EPILOGO
El vuelo hasta
Asunción transcurrió sin novedades. A poco del despegue, el comandante Nowak
dejó la cabina y se dirigió hasta el asiento en el que Perón se encontraba
sentado, para presentarle sus respetos y disculparse, tanto por los
inconvenientes de la partida, como por la lentitud del vuelo. El ex mandatario
le manifestó su admiración por su desempeño profesional y lo animó a seguir
conversando.
La máquina voló hasta
Reconquista escoltada por los dos Gloster Meteor MK.4 del Grupo 3 de Caza
perteneciente a la VII Brigada Aérea con asiento en Morón. Al llegar a ese punto, los cazas viraron y se retiraron
para aterrizar en el aeródromo de aquella ciudad, después de ser relevados por
otros dos aparatos similares que siguieron al Catalina hasta la frontera con
Paraguay.
El hidroavión ingresó
en su espacio aéreo y quince minutos después aterrizó en el aeropuerto militar
de Ñu Guazú (17.45), en medio de un gran despliegue y muchas expectativas.
Perón vivió en
Paraguay exactamente un mes, primero en la residencia particular de Ricardo
Gayol, un próspero comerciante argentino radicado en Asunción y después
en una confortable finca de Villarrica, localidad del departamento de Guairá a
172 kilómetros al este de la capital. El 2 de noviembre de ese mismo año partió
hacia Venezuela y tres días después se estableció en Panamá, primera etapa de
su largo exilio. Regresaría triunfante a la
Argentina 18 años después, para asumir su tercera presidencia en 1973, en un clima
de inusitada violencia que convulsionaba al país desde 1970.
Cuando en octubre de
1955 partió al exilio, dejó atrás a miles de obreros que veían en él a una
figura protectora. Muchos habían luchado y muerto por defenderlo y él no estuvo
a la altura de esos hechos. Como dice Miguel Angel Cavallo al final de su
libro, editado poco después de los hechos:
“…aquellos hombres…todo lo esperaban de él… Muchos esperaban todo de
él. Habían delegado sus propias personas en él. Y en él su esperanza, y su
futuro, y el futuro de sus hijos, en la menos masculina de las renunciaciones.
“Muchos esperaban todo de él.
“El; el mismo dijo: ‘Si el pueblo me necesita, mi lugar está con él. Si
el pueblo no me necesita, como argentino me sentiré más seguro en la cárcel que
en ninguna embajada extranjera. Digo esto, no para atribuirme méritos, sino
para hacer resaltar la diferencia que hay entre nosotros, y esos opositores a
la violeta que cuando se resfrían se van a una embajada como exiliados’.
“De la
Embajada, a la
Cañonera.
“¡El!”1.
Pero si Perón no
estuvo dispuesto a pelear, otros lo hicieron en su nombre y hasta dieron su
vida por su persona, como lo habían hecho centenares de trabajadores y soldados
que cayeron en su defensa durante las acciones de junio y septiembre.
En el mes de febrero
de 1956 Lonardi ya no gobernaba el país. Después de un golpe interno acaecido
en el seno del movimiento revolucionario, el valeroso general que había luchado
y puesto el pecho en los momentos más difíciles de la contienda, fue removido y
reemplazado por el general Pedro Eugenio Aramburu, siempre con el almirante
Rojas como vicepresidente.
El 15 del mismo mes
estalló un polvorín del Ejército en la provincia de Mendoza, producto de un
atentado. El 2 de marzo fueron atacados varios puestos de vigilancia del
Colegio Militar de la Nación y una fábrica militar cercana y el 8 de junio, un grupo de suboficiales
peronistas pertenecientes a la Escuela de Mecánica del Ejército, copó la guardia en momentos en que el presidente de la
Nación, visitaba la provincia de Santa Fe acompañado por
varios funcionarios de su gobierno. También se intentó abrir las puertas de la
unidad para permitir a los civiles tomar una vez más las armas y reducir a
quienes opusiesen resistencia.
El movimiento fue
abortado pero puso en estado de alerta a las guarniciones militares. Era
evidente que elementos peronistas de las fuerzas armadas estaban gestando un
contragolpe y que había que moverse con rapidez para contrarrestarlo.
Ese
mismo día el
Regimiento 7 de Infantería de La Plata se sublevó a las ordenes del
coronel (RE) Oscar L. Cogorno. Tres tanques, media
docena de camiones y varios vehículos militares salieron de sus
cuarteles e
intentaron tomar el Comando de la II División de Ejército y la
Jefatura de Policía de la Provincia de Buenos Aires, sin alcanzar el
objetivo. Pocas horas después se
replegaron, rechazados por tropas de Infantería de Marina enviadas desde
la
Base Naval de Río Santiago y se atrincheraron en sus cuarteles donde
permanecieron
encerrados toda la noche, sitiados por las tropas del gobierno. En la
madrugada
del 9 de junio, esas fuerzas fueron bombardeadas fueron bombardeadas y
ametralladas por aviones de la Fuerza Aérea y la Aviación Naval mientras
las tropas de tierra abrían fuego con sus baterías y armas
livianas.
