LA MEDIACIÓN PERUANA
Finalizada la reunión del Organo de Consulta de la OEA el 28 de abril; conocida la postura de Estados Unidos por boca del propio Alexander Haig, el ministro de Relaciones Exteriores peruano, Javier Arias Stella, se comunicó telefónicamente con Frank Ortíz, embajador de los EE.UU. en su país, para expresarle sus temores de un conflicto de dimensiones y ofrecer sus oficios para iniciar conversaciones de paz.
Arias Stella también llamó a Costa Méndez
a efectos de tantear los ánimos de la Junta Militar argentina y ver cual era su reacción. Esa
misma noche, el presidente de Perú, arquitecto Fernando Belaúnde Terry, mantuvo
una prolongada charla con el secretario de Estado norteamericano y le propuso su mediación a efectos de
lograr una solución pacífica de la crisis.
El 1 de mayo, muy temprano, mientras noticias procedentes
del Atlántico Sur recorrían el mundo dando cuenta del reinicio de las hostilidades, Belaúnde volvió a comunicarse con Haig para
saber cual era su parecer. El funcionario norteamericano, que conocía la
histórica amistad entre Lima y Buenos Aires, aceptó y le pidió a su
interlocutor que se comunicara con Galtieri.
De
esa manera, el mandatario peruano y el secretario de Estado
norteamericano se pusieron a trabajar en un borrador basado en la
propuesta elaborada
por el segundo, intentando suavizar los puntos en los que la Argentina se mostraba inflexible.
La posición Belaúnde era clara.
Preocupado por el cariz que tomaban los acontecimientos y ante el
fracaso de la mediación norteamericana, había decidido intervenir personalmente para detener
el choque armado.
Durante
las conversaciones, Haig le dijo que como militar de carrera sabía que
los ingleses acabarían por vencer. Solo era necesario
un simple análisis para comprenderlo. Habían enviado un centenar de
barcos y si
le hundían uno tendrían tres para reemplazarlo, como los brazos de la Hidra .
Además, contaban con armamento mucho más sofisticado y moderno que los
argentinos, por más valientes que fueran, no podrían contrarrestar.
A lo largo de aquel día, especialmente por la mañana,
Belaúnde Terry intentó contactar sin éxito a Galtieri hasta que finalmente,
lo consiguió.
En un diálogo educado pero directo, el peruano
transmitió los siete puntos de su proposición, los cuales fueron enviados vía télex a su embajada en Buenos Aires. Una vez recibidos su titular, Luis
Pedro Sánchez Moreno, se dirigió a la Casa Rosada para entregárselos a la Junta Militar y esta precedió a analizarlos.
Los mismos establecían:
1- Cese
inmediato de las hostilidades.
2- Retiro
mutuo y simultáneo de las fuerzas.
3- Presencia
de representantes ajenos a las partes involucradas en el conflicto para
gobernar las islas temporariamente.
gobernar las islas temporariamente.
4- Los
dos gobiernos reconocerían la existencia de posiciones discrepantes sobre la
situación de las islas.
situación de las islas.
5- Los
dos gobiernos reconocerían que los puntos de vista y los intereses de los
habitantes de las islas deberían ser tomados en cuenta en la resolución definitiva del
problema.
habitantes de las islas deberían ser tomados en cuenta en la resolución definitiva del
problema.
6- El
grupo de contacto que intervendría de inmediato en las negociaciones para
implementar el acuerdo estaría compuesto por Brasil, Alemania Federal, EE.UU. y
Perú.
implementar el acuerdo estaría compuesto por Brasil, Alemania Federal, EE.UU. y
Perú.
7- Antes
del 30 de abril de 1983 se debería llegar a un acuerdo definitivo bajo la
responsabilidad del grupo de países anteriormente mencionados.
responsabilidad del grupo de países anteriormente mencionados.
Cuando
Costa Méndez terminó de leer parecía entusiasmado pero advirtió que
debería hacer un gran esfuerzo para convencer a su gobierno.
Estaba seguro de que todo se ajustaba a la perfección salvo el
punto 5, donde se hacía referencia a los intereses de los isleños,
principal
argumento que esgrimían los británicos para justificar su soberanía.
Ahí, precisamente,
parecía haber dificultades.
