo embelesada. Según el periodista uruguayo Mirope Medina, fue tal la atracción que despertó la figura del Che en su país, que la gente hacía cola para intentar verlo, incluso los opositores.
Anderson, asegura que el emisario cubano desplazó a los demás ministros del centro de la escena.

El ambiente sobrio de Punta del Este se vio alterado por la llegada de Guevara, quien inmediatamente desplazó a los demás ministros del centro de la escena. Fotógrafos y periodistas, ávidos de fotos y declaraciones, lo seguían a todas partes. A partir de la llegada del Che, la conferencia se convirtió en la escena privilegiada de un acontecimiento histórico. La guerra fría llegaba a Uruguay.
El Che estuvo a la altura de su reputación revolucionaria. Leonardo Tamayo, el escolta adolescente que lo acompañaba a todas partes, puso una nota de exotismo en las sesiones. Los demás ministros vestían traje, el Che se uniforme verde oliva de combate; los demás hablaban sentados, el pronunció su discurso el 8 de agosto de pie. Y mientras Douglas Dillon clavaba la vista en el techo y bostezaba ostensiblemente, el Che fustigó la política exterior norteamericana como un plan para aislar aún más a Cuba en tanto extendía su control sobre el resto de América Latina mediante el soborno financiero con el fin de acrecentar su sometimiento al gran vecino del norte15.

El Che Guevara habló por primera vez en la sesión del 8 de agosto. Lo hizo ante una audiencia muda, absorta, atenta a sus gestos y movimientos, hablando de pie, por más de dos horas, sin leer y mirando a todos de frente, en especial, al delegado norteamericano.

Señor Presidente, Señores Delegados:
Como todas las Delegaciones, tenemos que empezar agradeciendo al Gobierno y al pueblo de Uruguay la cordial acogida que nos ha dispensado en esta visita.
Quisiera también agradecer personalmente al señor Presidente de la Asamblea el obsequio que nos hiciera de las obras completas de Rodó y explicarle que no iniciamos esta alocución con una cita de ese grande americano por dos circunstancias. La primera es que volvimos a Ariel después de muchos años, para buscar algún pasaje que representara, en el momento actual, las ideas de alguien que, más que uruguayo, es americano nuestro, americano del Río Bravo hacia el Sur, pero Rodó manifiesta en todo su Ariel la lucha violenta y las contradicciones de los pueblos latinoamericanos contra la nación que hace cincuenta años ya, también estaba interfiriendo nuestra economía y nuestra libertad política, lo que era impropio citar tratándose de un dueño de la casa.
Y la segunda razón, señor Presidente, es que el Presidente de una de las delegaciones aquí presentes nos hizo el regalo de una cita de Martí para iniciar su intervención –se refería a Dillon-. Contestaremos, pues, a Martí con Martí. A Martí con Martí, pero con el Martí antiimperialista y antifeudal, que murió de cara a las balas españolas luchando por la libertad de su patria y tratando de impedir, con la libertad de Cuba, que los Estados Unidos cayeran sobre la América Latina, como escribiera en una de sus últimas cartas.

Se refirió a continuación, a la situación financiera de América Latina, dejando en claro que la economía y la política debían ir unidas. Hizo hincapié en la actitud ambigua de los Estados Unidos y pasó a detallar los puntos técnicos del temario, denunciando la estrategia de Washington, en el sentido de conformar un bloque de naciones para boicotear a Cuba, denunciando el carácter imperialista de la Alianza para el Progreso.

…en el Punto V del Temario se establece un programa de medidas en América Latina para la regimentación del pensamiento, la subordinación del movimiento sindical y, si se puede, la preparación de la agresión militar contra Cuba.
Se prevén tres pasos, a través de toda la lectura: movilización desde ahora mismo, de los medios de difusión y propaganda latinoamericana contra la Revolución cubana y contra las luchas de nuestros pueblos por su libertad; constitución, en reunión posterior, de una Federación Interamericana de Prensa, Radio, Televisión y Cine, que permita a Estados Unidos dirigir la política de todos los órganos de opinión de América Latina, de todos -ahora no hay muchos que estén fuera de su esfera de influencia, pero pretende de todos-, controlar monopolísticamente las nuevas empresas de información y absorber a cuantas sea posible de las antiguas.

Intentando mostrar su buena predisposición, anunció a los delegados presentes que Cuba no deseaba atacar a sus vecinos sino formar parte de la comunidad de naciones americanas y para ello estaba dispuesto a sentarse  a discutir sus diferencias con Estados Unidos en el momento que fuera, siempre y cuando, no se le impusieran condiciones.
Fue una gran jugada. Se mostraba conciliador y se colocaba el manto de “pacifista” cuando todo el mundo sabía que su tierra de adopción tenía marcadas intenciones de expandir la Revolución. Los presentes sabían perfectamente que Cuba no solo había lanzado varios ataques fuera de sus fronteras sino que se preparaba para acometer otros. Aún así, se mostró predispuesto al diálogo y supo jugar el papel de víctima con extrema habilidad.
Finalizada su larga exposición, resumió las propuestas de su país y se refirió a la necesidad de abrir nuevos mercados, sin mencionar ideologías ni poner trabas.
El Che durante su disertación del 8 de agosto.

Terminó insinuando la posibilidad de que Cuba se incorporase a la “Alianza para el Progreso”, siempre y cuando su gobierno fuera respetado y se dejase de castigar a su pueblo con medidas extremas como el bloqueo. Y para ello, desestimó las propuestas de ayuda de Washington, definiéndolas como insuficientes y superficiales, pues apenas apuntaban a los síntomas del subdesarrollo y la dependencia (ver Apéndice XII).
Cuando terminó de hablar, la sala quedó en silencio, anonadada, sorprendida, incluso conmocionada y todos notaron lo turbados que habían quedado Dillon y su delegación.
Justo en ese momento, irrumpió en el recinto Luis Conte Agüero, célebre contrarrevolucionario cubano, quien intentó llegar hasta donde se encontraba el Che para dispararle.

