miércoles, 19 de junio de 2019

SIONISMO Y COMUNISMO – LAS IDEAS DE VLADIMIR JABOTINSKY (I)







SIONISMO Y COMUNISMO – LAS IDEAS DE VLADIMIR JABOTINSKY (I)


Reproduzco en dos tramos este viejo trabajo de mi maestro Alberto Falcionelli que quizás sirva para entender, a la luz del realismo político, el alineamiento de los actuales nacionalismos europeos con el Estado de Israel. Él me habló por primera vez del notable Jabotinsky, y años después lo hizo Pierre de Villemarest.

El texto es el Apéndice 2 de su libro “En torno a la cuestión china-Ensayo sobre la práctica de la revolución”(Universidad Nacional de Cuyo, Facultad de Filosofía y Letras, Instituto de Historia, Mendoza 1967).

“Influenciado por El Estado Judío, libro de Theodor Herzl publicado en 1896, Jabotinsky adopta el sionismo en su expresión más extremista e impulsa una sociedad de “hombres obedientes hasta la muerte”. Se opone al socialismo y al movimiento obrero judío en Palestina. Funda el grupo Betar, milicias juveniles que visten camisas pardas como los miembros de las Secciones de Asalto nazis (Sturm Abteilungen o SA) y están organizadas al estilo de los squadristi fascistas.Menagen Begin e Isaac Shamir, que llegarán a ser primeros ministros de Israel, son en su juventud seguidores de Jabotinsky. Il Duce Benito Mussolini lo considera uno de los suyos y lo llama “el ciudadano fascista”. El laborista David Ben Gurión, fundador del Estado Judío en 1948, lo compara con el führer y lo apoda “Vladimir Hitler”. https://adversariometapolitico.wordpress.com/2012/12/16/jabotinsky-la-nostra-bandiera-y-el-fascismo-judio/

Mussolini permitió que el Betar se entrenase militarmente en Italia.
Y para ahondar más en la cuestión, es lectura indispensable la gran obra de Soljenitsin: Deux siècles ensemble (1795-1995). Tome 1-Juifs et Russes avant la révolution (1795-1917). Tome 2-Juifs et Russes pendant la période soviétique (1917-1972),Fayard), rigurosamente censurada porque demuele varios tabués.

La guerra relámpago llevada a cabo en junio de 1967 por las fuerzas armadas del Estado de Israel contra la coalición árabe (Egipto-Siria-Jordania) animada, fomentada, armada y asesorada por la Unión Soviética, sus resultados militares impresionantes, sus derivaciones políticas inmediatas, no sólo en el Medio Oriente, sino, sobre todo, en el resto del mundo, y las singulares tomas de posición  que ha dado lugar -vuelco espectacularmente «petrolero» de la política exterior francesa, pasividad realmente llamativa de la política exterior norte-americana, retroceso ni siquiera disimulado de los protectores moscovitas, silencio cauteloso de los chinos, etc.-, todo este conjunto de fenómenos «sorpresivos» nos lleva a cumplir una serie de reflexiones a partir del hecho específicamente israelí del que surgen, a su vez, comprobaciones que hacen, de modo muy preciso, a la relación general del mundo libre con el comunismo, y que permiten, por otra parte, descubrir la naturaleza exacta del movimiento sionista, tantas veces condenado cual apéndice del movimiento comunista internacional.
Una de estas reflexiones, la primera y, quizá, la más importante para el porvenir del mundo libre, es que la voluntad de sobrevivir de un pueblo pequeño, animado por un auténtico nacionalismo -que es aquel que no busca su inspiración en ideología alguna- es suficiente para interrumpir y torcer el así llamado «curso fatal de la Historia», del que los comunistas se han valido durante tanto tiempo para llevar a la opinión pública nacional -y a tantos intelectuales de Occidente- a considerar como ineluctable la victoria final del socialismo marxista-leninista. Corolariamente, esta gesta nos ayuda a comprobar que cuando un pueblo se encuentra ante aquello que Winston Churchill llamaba «hora de la verdad», esto es, en un trance que es simplemente de vida o muerte, triunfa únicamente si decide contar con sus solas fuerzas y opta por considerar como desprovistos de importancia los consejos de prudencia y las amenazas de coacción formulados por sus aliados más poderosos. Este axioma del «Curso fatal de la Historia» -que De Gaulle llamó «Vent de l’Histoire» cuando quiso justificar la capitulación de Evian-les-Bains- es uno de esos fantasmas ideológicos inventados para paralizar al «enemigo» y llevarlo a capitular sin combatir. Las batallas simultáneas del Sinaí, de Jerusalén y de las alturas de Golán lo demuestran copiosamente. Allí es donde se rompió la prepotencia militar e ideológica, no tanto de los árabes, como de los soviéticos. Y este es un ejemplo enceguecedor que, tarde o temprano, toda nación occidental u oriental deseosa de sobrevivir tendrá que imitar, hasta que se resigne a hacer lo mismo Estados Unidos.
         