A
todo esto, en Las
Plata, militantes peronistas asesinaron a un inspector de la
Policía Federal en Ringuelet y atacaron trenes bloqueando previamente
las vías con diferentes objetos. En la zona noroeste, más precisamente
en Campo de Mayo, militares y civiles al mando del general Isidro Martín
coparon el puesto de
guardia de la Puerta Nº 3, y otro grupo de suboficiales hizo lo propio
en el
Comando de la Agrupación de Infantería, al mando de los coroneles
Alcibíades E. Cortines y
Ricardo S. Ibazeta.
Por su parte, en
Rosario, milicianos peronistas se apoderaron de LT2 para transmitir consignas
partidarias a la nueva revolución y al ideal justicialista, pero fueron
rápidamente reducidos por efectivos policiales al mando del capitán de fragata
(RE) Kurtzeman2.
Hubo también
desplazamientos en La Pampa pero ninguno llegó a prosperar. En la madrugada del 10 de junio la situación se
hallaba completamente controlada y el total de los jefes del alzamiento, detenidos.
La
Revolución Libertadora actuó con extrema dureza y condenó a la pena capital a 18 militares y
una cincuentena de civiles. Fueron fusilados el general de División Juan José
Valle, los coroneles (RE) Alcibíades Eduardo Cortines y Ricardo Salomón
Ibazeta, el teniente coronel (RE) Oscar Lorenzo Cogorno, los capitanes Dardo
Néstor Cano y Eloy Luis Caro, los tenientes primeros Jorge Leopoldo Noriega y
Néstor Marcelo Videla, los suboficiales principales Miguel Ángel Paolini y
Ernesto Garecca, el sargento Hugo Eladio Quiroga, el cabo primero Miguel José
Rodríguez, los sargentos ayudantes Isauro Costa y Luis Brignotti, el sargento
Luciano Isaías Rojas, el teniente de Reserva Juan Alberto Abadie, el teniente
coronel Valentín Irigoyen y el capitán José Miguel Costelo. Fueron pasados por
las armas, también, varios civiles la mayoría, militantes sindicales, todos
ellos en los basurales de José León Suárez y en la localidad de Lanús,
escapando milagrosamente a estas penas el general Tanco y otros condenados,
quienes se mantuvieron ocultos hasta el 13 de junio cuando la ley marcial,
impuesta el día 8, fue levantada. Al día siguiente, él junto a otros
sublevados, se refugiaron en la embajada de Haití, donde solicitaron asilo.
Enterado
el Servicio
de Inteligencia del Estado (SIDE), de que los oficiales buscados se
hallaban en la legación, su titular, el coronel Domingo Quaranta se
presentó armado al frente de un pelotón integrado por civiles y
militares violentamente en su interior en un acto que violaba todo
protocolo diplomático
y la jurisdicción del país caribeño.
Como en esos momentos
el embajador Jean Brierre no se encontraba fue su esposa la que salió a recibir
a los invasores, sorprendida en la noche, vistiendo ropas de dormir y una bata
sobre ellas.
-Señor –dijo la dama
mientras descendía la escalera- usted no puede entrar aquí y menos armado. Soy
la embajadora y le recuerdo que…
-¡¡Que vas a ser la
embajadora, negra de mierda!! – le espetó Quaranta con dureza.
Y corriendo a la
señora de Brierre de un empellón, entró a punta de pistola en las habitaciones
donde se encontraban los asilados, y con la ayuda de sus hombres, los sacó a la calle de manera violenta.
Versiones que
surgieron mucho después de esos hechos dan cuenta que Quaranta y su gente
intentaron fusilar a los detenidos en la puerta misma de la embajada pero que
la presencia de testigos se los impidió. Son versiones que surgieron medio
siglo después, en plena vorágine de denuncias y procesos por violaciones a los
derechos humanos, pero que nadie mencionó en su momento, ni los más acérrimos
peronistas ni aquellos que pedían sangre. Lo cierto es que para entonces, la
ley marcial había sido levantada y los fusilamientos detenidos.
Tanco fue arrestado y
conducido con su gente a la Penitenciaría Nacional en calidad de detenido.
