CONCLUSIONES
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| Jefes victoriosos. De izquierda a derecha: CN Arturo Rial, Dr. Clemente Villada Achaval, 
Gral. Julio A. Lagos, Gral. Eduardo Lonardi, Gral Dalmiro Videla Balaguer y 
comodoro Julio César Krausse | 
Para
 evaluar la magnitud de aquel bombardeo, baste decir que durante el 
ataque se arrojaron 14.000 kilogramos de explosivos (14 toneladas), la 
mitad de los que se utilizaron en el bombardeo a Guernica y que las 
cifras de muertos fueron casi las mismas que las de la ciudad española.
Cuarenta
 y tres aviones rebeldes operaron durante aquella jornada, veinte AT-6 
North American, cinco Beechcraft AT-11, tres Catalinas, un Fiat G-55 A 
Centauro de exploración que voló a Rosario para establecer contacto con 
el general Bengoa y diez Gloster Meteor sublevados además de otros 
cuatro aparatos que se negaron repeler la agresión y se plegaron 
después. Si a ello les sumamos los de la aviación leal, la cifra supera 
el medio centenar.
El
 16 de junio de 1955 tuvieron lugar los bautismos de fuego de la Fuerza 
Aérea la Aviación Naval se produjeron los dos primeros derribos de la 
historia aeronáutica nacional cuando los AT-6 de los guardiamarinas 
Arnaldo Román y Eduardo Bisso fueron alcanzados por el enemigo, el 
primero por la metralla del Gloster Meteor del teniente Ernesto Adradas 
sobre el Río de la Plata y el segundo por las antiaéreas del Regimiento 3
 de La Tablada, en la localidad bonaerense de Tristán Suárez, sin contar
 el Gloster que por falta de combustible se precipitó en aguas del 
Plata, entre Carmelo y Colonia. Ese día también se registró el primer 
derribo llevado a cabo por un reactor en el continente americano (el del
 guardiamarina Román por el teniente Adradas) y la entrada en acción de los tanques cuando un Sherman del Regimiento Motorizado “Buenos Aires” disparó contra el Ministerio de Marina.
Buenos
 Aires fue la primera (y hasta ahora única) capital del continente que 
sufrió un bombardeo aéreo a gran escala y una de las pocas ciudades en 
padecerlo, triste honor que comparte con la cubana Gibara, atacada por 
la aviación del presidente Machado en 1931 y Puerto Casado, en Paraguay,
 sobre la que operó la Fuerza Aérea Boliviana en 1933, insignificantes 
ambos, sin desmerecer ninguno de los dos acontecimientos, si se los 
compara con el caso de Buenos Aires.
Durante
 los ataques, fueron alcanzados varios puntos de la capital, los 
principales, la Casa de Gobierno, Plaza de Mayo, el Banco Hipotecario 
Nacional, el Ministerio de Hacienda, el Ministerio de Ejército (Edificio
 Libertador), el Hotel Mayo, el Departamento Central de Policía, la sede
 de la CGT, el Ministerio de Obras Públicas, la Compañía Exportadora e 
Importadora de la Patagonia, los edificios ubicados sobre Av. Paseo 
Colón, la estación de servicio del Automóvil Club Argentino y los 
alrededores de la residencia presidencial (Palacio Unzué), además de los
 daños ocasionados en la localidad de La Tablada cuando el Regimiento 3 
de Infantería fue ametrallado y bombardeado en Av. Crovara y Av. San 
Martín, cuando se desplazaba hacia el centro de la ciudad. Recibieron 
daños también el Ministerio de Marina al ser atacado por unidades del 
Ejército y el Banco Nación, en cuyas terrazas se habían parapetado 
comandos civiles revolucionarios.
El
 16 de septiembre tuvo lugar la primera batalla aeronaval de la historia
 argentina cuando la Fuerza Aérea peronista acometió sobre la Escuadra 
de Ríos. También fue bombardeada Mar del Plata, primero por un solitario
 avión naval y luego por buques de la Armada que dispararon sobre los 
grandes depósitos de petróleo cercanos al litoral, la Base
 de Submarinos, las posiciones del Ejército en el inmediato campo de 
golf y el Regimiento de Artillería Antiaérea de Camet. Tres días después
 el submarino “Santiago del Estero”
 entró por primera vez en combate al abrir fuego con su cañón Bofor de 
40 mm contra aviones no identificados en aguas próximas a Montevideo y 
también sufrieron bombardeos las localidades de Saavedra y Río Colorado.
En
 aquella revolución se pusieron al descubierto las grandezas y miserias 
de toda guerra. Actos de heroísmo y decisión, acciones temerarias, 
hechos brutales, flaquezas y traiciones.