Una segunda reflexión, que tampoco me parece desprovista de importancia porque se sitúa directamente en el plano de la metahistoria, es que Israel sigue siendo el «pueblo elegido» del Señor. Este lo ama tanto como nunca y se reserva el derecho exclusivo, castigándolo cuando lo estima conveniente, de llevarlo por sus propios medios, que son misteriosos, hasta los fines que ha trazado. Ello significa que cuando algún otro pueblo, engañado o perturbado por sus jefes -Adolfo Hitler hace más de treinta años y, ahora, Nasser y sus acompañantes- se arroga la «misión» de destruirlo, no seguramente por motivaciones religiosas, sino por causas meramente materiales, el Señor se encarga de poner las cosas en su debido punto. Esto es, precisamente, aquello que se ha llamado con mucha exactitud: «misterio del judío en la historia».
Una tercera reflexión genuinamente política -que se encuadra, empero, en las dos reflexiones anteriores- es la que nos lleva a comprobar la incompatibilidad total y absoluta entre sionismo y comunismo.
Para fundamentar estas tres reflexiones -pero, más especialmente, la tercera-, me parece conveniente reproducir a continuación un texto de suma importancia, debido a la pluma de Vladimir Jabotinsky y publicado en 1933 en un periódico de Varsovia. Hago presente que ignoro en qué idioma fue escrito -polaco, yiddish o hebreo-, ya que lo saco de la revista de Milán II Borghese, que lo publicó en lengua italiana, en su entrega del 29 de junio de 1967. Mi versión es, por consiguiente, de segunda si no de tercera mano, porque la redacción de la revista no indica si su propia versión es directa. Lo que quiero señalar aquí es que las polémicas desencadenadas por la guerra entre el Estado de Israel y los países árabes, el hecho de que los PC del mundo entero hayan tomado de inmediato posición a favor de Nasser y de sus aliados, hacen indispensable una puntualizacíón. ¿Cómo entender, en efecto, que tantos hebreos afiliados a la ideología marxista-leninista se hayan volcado con la mayor virulencia contra su propio pueblo, ya sea en los países de la Cortina -¡qué otro remedio les quedaba!- ya sea en los PC del mundo libre, el francés, el italiano, el inglés, el argentino? ¿Cómo explicarse que es resto de las «izquierdas internacionales» -las que se dicen no comunistas, aun cuando se reconozcan marxistas o marxistizantes y aun aquellas que realmente no son ni una ni otra cosa- hayan entrado en tal estado de confusión. Este es el caso, por ejemplo, de la fórmula de centro-izquierda actualmente en el poder de Italia, como muestran el «filo-nasserismo» del prof. Amíntore Fanfani, ministro de Relaciones Exteriores y jefe del ala «progresista» de la Democracia Cristiana, el «filo-sionismo» medio vergonzante del Sr. Pietro Nenni, vicepresidente marxista del Consejo de Ministros y el «filo-sionismo» enteramente abierto del Presidente de la República Giuseppe Saragat, ex marxista y anti-comunista decidido que, ahora, está alineándose en posturas decididamente «nacionalistas»? ¿Qué significado tienen también la actitud «equidistante» del primer ministro Aldo Moro y, más aún, las expresiones de virulencia casi diría antisemítica del presidente De Gaulle, hombre por quien votan las derechas moderadas francesas? ¿Por qué, por lo general, las «derechas nacionales» del mundo libre -incluídos el Movimiento Social Cristiano de Josef Strauss, los varios movimientos monárquicos franceses y el Movimiento Social Italiano, todos acusados de antisemitismo por la izquierda internacional- se han pronunciado de inmediato a favor de Israel, «creación artificial y anti-occidental de la plutocracia internacional aliada del comunismo», y no del bikbashi de El Cairo, héroe epónimo de todo «nacionalismo» posible? El artículo de Vladimir Jabotinsky responde con treinta y cuatro años de anticipación a estos y a muchos interrogantes más.
Antes de empezar con la traducción, recordemos que Vladimir Jabotinsky fue el hombre que. más concretamente que cualquier otro, provocó el nacimiento de un Estado hebreo en Palestina. En el movimiento sionista fue el apóstol de la acción directa. Por esta razón. en la época de la primera guerra mundial, creó la Legión Hebrea y, cuando los ingleses, violando los términos y el espíritu de la declaración Balfour, negaron a los judíos el derecho a establecerse en Palestina, organizó el primer movimiento clandestino, la Haganá, a la que siguió, en 1937, la Irgun Zevaí Leummí, lo que, como subraya la redacción de II Borghese: «para emplear una terminología adherente a los términos de la polémica contemporánea, hizo de Jabotinsky el jefe de la derecha hebrea», y de Moshe Dayán y de sus amigos, auténticos «derechistas» puesto que fueron discípulos suyos y se formaron en las filas de la Irgun.
He aquí, pues, el texto anunciado.
 