-¡¡Viva Cuba libre!! – gritó antes de que dos oficiales de la Armada uruguaya se le arrojasen encima y comenzasen a forcejear.

El argentino permaneció en su lugar, demostrando una presencia de ánimos sorprendente, y todos se sobresaltaron cuando lo vieron tomar una bandera cubana que tenía junto a sus papeles y desplegarla delante suyo en señal de desafío.
Otros representantes del orden cayeron sobre al agresor y después de desarmarlo, se lo llevaron detenido, para ponerlo a disposición del poder judicial.


El 9 de agosto, el Playa Hotel fue escenario de una conferencia de prensa que el Che ofreció a periodistas locales y extranjeros. Medios de todos los rincones de la Tierra se encontraban allí, incluso de países tan lejanos como Japón y Australia.
El líder revolucionario habló de todo, de Kennedy y la invasión de Bahía de Cochinos, del bloqueo impuesto por los Estados Unidos, de la Revolución, de Fidel, de la integración económica y de la producción. Manifestó su apoyo a la política exterior del Brasil, se refirió a las relaciones con los países socialistas, abordó el urticante tema de de Guantánamo, teorizó sobre la revolución boliviana, opinó sobre el ingreso de Canadá a la OEA y hasta hizo referencia a Huber Matos. Con mucha habilidad eludió pronunciarse directamente con respecto a la libertad de prensa en Cuba y a las elecciones, asegurando que los periódicos de su país decían la verdad y que llamarían a votar cuando el pueblo lo decidiera.
En esa rueda de prensa fue cuando habló de su nacionalidad. Lo hizo ante la requisitoria del periodista Milton Fontaina16 de Saeta TV, quien sin tapujos le preguntó:

-Comandante: ¿usted sigue siendo argentino?

-Yo nací en la Argentina… permítame ser un poquito pretencioso al decirle que Martí nació en Cuba y es americano; Fidel nació en cuba y es americano; yo nací en la Argentina, no reniego de mi patria de ninguna manera, tengo el sustrato cultural de la Argentina, me siento también tan cubano como el que más y soy capaz de sentir en mí, el hambre y los sufrimientos de cualquier pueblo de América, fundamentalmente pero además, de cualquier pueblo del mundo.

Inmediatamente después, un periodista chileno, formuló una pregunta referida a los asesores de esa nacionalidad que trabajaban en su equipo económico:

-Usted tiene en su equipo de asesores a varios chilenos, a título de  información de interés local para nosotros, ¿cómo se lleva con ellos y qué está haciendo cada uno?

-Mire –respondió Guevara-, con toda la gente que va a Cuba a trabajar  honestamente me llevo muy bien, particularmente hay algunos que trabajan  muy cerca de mí y que tienen toda mi estimación por sus conocimientos y por su devoción a nuestro Gobierno; porque cada hombre que entre a Cuba deja de pertenecer a una determinada patria de dónde haya venido y es ya cubano, aunque sea otra cosa, además, el que llega a Cuba aumenta las dimensiones de su patria y no cambia de patria. Los chilenos en Cuba son cubanos, aunque sean también chilenos. En nuestra delegación estoy yo, que soy cubano por nacimiento según la Constitución de Cuba -el honor más grande que hubo de hacerme el pueblo de Cuba- y que soy además argentino; hay un mexicano, el economista Noyola, que es además cubano, y hay un hondureño, el economista Rodas, que es además cubano.

Algo más adelante, Fontaina intentó polemizar trayendo a colación el tema de la libertad de prensa en Cuba. Se entabló entonces, un duelo interesante que despertó una gran expectativa entre los presentes.
El diálogo comenzó con la requisitoria de un reportero uruguayo que se refirió al máximo prócer de su país:

-¿Me permite Comandante? No es una pregunta. Como oriental y como artiguista, me siento profundamente conmovido por lo que usted ha dicho, porque no ha sido nada más que la repetición de lo que dijo Artigas: “Nuestra causa es la causa de la humanidad”

Una andanada de aplausos interrumpió por un momento la pregunta del periodista.

-¿Qué nos pasa a los artiguistas –continuó- que podemos disentir de usted y el gobierno cubano?

-Yo no creo que ningún artiguista verdadero disienta con nosotros.

Ahí comenzó el duelo, que se desarrolló de la siguiente manera:

-Supongamos que aún equivocado, estuviese en desacuerdo con el Gobierno cubano –dijo Fontaina- ¿Qué me pasaría, tendría la oportunidad de disentir con ustedes, de hablar, tendría algún periódico que pudiera hablar por mí o me pasaría como al caso del Diario de la Marina que fue un lock out, naturalmente, que por eso...?

-Mire, naturalmente, a lo mejor le pasa como al Diario de la Marina. Fíjese usted que el Diario de la Marina, señor Milton Fontaina, vio morir a Martí y vio morir a Maceo, y levantó la copa, y la estrechó con el imperio español, porque había muerto Martí y porque había muerto Maceo. Si usted tiene esa clase de artiguismo, yo creo que a lo mejor le pasa como al Diario de la Marina.
 
-No me expliqué bien, discúlpeme usted, si le estoy tomando tiempo, como aún seguimos mirando con esperanza la Revolución y llevamos la palabra de Fidel cuando estuvo acá durante dos horas, abusó un poco. Suponga que estuviese equivocado y estuviese en desacuerdo con ustedes, ¿qué me sucedería, tendría el derecho de hablar, porque aparte del Diario de la Marina hubo otros diarios que no existían desde esa época y que no festejaron esa cantidad de cosas deplorables...

