Pedro Piñeyro
IMPRESO EN LA ARGENTINA
Queda hecho el depósito que exige la ley 11.723
Buenos Aires
1970
edición del autor 1970
Al genial filósofo,
sociólogo, economista,
creador del materialismo dialéctico,
fundador del socialismo científico,
organizador de la "Primera Internacional",
autor del "Manifiesto del Partido Comunista",
de "El Capital",
de cien obras medulosas que acicatearon la gesta proletaria.
Quien, a lo largo de cuarenta años de áspera lucha,
ignoró sistemáticamente la existencia de
la Banca Rothschild,
el más formidable bastión
del supercapitalismo.
,.. y el primer hombre a quien no asustaron el trueno ni
[el relámpago, inventó a Dios
y Le utilizó en su provecho.
Este libro se terminó de imprimir
en el mes de Agosto de 1970
en Artes Gráficas "Sapientia"
Jvtobeu 1163 - Buenos Aires
105.
DEDUZCAMOS...
Cuando los sacerdotes católicos enseñan
catecismo a sus párvulos, tratan de explicarles algo que es, ciertamente, tan
difícil de explicar como de entender: "Dios está en todas partes aunque
nadie Le pueda ver".
La Internacional Financiera también posee
estas virtudes de ubicuidad e invisibilidad que se atribuyen a Dios: ella
también está en todas partes, aunque nadie la pueda ver.
Y posee, resulta innecesario subrayarlo,
poderes omnímodos.
Cada gobernante debió someterse directa o
indirectamente a ella para que se le permitiera gobernar. La cortejan, enviando
emisarios para consultarla a cada paso. Algunos presidentes, por
más sumisos, merecieron el premio de la reelección.
Todas las organizaciones cooperativas de
alto nivel —Mercado Común Europeo, Banco Mundial, Fondo Monetario
Internacional, etc.— se deben a la inspiración iluminista de la Internacional
Financiera.
Su influencia provoca fenómenos que suelen
resultarnos inexplicables: tal la fobia de De Gaulle por Inglaterra.
Analicemos y deduzcamos: la Banca
Rothschild es, sin duda, el más sólido sostén de la Internacional Financiera.
El General De Gaulle es un viejo y entrañable amigo de los Rothschild, quienes
le brindaron su áurea hospitalidad durante el largo exilio londinense.121
Monsieur Pompidou, pasó de la Gerencia
General de la Banca Rothschild al cargo de Primer Ministro de Francia el mismo
día en que el arrogante General-estadista asumió la Presidencia de la
República.122
Este tipo de designaciones ha pasado a ser
una maniobra tan corriente que la Internacional Financiera ya ni se preocupa
por disimularlas. En Estados Unidos, por ejemplo, los ministros de Defensa
son, invariablemente, el Presidente Ejecutivo de Ford Motor Company, como
McNamara,123 el Presidente de la General Motors, como Charles E.
Wilson, u otro neto representante de la Industria (en poder de la Internacional
Financiera desde el crash del año 1929).
La Secretaría de Defensa no es un cargo
político. Es un cargo industrial. El tycoon ("taicún" — magnate)
designado para ocuparle se limita a "vender" su capital accionario
personal y
luego de ese
convincente humedecer de las plantas de sus pies en el Jordán, ya queda en
condiciones de administrar discrecionalmente pero con insospechable desinterés
y olvido de sus propios intereses de la víspera, los miles de millones de
dólares que cada año se asignan al presupuesto militar americano.
Antes de otorgar su decisivo placel al
candidato demócrata John Fitzgerald Kennedy, la Internacional Financiera le
había impuesto, entre otras exigencias, el compromiso de que designaría para
los dos puestos-clave de su gabinete —Secretarios de Defensa, y de Estado— a
los ciudadanos Robert S. Me Namara y Dean Rusk, respectivamente.
El ambicioso aristócrata bostoniano jamás
había cruzado una palabra con ninguno de ellos.
Eliminado Kennedy por su incumplimiento de
otras obligaciones contractuales, le sucedió su Vice, Lyndon Baines Johnson,
más apto, por la humildad de su origen, para cumplir dócilmente sus funciones
de Presidente-marioneta.