A casi un año del
estallido de la Revolución Libertadora, el estallido revolucionario
justicialista fue abortado y poco a poco la calma fue renaciendo en todo el
ámbito del país.
El castigo impuesto a
los complotados fue demasiado duro. No había actuado así Perón cuando el 16 de
junio sus seguidores le pedían a gritos la pena de muerte para los responsables
de tan sangrienta jornada o cuando su esposa Eva le imploró fusilar al general
Menéndez y sus seguidores después del fallido intento del 28 de septiembre de
1951. Sin embargo, había sido él quien encendió la mecha del odio, dividiendo a
la sociedad, enfrentando a las clases sociales y alimentando el resentimiento
en su provecho.
En 1963 se organizó
en Buenos Aires una agrupación política que llevó por nombre “Partido
Revolución Libertadora”, que propiciaba los ideales del movimiento para
contrarrestar el cada vez más perceptible resurgimiento del peronismo, la
infiltración comunista y el retorno de Perón. Sus principales líderes, el
escribano Jorge Fauzón Sarmiento3 y el Dr. Ismael Carlos Gutiérrez Pechemiel4,
habían militado y combatido en los comandos civiles revolucionarios sufriendo
el primero, prisión y torturas y el segundo, agravada su situación por su
parentesco con el general Benjamín Menéndez, apremios y persecuciones.
El Partido Revolución
Libertadora, cuyo símbolo era un gorila de feroz aspecto y su lema “Llene
de gorilas el Congreso”, inició una violenta campaña contra el
peronismo, sufriendo un atentado explosivo en su sede partidaria que ocasionó
heridas a dos agentes de policía. Sus manifestantes llegaron a enfrentarse con
elementos sindicales cuando María Estela Martínez de Perón visitó el país en
19655y se presentó con la
Lista 20 en las elecciones del mes de marzo de 1965, llevando a Gutiérrez Pechemiel como
candidato a diputado nacional en primer término.
El mismo año en que
se fundó el partido, otro grupo de ciudadanos, civiles y militares, la mayoría
de activa participación en el movimiento armado, dio forma a la
Comisión de Afirmación de la Revolución Libertadora, con el firme propósito de mantener
encendido el espíritu que animó al movimiento. Eran (y siguen siendo) sus
postulados: la defensa de la libertad en todos los campos y los sabios
principios de la Constitución de 1853, el respeto a las libertades individuales y mantener siempre
vigente la condena a la tiranía peronista y a los totalitarismos de toda
especie. El Dr. Alejandro Dussaut fue su primer presidente, sucedido, tras su
fallecimiento, por el general Federico Toranzo Montero, y cumplido su mandato,
por el contralmirante Isaac Francisco Rojas.
Durante esos tres
ejercicios la actividad fue intensa, con la organización de actos, homenajes,
agasajos, conferencias, publicaciones, almuerzos de camaradería, solicitadas e
intervenciones en radio y televisión. En 1980 al cumplirse los 25 años de la
asonada, se llevaron a cabo importantes actos, el principal en el estadio Luna
Park, que fue colmado por una gran multitud, oportunidad en la que pronunciaron
encendidos discursos importantes personalidades civiles y militares. Cinco años
después, la Comisión publicó
el libro A treinta años de la
Revolución Libertadora, que tuvo amplia
repercusión y fomentó todo tipo de actividades culturales. Tras el
fallecimiento del almirante Rojas el 12 de abril de 1994, esas actividades
decayeron un tanto, pero resurgieron en agosto de 2001
a raíz de los graves acontecimientos sociales que vivía el país. En la oportunidad,
con la asunción como presidente del almirante Jorge Julio Palma, se emitió un
comunicado que decía textualmente:
Los miembros de la
Comisión de Afirmación de la Revolución Libertadora, creada hace 40 años, ante la muy
crítica situación que vive la Nación, consideran un deber cívico relanzarse en su acción
testimonial a fin de contribuir en la medida de lo posible en la recuperación
de la República, procurando así corregir la tergiversación histórica
predominante en los últimos años, ahondando en la verdaderas y profundas causas
de nuestra crisis moral y, por lo tanto, jurídica.
En el año 2005 el Dr.