-Vamos a puntualizar esto –contestó el Che-, digamos, para jugar limpio, como se dice vulgarmente. Usted quiere demostrar que no hay libertad de prensa en Cuba, esa es toda su demostración. Bien, el tipo de libertad de prensa que usted quiere, no hay, ¿por qué? porque señor, ¿cuál es la libertad de prensa que hay aquí? Hacerle decir al representante de Cuba lo que le han hecho decir los periódicos: decir que el representante de Cuba tuvo mucho miedo, porque el representante de «Cuba Libre» lo atacó; decir que el representante de Cuba con sus ademanes descompuestos provocó ese terrible ataque de los «cubanos libres». En vez de hacer un análisis, un extracto de lo que uno ha dicho con seriedad en bien de América, decir unas cuántas sandeces desparramadas que tergiversan todo. ¿Eso es libertad?, no, eso no es libertad. Entonces, estamos en esto: ustedes tienen una forma de libertad que no es libertad y nosotros tenemos otra forma de libertad que no es libertad, pero que permite que se expresen todas las masas, hasta ahora oprimidas, del pueblo, todos los campesinos, todos los trabajadores, que le está dando una nueva opción de vida a la gente. Esa es la diferencia. Ahora usted pretende que Conte Agüero hable en Cuba, no, Conte Agüero no habla en Cuba, porque nosotros somos mucho más fuertes y el señor Conte Agüero no es más que un payaso y un payaso al servicio del imperialismo, por eso Conte Agüero no habla en Cuba... Pero señor, el más fuerte es el que rige en todos nuestros países.

En ese momento, una persona sin identificar, interrumpió la discusión, presentándose como autor de una biografía de Artigas.

-¡Yo hice una biografía de  Artigas y tengo derecho a hablar; quien plantee el problema de Artigas frente a Cuba no conoce a Artigas!

-Aquí me dicen que le haga una pregunta -le dijo el Che a Fontaina, ignorando la interrupción-, yo no quiero hacer preguntas, pero ¿usted quiere que se la haga?

-No creo que tenga la habilidad que tiene usted para contestar, pero hágamela nomás – respondió el periodista.

-Si en Radio Carve [propiedad de la familia Fontaina] permiten que los empleados se asocien a la Asociación de Empleados de Radio.

-Los empleados de Radio Carve eran asociados de la Asociación de Empleados de Radio –contestó Fontaina acusando el golpe-, por motu propio se separaron. Casualmente se separaron justo en el momento en que nosotros estábamos transmitiendo cuando había un señor en su ex patria, que no quería que hablara nadie, y nosotros estábamos transmitiendo para darle a la gente el clima de la Revolución, sino para hacerles saber lo que acontecía, jugando con todo lo que teníamos, aunque sus compañeros puedan decirle diferente, no es justo.

-Lo único que quiero puntualizar –siguió el Che- es que yo he permitido que todo el mundo me haga las preguntas que quiera y tengo el derecho a contestar todas las preguntas, lo que no hay derecho a empezar una provocación como esa de su «ex patria». Señor, tengo una patria mayor, mucho más grande, mucho más digna que la suya, porque es toda América, señor, y usted no conoce esa clase de Patria... (APLAUSOS)

-Simplemente para una aclaración –siguió Fontaina acorralado-. Con pleno conocimiento del tema gremial creado por Radio Carve, personal que motivó un conflicto y que luego durante ese conflicto trabajó. Eso fue lo que aconteció y desde entonces hasta la fecha, pese a todos los esfuerzos realizados por los compañeros de la Asociación Radio Telefónica Ader, para que ese personal superara las inconveniencias que en aquel momento promovieron el alejamiento de ellos de nuestra Asociación, pese a todos esos esfuerzos hasta ahora no han querido volver, ¿las razones?, bueno, son refutables o que...

La pregunta de otro reportero puso fin a la disputa.

-Doctor Guevara, usted dijo ayer concretamente que Cuba llegaba en esta asamblea interamericana para negociar de igual a igual con Estados Unidos; ¿cuál sería, en su opinión, el primer paso hacia ese entendimiento?

-Bueno, el primer paso sería no dar un paso atrás, porque yo he visto que Dillon o algún otro miembro de la delegación norteamericana, o por lo menos salió en los periódicos, dio ayer un paso atrás hacia eso, al decir que ellos simplemente no hablaban con nosotros. Es decir, queda claramente demostrado que Cuba está dispuesta a hablar. Ahora, señores, no podemos correr a la gente para que hable con nosotros si no quiere hablar. Me permiten que haga un anuncio, porque nadie me preguntó nada sobre nuestras relaciones con Uruguay, como esto no fue preparado, tengo que hablar yo de eso17.

Anderson dice que Kennedy dedicó los fines de semana de aquel agitado verano, a leer los escritos de Mao y el Che sobre la guerra de guerrillas18,  sabiendo que en un futuro cercano tendría que hacer frente a ese tipo de contienda. Mientras tanto, en el elegante balneario uruguayo, la conferencia continuaba con las exposiciones de los restantes delegados que, a decir verdad, pasaron sin pena ni gloria.
Así llegó el día 16, cuando la estrella de la asamblea pronunció su discurso de cierre.
En esta oportunidad, su alocución fue algo más breve y en ella dejó en claro que Cuba se abstendría de votar el documento conocido como “Carta de Punta del Este”, argumentando la decisión en los peligros que el proyecto de la Alianza representaba y la escasa atención que se le habían prestado a las propuestas de su país (Ver Apéndice XVIII).
Sus palabras provocaron revuelo y cierta satisfacción en la delegación norteamericana, que necesitaba un pronunciamiento en ese sentido para salir airosa.


Esa misma noche, tuvo lugar la reunión en la residencia de Gerson Augusto da Silva, delegado permanente de Brasil ante la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio, durante la cual, el Che conoció al joven secretario personal de Kennedy, Richard N. Goodwin.
Se trataba del joven funcionario norteamericano, de escasos 29 años, quien varias décadas después la jugaría de superado al referirse a Guevara como “aquel chico”, al salir a flote la supuesta tentativa de establecer un canal de diálogo con la Casa Blanca. Anderson relata al detalle las incidencias del encuentro.
Al parecer, el enviado estadounidense cenaba con un grupo de brasileros y argentinos (acompañados por un par de rubias) cuando recibió la invitación de ir a la fiesta.