En 1967 Robert Me Namara cumplió su séptimo
año ininterrumpido en la gestión.124 En ese sólo ejercicio, según
datos oficiales, dispuso discredonalmente de la astronómica suma de SETENTA Y TRES MIL
MILLONES DE DÓLARES.
En el alto nivel en que la Internacional
Financiera cuece sus guisos, los complejos industriales General Motors y Ford
se hallan tan simbióticamente unidos entre sí como lo están los complejos
financieros de la Banca y del Seguro.
Volviendo a De Gaulle, no cabe duda de que
su adhesión a la Internacional Financiera es tan firme como puede serlo la de
Mc Namara o pudieron serlo, en su hora, las de Baruch, Hoover o el matrimonio
Franklin-Eleanor Roosevelt. Por eso es que, cuando vemos a De Gaulle atacar tan
despiadadamente a la agonizante Inglaterra de la que tantas pruebas de
cordialísima hospitalidad oficial recibiera en sus largos años de exilio,
debemos pensar que, más que él mismo, son sus fríos mandantes los responsables
de tan inelegantes actitudes.125
121 No hubo ninguna diferencia entre la
hospitalidad que la Casa Rothschild ofreció al General De Gaulle y la que
ofreciera a Carlos Marx desde su expulsión de Francia en 1846 hasta su muerte
en 1883.
122 Monsieur Pompidou renunció, al cabo
de un tiempo. Un periodisía indiscreto repitió una declaración confidencial
asegurando que su separación del gobierno degaullisla y en particular, del
insigne General De Gaulle, eran sólo aparentes y se debían a la necesidad de ir
trabajando su propia candidatura a la Presidencia de Francia previendo que el
octogenario General "decidiera" retirarse de la política y de la función
pública.
123 Henry Ford II, chairman de la Empresa, es un Presidente teórico.
I,a familia Ford perdió el control de la firma al enajenar gran parte de sus
acciones. Henry Ford II es ahora un funcionario a sueldo en la Empresa y
entre sus obligaciones se incluye la de alquilar su nombre.
124 Con Me Ñamara se repite lo que
ocurriera a fines de siglo con el Secretado de Estado John Hay. (Los
secretarios de Defensa se iniciaron con el Presidente Truman en 1947 y el
primero de ellos fue James V. Forrestal)
. Asesinado el Presidente Mc Kinley por razones parecidas a las que provocaron
el asesinato de Kennedy, el Secretario de Estado John Hay fue mantenido en el
cargo por Teodoro Roosevelt, Vicepresidente que sucedió a aquél.
106.
SIGAMOS DEDUCIENDO.. .
Asociando ideas y hechos llegamos a la
conclusión de que la Internacional Financiera considera que Estados Unidos,
como Inglaterra, ya han cumplido su ciclo.
De Gaulle, que ataca a ambos con la misma
ferocidad, habrá de ser el principal responsable de la inmediata o mediata,
directa o indirecta devaluación del dólar del mismo modo que antes lo fue de la
última devaluación de la libra. Si convenimos en que De Gaulle es un simple
robot de la Internacional Financiera, resulta fácil deducir y no puede sorprender
que Estados Unidos se halle en la línea de fuego de la archipoderosa fuerza
apatrida para la que no existen otros fines ni otra línea política que los
indicados en la plataforma iluminista estructurada por Weisshaupt y
Mendelssohn.
La meta iluminista consiste en subdividir
los continentes en confederaciones de pequeños países y organizarlos según se
está experimentando ya con el Mercado Común Europeo.
Esos países, tan independientes y soberanos
como lo son en la actualidad los países subdesarrollados entre los cuales
tenemos el honor de contarnos, se manejarán democráticamente con sus
tradicionales tres poderes, su prensa libre, sus credos libres y sus más
diversos tipos de amores libres; pero sus gobiernos seguirán la línea económica
de producción y consumo que cada confederación les trace.
