Significado de la palabra:
Boletín 34 - Dic. 2001 -
"El juez Garzón entre nosotros"
"¿EEUU y los derechos humanos?"
"Confesiones de un terrorista"
"OTROSÍ" Nro. 34 – diciembre del 2001
"EL JUEZ ENTRE NOSOTROS"
La pobre jovencita
que a la entrada de un Canal de TV recibió al juez español Baltasar
Garzón con un entusiasmo desequilibrado, clamando por su multiplicación
en el país, no sólo hizo el ridículo sino que asumió la representación
de buena parte de una opinión pública amasada cuidadosamente por
diversos medios de información y formación que precedieron a la visita
del ibérico magistrado.-
Convencido éste de sus calidades de
Cid de la justicia internacional y asegurado su carácter de emblemático
luchador por los derechos humanos, se prestó a reportajes y homenajes
que la tilinguería local estuvo dispuesta a proporcionarle a borbotones,
desde la legislatura de la provincia de Buenos Aires hasta la
universidad de La Plata que lo nombró doctor honoris causa no se sabe en
virtud de qué méritos académicos.-
Garzón, bien se sabe en España, es un ambicioso sin límites y un irreflexivo que pasó del seminario al socialismo más truculento
proponiéndose ser juez sólo para alcanzar la dignidad y las mieles de
integrante del gabinete de Felipe González; cuando se convenció que no
iba a ser ministro de justicia renunció a su banca en las Cortes y
volvió a los estrados para rehacer la carrera que, al fin y al cabo,
le proporcionaría estos placeres de viajar, ser aplaudido por muchachas
un poco tontas y crédulas y recibir títulos de manos de sus
correligionarios de otras latitudes.-
"¿ESTADOS UNIDOS CONTRA LOS DERECHOS HUMANOS?"
Los atentados contra las torres gemelas de Nueva York y el edificio del Pentágono en Washington del 11 de septiembre produjeron, amén de la reacción de la nación en todos sus estratos - ecos dormidos del "síndrome" de Vietnam - un reacomodamiento del propio estado político y un cambio profundo
en lo que llamaríamos "filosofía" de los derechos humanos, un ariete
reiterado y machacón en la política exterior de la gran potencia.
En efecto, ante la realidad inapelable de los hechos,
ante la evidencia del enemigo que se hace presente en el propio corazón
de la sociedad, ante el terror instalado de improviso en medio de la
gente cobrándose un número altísimo e indeterminado de víctimas -la
inmensa mayoría inocentes- las palabbras pierden significado, la
retórica demuestra su vacuidad, el discurso repetido se vuelve cómplice e
inútil.-
A
partir de un momento dado la verdad de la violencia, del odio, de la
muerte, del dolor gratuito e incomprensible recobra sus fueros; el
sentido común resulta ineludible y no admite excepciones ni escapismos -
más allá y por encima de la teoría y del declaracionismo barato -, el
instinto de defensa y la vocación de justicia y respuesta se tornan
imperativos. En esta nueva situación - situación tanto estratégica
como psicológica y, en definitiva cultural - todo cambia, incluyendo en
primer término el derecho mismo.
La nación íntegra advierte que
lo creído, sostenido y declamado antes de los hechos concretos del 11
de septiembre del 2001 debe ser revisto, que algo estaba equivocado en
esos planteos humanistas que tenían más de farisaico que de realista,
que en esas exigencias de defensa de los derechos humanos a todo trance y
en cualquier circunstancia había mucho de simplismo y de complacencia,
de estólida puerilidad, de ceguera suicida.-
Rápidamente
- sin resistencia mayor de parte de un pueblo que fue acostumbrado a
ver su aparición como la cuna de los derechos del hombre -
se procedió a la restricción, derogación o, lisa y llanamente, la
eliminación de una serie de derechos y garantías que constituían el
orgullo nacional de una comunidad que se creyó desde sus orígenes a
cargo de la misión histórica de su universalización. No se oyeron en
la ocasión voces de discrepancias ni quejas sino una abierta
comprensión, aceptación y aun solidaridad con esas medidas que en otros
países y en otras latitudes habían despertado condenas tremebundas que
persisten.-
Es
que Estados Unidos comprendió, como antes Roma (salvadas las inmensas
diferencias), que la ley suprema de una república es su propia salvación
y que ella debe ser tenida constantemente como primera y básica
condición si es que se quiere subsistir al enemigo, cualquiera éste
fuera.