SIONISMO CONTRA COMUNISMO
«Una persona culta tiene por lo general variadas convicciones por lo que respecta a muchas cosas. Sea pacifista; sea partidario de un idioma universal; puede ser adorador del pueblo árabe y augurarle una federación árabe de Marruecos a Mesopotamia; puede ser amigo de Inglaterra y augurarle que la India siga siendo británica; o, por el contrario, puede ser anglófobo y augurar que la India se libere de la dominación inglesa. Puede ser adversario del orden social actual y considerar al socialismo como bueno y culto. Puede estimar incluso que, para la realización del socialismo, la teoría comunista es mejor que la socialdemocrática. Se puede encontrar fácilmente a personas profundamente pensantes que alimentan estas convicciones, no sólo una, sino muchas contemporáneamente, filosóficas, o sociales, o religiosas. Pero estas convicciones no constituyen ideales.
«Se llama Ideal aquella de las convicciones a las que se sirve; y la prueba consiste en eso que, en cada caso en que surge un conflicto entre el ideal y una de las convicciones, se sigue el ideal y se sacrifica la convicción.
«Todo movimiento conoce semejantes problemas internos de conciencia. Ello sucede particularmente en los movimientos que revisten un carácter revolucionario. Quienes se adhieren a este tipo de movimientos son por lo general adversarios por principio de cualquier derramamiento de sangre, pero no se apuntalan sencillamente en un principio si el ideal lo requiere.
«Garibaldi fue, sin duda alguna, uno de los primeros que soñaron con una sociedad de las naciones que hubiera debido liquidar todas las guerras. Sin embargo, durante toda su vida, no hizo otra cosa sino combatir. Yo estoy plenamente dispuesto a creer que los comunistas rusos son por principio enemigos del militarismo, pero ellos tienen uno de los mayores ejércitos del mundo. Se puede describir ejemplos infinitos en cada campo de la actividad humana. Es una realidad férrea y una ley granítica que ningún hombre puede desear efectivamente una cosa, si no está dispuesto a sacrificarle sus demás convicciones, apenas ello se torne necesario. En esto consiste el grandioso y sagrado proceso de purificación, la pasión de todo ideal. Un ideal está hecho de tal manera que no tolera junto a sí ninguna competencia. Se puede tener tantas convicciones como se quiera, más se puede y se debe servir una sola de ellas… Todas las demás, por hermosas y valiosas que sean, es necesario alejarlas si aquélla lo requiere. No discutimos aquí si esto es éticamente justo o no (yo tengo para mí que esto es éticamente justo); pero es así y no puede ser de otro modo.
«Pues el problema fundamental consiste en esto: ¿Se puede unir el servicio del sionismo con la confianza en el comunismo? Sí se puede, no existe ningún conflicto. Pero ¿si no se puede?
«Observemos la realidad, pero observémosla objetivamente. Objetivamente significa: olvidar que yo que estoy escribiendo estas líneas soy adversario, no sólo de los métodos comunistas, sino también, por vías de consecuencia, del orden socialista. Aún más: olvidemos aun cómo se comportan los comunistas ante el sionismo allí donde están en condiciones de dañarlo. Tomemos solamente la pura esencia de las concepciones comunistas y preguntémonos si ella está de acuerdo con los intereses de la reconstrucción sionista.
«Para la reconstrucción sionista, necesitamos dos cosas, haciendo abstracción de los hombres: en primer lugar, un país, o sea, la posibilidad de transformar a Palestina sin obstáculos por parte del actual gobierno y por parte de la mayoría actual; en segundo lugar, un capital. ¿Qué es lo que dice la pura ley del comunismo con respecto a estos dos momentos?
 