El
 16 de junio quedó demostrado que gran parte del pueblo estaba dispuesto
 a pelear por Perón hasta la muerte. Ese día, miles de obreros ganaron 
la calle para proveerse de armas y luchar por su líder. Decenas murieron
 en combate, la mayoría, durante el ataque al Ministerio de Marina y 
otro tanto ocurrió el 21 de septiembre cuando un número no identificado 
de fanáticos de la Alianza Libertadora Nacionalista perecieron durante 
el ataque que llevaron a cabo las tropas revolucionarias contra su sede.
Hubo
 soldados que supieron cumplir su misión de acuerdo a la preparación que
 habían recibido, uno de ellos el tan criticado teniente Adradas que no 
hizo más que hacer lo que correspondía o el vicecomodoro Síster, firme 
en su determinación de defender al régimen justicialista y otros que no 
estuvieron a la altura de las circunstancias. Se vio a militares dejar 
en alto su honor como el almirante Benjamín Gargiulo que al igual que 
los antiguos generales romanos, prefirió quitarse la vida antes que 
enfrentar la ignominia y a oficiales dispuestos a morir antes que 
rendirse, tales los casos del general Lonardi, el coronel Arturo Ossorio
 Arana, los capitanes Perren y Rial, el comodoro Krausse, los mayores 
Montiel Forzano y Juan  Francisco
 Guevara, el coronel Arias Duval, el capitán Ramón Eduardo Molina y el 
un tanto inconsciente Dalmiro Videla Balaguer por el lado rebelde y a 
otros perecer en combate como el general de brigada Tomás Vergara Ruzo y
 tantos aviadores, soldados y marinos que combatieron con determinación 
en ambos bandos. Por el lado de las fuerzas leales, sorprenden aún la 
firmeza y profesionalismo de generales como Franklin Lucero, Miguel 
Ángel Iñíguez y José María Sosa Molina, el teniente coronel César Camilo
 Arrechea, el capitán Hugo Crexell y tantos más que honraron el arma a 
la que pertenecían.
En alto quedó el honor argentino a bordo de los destructores “La Rioja” y “Cervantes”
 y en la firmeza de los cuadros que en Bahía Blanca y Punta Alta 
aguardaron firmes en sus puestos el avance de fuerzas poderosas que 
marchaban sobre ellos.
También
 hubo actitudes ambiguas y titubeantes como las del almirante Olivieri, 
los generales Bengoa, Lagos y el mismo Aramburu, la falta de decisión y 
depresión del teniente coronel Barto durante el avance de los 
regimientos hacia el sur bonaerense y actitudes como la del primer 
teniente Rogelio Balado que habiendo sido uno de los pilotos 
emblemáticos del régimen, se pasó de bando y una vez en combate, se 
resistió a disparar contra un Avro Lincoln enemigo que acababa de 
ametrallar las posiciones leales en el aeródromo de Pajas Blancas, la 
del capitán Bernardo Benesch, que hizo lo propio cuando le ordenaron 
batir los blancos de Mar del Plata el 19 de junio (antes de zarpar se 
había ofrecido a oficiales y marineros que no estuviesen de acuerdo con 
el alzamiento abandonar las naves y regresar a tierra, cosa que él no 
hizo) o la del capitán Edgardo Andrew, cuando le pidió al capitán Rial 
que revocase la orden de bombardear al Regimiento 5 de Infantería de 
Bahía Blanca que se negaba a rendirse.
Durante
 la segunda fase de la revolución intervinieron en operaciones de 
combate y patrullaje más de 70 aviones SALIDAS y se movilizaron los 
principales regimientos y unidades militares de las provincias de Buenos
 Aires, Córdoba, Mendoza, San Luis y la Patagonia.
El
 21 de septiembre de 1955, después de las últimas acciones de guerra, 
seguía imperando un clima expectante en todo el país y mientras los 
emisarios del gobierno y los representantes de las fuerzas sublevadas 
iban y venían en medio de las negociaciones, en Córdoba, las unidades de
 combate fueron retornando lentamente a sus bases.
Ese
 mismo día, conocida la victoria de las fuerzas revolucionarias, el 
pueblo de Córdoba de lanzó a las calles para festejar la caída del 
régimen, concentrándose primeramente en la Plaza San Martín, frente al 
ruinoso edificio del Cabildo, adornado especialmente con tres banderas 
argentinas y a la gente aclamar a los principales jefes rebeldes. Miles 
de hombres y mujeres se dirigieron a la contigua Catedral para agradecer
 al Señor y su Santa Madre el fin de la contienda y una verdadera 
multitud se lanzó a recorrer las calles en automóviles, motocicletas, 
camiones, carros, colectivos o simplemente a pie, para vivar a la 
revolución triunfante, a sus conductores, y a los próceres de la Patria.
Dos
 días antes fue Bahía Blanca la que desbordó de entusiasmo, con su 
población saltando, vivando y cantando en la vía pública mientras hacía 
flamear banderas, lucía cintas y escarapelas celestes y blancas y 
ostentaba retratos de San Martín, Belgrano y Nuestro Señor Jesucristo. 