Por
eso es que, casi sin mediar tiempo intermedio, el presidente Bush
recibió, a su pedido, la concentración de los mayores poderes que el
primer magistrado de un Estado de Derecho puede obtener. Allí quedaron
hechas trizas o puestas entre rigurosos paréntesis las intangibles
garantías y, potencialmente, todo el status jurídico del que el
ciudadano norteamericano gustaba vanagloriarse.
Ahora
bien, este cambio copernicano en la vida de un pueblo que hace rato
había transgredido el límite de la sensatez que separa la libertad del
libertinaje y que se satisfacía en incurrir en exóticas soluciones
jurídicas (como otorgarle el derecho a los homosexuales para ser
militares o prohibir la pena de muerte en estados donde se autorizaba el
aborto), no parece haberlo conmovido demasiado y, más aun, no parece
haber sido advertido.
Hoy todos están dispuestos
a que se les allanen sus domicilios sin orden judicial previa, a que se
les secuestre la correspondencia, a que se les interfiera sus teléfonos
y otros atentados contra las libertades concretas de las que son
legítimos titulares. Al punto que también aceptan ser sometidos a
tribunales militares por supuesto bajo un procedimiento legal propio de
esta novísima instancia.
Nadie
se detuvo en pensar ni en medir los riesgos y los abusos a que esta
renovada legislación - por lo demás aprobada creemos que por unanimidad o
por una amplísima mayoría en ambas cámaras del congreso - puede dar
lugar a poco que se pierda el tino y el realismo.-
Cuando
hacemos esta acotación tenemos a la vista una realidad: que parte de
este clima posatentado es ficticio, mediático ya que, a esta altura, no
puede caber duda que los sucesos que siguieron a la destrucción de ambos
símbolos del poder norteamericano (concretamente, un ataque biológico
masivo) se detuvo casi enseguida habiendo provocado no más de una decena
de víctimas mortales. Sin embargo la legislación de emergencia
continuará por un periodo indeterminado hasta que ... alguien decida que
el peligro terminó.
Estados Unidos entendió - y reaccionó en la forma adecuada a esa conclusión - que estaba en guerra.
Y adoptó una actitud no solo coherente sino homogénea, sin divisiones
internas, denuncias ni escándalos. La experiencia de la potencia que no
por nada domina el mundo y encabeza la globalización sin confundirse con
ella, la llevó a visualizar correctamente al enemigo cierto o
indeterminado, puesto en blanco sobre negro, sin discriminación ni
prueba seria. Pero esto bastó para movilizar todas sus energías no sólo militares y policiales sino sociales
como lo demuestra el hecho indicado que la gente se solidarizó sin
mayores remilgos ni reservas a una política decididamente de guerra.-
Es algo más que una lección para la Argentina, es un ejemplo.
Que nos puede servir por lo menos para revisar y controvertir la
cultura implantada por la izquierda de todo pelaje desde hace casi dos
décadas en una campaña que continúa las otras dos décadas anteriores de
actividad armada. Ahora se cuestionan los mismos procedimientos que
acaba de adoptar y poner en práctica el país rector y, supuestamente,
protector de los derechos humanos en todo el mundo, en especial en
nuestra sangrante Hispanoamérica.
¿Mayor
conciencia histórica, realismo más sano, experiencia mejor aprovechada,
genuina prudencia política, convicciones más serias y arraigadas? Puede ser todo eso; lo cierto es que Estados Unidos está acreditando, como no lo conseguía desde la guerra de Vietnam, una
unidad interior, una claridad de mira y una fortaleza política frente
al presente caso concreto de una agresión como la que sufrió, que
cuestiona tan fuertemente sus grandes intereses, sus valores superiores,
su seguridad, su identidad, su conservación y su continuidad.-
Rodolfo
Galimberti es un hombre que se ha ganado en buena ley la más espantosa
fama que puede ostentar un ser humano, el de terrorista principista,
sistemático, consumado e irredento. Su perfil político se integra al
tiempo que se confunde con el del delincuente común; cierto es que forma
parte - y así lo deja trascender interesadamente - de ese género tan
desagradable de hombre que se mueve y oscila entre el crimen y el mundo
de los grandes negocios al punto que es difícil sino imposible
determinar cuándo se mueve en uno y otro o cuándo lo hace como
secuestrador o protector, cuándo es victimario o ideólogo.