«Por lo que hace al capital: el dinero para la reconstrucción proviene por más del 90 por ciento de los bolsillos de nuestra clase media. Todas nuestras industrias fueron creadas por la clase media. El dinero para construir Tel Aviv ha sido aportado por la clase media. De las colonias agrícolas, las antiguas fueron construídas parcialmente con el dinero de los pequeños burgueses y, en parte, con el dinero de los grandes capitalistas. El grupo menos antiguo, con los aportes del ICA, esto es, del barón Hirsch. Las colonias nuevas, como, por ejemplo, el Emeq, con el dinero de la Qeren Hayessod: otra vez la burguesía. Puede gustar, o no, pero es así. Y la más pura de las puras esencias del comunismo significa: lucha de clase contra la burguesía. Debe de arrebatarle la pequeña y la gran propiedad, es decir, arrancar la única raíz de la que se puede obtener dinero para Palestina.
«Sucede lo mismo si, bajo el rumbo capital de reconstrucción, incluímos las empresas privadas o los fondos nacionales: esto y aquello provienen de los bolsillos de la clase media y de ninguna otra parte, porque otras fuentes no existen. Últimamente, la Histadderúth intentó recoger dinero entre los obreros norteamericanos. Muy bien. Pero, comparados con los 40 millones de libras esterlinas que hemos traído a Palestina desde los tiempos de la guerra en adelante (ésta es la cifra contenida en la respuesta del Ejecutivo Sionista a la relación Simpson), estos donativos son como una gota de agua en el mar. Y no puede ser de otro modo. El proletariado es el proletariado, y su primera característica es la de no tener dinero.
«Y ahora, en lo que concierne al problema país: la esencia del comunismo radica en que él incita, y debe de incitar, a los pueblos de Oriente contra la dominación europea. Justamente esta dominación es, a sus ojos, imperialista y explotadora; por mi parte, yo creo que únicamente la dominación europea los ayuda a transformarse en pueblos civilizados; mas éste es otro problema que no debe examinarse aquí. Una cosa es clara: el comunismo agita y debe de agitar a los pueblos orientales y puede hacerlo solamente en nombre de la liberación nacional. Él les dice y debe de decirles: vuestros países son para vosotros y no para los demás. Debe decirlo también a los árabes de Palestina. Para hablar con mayor precisión: él debe decirlo particularmente a los árabes de Palestina. Pues existe una ley estratégica que ningún ejército y ningún movimiento de lucha deben de olvidar: es necesario atacar al enemigo en su punto más débil. Los hebreos son más débiles que los ingleses, los franceses y los italianos.
«Una vez más tengo que subrayar: yo no hablo aquí de la mala voluntad de los comunistas. Ni por pienso. Yo conozco bolcheviques rusos que tienen incluso una simpatía sentimental por el sionismo. Pero esta simpatía es impotente para cambiar su relación objetiva con el movimiento sionista. La esencia del comunismo es antisionista, lo quieran o no todos los Stalin. El comunismo debe de tender a dar a los árabes la posibilidad de hacer de Palestina una parte árabe de un gran Estado árabe; no puede actuar de modo diferente. Y el comunismo debe de tender a destruir la única parte de nuestro capital de reconstrucción, la burguesía hebrea, pues su alfa y su omega se fundan en la lucha de clase contra la burguesía.