-¿Está seguro de que el Che Guevara no estará allí? – le preguntó al delegado argentino Horacio Rodríguez Larreta, camino a la residencia.

-¡Jamás haría una cosa así – respondió su interlocutor.

Pero el líder revolucionario, efectivamente, se encontraba en aquel sitio.
Cuando Goodwin le relató a Kennedy el encuentro, le dijo que en el lugar había una treintena de personas festejando un cumpleaños, todas bebiendo y bailando cal son de música estadounidense. Saludó a varias de ellas, conversó con otras y al cabo de una hora, alguien le informó que el Che estaba llegando.
Se produjo entonces, aquella misteriosa charla en la que el incauto miembro del gobierno norteamericano creyó que Guevara le estaba proponiendo un arreglo.
Richard N. Goodwin
Según parece, cuando el argentino llegó, las mujeres corrieron hacia él, como si se tratase de una estrella de Hollywod. No podían resistirse a su apariencia, a su sonrisa seductora y su impecable uniforme de combate. En ese mismo momento, el embajador brasilero Edmundo Barbosa da Silva se acercó a Goodwin para decirle que el representante cubano deseaba conversar con él. El funcionario de la Casa Blanca intentó excusarse pero ante la insistencia de su interlocutor, terminó por ceder.
Cuando estuvo frente al Che, su aspecto le resultó menos amenazador de lo que la prensa mundial lo mostraba. Sus rasgos le parecieron tiernos, casi femeninos [sic] y su aire reconcentrado.
El Che mostró enseguida su sentido del humor y eso relajó los ánimos, en especial los de Goodwin, que respondió con más chistes. Sin embargo, según sus palabras, cuando comenzó la conversación, pareció que el ministro cubano comenzaba a evidenciar cierta incomodidad. Y en este punto es donde el relato comienza a hacer agua. ¿El Che incómodo ante un jovenzuelo cejijunto de apenas 29 años, que podría ser muy capaz como secretario del apuesto presidente norteamericano pero el único campo de batalla que conocía eran las suntuosas oficinas de la Casa Blanca? ¿Incómodo de entablar un diálogo con el representante de un mandatario que acababa de ser humillado militarmente y quedado en ridículo a los ojos del mundo? ¿Perturbado quién estaba acaparando la atención mundial, pronunciando discursos sin necesidad de leer, de pie, mirando desafiante a la delegación enemiga? ¿La persona que al frente de un puñado de individuos mal armados iba a enfrentar a las fuerzas armadas de diferentes naciones, apoyadas desde el exterior e incluso por la misma CIA? La observación suena vacía, pero los norteamericanos, fieles herederos de los ingleses, suelen rebajar a quienes los superan históricamente y sobre todo, si los han desafiado y enfrentado sin vacilación.
El Che Guevara no estaba proponiendo un diálogo sino tantenando al adversario e, incluso, advirtiéndole que si no se amoldaba a la situación, se vería enfrentado a condiciones de enorme riesgo que, como veremos, no tardarían en suceder.
Cosa extraña, Goodwin dice que después de incomodarse, su interlocutor se distendió y comenzó a hablar libremente, de manera serena, seria y objetiva.
Creyendo que Guevara proponía negociaciones, manifestó que él, como funcionario, no tenía autoridad para asegurar nada pero que informaría de todo a su gobierno.
El cubano-argentino dijo entender y comenzó a disertar, refiriéndose a Castro y a la intención de establecer un estado socialista, subrayando que un regreso al statu quo anterior a la Revolución era algo impensable. Agregó que en Cuba solo habría un partido y que Fidel sería su secretario general. Luego aclaró que si Washington creía poder derrocar al régimen cubano estaba completamente equivocado y dejó entrever la inminencia del apoyo soviético y lo que ello significaría para América Latina. Y después de referirse a otros asuntos, entre ellos la ineficacia de la Alianza para el Progreso, cerró su alocución, agradeciendo la invasión a Bahía de Cochinos porque gracias a ella, la Revolución y su líder habían salido fortalecidos.
El Che estaba amenazando y Goodwin creía que quería negociar, algo que también sostiene Anderson quien, después de todo, también es norteamericano.
Se despidieron comprometiéndose a hablar con sus respectivos gobiernos y ya no volvieron a verse.

Goodwin interpretó la propuesta del Che como una señal de debilidad, según se desprende de un segundo memorándum a Kennedy el 22 de agosto. ‘Creo que esta conversación –combinada con otros indicios que se han acumulado- indica que Cuba sufre grandes penurias económicas, que la Unión Soviética no está dispuesta a hacer el gran esfuerzo que se requiere para ponerlos de pie y que Cuba merece llegar a un entendimiento con Estados Unidos. Conviene recordar que Guevara representa las posiciones comunistas más firmes del gobierno; y si hay lugar para una gama de distintos puntos de vista en Cuba, tal vez haya dirigentes aún más interesados que él en llegar a un arreglo con Estados Unidos19.

Goodwin, aconsejó a su presidente más presión económica sobre la isla, sanciones a quienes intentasen comerciar con ella e intensificar la guerra psicológica contra el régimen castrista, aunque dejando abierta una vía por si se presentaba la posibilidad de continuar el diálogo con Guevara.
La historia ha demostrado que el “chico Kennedy”, no entendió nada y para peor, casi pierde su empleo porque el Senado de su país -donde debió ir a comparecer-, lo acusó de haberse excedido en sus funciones al mantener una reunión con el Che y lo colocó en la lista de sospechosos de trabajar para el comunismo20.