En realidad, África, Centro y Sudamérica y
Medio Oriente han llegado en su evolución natural a subdivisiones que podrán
ser mantenidas, salvo el caso de países demasiado extensos como Brasil, pasible
de ser subdividido convenientemente en tres o cuatro repúblicas autónomas, y
nuestra misma Argentina, que deberá defender a muerte la Patagonia, con El
Chocón y otras obras igualmente fundamentales, si desea evitar la disgregación
programada por el cónclave de cardenales de la Internacional Financiera.
Estados Unidos de Norte América, Rusia y
China serían, aparentemente, los tres huesos más duros de pelar, pero hay
treinta años por delante para resolver ese triple problema y es muy posible que
a mitad de ese camino cronológico las cosas no parezcan tan difíciles.
Hemos de volver sobre este asunto, con más
detalles. De momento, queríamos anticipar nuestra impresión de que Estados
Unidos de Norte América, juzgada y condenada por la Internacional Financiera,
se halla ya en antesalas de su cámara de gases. Simple repetición del proceso
seguido contra la orgullosa Albíon.
Ya en el año 1929, sorpresivamente, la
Internacional Financiera produjo en la Bolsa de Nueva York, una terrible
conmoción económica —el tristemente recordado crash del 29 de octubre— que
llevó a Estados Unidos a un estado de crisis comparable al que pueden provocar
41° de temperatura en un organismo humano.
Fue el comienzo de una larga etapa de
cuatro años de "depresión" —así se la llamó— en los que la
industria, el comercio y la economía en general, más y más empobrecidos cada
vez, anduvieron a los tumbos. Quince millones de desocupados crearon un
cuadro social desolador.
Fueron cuatro años de
desesperación, de progresiva angustia que coincidieron con los cuatro años del
período presidencial de Herbert Hoover y culminaron en 1933 con el cierre de
todos los bancos.
Wall Street, filial de la Internacional
Financiera, convertido en frío dictador de la economía americana, aprovechó el
prolongado knocked down que acababa de provocar a su duro adversario, la
Industria, para conquistar de manera definitiva su hasta entonces inexpugnables
baluartes: sus ramas automotriz, siderúrgica, petrolera, minera, naviera,
ferroviaria, aérea, telegráfico-telefónica, tabacalera, farmacéutica, etc.,
etc.
La orquestación de esa trascendental
revolución económico-industrial americana, digna continuadora de las
revoluciones francesa de 1789 y rusa de 1917, fue el prólogo de la ya prevista
y planeada segunda guerra mundial. (Prevista en 1918 al promulgarse el absurdo Tratado de Versailles y
planeada en 1934, aprovechando el promocionado apogeo del meteoro Hitler,
Führer del ambicioso Tercer Reich alemán).
La liberación e inmediata expulsión de
Trotzky del territorio ruso en enero de 1929, habían precipitado los
acontecimientos. La suerte de Trotzky estaba echada desde que, en julio de
1924, Stalin había sido elegido para reemplazar a Lenin.
La Internacional Financiera negoció de inmediato
su libertad. Stalin ofreció la absoluta seguridad de que no ejecutaría a
Trotzky pero su ofrecimiento fue rechazado. Se le permitiría mantener como
rehenes a todos los hombres, también prisioneros, que habían acompañado a
Trotzky. Serían la garantía de su futura conducta política prescindente, pero
Trotzky estaba enfermo y se le quería curar.
El astuto georgiano respetaba a la enorme
fuerza que respaldaba a Trotzky y no la quiso excitar en su contra.
Cometió un error. Apenas liberado Trotzky,
la enorme fuerza pudo entrar en acción.
Zinoviev, Kamenev,
Bukharin y todos los demás hombres que habían acompañado a Trotzky fueron
ejecutados de inmediato.
Pero eso ya había sido descontado por la
internacional Financiera y por el mismo Trotzky. Sus vidas por la vida del
masón iluminista Trotzky.
