PSICOLOGÍA EMPÍRICA. De las facultades superiores de conocimiento o sea de la inteligencia. 9/13
El alma
humana, como decía san Agustín y confirma la experiencia, percibe
primero por medio de los sentidos los fenómenos que nos ofrece el mundo
externo, y después investiga sus causas por medio de la razón (1).
Después de haber tratado de las diferentes manifestaciones de la
sensibilidad en el hombre, conviene tratar de sus facultades superiores o
intelectuales, que son el entendimiento y la voluntad. Aquí trataremos
solamente del primero, reservando para la Moral lo perteneciente a la
segunda, a causa de las relaciones íntimas que entre la voluntad y la
Ética existen. [272]
{(1)
«Mens humana, prius haec quae facta sunt, per sensus corporis
experitur, eorumque notitiam pro infirmitatis humanae modulo capit, et
deinde quaerit eorum causas.»}
De la inteligencia o entendimiento en general
§ I Definiciones y nociones generales sobre la naturaleza y manifestaciones del entendimiento.
1ª Puede definirse el entendimiento del hombre: una
facultad o fuerza vital innata, por medio de la cual el alma humana
puede conocer las cosas insensibles y espirituales, y las sensibles y
materiales por medio de ideas universales. Dícese fuerza vital e innata, para distinguir y separar el entendimiento de los hábitos adquiridos o infusos, naturales o sobrenaturales, como la ciencia, el lumen gloriae de
los que ven a Dios, la fe teológica, los cuales, aunque perfeccionan y
ensanchan la actividad intelectual, no son fuerzas vitales ni innatas
del alma. Las demás palabras sirven para señalar la distinción esencial,
absoluta y primitiva, y la superioridad inmensa del entendimiento con
respecto a la sensibilidad; pues mientras esta sólo percibe objetos
materiales y sensibles, y esto bajo la forma de singularidad, el
entendimiento percibe estos mismos objetos bajo la forma de
universalidad, y además extiende su acción a objetos insensibles y
puramente espirituales (1). [273]
{(1) Los Escolásticos solían definir al entendimiento: facultas perceptiva veritatis, seu entis sub ratione veri. Esta
definición, aunque coincide en el fondo con la nuestra, adolece de
alguna oscuridad, especialmente para inteligencias tiernas, por no
especificar las diferencias que separan al entendimiento de las
facultades sensibles. Añádese a esto, que el percibir la verdad no
conviene a todas las manifestaciones o actos del entendimiento, puesto
que la verdad y falsedad de conocimientos pertenecen al juicio y no a la
simple percepción.}
Esta facultad intelectual que acabamos de definir, recibe los nombres de inteligencia, entendimiento, razón, nombres
que en el lenguaje ordinario se toman como sinónimos, y que nosotros
también usaremos como tales. A pesar de esta sinonimia, que pudiéramos
llamar vulgar, la significación filosófica de estas tres palabras no es
completamente idéntica. Importa mucho conocer con exactitud la diferente
significación filosófica de estos nombres, sobre la cual vamos a emitir
algunas observaciones que contribuirán poderosamente para formar ideas
exactas y elevadas sobre la naturaleza íntima de la facultad
intelectual.
2ª Algunos toman la etimología del entendimiento, intellectus, de
elegir o escoger. Aunque susceptibles en cierto sentido de esta
aplicación etimológica, a nosotros nos parece más natural y filosófica
la que señala santo Tomás, tomada de leer interiormente: intellectus, quasi intus legens. Denominación es ésta que corresponde al entendimiento, considerando tanto subjetivamente como objetivamente. Subjetivamente, porque el entendimiento, al conocer los objetos, los trae a sí, comunicándoles dentro del alma una existencia inteligible o intencional, como decían los Escolásticos. Objetivamente, porque
su poder y acción no se limita a las cualidades y modificaciones
singulares y externas de los cuerpos, como hacen los sentidos, sino que
penetrando, por decirlo así, en el interior de éstos, percibe muchas
propiedades, atributos y hasta la misma esencia de los objetos sensibles
alguna vez, formando además ideas universales, cuyo valor objetivo no
se halla sometido al poder y acción de las facultades sensibles.
3ª La inteligencia, además
de la acepción usual y vulgar, según la cual se identifica con
entendimiento, comprende las dos significaciones siguientes: 1ª el acto
segundo, operación o ejercicio actual del entendimiento, en el sentido
de que inteligencia equivale a intelección o acción de entender: 2ª el hábito o facultad de los primeros principios.
Conviene
tener presente esta acepción o significación de la inteligencia, porque
se usa con frecuencia en las obras de [274] filósofos y teólogos
antiguos, y principalmente de los Escolásticos, para los cuales la inteligencia, en este segundo sentido, es el conjunto o colección de axiomas o verdades de evidencia inmediata que se llaman con razón primeros principios de
las ciencias. Aunque estos principios no son innatos, en el sentido
riguroso de la palabra, no existiendo ideas innatas en nuestra
inteligencia, pueden decirse innatos virtualmente o cuasi innatos, y
consiguientemente habituales, en atención a que son conocimientos
facilísimos y como naturales a la inteligencia manifestaciones
espontáneas, primarias, y en cierto modo inmediatas e intuitivas de la
actividad intelectual.
4ª Mayor
importancia científica presenta la significación de la razón, cuando no
se la toma en el sentido vulgar como sinónima de entendimiento. Para
proceder con la debida claridad y exactitud en esta materia, conviene
tener presente: 1º que el entendimiento completo o sea, en cuanto
significa la potencia inteligible adecuadamente, contiene tres
operaciones o manifestaciones fundamentales, a las cuales se pueden
reducir los demás actos intelectuales, a saber: la simple percepción, el juicio y el discurso o raciocinio: 2º que los juicios formados por nuestro entendimiento son de dos clases: unos inmediatos, y
son aquellos que envuelven evidencia inmediata, como sucede en los
primeros principios, en los cuales basta percibir el significado obvio y
literal de los términos para conocer la conexión o repugnancia del
predicado con el sujeto: otros son mediatos, y son aquellos en
los cuales no se descubre a primera vista o por la simple percepción de
los términos la conexión o repugnancia del predicado con el sujeto, sino
para descubrir y reconocer esta conveniencia o repugnancia, es preciso
compararlos con un tercero, lo cual se verifica por medio de la
operación intelectual que llamamos raciocinio o discurso.
Con
presencia de estas indicaciones y observaciones, no es difícil señalar
la razón suficiente y filosófica, y el fundamento racional de la doble
denominación que atribuimos a nuestra facultad intelectual. En cuanto
que esta facultad ejerce las funciones de percibir simplemente los objetos, y de formar [275] juicios inmediatos, o sea conocer las verdades de evidencia inmediata, recibe la denominación de entendimiento o
de inteligencia. La misma facultad, en cuanto compara y combina por
medio del raciocinio varias ideas o juicios para descubrir la verdad, lo
cual hace discurriendo o moviéndose de una idea a otra, de un juicio a otro, recibe con justicia el nombre de razón.