Burgués
tranquilo o facineroso, pequeño intelectual o revolucionario sin
escrúpulos, está acostumbrado a representar varios papeles y aun los más
opuestos y, para mayor confusión, casi sin solución de continuidad. Por
eso no se lo puede calificar de un lado o de otro ni ubicar aquí o
allá. Ambicioso hasta lo indecible, no vacila en servir al mismo que
ayer afrentó y justificar al mismo que en otro momento denunció. Nada
parece cambiar para él, ni el tiempo ni las circunstancias, excepto su
discurso que sabe recitar siempre con la misma convicción por
contradictorio que resulte.-
Por
supuesto para Galimberti el enemigo de otrora puede transformarse en un
corto periodo en el aliado de hoy y también al revés. Improvisado
geopolítico, economista y especialista en política exterior, este
antiguo terrorista o paraterrorista de los 70 utiliza a comienzos del
tercer milenio el aparato mediático al que supo acercarse (después de
desafiarlo) Dios y él sabrán a qué precio y para qué. Lo permanente en
él, lo único permanente es su necesidad intrínseca de estar cerca del
poder, cualquiera sea éste. El mismo gesto fiero, la misma tonta y casi
infantil vanidad, idéntico rostro de patotero de barrio sea cuando
odiaba a los dirigentes metalúrgicos de los años 70 que cuando secuestró
a los hermanos Born, cuando se declaró perseguido por las Tres A que
cuando se puso al servicio de Estados Unidos, cuando se declara de
izquierda que cuando se disfraza de militante de derecha, cuando ingresa
a Montoneros que cuando entre en los negocios menos delicados de la
farándula.-
Si
nos detenemos en este personaje reptante y desfachatado capaz de
transitar las más largas distancias en pro de sí mismo, es porque en su
medida representa a toda una generación de violentos delincuentes y
semidelincuentes que supieron esconderse detrás de los mejores discursos
(por equívocos que hayan resultado) Son los mismos que no trepidaron en
matar o hacer matar, en enviar a jóvenes incautos a la muerte
pervirtiéndolos definitivamente al trastocarles sus valores personales y
familiares; ni en imponer dolores y sacrificios que ellos supieron
eludir cada vez que pudieron. En su nombre y bajo sus órdenes sus
seguidores y secuaces se lanzaron a atacar un sistema para lo cual no
vacilaron en destruir una nación, sistema al que terminaron sirviendo
con fidelidad perruna.
Aun
hoy lo siguen haciendo al convocar, como Firmenich, a una acción
indefinida o, como el mismo Galimberti, al llevar una alegre y descarada
vida de hombre rico en una sociedad pobre. Y, sobretodo, usufructuando
un régimen capitalista al que, cuando él no lo era, le había declarado
una guerra implacable. Ninguno se arrepintió de sus devaneos ni de su
soberbia ni de sus crímenes. Una palabra, una declaración les basta para
justificarse, quedar bien con su conciencia y para reinsertarse en la
misma sociedad que agredieron lo que, por otra parte, volverían a hacer
si les fuera posible o conveniente.-
Frívolos,
egoístas, indiferentes al bien y al mal, fundamentalmente perversos,
sicóticos, no quieren recordar ni toleran que se les recuerde su pasado;
auto redimidos no se arrepienten de su pretérito ni renuncian a su
presente que se les promete próspero. Hieráticos ahora optaron por el
rol de universitarios o de empresarios habiendo dejado muy atrás su
función de héroes que ya no les sirve ni les cabe ¿han cambiado en algo,
han olvidado algo, porqué no vuelven de una vez a las sombras y al
anonimato de donde salieron para ensangrentar a sus compatriotas y
sembrar el odio entre ellos, sin explicaciones, en cumplimiento de una
empresa por completo cruel e irracional?