Al llegar al edificio de la CGT, la gente entonó el Himno Nacional, por 
tratarse de un símbolo de la prepotencia
 del régimen y se ovacionó a los almirantes Toranzo Calderón y Olivieri 
cuando desde su prisión en La Pampa hicieron su arribo a la 
Municipalidad bahiense, sede del comando revolucionario. Frente a las 
oficinas del incendiado diario “Democracia” y la Biblioteca Popular "Bernardino Rivadavia", la multitud lanzó mueras a Perón y vivas a la Patria y la Libertad.
El
 21 de septiembre, de regreso en sus respectivas unidades y después de 
un reconfortante baño caliente, cadetes y conscriptos de las escuelas de
 Aviación Militar y Tropas Aerotransportadas en Córdoba, fueron 
informados que al día siguiente iban a participar en los desfiles que se
 habían, para conmemorar la victoria.
El
 22, por la mañana, muy temprano, los soldados formaron en los patios de
 ambas escuelas para dirigirse a la ciudad realizar la parada junto a 
los efectivos de Ejército y comandos civiles que habían tomado parte en 
la batalla. El Diario de un Cadete es gráfico al relatar los hechos.
 “El Cuerpo sigue en el estado de siempre…Se reunieron todos los 
oficiales con el General Lonardi en el Casino de Cadetes y por esa causa
 no podemos comunicarnos con F… para pedirle el relevo. Cuando 
finalmente logramos hacerlo nos dijo que quedaba solamente una carpa con
 un cadete y 16 soldados. Trabajamos como enanos para retirar las carpas
 y llevarlas al Escuadrón. Una vez que terminamos con todo, fuimos al 
Cuerpo, y allí, entre los tres jefes del Grupo tuvo lugar el 
‘emocionante’ sorteo para ver quien se quedaba… Si me hubiera tocado, 
tendría que haber hecho un enorme esfuerzo de voluntad para quedarme, 
pero la suerte me sonrió; claro que le tocó al ‘Turco’, ¡pobre!, él no 
estará mejor que yo”.
De
 ese modo, las tropas abordaron camiones y ómnibus militares y enfilaron
 hacia la capital provincial donde, al llegar a la Av. Vélez Sarsfield 
echaron pie a tierra para iniciar la parada. Lo hicieron después de una 
prolongada espera, frente a la población que lanzaba vivas a su paso y 
les arrojaba flores mientras desde los edificios cercanos caía una 
lluvia de papeles al grito de “¡Libertad!, ¡Libertad que se escuchaba por todas partes.
Finalizado
 el desfile, las tropas regresaron a los cuarteles, para continuar las 
actividades propias de los tiempos de paz ignorando que la jornada 
siguiente se cobraría la vida de otro camarada.
Durante
 un vuelo de patrulla y observación, el Calquin I.Ae-24 del Grupo 2 de 
Ataque, piloteado por el alférez Edgardo Tercillo Panizza se precipitó a
 tierra en las afueras de la ciudad, al presentar inconvenientes 
mecánicos.
Enterados
 de ello, cadetes y oficiales se encaminaron hacia el lugar, 
atravesando, previamente el Barrio Aeronáutico, con la intención de ver 
los restos del aparato que aún humeaba en el campo. Una vez allí, se 
encontraron con los restos, observándolos en silencio mientras meditaban
 sobre los acontecimientos que habían tenido lugar en los días previos y
 el curso que tomaría la historia a partir de ese momento.
También
 Mar del Plata se sumó a los festejos con largas columnas humanas 
desfilando por sus calles hasta la Municipalidad, para entonar el Himno 
Nacional y hacer flamear banderas.
El
 23 de septiembre, los frentes de la ciudad amanecieron adornados con 
los colores azul y blanco; cerca de las 10.00 hubo una nueva marcha 
hasta el palacio de gobierno donde se repartieron escarapelas, cintas y 
flores como en los días de mayo y los festejos siguieron en diferentes 
puntos hasta altas horas de la noche.
La
 Argentina iniciaba un nuevo camino; una era había finalizado y otra 
daba comienzo pero el desencuentro entre hermanos no iba a terminar ahí.
 El país no volvería a encontrar su rumbo y la sociedad continuaría 
resquebrajándose hasta límites insospechados.
Imágenes
Fotografías: Miguel Ángel Cavallo, Puerto Belgrano. Hora Cero. la Marina se subleva
Fotografías: Miguel Ángel Cavallo, Puerto Belgrano. Hora Cero. la Marina se subleva
| El pueblo de Bahía Blanca sale a las calles a festejar el triunfo de la Revolución | 
| Alegría y felicidad en la población tras la renuncia de Perón | 
| Los festejos en Bahía Blanca | 
| Llega a Bahía Blanca el contralmirante Samuel Toranzo Calderón 
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| La oficialidad recibe a su jefe luego de su liberación | 
| Toranzo Calderón en la Municipalidad de Bahía Blanca | 
  
    Publicado 20th January 2013 por Alberto N. Manfredi (h)
  
  
 

 