El 17 de agosto, el Che Guevara viajó a Montevideo, invitado por las autoridades de la Universidad Nacional. Llegó en horas de la tarde, cuando sus colegas latinoamericanos regresaban a sus respectivos países.
Esa misma mañana había asistido a la sesión de clausura de la Conferencia, donde escuchó las disertaciones del representante brasilero, Clemente Mariani y el canciller uruguayo Homero Martínez Montero.
Todos los presentes firmaron el Documento a excepción del Che y cuando los delegados abordaban sus automóviles para dirigirse al Aeropuerto Internacional de Carrasco, Douglas Dillon ofreció su propia conferencia de prensa, en la que denostó a Cuba y el régimen que la gobernaba.
El paraninfo de la Universidad de la República estaba colmado de estudiantes, docentes, periodistas y curiosos, todos ansiosos por ver al mítico líder revolucionario. Fue tanta la gente que se acercó hasta el lugar, que desbordó la Av. 18 de Julio y las dos calles laterales.
Desde el día 8, se desarrollaba en Montevideo la Conferencia Popular Antimperialista, conocida vulgarmente como Conferencia Paralela, cuyo lema era "Con Cuba, por la dignificación de Latinoamérica, contra la colonización económica del continente". Como asegura Niko Schvarz en su trabajo “La visita del Che en agosto de 1961: dos semanas que conmovieron al Uruguay”, publicado por “La República” de Montevideo, en 2003 con motivo del 36º aniversario de la muerte del Che, se trataba de una réplica opositora del cónclave de Punta del Este.
El Che junto a Salvador Allende en
la Universidad de Montevideo
De la misma participaron Salvador Allende en su carácter de presidente del Senado chileno, el publicista argentino Gregorio Selser, políticos, intelectuales y pensadores uruguayos, entre quienes destacaban Luis Gil Salguero, Jesualdo (Jesús Aldo Sosa Prieto), Guillermo Bernhard, Juan José López Silveyra, Armando González y Julio E. Suárez (“Peloduro”), junto a representantes de los comités de solidaridad con Cuba de Montevideo, Maldonado, Rocha, Minas y Treinta y Tres, así como numerosos periodistas.
El acontecimiento tuvo lugar en el Cine “Majestic” de la capital uruguaya y durante el mismo, hicieron uso de la palabra, los diputados Enrique Rodríguez, Germán D'Elía, Ariel Collazo y Fernando Elichirigoity21.
El marco era el adecuado; la conferencia de Punta del Este y la presencia del Che habían colocado al Uruguay en el centro de la escena política americana y por esa razón, se percibía un interés especial por lo todo lo que sucedía.
En horas de la mañana, militantes anticomunistas habían ingresado al salón del paraninfo y arrojado bombas de olor, creyendo que de ese modo impedirían el acto, pero las brigadas estudiantes y voluntarios juveniles se encargaron de reacondicionar el ambiente.
Era la fecha patria uruguaya y todo estaba dado como para que el evento fuese un suceso.
La concurrencia se mostraba impaciente cuando los organizadores del acto, Victorio Casartelli y Luis Gil Salguero, pronunciaron sus palabras. Finalmente, el esperado momento llegó.
El Che hizo su ingreso por la puerta lateral, provocando una ovación que, pareció a punto de derrumbar el edificio; la juventud presente comenzó a vitorear su nombre y a vivar a la revolución cubana mientras saltaba y aplaudía. Lo acompañaban las autoridades de la alta casa de estudios, dirigentes de izquierda, militantes del gremio estudiantil y el presidente del Senado de Chile, Salvador Allende, en quien nadie pareció reparar.
Costó mucho acallar a la multitud pero al final se logró. De entrada se notó que el discurso iba a ser constantemente interrumpido por aplausos, vivas, exclamaciones de júbilo y en una ocasión, silbidos, cuando el disertante se refirió al bloqueo norteamericano.

Queridos amigos; compañeros todos:
Cuando recibimos las atenciones del Gobierno uruguayo en las playas de Punta del Este agradecíamos todas esas manifestaciones, todos los cuidados y todas las deferencias que para nosotros se ha tenido durante estos días; pero sentíamos que nos faltaba algo, y ese algo era precisamente el contacto con el pueblo22.

La salva de aplausos cortó momentáneamente su exposición.

Pensando en alta voz, compañeros, diría que nosotros estamos malcriados por el contacto con el pueblo y que no podemos dejar de tenerlo; nos sentimos mal cuando estamos en cualquier lugar donde no podemos dialogar con él y no podemos dar nuestra experiencia pequeña y recibir la enorme experiencia y la enorme dosis de sabiduría que el pueblo nos confiere todos los días. Y algo quizás más importante: cada vez que un gobernante revolucionario se reúne con el pueblo, se anudan más honda, más profundamente, los lazos que lo ligan a ese pueblo y a un compromiso tácito que se ha adquirido, que no está escrito en ningún libro, que no está firmado por ninguna delegación, pero sin embargo todas las conciencias lo conocen y en todo el pueblo está claro y está firme.
A veces en nuestro país se reúnen multitudes de un millón de personas; hay momentos en que, como en este recinto, no se oye apenas un ruido y todos están pendientes de la palabra de Fidel, por ejemplo. (APLAUSOS) Pero hay momentos en que el pueblo pide también su participación en la discusión colectiva; grita, a veces baila, salta, aclama, demuestra, en fin, de mil maneras, sus emociones, y las demuestra de tal forma que nosotros los hombres de gobierno sabemos qué es lo mejor, qué es lo que más le interesa al pueblo, qué es lo que más le gusta, cuál es el camino más justo y por dónde hay que seguir23.

La conferencia se extendió por más de una hora y a medida que se iba desarrollando, iba inflamando el espíritu de los presentes.
En determinado momento, el comandante guerrillero, devenido en funcionario revolucionario, hizo mención de los héroes de América y al hacerlo, lanzó una de sus referencias más acertadas. Se refirió al aislamiento de las naciones latinoamericanas, a la indiferencia de unas con otras y atribuyó el hecho a agentes externos, de ahí que personalidades como Martí o Artigas fueran prácticamente desconocidas fuera de sus fronteras y que las conocidas, tales los casos de Bolívar y San Martín, fueran discutidas y cuestionadas.