Esta
sencilla teoría sobre la distinción y relaciones que entre el
entendimiento y la razón existen, contiene las bases fundamentales para
una teoría general y filosófica de la razón humana. Para convencerse de
ello bastará poner de manifiesto algunas de las deducciones y
aplicaciones científicas a que se presta. Porque; en efecto, de ella se
desprende,
a) Que el entendimiento y la razón no
son dos facultades o potencias distintas, sino más bien dos funciones,
dos oficios, dos manifestaciones o fases de una misma facultad
intelectual.
b) Esta facultad es entendimiento o inteligencia cuando
entra en posesión de la verdad por simple contacto con el objeto, sin
esfuerzo, y como por un movimiento tranquilo, natural y espontáneo de la
actividad intelectual. Es razón, en cuanto investiga, descubre y
adquiere la verdad, comparando y combinando unas ideas con otras,
discurriendo de un objeto a otro, y moviéndose de una verdad conocida a
otra desconocida, empleando al efecto procedimientos analíticos y
sintéticos más o menos complejos y difíciles. La acción del entendimiento como
entendimiento o como distinto de la razón, es la percepción quieta,
espontánea y como intuitiva de la verdad: la acción del entendimiento
como razón, es la percepción o adquisición de la verdad,
realizada a consecuencia de un movimiento complejo objetivamente,
paulatino, sucesivo y acompañado de cierto conato o esfuerzo.
c) Luego el entendimiento como entendimiento, o
sea como inteligencia, es la manifestación más noble y superior de la
potencia o actividad intelectual del hombre, es decir, de la que
llamamos la inteligencia humana. La razón es que el modo de obrar del
entendimiento, como tal o sea como distinto [276] de la razón, se acerca
más al modo de obrar de Dios y de los ángeles que el modo de obrar de
la razón, como tal; porque propio es de Dios conocer la verdad por medio
de un acto simple e intuitivo, y propio de los ángeles conocer la
verdad por medio de concepciones simples y de juicios inmediatos sin
intervención de raciocinios: simpliciter et absque discursu veritatem rerum apprehedunt: que no por otra razón se les da el nombre de inteligencias y el de criaturas o sustancias intelectuales, y no el de sustancias racionales, como
a las almas humanas. Podemos por lo tanto decir que la fuerza o
potencia intelectual íntegra del hombre tiene cierta analogía con la
potencia intelectual de Dios y de los ángeles, y consiguientemente
participa por este lado del modo de obrar propio de las inteligencias
superiores: empero, al propio tiempo, esta analogía y participación son
imperfectas e incompletas, pues ni alcanzan a la semejanza perfecta en
el modo de obrar, ni menos se extienden a todos los actos intelectuales.
Los dos nombres de entendimiento o inteligencia, y de razón se
hallan en relación con estos dos aspectos de la potencia inteligente
que existe en el alma racional, a la cual por este motivo apellida santo
Tomás con expresión tan gráfica como filosófica, «una naturaleza
intelectual sombreada» u oscurecida: naturam intelectuales obumbratam (1). [277]
{(1)
El fondo o sustancia de la doctrina consignada en todo este párrafo
pertenece a santo Tomás, no habiendo hecho nosotros más que ilustrarla,
facilitar su inteligencia y desarrollar su importancia y aplicaciones.
El siguiente notable pasaje relativo a la distinción entre el entendimiento y la razón a
su fundamento, servirá de ejemplo para reconocer la exactitud y
profundidad de sus ideas sobre la materia que nos ocupa. «In homine est
intellectus, non tamen propter hoc in ordine intellectum proprie
ponitur; quia illa substantia intellectualis dicitur, cujus tota
cognitio secundum intellectum est, quia omnia quae cognoscit, subito,
sine inquisitione ipsi offeruntur. Non tamen ita est de cognitione
animae, quia per inquisitionem et discursum ad notitiam rei venit; et
ideo rationalis dicitur, quia ejus cognitio secundum terminum tantum, et
secundum principium intellectualis est: secundum principium,
quia prima principia [277] sine inquisitione statim cognoscit; unde
habitus principiorum indemonstrabilium intellectus dicitur:
secundum terminum vero, quia inquisitio rationis ad intellectum rei
terminatur. Et ideo non habet intellectum ut naturam propriam, sed per
quandam participationem. Ratio autem, et de Deo, et de angelis dicitur;
tamen alio modo sumitur, secumdum quod omnis cognitio (según que toda
potencia cognoscitiva de lo inmaterial) inmaterialis, ratio dici potest, prout ratiodividitur contra sensum et non contra intellectum.» Sentent., lib. 2º, dist. 3ª, cuest. 1ª, artículo 6º, ad. 2ª.}
d) El entendimiento como tal, o sea como manifestación superior y más noble de la potencia inteligible humana, es el principio o fundamento, y también el término de la razón. Es el principio: porque la facultad intelectual como razón, o
sea como facultad raciocinante, presupone la simple percepción de los
objetos, y sobre todo presupone el conocimiento de los primeros
principios o verdades de evidencia inmediata que sirven de base al
raciocinio, y son el principio del movimiento intelectual que
apellidamos raciocinar o discurrir. Es también término: porque la
proposición o verdad deducida y descubierta por medio del raciocinio, en
tanto es cierta y evidente para nosotros, en cuanto vemos que tiene
enlace y conexión necesaria con algún primer principio o verdad de
evidencia inmediata, cuya percepción pertenece al entendimiento como
tal. Luego el movimiento intelectual que constituye la razón como razón, tiene su punto de partida o principio en algún juicio inmediato, y se resuelve o termina al mismo.
e) La razón como razón, o
como distinta del entendimiento, es propia y peculiar al hombre. Cuando
atribuimos, pues, la razón a Dios y a los ángeles, se toma esta palabra
como sinónima de entendimiento o potencia intelectual superior a las
potencias cognoscitivas del orden sensible.
f) El acto propio del entendimiento, en cuanto a tal o como inteligencia, puede decirse que es la intuición, si no inmediata o propiamente dicha, al menos mediata e imperfecta. Al contrario, el acto propio de la razón es el conocimiento discursivo, [278] en atención a que, como dice santo Tomás, el entendimiento conoce por medio de una simple mirada, simplici intuitu; pero la razón conoce moviéndose de una cosa a otra: discurriendo de uno in aliud.
g) El objeto más propio y directo del entendimiento como entendimiento es
el ente, porque su conocimiento se verifica por una especie de simple
intuición, y por medio de un movimiento natural y espontáneo. Así es que
esta idea acompaña a todo ejercicio de la actividad intelectual como
una condición necesaria e inseparable, constituyendo por lo mismo la
base general objetiva de todo conocimiento intelectual; pues todos
nuestros conocimientos e investigaciones sobre algún objeto presuponen
en éste la razón general de ser o de ente.
h) El entendimiento, pues, y la razón, no
son dos facultades distintas, como pretenden Kant y algunos otros
filósofos modernos; no son dos potencias, sino dos fases, dos
manifestaciones, dos oficios de una misma potencia intelectual.