Haig hizo lo propio con el canciller del Reino
Unido al que llamó telefónicamente para leerle la propuesta y de paso, hacerle saber “su punto de vista”.
Pym
escuchó atentamente y tras una breve consulta con su equipo, se
manifestó intransigente. Gran Bretaña solo admitiría hablar de los
“deseos” de los
isleños, es decir, incorporar ese término en el texto en tanto la Argentina pedía cambiar
el mismo por “aspiraciones”. La intransigencia británica obligaría a volver al
proyecto original.
Otra cuestión difícil fue el debido reconocimiento de la
soberanía argentina, que en el texto no estaba muy claro.
Así estuvieron las cosas, entre idas y vueltas, llamado tras
llamado, hasta la mañana del 2 de mayo cuando después de varios intentos,
Belaúnde logró hablar con Galtieri y le exigió una respuesta inmediata.
El argentino respondió con evasivas mientras organizaba una
reunión de la Junta
para cederle a Costa Méndez la responsabilidad de la negociación.
La
Argentina se mantuvo firme en su posición de no incluir la
palabra “deseos” y en que Estados Unidos no integrase el grupo de países garantes
estipulado en el punto Nº 6. Gran Bretaña, por su parte, “contraatacó”
solicitando la exclusión de Perú y exigiendo priorizar la voluntad de los
pobladores de Malvinas por sobre todas las cosas.
Al tiempo que dialogaba con Galtieri, el presidente peruano iba informando los resultados a Washington por otro teléfono, con Haig como interlocutor
quien, a su vez, tenía al recién llegado Francis Pym a su lado.
A esa altura todo parecía indicar que Costa Méndez se
manifestaba de acuerdo con la propuesta, asegurando que la Junta Militar
argentina intentaba flexibilizar su posición.
Parecía todo encaminado, con Buenos Aires dando indicios de
que votaría favorablemente y Gran Bretaña aceptando los términos. Belaúnde
había logrado convencer al gobierno argentino de que la expresión “deseos” era
fácilmente reemplazable por otra que, traducida, dejaba las cosas de igual
manera y eso sirvió para descomprimir la tensión, o al menos mantener la esperanza. Después de una nueva lectura, el
canciller porteño le dijo al presidente peruano que si lograban ajustar un par de cuestiones el
proyecto podía llegar a funcionar y éste se apresuró a informárselo al titular del Departamento de Estado.
Aquella tarde ambos funcionarios volvieron a hablar y
durante el diálogo, Belaúnde aseguró que el punto 5 sería modificado al incluir “Los dos gobiernos aceptarán tomar en cuenta los puntos de vista
convenientes a los intereses de los habitantes”, lo que pareció caer mejor a
los argentinos.
Cuando Belaúnde habló con Galtieri, creyó percibir un gesto favorable en el
mandatario, una cierta insinuación de que la cosa era viable aunque, justo es aclararlo, no
dijo una sola palabra que lo confirmase.
A las 16.30 el presidente del Perú volvió a llamar
nuevamente al canciller argentino para solicitar una respuesta firme e
inmediata. Lamentablemente, aquel no tenía nada para decirle por lo que el
mandatario deslizó una frase que resultó sumamente inquietante: “Mire que me han dicho algo que puede llegar
a suceder”. Años después, Costa Méndez lamentaría no haber prestado más
atención a aquella expresión.
Evidentemente algo sabía el presidente de Perú, algo que
intentaba transmitir pero no podía decir con claridad. De ahí su ansiedad y
apuro.
Mientras tanto, en Londres, Margaret Thatcher se reunía con
su consejo de guerra para deliberar. Y fue entonces que, a efectos de apurar la
decisión argentina y romper su intransigencia, decidió junto a sus
ministros y consejeros hundir al “General Belgrano”, orden que sería impartida
y ejecutada pocas horas después.
Era el momento de mayor optimismo en los foros
internacionales, especialmente en Buenos Aires, Washington y Lima.
La decisión del gobierno británico iba a desbaratar toda
posibilidad de un arreglo diplomático en el preciso momento en que Belaúnde
Terry estaba por lograr lo que Alexander Haig no había conseguido.
Publicado 26th February 2015 por Malvinas.Guerra en el Atlántico Sur