Los acontecimientos fueron encadenándose:
liberado Trotzky en enero de 1929, el incondicional Hoover, cuidadosamente preparado
por la Internacional Financiera para reemplazar al inoperante puritano Calvin
Coolidge, asumió la Presidencia de los Estados Unidos unas pocas semanas
después y su misión habría de consistir en vigilar la salud de los niños —a
quienes donó su sueldo de Presidente— iniciando un programa de conferencias que
se pronunciaron en la Casa Blanca sobre "Salud y Protección de la
Niñez". Asimismo, promovió la construcción de viviendas-tipo (en
combinación con su alter ego Bernard Baruch), la conservación de los bosques y
la explotación de las reservas minerales, pero no se enteró de la masacre que
los lobos de Wall Street estaban consumando en la economía americana.
Los cuatro años del "neutral"
Hoover sirvieron para justificar el arribo del "reconstructor de la
Economía Americana", Franklin Delano Roosevelt, otro incondicional de la
Internacional Financiera que aprovechó la total devastación para "reconstruir"
a paladar de los arquitectos de Wall Street.
Mientras tanto, uno de los lobos de Wall
Street, Edouard Warburg del Warburg Brothers Bank, viajó a Munich para ofrecer
a Hitler la financiación de su movimiento, que se sabía —Hitler lo había
anticipado en su Mein Kampf— desembocaría en un ataque frontal a Stalin y
además, crearía una seria preocupación a Doumergue, impunemente dedicado a
crear dificultades a la economía americana.
De este modo, la Internacional Financiera
tomaba estratégica posición en un nuevo frente.
Se iban superando
etapas previstas por los ideólogos del Iluminismo.
Más que una filosofía —repitámoslo— el
Iluminismo es una religión: la religión de los más aptos, consagrada en la vida
por la inmanente ley de la selección biológica. Una religión y una
mística puestas al servicio de un esfuerzo que tiende a lograr la concreción de
una Revolución Universal que habrá de ser tan permanente como las leyes
naturales que la inspiran. Mientras tanto, no
importa que Estados Unidos, Rusia y ahora China se yergan como tres
superpoderosos Estados que obstruyen el paso.
Recurramos a la simplificación y empecemos
por descartar a Estados Unidos, que hará lo que la Internacional Financiera le
indique.
Sigamos con Rusia, cuya mística comunista
entró en degeneración a la muerte de Lenin y es ya un simple remedo comunoide
y convengamos en que su potencialidad aparente es la de un Estado que aumenta
en sus proporciones físicas porque ha eliminado la propiedad privada. La
hipertrofia estatal rusa, sin más válvula de escape que sus altas
investigaciones nucleares y espaciales, la ha aherrojado en un unilateralismo
que reduce al mínimo —un mínimo perfectamente controlable— la enorme peligrosidad
que pudo haber llegado a alcanzar por otras vías.
Resta la China de Mao.
Mao ha comprendido que su revolución corre
el riesgo de vivir tanto como viva él mismo. Sabe que a su muerte, cuando él no
esté allí, sentado a la cabecera de la mesa familiar para imponer respeto por
simple acción de presencia, las apetencias individuales desencadenarán la lucha
por el poder. Ello supondría repetir el proceso ruso. Descuidar la proyección
al exterior, es decir, enquistarse dentro de las propias fronteras como en un
corset de hierro e ir, insensiblemente, a un aislamiento suicida. De ahí la desesperación de Mao por promover su revolución
intelectual y llegar a plasmar su propia religión comunista.
Nada de esto preocupa a la Internacional
Financiera.
Mao alcanzó el summum de su peligrosidad en
el momento en que catequizó a Sukarno y pudo llegar a intentar la explosión
comunista del sudeste asiático, con la absorción de los veinte
países que lo
integran y el contralor del Estrecho de Malaca, verdadero paso de las
Termopilas para el comercio con toda Asia.
Pero el sensual Sukarno estaba neutralizado
por su libido enfermiza, sus mejunjes afrodisíacos y la bellísima japonesa, tan
perfeccionada como lo estaban las cortesanas de la vieja Alejandría, que la
Internacional Financiera le había puesto en el camino durante su visita a
Tokio.
Indonesia fue liberada de la influencia de
Sukarno y pasada a la órbita de la Internacional Financiera. Ya lo
explicaremos en detalle.