5ª El entendimiento humano, considerado en cuanto es una impresión de la Primera Verdad, como dice santo Tomás, impressio quaedam Veritatis Primae, o sea una participación de la divina Razón, es apellidado por san Agustín y santo Tomás razón superior. El
mismo entendimiento, considerado en cuanto dice orden a los seres
particulares que pueden servir de objeto y materia para sus funciones,
recibe el nombre de razón inferior. En otros términos: la razón superior es
el entendimiento humano, según que contiene los primeros principios o
verdades de evidencia inmediata, principios connaturales y
cuasi-innatos, que santo Tomás llama con mucha propiedad prima intelligibilia, los
cuales sirven de regla y como de criterio primitivo par discernir y
juzgar de las verdades particulares relacionadas con ellos, y que son
aplicables a toda clase de ideas. La razón inferior, es el
entendimiento en cuanto es capaz de conocer y descubrir la verdad en los
objetos inferiores y en los seres particulares, materiales o sensibles.
La razón superior considera o fija su atención principalmente en las
cosas divinas, eternas y de la vida futura: la razón inferior, en las
cosas humanas, temporales y [279] de la vida presente (1). La razón
superior considera en las acciones del hombre sus relaciones con las
leyes divina y natural, y con la vida eterna: la razón inferior
considera estas mismas acciones en relación con las leyes humanas y con
la felicidad de la vida presente. Fácil es reconocer, en vista de esta
noción, que la razón superior y la razón inferior no son dos razones, no
son dos potencias inteligentes, no son dos facultades intelectuales,
sino dos fases del entendimiento humano, dos aspectos, dos oficios, dos
manifestaciones de la misma potencia inteligente.
{(1) En este sentido decía san Agustín que la razón superior es quae intendit aeternis conspiciendis aut consulendis; y que la razón inferior es quae intendit temporalibus rebus.
6ª El entendimiento, en cuanto aplica su actividad con el solo o al menos con el principal fin de conocer la verdad, es llama especulativo. Y decimos al menos con el principal fin, porque
no hay ningún objeto cuyo conocimiento no pueda ordenarse de alguna
manera a la dirección moral de los actos. Cuando la actividad
intelectual se aplica a verdades y objetos que por su naturaleza tienden
o se ordenan a la dirección de las acciones humanas en el orden moral,
recibe el nombre de entendimiento práctico. Claro es que estos
dos entendimientos son una misma potencia, y que esta clasificación solo
envuelve una distinción puramente accidental, toda vez que, como dice
con razón santo Tomás, accidit alicui apprehenso (es accidental al objeto o verdad conocida por el entendimiento) per intellectum, quod ordinetur ad opus, vel non ordinetur. [280]
§ II Opiniones de los principales filósofos acerca del entendimiento humano.
Aunque
por regla general no entramos en detalles sobre opiniones, porque otra
cosa no permite la naturaleza de una obra elemental y compendiosa,
creemos oportuno y hasta necesario hacer una excepción con respecto a la
presente materia. Y es que su importancia intrínseca, y sobre todo sus
relaciones íntimas con los problemas más interesantes y fundamentales de
la filosofía, exigen que se conozca a fondo esta materia y que se fije
en ella la atención de una manera especial, si se quiere entrar en
posesión de una teoría cristiana, verdadera y filosófica de la razón
humana, evitando a la vez graves y trascendentales errores. Por otra
parte, la exposición razonada de las opiniones de la filosofía sobre tan
importante materia, servirá para depositar en las inteligencias de los
jóvenes, gérmenes que con el tiempo lleguen tal vez a desarrollarse y a
hacerse fecundos, y servirá también para ensanchar el círculo de sus
ideas y agrandar los horizontes de su inteligencia.
A) Pitágoras. Oscura
es y sujeta a contestaciones entre los historiadores de la Filosofía la
verdadera teoría del fundador de la escuela itálica sobre la presente
materia. Lo que hay de cierto es que admitía en el hombre, además de un
principio vital y privado de razón, rationis expers, otro principio racional e
intelectual, cuyo sitio propio es el cerebro, así como el primero
reside en el corazón. Admitía, en consecuencia, en el hombre dos
facultades, una que le es común con los brutos, a la que da el nombre
de sentido o ánimo, sensus animus; otra peculiar al
hombre, llamada mente o razón. Esta segunda, o más bien el principio
del cual emana, es inmortal, así como la primera es mortal. Opinan
algunos que la mente o razón de Pitágoras era la razón divina o absoluta. [281]
B) Platón. Su teoría puede reducirse a los siguientes puntos:
1º Además de la sensibilidad, destinada a percibir los sensibles singulares, existe en el hombre la inteligencia, facultad o función superior y nobilísima destinada a percibir o conocer las ideas, las
cuales constituyen las esencias de las cosas. La verdad y realidad
objetiva de las cosas consiste precisamente en éstas ideas, porque las
existencias o seres individuales no son más que semejanzas o
participaciones de las ideas.
2º Estas
ideas, cuyo conocimiento es el conocimiento de la verdad y de la
esencia, porque son las formas esenciales, eternas e inmutables de las
cosas, son innatas y preexisten en el alma humana antes de su unión con
el cuerpo: así es que lo que llamamos ciencia humana es una verdadera reminiscencia.
3º Entre la sensibilidad y la inteligencia existen otras dos facultades o funciones cognoscitivas, que son: 1ª la opinión, mediante
la cual el alma percibe los objetos o seres sensibles, formando
nociones concretas y particulares de las mismas, sirviéndose al efecto
del análisis y de la síntesis:
2ª el pensamiento inferior, cogitatio, cuya
función propia es percibir los objetos singulares y sensibles con
abstracción de su singularidad y también de su materia, pero no de su
extensión; de manera que a esta facultad o función pertenece el formar
las nociones matemáticas, y viene a ser un medio entre la opinión, que se refiere a las cosas sensibles o materiales, y la inteligencia, que se refiere a las ideas puras y al ser absoluto.