Ismael C. Gutiérrez Pechemiel, vocal titular de la comisión y ex comando civil
revolucionario presentó su libro Los bienes del
ex dictador, fruto de su labor como secretario de la Junta Nacional de Recuperación Patrimonial y la
Intervención Custodia de Bienes entre los años 1955 y 1957. Tras la muerte del Alte. Palma,
asumió la presidencia el capitán de navío (RE) Hugo Dietrich con quien la
comisión funciona hasta el día de hoy. Pertenecen y han pertenecido a ella el
almirante Carlos Sánchez Sañudo, el Doctor Rafael Sarmiento, el Dr. Juan de
Tomas, el capitán de navío (RE) Héctor Mario Vergnaud, el contralmirante (RE) Fernando
Biondi, capitán de fragata (RE) Mario H Martínez,
el Dr. Ismael C. Gutiérrez Pechemiel, el Dr. Ricardo Meabe, el Dr. Gerardo
Ancarola, contralmirante (RE) Luis Sánchez Moreno, capitán de
fragata (RE) Horacio Gómez Beret, el Dr. Jorge Valladares, el Dr. Edgardo
Manara, la señora Sara A. de Castro Madero, la señora Victoria Gammelson,
la Lic. Alejandra Moyano y numerosos adherentes.
Perón regresó al
poder en 1973, en medio del baño de sangre que venía sufriendo el país desde
1970 por parte del terrorismo y la guerrilla subversiva que ese año secuestró y
asesinó al general Pedro Eugenio Aramburu, uno de los principales protagonistas
de esta historia. Murió en la gloria, amado y reverenciado, aunque sin poder
frenar la ola de violencia que agitaba al país en tan negro período de su
historia. Su herencia fue un gobierno inepto y demencial, sin capacidad ni
talento, encabezado por su tercera esposa, María Estela Martínez de Perón, que
condujo a la nación a una de sus peores crisis sociales, morales y económicas,
a un nuevo golpe de Estado y a una dictadura torpe y sangrienta, como pocas se
han visto en la historia de América.
1955 marcó la hora
del desencuentro para los argentinos. La nación que a principios de siglo fue
la más rica del mundo, que alimentó a las hambreadas naciones de Europa sin
pedir nada a cambio, que llegó a ocupar el séptimo lugar en el escalafón
mundial; el “granero del mundo”, la tierra que abrió sus brazos a millones de
inmigrantes, inició el camino del caos y la violencia, del que no pudo salir
más. Los años dorados de la Argentina quedaron atrás y sus incapacidades y defectos, saltaron a la vista
agudizándose con el transcurso del tiempo. El país opulento anterior a 1955 hoy
es un mito. Perón y la Revolución Libertadora son, en gran parte, responsables de ello.
Imágenes
El hidroavión paraguayo PBY Catalina T-29 que conduce a Perón aterriza en Asunción (Imagen: Augusto Ocampos Caballeros, La Cañonera) |
Perón saluda al capitán Herbert Leo Nowak, comandante del hidroavión que lo condujo a Asunción (Fotografía obtenida por el subteniente Edgar Usher) |
Asunción. Custodia militar en la casa donde se alojó Perón (Fotografía: "El Plata"- Augusto Ocampos Castellanos, La Cañonera) |
Numerosos asunceños se congregan frente a la residencia del empresario argentino Ricardo Gayol, donde se aloja Perón (Fotografía: "El Plata"- Augusto Ocampos Castellanos, La Cañonera) |
Periodistas dialogan con militares paraguayos que custodian la casa de Gayol en la que se instaló Perón (Fotografía: "El Plata"- Augusto Ocampos Castellanos, La Cañonera) |
Gral. Juan José Valle, jefe de la asonada pro peronista del 11 de junio de 1956. Es uno de los treinta fusilados por la Revolución Libertadora |
La irracionalidad lleva a buen número de ciudadanos a congregarse en Plaza de Mayo para celebrar los fusilamientos (Gentileza: Fundación Villa Manuelita) |
Gral. Raúl Tanco, segundo del general Valle |
Tte. Cnel Oscar L. Cogorno fusilado en el Regimiento 7 de Infantería de La Plata el 11 de junio de 1956 |
Los fusilamientos de 1956 no tuvieron justificativo (imagen: "Operación Masacre", película de Jorge -Cedrón, 1972) |
Plana mayor del general Valle |
Civiles y militares fusilados en junio de 1956 |
Notas
1 Miguel Ángel Cavallo, Puerto Belgrano. Hora Cero. La Marina se subleva, p. 149.
2 Algo similar aconteció en la cercana Rafaela.
3 Prestigioso
escribano de la Capital Federal, sufrió apremios, persecución y tortura
durante el gobierno de Perón. Compartió su estudio con su hermano
Eduardo en el edificio de la calle Cerrito 512, 4° Piso
4 Abogado, emparentado al general Benjamín Menéndez, tuvo a su cargo las investigaciones de la Junta Nacional de Recuperación Patrimonial y la Intervención Custodia de Bienes del dictador depuesto.
5 En la oportunidad, se alojó en el hotel del sindicato de Luz y Fuerza.
Publicado 20th January 2013 por Alberto N. Manfredi (h)