Propusieron
la muerte indiscriminada como solución, el terror como método, la
revolución indefinida como meta. Luego cambiaron de proyecto, de medios y
de objetivo no admitiendo que se les pida cuenta y sin pagar los daños
cometidos;
se pasean entre sus heces como lo hacen entre sus víctimas, con cierta
placentera sorna de sádicos. Dicen lo contrario de lo que vociferaron
ayer sin el mínimo pudor que a veces se registra entre los hampones que
pueblan las cárceles. Una sociedad que deja espacio a semejantes seres
está terriblemente enferma e indefensa.-
Aunque no corresponda a la temática habitual de esta publicación la consideración de la actualidad política,
debemos hacer alguna referencia a ella porque advertimos - ya impresa
la primera parte de OTROSI 34 - que la izquierda, subversiva o pro
subversiva, ha realizado maniobras de infiltración y de toma de posición
en el nuevo gobierno (de Rodriguez Saà) que urge advertir y
denunciar. Esta izquierda, en una de sus versiones, se ha montado sobre
los acontecimientos (los de las últimas horas del 19 de diciembre) y
desvirtuado por completo el carácter de ese movimiento que provocó o
precipitó la caída del presidente De la Rúa.-
Antes
que nada es imprescindible dejar sentado que la izquierda tomó por
asalto esa primera expresión multitudinaria de los cacerolazos - no convocada ésta por nadie ni reunida en torno a ninguna bandería - desnaturalizándola hasta invertir su sentido.
Aquella espontánea salida de la gente pacífica pero agotada por el
equívoco de los discursos fue - como no podía ser de otro modo - confusa
e inorgánica, sin caudillos, programas ni siquiera objetivos claros.
Pero de por sí hubiera resultado valiosa como índice de un estado de
ánimo social -si así se puede hablar- y hubiera constituido un mensaje
ineludible para una clase política menos insensible que la que
padecemos.
Pero
la trepada de la neoizquierda por y a través de una muchedumbre que no
tardó en volverle la espalda y retirarse a sus casas, cambió y desfiguró
todo.
A partir de un momento dado -en la medida en que la violencia crecía y
la crueldad innecesaria aparecía con su peor rostro- la subversión como
tal, con sus procedimientos típicos, con su inescrupulosidad
característica, se instaló (o reinstaló) en el interior de la sociedad
argentina. Y una vez más el operativo de salvajismo desatado -que es
el meollo de la estrategia subversiva de siempre, como una especie de
terror multitudinario- se completó con una maniobra mediática.
La televisión y los "analistas" convencionales o mal intencionados que pululan en el país
se encargaron de interpretar y reinterpretar esos desmanes como la
reacción de los pobres y de los hambrientos cuando en realidad se trató,
exactamente, que de un lumpen siempre dispuesto a la actividad
delictiva disparado por la acción, la inspiración y la organización de
esa subversión ducha en producir cordobazos y los más aberrantes
desmanes urbanos.
Y
así se ocultó que los terroristas, devenidos reivindicadores de lo peor
y de lo más innoble del pueblo, pretendieron ocupar la Casa Rosada y que fue por eso que, el debilitado y remanente gobierno radical se vio obligado a ordenar una represión enérgica.-
No
actuaron solos. Tuvieron en primer lugar la complicidad de buena parte
de aquella izquierda infiltrada bajo distintas denominaciones en la
clase política
que siempre tiende a disimular, justificar, apañar o aplaudir estos
excesos a partir del oscuro sentimiento que los transgresores, reclamen
lo que reclamen y utilicen los medios que sean, tienen razón.
En
el mismo plano hay que colocar a los comunicadores que han incorporado a
sus mañas la de la contradicción "in fraganti" sin que nadie lo
advierta.