«No sólo es imposible servir dos movimientos semejantes. No se puede siquiera permanecer fiel a uno de ellos aun teóricamente, si se sirve al otro. Si se sirve al sionismo, cada uno de nuestros pasos nos obliga a trabajar y a combatir contra el comunismo. Cada paso hacia adelante del comunismo, sin que importe donde se dé, en México o en el Tíbet, siempre es una pérdida para la reconstruccíón de la Palestina hebrea; cada derrota del comunismo es una ganancia real para el sionismo. Rara vez se ha visto semejante ejemplo de absoluto, unilateral y objetivo contraste entre dos movimientos. Ni siquiera el nacionalismo árabe es objetivamente tan nocivo para nosotros; amenaza únicamente un aspecto de nuestra aspiración, entraña solamente el peligro de obstáculos mayores en Palestina. Pero no amenaza las fuentes del dinero necesario para la reconstrucción, y mientras se pueda construir siempre existe una esperanza.
«El nacionalismo árabe, por fuerte que logre tornarse, no puede tener la tendencia de aquellas naciones occidentales que los comunistas llaman imperialistas, esto es, la tendencia de tener en Oriente influjo y dominación. Mientras perduren semejantes tendencias, nosotros los sionistas tenemos la esperanza de encontrar aliados naturales. Pero el comunismo destruye todo aquello que nosotros necesitamos para la reconstrucción de un Estado hebreo en Palestina, tanto las garantías políticas, como los medios materiales, así como también la esperanza de encontrar a quienes nos sostengan en los países occidentales, ya que éstos tendrán que ser igualmente sovietizados» (…) «Para nosotros, el comunismo es como un gas asfixiante, y así usted tendrá que considerarlo. Como todo intelectual, usted tiene una cantidad de opiniones y de persuasiones. Decídase y elija aquella a la que quiera servir. Todas las demás, tendrá que tratarlas como el gobierno soviético trata de pacifismo.
«Si el asunto funciona, muy bien. Para si  no funciona, entonces sobreviene el conflicto porque las demás convicciones tienen que someterse a aquella que estimamos como nuestro ideal. Un hombre puede hasta llegar a vivir sin tener un ideal. Esto no lo daña en su proceder. Pero, con dos ideales, no se puede ser un verdadero hombre. Sólo se puede ser un charlatán. Piénselo bien, y elija. Si el comunismo llega primero, buena salud. Mas si el que llega primero es el Estado Hebreo de Palestina, su simpatía por el comunismo debe de permanecer palabra vacía, una cosa que obstaculiza, una cosa que usted tendrá que combatir con pies y manos, así como hago yo. Yo lo hago con gusto. Usted lo hará lamentándolo. Mas ésta será la única diferencia. No existe otra opción».