Por eso Artigas era desconocido en Cuba, y Martí era desconocido en Uruguay. Por eso los héroes continentales no alcanzaban esa magnitud real, esa magnitud de hombres de América que tienen, y se circunscribían a determinados pueblos. Por eso todavía en América tratan de discutir si es más grande o menos grande, y a quién pertenecen San Martín o Bolívar, sin contar con que San Martín y Bolívar son hombres de América24.

Fue evidente que el pecho se le hinchó de orgullo al pronunciar el nombre de su connacional, comandante y revolucionario como él.

San Martín, que murió exactamente hace ciento once años hoy, era un hombre de América…

Una nueva salva de aplausos volvió a interrumpir sus palabras. Y es que el Libertador de América contaba con numerosos admiradores al otro lado del Plata.

…como Bolívar, no podemos decir que perteneciera a un país, como Martí no nos pertenece. Son productos de nuestra civilización, de nuestro sustrato cultural, producto de todo lo que ha madurado durante años y años, de lo que se ha agregado al indígena primitivo, con el negro que se trajo, con el español que vino a colonizar, con las razas de otros lugares del mundo, por nuestras condiciones sociales específicas, y que han creado este hombre americano que habla prácticamente el mismo lenguaje y que, de todas manera, se entiende siempre en cualquier lugar donde se exprese25.

Treinta y nueve veces debió detenerse para permitir a la audiencia exteriorizar su entusiasmo.
Entre los jóvenes estudiantes que se encontraban en el recinto ese día, se encontraba el futuro presidente y militante tupamaro José “Pepe” Mujica, quien años después referiría su sorpresa cuando él y sus compañeros creyeron entender que el disertante pedía paciencia y mesura en lugar de empuñar las armas. Evidentemente, no estaban entendiendo lo que el Che decía.

Ustedes tienen algo que hay que cuidar, que es precisamente la posibilidad de expresar sus ideas; la posibilidad de avanzar por cauces democráticos hasta donde se pueda ir; la posibilidad, en fin, de ir creando esas condiciones que todos esperamos algún día se logren en América, para que podamos ser todos hermanos, para que no haya la explotación del hombre por el hombre ni siga la explotación del hombre por el hombre, (APLAUSOS) lo que no en todos casos sucederá lo mismo -sin derramar sangre, sin que se produzca nada de lo que se produjo en Cuba, que es que cuando se empieza el primer disparo, nunca se sabe cuándo será el último. Porque no hubo un último disparo el último día de la Revolución; hubo que seguir disparando. Nos dispararon, tuvimos que ser duros, tuvimos que castigar con la muerte a alguna gente; nos volvieron a atacar, nos han vuelto a atacar una vez más, y nos seguirán atacando26.

¿Estaba hablando de una revolución pacífica el Che? ¿Estaba sugiriendo dejar las armas por la dialéctica?

Los jóvenes vuelven a aplaudir, pero algunos se ven sorprendidos –se les nota en la cara- por estas palabras. Pepe siente que la respuesta que ha ido a buscar, la que al menos esperaba escuchar, no es la que está saliendo de la boca del revolucionario. Razona, sin embargo, que es lógico lo que dice Guevara, que por más guerrillero que fuese el hombre, no podía llegar de Cuba con su uniforme militar, entrar a la Universidad uruguaya, y ante miles de jóvenes, llamar a tomar las armas: ‘¡sólo a mí se me ocurre!”, se reprocha27.

Guevara se refirió a muchas otras cosas. A las tasas de desarrollo, a la industrialización como pauta del desarrollo, al sentido del progreso económico, a las relaciones internacionales y el comercio exterior, al bloqueo de los Estados Unidos, a los medios de producción en manos de los trabajadores, a las relaciones con el bloque de países socialistas y al espíritu revolucionario.

Bien, compañeros –terminó diciendo-: hemos tenido un diálogo irregular, no muy académico; si ustedes no se ofenden, muy cubano en su forma de expresión, de intercambio.

Nuevos aplausos lo obligó a detenerse.

Quisiera decirles que la impresión y el recuerdo que nos llevamos del pueblo uruguayo será imborrable. No son palabras, no valdría la pena decir palabras protocolares. Quizás es que no son nada más que pueblo, y sobra lo de uruguayo, porque todos los pueblos del mundo...

Más aplausos, con la audiencia gritando por Cuba, atronaron el interior del salón.

En todo caso, podemos decir que de estas reuniones, del intercambio que hemos tenido estos días mis compañeros y yo con el pueblo uruguayo, nos llevamos un recuerdo imborrable, y que ese recuerdo servirá -como sirve siempre el recuerdo del pueblo y de los diálogos con el pueblo-, para indicarnos todos los días que nuestro compromiso es todavía más grande que con el de seis millones y medio de cubanos, que nuestro compromiso ha trascendido las fronteras de nuestra Isla, que se ha afincado en muchos lugares de América y que debemos todos los días trabajar y todos los días perfeccionarnos. Nosotros, sin embargo, debemos perfeccionarnos todos los días, cada vez con más ahínco, para ser dignos de ese compromiso que hemos contraído en estos días con ustedes. Nada más28.

La ovación que siguió a continuación, se prolongó por varios minutos. La multitud estaba enardecía y muchos pugnaban por acercarse al líder revolucionario.

-¡¡Cuba, Cuba!! –gritaban los presentes- ¡¡Cuba sí, yankis no!!

-¡¡Saludos a Fidel!! ¡¡Saludos a Fidel!!