Esta teoría de Platón se aparta de la de santo Tomás: 1º porque hace de la opinión y del pensamiento dos
facultades distintas de la sensibilidad y de la inteligencia, no siendo
en realidad más que dos funciones o modos de obrar de esta última,
según que percibe los objetos reales bajo un grado mayor o menor de
abstracción: 2º porque supone la existencia de las ideas como
universales fuera del entendimiento, o sea de las esencias reales fuera
de los singulares: 3º porque admite ideas innatas, y sobre todo porque
admite la [282] preexistencia del alma racional antes de su unión con el
cuerpo.
Tiene,
sin embargo, al propio tiempo analogía con la misma bajo otros puntos de
vista: 1º establece una distinción absoluta y esencial entre la
sensibilidad y la inteligencia: 2º lo que Platón llama opinión y pensamiento o cogitatio, coinciden en el fondo con lo que san Agustín y santo Tomás llaman razón inferior: 3º la inteligencia de Platón es el entendimiento de santo Tomás, según que abraza la doble manifestación de entendimiento y razón.
C) Aristóteles. Sobre
la sensibilidad, tanto externa como interna de conocimiento, existe
otra facultad de un orden superior o puramente intelectual, que se
llama entendimiento. Divídese éste en agente y posible, de los cuales el primero obrando sobre las especies o representaciones sensibles y singulares, phantasmata, recibidas
por los sentidos y existentes en la imaginación, abstrae de ellas y
forma representaciones inmateriales, inteligibles y universales de los
objetos. Estas representaciones universales e intelectuales de los
objetos sirven para que la actividad intelectual se aplique y dirija al
objeto, el cual es representado y conocido por medio de ellas bajo la
forma de universalidad, y este es el oficio propio del entendimiento posible.
Las funciones o actos principales del entendimiento son la aprehensión, o simple percepción, el juicio y el discurso o raciocinio (1). La opinión no
es una facultad del alma distinta [283] del entendimiento, sino un
estado de éste con relación al objeto: si este es contingente, o se
conoce como tal, su conocimiento se llama opinión; si el objeto es conocido bajo un punto de vista necesario, su conocimiento constituye o se llama ciencia.
{(1) De aquí se deduce que para Aristóteles la razón no
es una facultad distinta del entendimiento, puesto que señala como acto
y manifestación propia de éste el raciocinio, del cual toma nombre la razón, como
tal. Encuéntrase, sin embargo, en sus obras algunos pasajes, que
tomados aisladamente y sin relación al sistema general de su doctrina,
han suministrado a algunos filósofos modernos argumentos más o menos
aparentes para afirmar que el filósofo de Estagira consideraba el
entendimiento y la razón como dos facultades distintas. La naturaleza de
esta obra no permite entrar en detalles ni discusiones sobre este
punto.}
En el
entendimiento no existe idea alguna, y por consiguiente nuestros
conocimientos y toda nuestra ciencia son el resultado inmediato o
mediato de la actividad intelectual aplicada sobre los sentidos y sus
representaciones. La inducción y experiencia por un lado, y por otro los
primeros principios y la deducción, son los dos medios e instrumentos
fundamentales para descubrir la verdad y constituir la ciencia.
D) Plotino. La
teoría de Plotino sobre el entendimiento, como también la de los demás
representantes principales del neoplatonismo alejandrino, se hallaba
basada sobre la doctrina de Platón, pero desarrollada y modificada sobre
varios puntos. En general, la teoría de Plotino y de los neoplatónicos
puede reducirse a lo siguiente:
a) Además de la sensibilidad y la opinión, existe en el hombre una facultad llamada razón, y otra que se llama inteligencia, la cual es superior a la razón, y ésta es un medio entre la inteligencia y la sensibilidad.
b) La
razón percibe o conoce los objetos sensibles y también los inteligibles,
pero el conocimiento de estos últimos se verifica por medio de ideas o
representaciones derivadas o procedentes de la inteligencia a la razón:
de aquí es que el conocimiento de los inteligibles realizado por la
razón, es un conocimiento mediato y discursivo. El objeto de la inteligencia son los inteligibles puros, o sea los objetos contenidos en la misma alma, identificados con ella y dotados de una inteligibilidad inmediata. El acto propio de la inteligencia es una intuición directa e inmediata del inteligible puro; la inteligencia, su acto propio o la intuición, y el inteligible puro que les sirve de objeto, se identifican o son una misma realidad.
c) Así como la razón es iluminada en el hombre por su inteligencia, que le suministra los inteligibles no puros, o [284] revestidos de formas representativas, así ésta es iluminada a su vez por la Inteligencia Suprema, que emana o procede del Uno Absoluto:
en términos más claros: la inteligencia del hombre es iluminada por
Dios o la inteligencia divina, derivación o manifestación del Ente Uno y
Absoluto, principio y fondo sustancial de todas las cosas para los
neoplatónicos, y especialmente para Plotino, según el cual el alma y las
demás existencias finitas no son más que evoluciones y formas varias
del Ser Uno y Absoluto.
d) Esta
influencia o iluminación de la inteligencia humana por medio de la
Inteligencia Suprema, perfecciona, purifica y eleva a la primera hasta
llegar al último grado, que es su unión íntima con el Uno Absoluto, o mejor dicho, hasta quedar identificada y absorbida en la Unidad absoluta,
principio sustancial de todas las cosas. Esta función, por medio de la
cual el alma con la inteligencia realiza su unión íntima y su absorción
en el Uno, era apellidada por los neoplatónicos sobre-esencial y sobre-inteligente. A la realización de esta absorción en el Uno contribuye
y coadyuva la parte moral, por medio de la energía de la voluntad, de
purificaciones, actos de virtud, culto divino, mortificación de las
pasiones, &c. Considerada bajo este segundo punto de vista, la
inteligencia es apellidada amor, éxtasispor Plotino: Proclo, con algunos otros neoplatónicos, le dan los nombres de manía divina, iluminación, entusiasmo.
e) Todos, sin embargo, convienen en que el Uno no
es ni el alma ni la inteligencia, ni el universo, ni siquiera el ente,
sino que está sobre todas estas cosas, y que en virtud de su absorción
en este Uno o Dios, el alma pierde su conciencia propia, y
hasta todo sentimiento y pensamiento, quedando reducida a una especie
de ocio o aletargamiento absoluto. Por eso sin duda decía Damascio, que
el culto que se debe tributar al Uno consiste en el silencio absoluto y en la confesión de la ignorancia.
Fácil es
reconocer, por lo que se acaba de indicar: 1º que la teoría neoplatónica
sobre el entendimiento humano es una teoría esencialmente panteísta, y
una transformación o desarrollo [285] del misticismo profesado por
algunas escuelas filosóficas de la India: 2º que este misticismo de
Plotino y demás neoplatónicos nada tiene de común realmente con el
misticismo enseñado y profesado por Clemente Alejandrino, por el autor
de las obras atribuidas a san Dionisio Aeropajita, por san Agustín, por
Taulero y otros místicos cristianos, así en el orden especulativo como
práctico.