Por ejemplo hubo varios de estos vocingleros periodistas de TV que
mientras relataban con acento comprensivo los asaltos que se llevaban a
cabo, se preguntaban inquietos quien pagaría los daños. Y ninguno que sepamos tuvo la agudeza ni el coraje de denunciar a viva voz, con nombre y apellido a los que estaban azuzando los ataques de un modo sistemático; ninguno dijo que se trataba de elementos prototerroristas que, una vez más, especulaban con el desorden y los desbordes.-
La
escandalosa reacción de unos pocos diputados contra la presencia del ex
jefe de la Policía Federal Rubén Santos en el Congreso completó la
parodia. Se volvió a intentar lo que se viene consiguiendo desde hace más de dos décadas: que los victimarios sean las víctimas.
Los otros actores de esta farsa cumplieron sus respectivos papeles y así la exótica y adaptable jueza María Servini de Cubría -
después de haber fracasado en su intento de dejarle el campo libre a
los subversivos que atacaban en Plaza de Mayo por haberse desoído una
orden suya en ese sentido - ordenó la libertad masiva de más de un
centenar de detenidos durante los saqueos. Otros fiscales no se quedaron atrás y enfermos de una fiebre de delirio pidieron
(¡todo por unos pocos centímetros en los diarios!) una condena de 25
años para el ex presidente, el ex ministro del interior y el ex jefe de
Policía por ¡homicidios calificados!.
Cuando se llega a estos extremos en que la frontera que separa la pasión de la demencia desaparece, el
observador no puede menos que reclamar no solamente un cambio en los
estamentos políticos sino en, antes que nada, el poder judicial.
Esta gente que usa la magistratura y el poder de que dispone para el
divertimento y ludismo de su imaginación no puede quedar a cargo de
nuestras libertades y honras.-
También
observamos con más asombro que alarma que algunos de los fantasmas del
pasado vuelven sin reparos y sin que nadie les pida cuenta. El
caso del antiguo ministro del interior José Luis Manzano, tan vinculado
con esos sectores paraterroristas, a los que se ocupó en ocultar, que
retornó no se sabe para qué ni con qué apoyo ni función.-
No menos desagradable fue el hecho de la llegada de las espasmódicas Madres de Plaza de Mayo
que, a las pocas horas de la asunción del nuevo presidente, entraron a
su despacho, le leyeron su petitorio absurdo - con lo que completaban el
operativo mediático al que nos referimos - de libertad a todos los
saqueadores y terminaron por repetir su cansador discurso ante los
periodistas que las miraban entre divertidos y resignados.-
La
mera posibilidad que un hombre proveniente de Montoneros como el
santafesino Obeid hubiese alcanzado el ministerio del interior indica
con trágica claridad que esta flamante gestión justicialista - a la que
muchos apuestan sin fundamentos - se encuentra tan atravesada por
elementos pos y parasubversivos como las anteriores y yerran
profundamente quienes creen en su redención (autoredención) y en la
posibilidad de incorporarlos a un sistema de convivencia civilizada o,
por lo menos, de neutralizarlos controlándolos.-
Lo
que quiere decir que todo sigue más o menos igual en cuanto al tendido
de las líneas "progresistas" en el nuevo ordenamiento político. La
izquierda acecha por todas partes y desde cualquier ángulo y no se
conmueve con modificaciones del modelo económico ni de la situación
social.
Los
lectores de los noticiosos televisivos, los redactores de la prensa
escrita, los jueces y fiscales que dormitan durante mucho tiempo para
despertar en el momento oportuno -que es cuando la algazara adquiere dimensiones de catástrofe-, los
analistas silenciosos que observan con superficial criterio sociológico
estos acontecimientos tan vertiginosos como salvajes, todos ellos y los
políticos distraídos que rondan a la espera de la hora del retorno,
todos ellos -decimos- constituyen la tropa de reserva algunos, de
refresco otros, de infraestructura los más, de ese ejército de
terroristas que no termina de irse y que reincide una y otra vez, con
sus místicas y sus métodos.
Los
que aplauden y los que callan, los que disimulan y los que acusan, los
que explican y los que legitiman, los que deforman y los que mienten. La Guerra no pasó.-
FOTOCOPIE Y DISTRIBUYA
Dr. Víctor Eduardo Ordóñez
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