Mientras se alejaba hacia la puerta, el Che iba saludando a las personas que pugnaban por acercársele, seguido por las autoridades de la Universidad y el Dr. Salvador Allende. El ambiente era de entusiasmo y el fervor de la gente, saltando y gritando, se tornaba contagioso.
Entre los que habían estado escuchando la disertación, se encontraba el profesor de historia Arbelio Ramírez, que había tratado de registrarlo todo con su grabador Geloso amarillo. Se hallaba aún bajo la influencia y el hechizo del legendario líder guerrillero cuando guardó el aparato en su portafolio, se puso el largo sobretodo gris y se dispuso a salir, pues debía dictar clase en el cercano instituto IAVA.
Ramírez se dirigió a la puerta que daba a la calle Eduardo Acevedo y por allí salió, apurando el paso porque se le hacía tarde. A su lado se movía lentamente la hilera de automóviles oficiales mientras la policía intentaba ordenar el tránsito y contener a la gente. Inmediatamente detrás, pasó un taxi llevando al Che en su interior. Cerca de allí, se encontraba un grupo de militantes anticomunistas que repartían volantes y esgrimían armas de fuego.
El profesor apuró el paso hacia la bajada próxima a Guayabo; intentaba poner distancia entre el gentío y los vehículos oficiales cuando un estampido sobresaltó a la multitud.
La gente no atinó a hacer nada y cuando se dio cuenta de que efectivamente se trataba de un disparo, el cuerpo del profesor yacía sobre la acera, sin vida.
Una bala destinada al Che, terminó con la vida de un inocente.
El profesor acusó el impacto y dolorido como estaba, intentó regresar sobre sus pasos, pero a los pocos metros cayó. Los testigos presenciales, no repararon en un grupo de desconocidos que trepó presurosamente a la caja de madera de una camioneta Austin, color verde y partió velozmente en dirección a la costanera.
Algunas personas alcanzaron a tomar la matrícula del rodado y la misma salió publicada al día siguiente en el periódico socialista “El Sol”.
El libro de Víctor L. Bacchetta
El profesor Ramírez fue llevado a la morgue judicial y luego velado en la Universidad de la República. En represalia, militantes de izquierda, se encaminaron a un instituto en el que grupos opositores protestaban contra la presencia del Che y los atacaron. El hijo del diputado socialista Arturo Dutra noqueó a uno de ellos cuando, según versiones, estaba a punto de esgrimir un arma de fuego. Increíblemente, dos de aquellos sujetos se dirigieron al velatorio de Ramírez y después de escupir el féretro, arrojaron una bomba de olor. Fueron corridos y apedreados por jóvenes estudiantes, al ser interceptados en el pasaje Emilio Frugoni, donde estuvieron a punto estuvieron de matarlos. Les quitaron sus cédulas de identidad y a uno de ellos, una tarjeta personal del senador por Canelones Agustín Caputti, del Partido Colorado29.
Se dice que el Che Guevara se enteró de lo sucedido en la puerta del hotel donde se alojaba y que indignado, se tomó la cabeza, lamentando profundamente la muerte del educador.
Para el profesor Hugo Cores, Ramírez fue el primer caído por razones políticas en el moderno Uruguay. La Asociación de Estudiantes de Preparatorios colocó una placa en su memoria cuyo texto decía: “Homenaje de la Asociación de Estudiantes de Preparatorios a Arbelio Ramírez, caído bajo las balas fascistas”. La Guerra Fría, se había cobrado su primera víctima en el Río de la Plata. Un año y diez meses después, la agrupación subversiva Tupamaros haría su aparición al tomar por asalto el Club de Tiro de Colonia Suiza, para sustraer armas.


Imágenes

El Che escucha la disertación de Douglas Dillon




Junto a familiares y amigos. Su madre Celia, sus hermanos Juan Martín y Roberto,
Alfredo Gabela y Carlos Figueroa




Douglas Dillon, representante de los Estados Unidos.
En la foto junto a John F. Kennedy



Reunión informal en La Azotea, residencia veraniega del presidente
Víctor Haedo, quien aparece a la derecha luciendo una boina blanca