Prescindiendo de otras muchas reflexiones, ninguno de esos místicos católicos reconoce, ni la existencia del Uno indeterminado
y panteístico de los neoplatónicos, ni tampoco esa absorción del alma
en Dios, que lleva consigo la desaparición de la conciencia propia y
hasta de todo pensamiento, de toda actividad.
E) Arabes y Escolásticos. La
teoría de los filósofos árabes sobre el entendimiento, se reduce por lo
general a la teoría de Aristóteles modificada por unos en sentido
neoplatónico y místico, y por otros en sentido materialista y panteísta,
siendo notable entre los últimos el cordobés Averroes, según el cual
existe un entendimiento o alma inteligente universal, de la cual procede
la intelección en cada individuo, en virtud de la influencia o
iluminación producida por el entendimiento universal sobre la
imaginación. Esto equivale a establecer una especie de panteísmo
psicológico, y negar la espiritualidad del alma humana.
Por lo
que hace a las teorías de los Escolásticos, no hay necesidad de
exponerlas en particular; porque coinciden, en cuanto a los puntos
fundamentales, con la de santo Tomás, la cual a su vez coincide en el
fondo con la que esta obra contiene. Solamente advertiremos que esas
teorías de los Escolásticos, aunque conformes y análogas en los puntos
capitales, ofrecen al propio tiempo notable variedad en los detalles,
presentan diversidad de tendencias científicas, hallándose con
frecuencia en ella ideas y observaciones que contienen, o
explícitamente, o en germen, la mayor parte de aquellas teorías modernas
sobre la razón que no se apartan completamente del dogma católico.
F) Espinosa. Además
de la percepción sensitiva mediante [286] la cual conocemos las cosas
sensibles, ya en sí mismas, ya en los signos y representaciones que la
imaginación nos ofrece acerca de las mismas, existen en el hombre por
una parte, la razón, cuyo oficio es formar y elaborar por vía de
raciocinio las nociones o conceptos generales de las cosas: y por otra
parte el entendimiento, cuyo acto o manifestación propia es la intuición o
función intuitiva, por medio de la cual adquirimos el conocimiento de
la esencia de las cosas por la idea «de la esencia formal de algunos
atributos de Dios:» porque el entendimiento del hombre no es más que un
modo del pensamiento divino y una parte del entendimiento infinito. Por
consiguiente, cuando decimos que el entendimiento humano percibe esto o
aquello, no decimos otra cosa sino que Dios, no en cuanto es infinito,
sino en cuanto se desenvuelve por la naturaleza humana, o en cuanto
constituye la esencia de la mente humana, tiene ésta o aquélla idea.
Esta
teoría de Espinosa es un desenvolvimiento científico del sistema
panteísta de Giordano Bruno, y una aplicación práctica de la doctrina
semi-racionalista de Descartes, especialmente en orden a la noción de
sustancia y a la esencia o constitutivo esencial del alma humana.
G) Leibnitz. El alma humana conviene con otras sustancias inferiores en ser una mónada simple
y representativa del universo, y por consiguiente de todos los seres.
Diferénciase, sin embargo, de las mismas, en que la representación de
los seres en el alma humana va acompañada de apercepción. De aquí
se colige que el conocimiento intelectual, como función y manifestación
del entendimiento, no es otra cosa que la apercepción o conciencia
gradual y sucesiva de los objetos, o mejor dicho, de las ideas
contenidas implícitamente o envueltas en la misma sustancia del alma,
según que ésta es una representación general del universo. El
entendimiento, pues, según Leibnitz, parece no ser otra cosa sino la
misma sustancia del alma en cuanto representación implícita, o schema general del mundo; su función o acción propia, es la apercepción, y
cuando falta esta, como sucede en el sueño, deja de existir el
pensamiento o conocimiento intelectual, pero permanece la [287]
representación real y actual de los objetos, puesto que esta
representación entra en la esencia misma del alma.
La teoría del filósofo alemán conduce lógicamente a los siguientes corolarios:
1º El objeto de nuestros conocimientos, o las cosas que conocemos, no son los seres reales según existen fuera de nosotros a parte rei, sino
las ideas de las cosas, según que se hallan contenidas de antemano en
nuestra alma. El tránsito de esta doctrina al idealismo, no puede ser
más natural y fácil.
2º Las
ideas que intervienen y constituyen nuestros conocimientos, son rigurosa
y necesariamente innatas, y no adquiridas o recibidas del mundo
externo.
3º Existe
notable afinidad entre la teoría de Leibnitz y la de Platón, no solo
por lo que se acaba de indicar acerca de las ideas innatas, sino también
por parte de la apercepción, la cual tiene, a no dudarlo, mucha analogía con la reminiscencia del
filósofo griego. Como la reminiscencia de éste servía para hacer
presentes al alma las ideas y concepciones preexistentes, aunque
obliteradas u ocultas en el alma, así la apercepción de Leibnitz sirve
para conocer actualmente y con distinción, los objetos contenidos y representados en el alma de una manera implícita, confusa e inconsciente.
H) Mallebranche. La
teoría de este filósofo, aunque envuelta en locuciones impropias y a
las veces en pasajes oscuros, puede condenarse en los siguientes puntos:
a) En el
hombre no existen más facultades de conocimiento que el entendimiento y
la voluntad; no existen, pues, facultades sensibles distintas del
entendimiento que sirvan para percibir los cuerpos o sus modificaciones y
cualidades.
b) Lo que llamamos sentidos e imaginación, no
son otra cosa más que «el entendimiento que percibe las cosas por los
órganos de los sentidos,» {(1) «Sensus et imaginationem nihil aliud
esse, praeter intellectum res percipientem per organa sensuum.»}: en
cuanto percibe las cosas [288] presentes, se dice siente: en cuanto percibe los objetos ausentes, se dice que imagina.
c) La
función propia y única del entendimiento es la simple percepción: el
juzgar y raciocinar son funciones que pertenecen exclusivamente a la
voluntad.
d) Este entendimiento se divide en puro y no puro. El
objeto del segundo son las cosas sensibles: al entendimiento puro
compete percibir la extensión con sus propiedades, las cosas
espirituales, las nociones universales y comunes, las ideas de ente
perfectísimo, y en general los pensamientos y operaciones que se
realizan en la mente.
e) El entendimiento puro ve
o percibe los objetos en la razón universal, inmutable, infinita y
necesaria, es decir, en la razón de Dios. Esta razón universal, en la
cual el hombre percibe intuitivamente los objetos que pertenecen al
entendimiento puro, es la misma sabiduría divina, o sea el Verbo de Dios
que se hizo carne.
Aparte de
las afirmaciones completamente gratuitas y contrarias a la experiencia
interna, sobre la visión o intuición inmediata de los objetos en Dios,
afirmaciones que contienen el germen del panteísmo objetivo de Schelling
y del ontologismo panteístico de Gioberti, la teoría de Mallebranche:
1º es contraria a la experiencia y al sentido común, al afirmar que el
juicio y el raciocinio son actos de la voluntad y no del entendimiento:
2º abre ancha y fácil puerta al sensualismo, atribuyendo al entendimiento las funciones de imaginar y sentir, y apellidándole una facultad que percibe por medio de los órganos de los sentidos, percipientem per organa sensuum.
I) Cousin. No
es tarea fácil exponer con exactitud el pensamiento del jefe del
moderno eclecticismo, porque como verdadero ecléctico, toma de
diferentes sistemas filosóficos y amalgama afirmaciones no siempre
armónicas entre sí, sin contar las modificaciones sucesivas introducidas
por él mismo en su doctrina. Puede decirse, sin embargo, que el fondo
de su teoría sobre el entendimiento humano, se halla contenido en las
siguientes proposiciones: [289]
1ª Además de la sensibilidad existen en el hombre la inteligencia y la voluntad, a la cual, o sea a la actividad voluntaria, pertenecen
las funciones de atender, comparar, deducir y otras análogas {(1) No
obstante, en algunos pasajes de sus obras parece que considera estas
funciones como pertenecientes a la inteligencia}.
2ª La inteligencia, que con más frecuencia es llamada por Cousin razón, se divide en espontánea y refleja. La
función propia de la primera es la intuición de las verdades necesarias
y absolutas en la propia conciencia: a la segunda pertenece reflexionar
sobre estas verdades, es decir, investigar, analizar y discutir su
origen, su naturaleza, sus elementos y relaciones.
3ª La razón espontánea no es propia o peculiar a los individuos, sino común a todos, universal e impersonal. La refleja es propia de cada individuo humano.
4ª De
donde infiere, que la razón espontánea e impersonal es la esencia del
mismo Dios, el cual, a causa de su infinidad, se halla presente sustancialmente en
nosotros, o sea el conocimiento de lo infinito, que el infinito
adquiere en nosotros. En otros términos: la razón impersonal y
espontánea es el mismo ser infinito o Dios, según que se conoce a sí
mismo en nosotros, como ser necesario, absoluto e infinito.
Si ahora añadimos que para Cousin la razón impersonal, es illud Verbum caro factum, Dios
y hombre a la vez, reconoceremos fácilmente que su teoría presenta
mucha afinidad con la de Mallebranche, cuyas tendencias y gérmenes
desarrolla y completa, trasformándolas en un panteísmo formal y
explícito.
J) Gratry. La
sensibilidad externa, el sentido íntimo y el sentido divino,
constituyen las tres fuentes del conocimiento intelectual, y deben
distinguirse de las facultades, las cuales son dos únicamente, es decir,
el entendimiento y la voluntad. Ni los sentidos, pues, ni
la conciencia o sentido íntimo, ni la [290] imaginación, son facultades
capaces de percibir objetos. El entendimiento, ayudado de la voluntad,
es la única facultad que produce la ciencia y conoce los objetos
suministrados por las tres fuentes indicadas. La sensibilidad externa
suministra al entendimiento, la materia para el conocimiento racional
del mundo; el sentido íntimo, para el conocimiento del hombre; el sentido divino, para el conocimiento de Dios, que son los tres grandes objetos de la ciencia humana.
Por sentido divino entiende
Gratry cierta atracción ejercida sobre el hombre por Dios como sumo
bien y sumo inteligible, atracción que todos experimentamos siempre.
K) Ubaghs. La razón humana tiene un aspecto subjetivo y otro objetivo o lo que es lo mismo, puede considerarse en su subjetividad y en su objetividad. Considerada
subjetivamente, es la facultad o potencia innata en el alma de adquirir
toda clase de conocimientos por los medios acomodados o
correspondientes a su naturaleza {(1) Congenita animi potentia
acquirendi, viis naturae suae accomodatis, cognitiones omnigenas»}. La
razón, tomada objetivamente, son las verdades necesarias, evidentes por
sí mismas o con evidencia inmediata, y recibidas universalmente por
todos los hombres {(2) «Veritates quae per se evidens, necesariae, et
universim acceptae sunt»}.
Estas
verdades necesarias y evidentes acompañan a nuestra razón desde su
origen; pero ésta solo tiene un conocimiento confuso y vago de las
mismas originariamente, hasta que excitada y puesta en movimiento la
actividad intelectual por medio de la sensibilidad, de la enseñanza y de
la meditación intelectual, el conocimiento confuso e implícito de
aquellas verdades pasa a ser distinto y explícito.
Una vez percibidas con distinción, pero directamente, estas verdades contenidas o preexistentes en la razón, esta las somete a un conocimiento reflejo, considerándolas
con más atención, comparando y raciocinando para descubrir sus [291]
relaciones, su importancia científica, sus aplicaciones y deducciones.
Las
verdades necesarias, evidentes y universales que constituyen la razón
objetiva en el hombre, y cuya percepción directa e intuitiva constituye
la función fundamental de la razón humana como facultad de conocimiento,
son los mismos atributos de Dios, o sus perfecciones infinitas, o si se
quiere, son el mismo Dios presente a la razón o entendimiento como luz
de la misma: sunt Deus ipse menti praesens, ceu rationis lumen, sive lux mentis (1).
{(1)
Esta teoría de Ubaghs, seguida más o menos exactamente por Laforet,
Claessens y otros profesores de la Universidad Católica de Lovaina,
encierra muchos y notabilísimos puntos de contacto con la teoría de
santo Tomás, y hasta puede afirmarse que es idéntica en el fondo, como
probaríamos con gusto si la naturaleza de esta obra lo permitiera. A
poco que se reflexione sobre lo que dejamos expuesto, y si se compara
con lo que después expondremos en orden a la teoría de Santo Tomás sobre
el entendimiento humano, no será difícil reconocer que tiene grande
afinidad y semejanza con la del profesor de Lovaina. Véanse nuestros Estudios sobre la filosofía de santo Tomás, lib. V, cap. 5 y siguientes.}
L) Kant.
a) Sin
contar la sensibilidad, que es facultad cognoscente de un orden
inferior, existen en el hombre otras dos facultades de un orden
puramente inteligible, que son el entendimiento y la razón.