Leyendo "La Nación" de Buenos Aires durante un alto


Su discurso de cierre el 16 de agosto. Cuba no firma la Carta de Punta del Este


El Che en la Universidad de la República
Montevideo, 17 de agosto de 1961
Notas
1 Se encontraban, junto a Fidel y Osmany, el jefe del Estado Mayor, comandante Sergio del Valle Jiménez, el capitán Flavio Bravo Pardo, los jefes de la defensa de La Habana, comandante Filiberto Olivera Moya y capitanes Emilio Aragonés Navarro, Rogelio Acevedo González, Sidroc Ramos Palacios y Raúl Curbelo Morales, luego nombrado comandante de la Fuerza Aérea Revolucionaria. Ver Fidel Castro Ruz, La Batalla de Girón (Primera Parte) III, CubaDebate (http://www.cubadebate.cu/la-batalla-de-giron/tercera-parte/).
2 Juan Efe Noya, “La Rastra de la Muerte”, La Crónica Usa. Portal de Análisis y Opinión, 17 de abril de 2015 (http://lacronicausa.com/la-rastra-de-la-muerte/). Los nueve muertos eran: Alfredo José Cervantes Lago (“Cuco”), José Daniel Vilarello Tabares, José Santos Millán Velasco, Hermilio Benjamín Quintana Pereda, José Ignacio Macías del Monte, Santos Ramos Álvarez, Pedro Rojas Mir, René Silva Soublete y Moisés Santana González. 3 Fuera de las listas de fusilados, mayoritariamente elaboradas por cubanos en el exilio, no hemos hallado ninguna fuente que haga referencia a los fusilamientos de Pinar del Río.
4 Ver José Luis Milia: “El Che Guevara y los homosexuales: El mataputos del malecón o la hipocresía progre”, estraído de Pacificación Nacional Definitiva
(http://pacificacionacionaldefinitiva.blogspot.com.ar/2012/12/el-mataputos-del-malecon-o-la.html).
5 José Raúl Capablanca, fue un célebre ajedrecista nacido en el Castillo del Príncipe, La Habana, el 19 de noviembre de 1888, campeón mundial de esa disciplina en 1921 y 1927. Lo llamaban el “Mozart” del ajedrez y se lo consideraba invencible. Fue capitán del equipo cubano en las olimpíadas de Buenos Aires de 1939. Su padre fue oficial del ejército español.
6 Extraído de “Che ajedrecista”, Galeón, El Ajedrez en Cuba. Cita a El Ajedrez en Cuba, apuntes para su historia, de José Luis Barreras Meriño (http://www.galeon.com/facostaruiz/Che.htm).
7 Laika pereció en el espacio luego de varias órbitas en torno al planeta.
8 Aterrizó en el océano Atlántico.
9 Años después, comenzó a circular la versión de que siete días antes del vuelo de Gagarin, la Unión Soviética lanzó al espacio a Vladimir Ilyushin, hijo del célebre diseñador aeronáutico soviético. El cosmonauta alcanzó el espacio exterior el 7 de abril de 1961 y efectuó tres órbitas en torno a la Tierra antes de regresar. La maniobra de retorno falló y en lugar de aterrizar en Rusia, la nave se desvió hacia China, con su tripulante desmayado en el interior. Ilyushin fue rescatado por las autoridades chinas e internado en un hospital militar, donde permaneció recluido en secreto por espacio de un año. Lo devolverían a su patria luego de una serie de concesiones secretas que sumieron el asunto en el silencio. Ya en Rusia, el cosmonauta fue puesto en cuarentena y entrenado en el arte de “guardar silencio”. Dado el “fracaso”, Moscú ocultó los resultados de la misión, pese a que hoy, a la distancia, resulte todo un éxito (Ver: Alberto N. Manfredi (h), “El vuelo de Ilyushin. El primer hombre en el Espacio” (http://lavozdelahistoria.blogspot.com.ar/2014/04/miklos-rozsa-el-hombre-que-le-puso.html).
10 Lois Pérez Leira, “Ernesto ‘Che’ Guevara en Surinam”, Kaos en la Red, 2 de marzo de 2014 (http://2014.kaosenlared.net/component/k2/82042-ernesto%E2%80%9Cche%E2 % 80%9D-guevara-en-surinam).
11 El Playa Hotel se encontraba ubicado frente a Playa Brava.
12 A los uruguayos se los conoce también como “orientales”, porque en tiempos del dominio hispano y las guerras de la Independencia, se denominaba a su país la Banda Oriental del Río Uruguay.
13 Pierre Kalfon, op. Cit, p. 353. Dulles fue reemplazado por el republicano John McCone.
14 Ricardo Rojo, Mi amigo el Che, Editorial Legasa, Buenos Aires, 1985, “Un socialismo latinoamericano”, p. 146 y ss.
15 Jon Lee Anderson, op. Cit, p. 485.
16 Milton Fontaina pertenecía a una importante familia del Uruguay, propietaria de Radio Carve y del Canal 10 Saeta TV. Su padre Alejandro Raúl y su tío Roberto adquirieron la emisora a su fundador, el radioaficionado alemán Karl Karve, en sociedad con Juan Enrique De Feo y Faime Farell. Su hermano, Pablo Raúl Fontaina fue el encargado de lanzar la señal al aire y se lo recuerda como la primera persona en aparecer por la TV local. A Milton Fontaina se debe la instalación de la gran torre metálica de 185 metros de altura, sobre el edificio del canal. Roberto Fontaina, tío de Milton, fue un destacado músico, poeta, empresario y diplomático uruguayo, nacido en Montevideo el 3 de enero de 1900. Autor de las letras de tangos humorísticos como “Garufa” y “Niño bien”, formó la recordada Troupe Ateniense, de la que también fue miembro su hermano Raúl. Primer presidente de la Asociación de Autores del Uruguay (AGADU), fue fundador de la compañía SADREP, propietaria de Radio Carve y Radio La Voz del Aire. Pese a haber tratado en numerosas oportunidades con su compatriota Carlos Gardel, nunca logró que cantara sus tangos aunque sí, que actuara en Radio Carve. En agosto de 1948 era ministro consejero de la embajada del Uruguay en los Estados Unidos, a cargo de la legación por ausencia de su titular. Casado con doña Lilia Esther García Fonticiella, dama de la alta sociedad local, empresaria y benefactora, fue padre de un hijo Roberto Luis Fontaina, nacido en 1943.
17 Diario “El Popular” de Montevideo, domingo 13 y lunes 14 de agosto de 1961.
18 Jon Lee Anderson, op. Cit, p. 484.
19 Jon Lee Anderson, op. Cit, pp. 491-492.
20 Quién sí perdió su puesto fue el ministro de Relaciones Exteriores de la Argentina, Adolfo Mujica, acusado de haber patrocinado el encuentro y difundir la entrevista.
21 Niko Schvarz, “Para recordar en el 36º aniversario del asesinato de Ernesto Guevara. La visita del Che en agosto de 1961: dos semanas que conmovieron al Uruguay”, Archivo Chile. Historia Político Social-Movimiento Popular, CEME Centro de Estudios Miguel Enríquez; cita al diario “La República” de Montevideo (http://www.archivochile.com/America_latina/Doc_paises_al/Cuba/Escritos_sobre_che/escritossobreche0023.pdf)
22 Montevideo, del lunes 21 de agosto de 1961, pp. 2-6.
23 Ídem.
24 Ídem.
25 Ídem.
26 Ídem.
27 Walter Pernas, Comandante Facundo. El revolucionario Pepe Mujica, capítulo 12, “La duda: el Che y un primer disparo…”, Ed. Aguilar, Montevideo, 2014.
28 Diario “El Popular”,  ídem.
29 Raul Legnani ,"Fue la derecha quien mató a Arbelio y la bala era para el Che", La Red 21, 28 de enero de 2008 (http://www.lr21.com.uy/politica/295856-fue-la-derecha-quien-mato-a-arbelio-y-la-bala-era-para-el-che).