b) Así
como la función propia de la sensibilidad es recibir y percibir las
impresiones y representaciones sensibles del mundo corpóreo, y así como
para la percepción de estas representaciones la sensibilidad se halla
sujeta a las formas subjetivas y recibidas a prioridel espacio y del tiempo, así también las funciones propias del entendimiento son formar conceptos y juicios tomando por materia de los mismos las representaciones e intuiciones de la sensibilidad: empero estos juicios dependen y se hallan sujetos a las ideas o categorías de cantidad, cualidad, relación y modalidad, como condiciones [292] necesarias y a priori del juicio, y como formas subjetivas del entendimiento.
c) El
entendimiento, pues, lo mismo que la sensibilidad, no alcanza ni llega
hasta la realidad objetiva de las cosas, y consiguientemente sus juicios o afirmaciones y negaciones abrazan solamente la apariencia o representación, phaenomena, de las cosas, pero no su realidad objetiva, noumena; y
esto tiene lugar con mayor razón y rigor respecto de los objetos que no
están sujetos a la experiencia sensible, o sea a las intuiciones de la
sensibilidad, como la existencia de Dios, la espiritualidad del alma, su
simplicidad, &c.
d) La razón es la facultad que reuniendo o combinando varios juicios del entendimiento, se
eleva de lo relativo y condicionado a lo absoluto e incondicionado: de
manera que, en realidad, la función propia de la razón es el raciocinio,
o sea el movimiento por medio del cual se resuelve lo condicionado en
lo incondicionado, la conclusión en alguna premisa necesaria y absoluta.
Estas
breves indicaciones bastan para reconocer que la teoría de Kant encierra
notables puntos de contacto, a la vez que notables diferencias, con la
teoría de santo Tomás, fenómeno que será más patente a cualquiera que
haya estudiado con alguna detención las dos teorías. El filósofo alemán
se acerca a santo Tomás cuando enseña: 1º Que el conocimiento humano
puede y debe considerarse en su totalidad como un resultado o efecto
elaborado por la sensibilidad externa, por la sensibilidad interna, por
el entendimiento y por la razón.
2º Que la
sensibilidad, tanto externa como interna, es la que suministra al
entendimiento la materia y objetos para sus conocimientos o funciones
intelectuales y científicas.
3º Que la función o manifestación propia del entendimiento es
formar conceptos (simple percepción de santo Tomás) y juicios
anteriores al raciocinio (juicios inmediatos de santo Tomás), lo cual
constituye la función o manifestación propia de la razón.
4º Que pertenece a la razón, no
solo el combinar y ordenar [293] varios juicios, sino resolverlos
definitivamente en algún principio de verdad indemostrable y absoluta.
Se aparta, por el contrario, de santo Tomás, cuando enseña o supone:
1º Que la razón es una facultad distinta realmente del entendimiento.
2º Que
por medio de la sensibilidad no percibimos los objetos como son en sí
mismos, sino sus apariencias o representaciones sensibles y subjetivas.
3º Que
las nociones de espacio y tiempo respecto de la sensibilidad, y las
categorías o conceptos de cantidad, relación, &c., son formas
subjetivas, es decir, innatas en el alma, o que le son dadas a priori.
4º Que la
certeza del conocimiento intelectual, se halla limitada a la parte
fenomenal de los seres, sin poder extenderse a su realidad objetiva.
5º Que
nada podemos conocer con certeza científica acerca de los objetos que no
están sujetos a la experiencia sensible o intuiciones de la
sensibilidad, como la existencia de Dios, la espiritualidad del alma y
otros semejantes.
Excusado
es añadir que los puntos en que Kant se aparta de santo Tomás son
precisamente aquellos en que su doctrina abre ancha puerta al
escepticismo y al idealismo.
M) Hegel. La
teoría de Kant, trasformada en panteísmo subjetivo por Fichte, y en
panteísmo objetivo por Schelling, recibió su último y completo
desarrollo panteístico y sistemático de mano de Hegel, cuya teoría sobre
la razón humana no pude ser bien comprendida sino teniendo en cuenta su
sistema panteísta, del cual tal vez nos ocuparemos en la Cosmología.
Sin embargo, las siguientes proposiciones pueden suministrar alguna idea
de su teoría general sobre el entendimiento.
1ª La razón funciona y se desenvuelve pasando, o mejor dicho, constituyendo tres estados fundamentales: 1º estado de indeterminación absoluta, en el cual y por razón del cual no es ni sujeto ni objeto determinadamente, sino pensamiento puro, o indeterminado: 2º estado en que principia a [294] determinarse, saliendo fuera de sí, es decir, objetivándose a sí misma, mediante lo cual produce el mundo externo, es decir, se pone a sí misma como naturaleza, para hablar el lenguaje hegeliano: 3º estado en el que se determina más y se pone como espíritu, adquiriendo conciencia de sí misma.
2ª Esta razón, que se manifiesta de estos tres modos, no es una facultad o potencia peculiar al individuo humano; es la Idea pura,
en lenguaje panteísta; y en lenguaje claro y filosófico, es la razón
absoluta y única, o sea la sustancia divina. Los individuos humanos y
las razones individuales son modos de ser de esta sustancia única, y
manifestaciones parciales de la Idea, o Razón absoluta.
3ª La vida, pues, o desenvolviendo vital y progresivo de la Idea, la cual se identifica con la razón, se realiza en tres momentos:
en el primero, se contienen en ella todas las cosas, pero de una manera
indeterminada o indistinta, de suerte que en este primer estado o momento, la Idea no es ni sujeto, ni objeto, ni materia, ni espíritu, ni singular, ni universal: es el Uno de los antiguos alejandrinos. En el segundo momento, la Idea sale de su indeterminación y de sí misma, conociéndose y poniéndose como naturaleza o mundo externo. En el tercer momento, vuelve a entrar en sí misma, y adquiriendo conciencia distinta de su ser, se pone o existe como espíritu, o si se quiere, se pone como Dios, el cual por lo mismo existe solamente in fieri (Deus est in fieri) durante las dos primeras evoluciones o momentos de la vida de la Idea.
4ª De aquí es que en el primer momento, la Idea es el yo puro, es decir, el ser indeterminado que incluye todas las cosas y todos los seres, sin ninguna cosa o existencia determinada; es el Uno de Plotino y de los antiguos neoplatónicos. En el segundo momento, es el no yo. En el tercer momento, es el yo consciente y determinado. En esta tercera evolución, el yo no solo se hace consciente y divino, sino que conoce y afirma que el yo puro, el no yo y el yo determinado o
humano-divino, son una misma realidad, la realidad de la Idea. Este
conocimiento y afirmación constituye la verdadera ciencia trascendental y
absoluta. [295]
5ª Los
actos fundamentales de la razón humana se hallan en relación con las
tres evoluciones indicadas de la Idea. A la primera evolución
corresponde la simple percepción, o sea la noción, en lenguaje hegeliano: a la segunda corresponde el juicio, y a la tercera el raciocinio, operación
esencialmente sintética, mediante la cual la razón reconoce que todas
las cosas, sin excluir las que parecen más diversas y hasta opuestas,
como el universal y el particular, el objeto y el sujeto, la materia y
el espíritu, la realidad y el pensamiento se identifican en la Idea.
Bajo este punto de vista, o sea con relación a los actos u operaciones
de la razón humana, la Idea es tesis en el primer momento, antítesis en el segundo, y síntesis en el tercero.
N) Jacobi y Lichtenfels. El fondo de su teoría se reduce a lo siguiente: Con los sentidos percibimos inmediatamente las cosas sensibles: con la razón, a la cual Jacobi llama también sentido interior e instinto intelectual, percibimos inmediatamente las
cosas insensibles y espirituales, como la existencia de Dios, su
omnipotencia, la inmortalidad del alma, la vida futura, &c. Con el
entendimiento reflexionamos, formamos raciocinios y demostraciones
acerca de las nociones objetivas suministradas por los sentidos y por la
razón o instinto intelectual; pero esas reflexiones y demostraciones
nada nos enseñan con certeza sobre la realidad objetiva de las cosas,
porque recaen sobre las nociones o representaciones objetivas, que son
hechos o fenómenos puramente subjetivos.
Fácil es
reconocer que esta teoría, además de otros inconvenientes, establece y
supone: 1º que el entendimiento y la razón son dos facultades
completamente distintas: 2º que el asenso que damos a las verdades más
importantes del orden religioso, metafísico y moral, es un asenso ciego,
instintivo, y por lo mismo no racional ni científico: 3º que las
demostraciones científicas carecen de todo valor objetivo. Esto equivale
a sentar las bases y antecedentes del escepticismo más universal y
absoluto.
Ñ) Gioberti. En el hombre debe distinguirse la razón [296] objetiva de la razón subjetiva. La
primera es el mismo Dios, o sea el Ser Ideal-Real, el cual constituye
el inteligible absoluto. La segunda es la potencia o facultad
intelectual, mediante la cual percibimos el inteligible absoluto.
Esta razón subjetiva percibe primero el Ideal-Real por medio de una intuición espontánea y directa, por medio de la cual conoce que el Ente crea las existencias. A
esta intuición espontánea y directa, sucede otra refleja mediante la
cual conoce distintamente lo que en la primera intuición percibe
confusamente: de manera que la intuición refleja viene a constituir el
desenvolvimiento gradual, sucesivo y científico de la razón humana, que
percibe en Dios como inteligible absoluto, los objetos finitos, o las existencias determinadas.
La razón objetiva debe
decirse inmutable, infinita y absoluta, toda vez que se identifica con
el Ideal-Real, o sea con el mismo Dios, al cual conviene la denominación
de razón a causa de su inteligibilidad inmediata. La subjetiva
es, por el contrario, mudable, finita, contingente, como lo es el alma
humana, con la cual se identifica, en opinión de Gioberti. Esta razón
subjetiva, en cuanto que posee la intuición directa, espontánea e
inmediata, puede llamarse entendimiento; en cuanto que pone o ejerce la intuición refleja, conserva el nombre de razón.
Obsérvase
en la teoría de Gioberti: 1º que encierra tendencias panteístas por
parte de lo que llama Ideal-Real, o Inteligible absoluto, habida razón
del modo con que expone y aplica este punto en sus obras: 2º que tiene
cierta analogía con la teoría de Cousin, por parte de la doble intuición
que admite en la razón humana: 3º que el fondo viene a ser una
aplicación y modificación de la teoría de Mallebranche, con la cual
tiene muchos puntos de contacto.
O) Rosmini.
a) La
actividad o potencia intelectual en el hombre se halla fecundada desde
su origen por la idea del ente posible o ideal, la cual es innata en el
alma humana.
b) Esta idea del ente posible constituye la razón objetiva del hombre, la cual, en algún sentido, también puede llamarse [297] impersonal, ya
porque es el principio de su desarrollo y como un objeto percibido
espontáneamente por la razón, ya también porque sirve de luz objetiva, o
ilumina los objetos particulares, en atención a que todo acto
intelectual acerca de éstos, supone como condición necesaria y como ley
universal la idea o noción del ente posible.
c) El
conocimiento intelectual de la realidad de los cuerpos, de los seres
particulares y de la misma alma como consciente, se verifica en cuanto
que el entendimiento aplica y concreta en los objetos
particulares o singulares la ideal general del ente posible. La función
intelectual mediante la cual se realiza esto constituye la razón, como distinta del entendimiento, al cual, como tal, pertenece la percepción del ente bajo la forma de idealidad, o como puramente posible.
d) De
donde se infiere que la función intelectual que pertenece a la razón
como distinta del entendimiento, es posterior a la que corresponde a
éste, la cual no es otra que la simple intuición el ente ideal o
posible.
e) Aunque
respecto del ente del primer acto de la inteligencia es la simple
intuición o percepción, con respecto a los demás objetos el juicio
precede a la percepción.
La teoría de Rosmini se aparta de la de santo Tomás: 1º en que pone como primer objeto de la inteligencia humana el ente posible y no el ente universalísimo, o sea en cuanto prescinde de las determinaciones de existente o posible:
2º en que admite esta idea del ente como innata: 3º en que afirma que
la existencia y realidad objetiva de los seres es conocida por el hombre
en virtud de la aplicación de la idea innata de ente: 4º en que supone
que el primer acto de la inteligencia en orden a los seres u objetos
fuera del ente, es el juicio y no la simple percepción.
Aparte de
los puntos indicados, puede decirse que la teoría de Rosmini coincide
en el fondo con la de santo Tomás, siendo notables, entre otros varios,
los siguientes puntos de contacto o semejanza:
1º La
noción de ente o de ser es la primera manifestación [298] de la
actividad intelectual, y como la base general y el principio de su
desenvolvimiento cognoscitivo.
2º Esta
noción objetiva constituye una ley necesaria de la facultad intelectual,
ley a la cual se halla sujeta en todas sus manifestaciones, hasta el
punto de que nada percibe ni puede percibir ni conocer, sino bajo la
noción o idea de ser. Bajo este punto de vista, puede decirse que la
idea universalísima de ente constituye la luz y la razón objetiva en el hombre.
3º Todas
las ideas intelectuales son como determinaciones, aplicaciones y
derivaciones de la idea de ser, sin la cual no podemos formar nociones
relativas a los seres particulares.
4º La
percepción del ente pertenece al entendimiento como tal, o sea en cuanto
manifestación de la facultad intelectual, distinta de la que le
corresponde considerada como razón. Las funciones o actos propios de ésta presuponen como base, principio y punto de partida, las funciones del entendimiento como entendimiento.