Mao no adivinó, al unirse a Ho Chi Min, que
estaba colaborando con la Internacional Financiera, dentro de cuyos planes
políticos está incluido el debilitamiento de los Estados Unidos.
Además, la Internacional Financiera guarda
en su manga el As de Triunfo: la guerra entre los monstruos: Rusia vs. China. Nunca
habrá habido una guerra más fácilmente provocable.
Pero tampoco creemos que sea necesario
llegar a esos extremos.
Tal como aniquiló a la invicta Inglaterra,
la Internacional Financiera hará lo propio con Rusia y China por los más imprevistos
e imprevisibles medios.
125Sin embargo, la ingratitud, la
vanidad y la perversidad parecen ser características esenciales de la
personalidad de este hombre que se negó fríamente a satisfacer el postrer
pedido que el ya gravemente enfermo Mariscal Petain le formulara de manera
directa y por escrito, solicitándole permiso para usar su colchón de campaña a
cambio del jergón de la cárcel, plagado de parásitos, sobre el que no podía
conciliar el sueño. En su sádica, monstruosa impiedad hacia su ex Jefe, a quien
consideraba traidor a Francia, el General De Gaulle olvidaba que el Mariscal
Petain jamás había tenido la menor vinculación con la Banca Rothschild
107.
DECÍA PEROGRULLO...
La amable vinculación de una pareja capaz de
intercambiar genes, o de dos cazadores capaces de intercambiar ideas, pudo
producir, indistintamente, el natural nacimiento de la política —decía
Perogrullo.
El hombre que fecunda a una mujer, cumple
una función biológica, pero también practica una forma elemental de política.
Los dos o más cazadores cavernícolas que
compartían la seguridad de una misma cueva y el calor de un mismo rescoldo,
necesitaban creer en algo que también les era común porque
conformaba una común
preocupación por alimentos que se traducían en salud y fuerza física.
Ese algo en el que necesitaban creer
constituyó la forma más simple de una esperanza que fue ilusión y necesitó
vigorizarse en fe. Fe en la mejor suerte que le permitiera cobrar una buena
pieza y regresar sanos, en la maza bien equilibrada que les permitía golpear
con mayor fuerza, maza que pasó a ser amuleto, amuleto que pasó a adquirir la
fuerza y la seguridad de "Eso" que era augurio, ilusión, esperanza y
luego fue sentimiento religioso y elemento esencial de la vida política en
formación.
Así pues, la política debió haber sido un
menester natural y simple, pero el hombre-político la complicó deliberadamente
hasta convertirla en una verdadera ciencia oculta.
Decimos "deliberadamente" sin dar
a la palabra una intención crudamente malévola. El niño que despanzurra un
juguete porque necesita ver qué es lo que hay en su interior, no actúa así por
perversidad sino por curiosidad. Siempre termina por arrepentirse de haber
causado el destrozo.
El rudimentario hombre-alfarero empezó por
cocer el barro arcilloso para dar dureza a sus cacharros y así llegó a la
traslúcida porcelana.
El hombre-político, en proceso inverso,
inició una traslúcida práctica política en su tribu, la extendió al amplio
valle que compartía con otras tribus y luego a otros valles que estaban detrás
de las próximas montañas y de otras montañas más y más lejanas y fue
opacidándola progresivamente hasta llegar al barro arcilloso de la política profesional. En este
último punto fue donde aprendió, muchas veces con sangre, que el secreto de
toda política exitosa estaba invariablemente sintetizado en una fórmula mágica
de solo dos palabras: "crear intereses".
Quienes se prestaron a entenderlo así y se
avinieron a crear y compartir intereses, pasaron a la Historia como grandes hombres-políticos;
quienes se atrevieron a desconocer o a desafiar esa
ley no escrita —de
Lutero a Hitler, incluyendo a Napoleón y Mussolini— fueron eliminados y
execrados.
De este último grupo subsiste aún Mao Tse
Tung.
Mirando el mapa del Lejano Oriente
parecería que todo el sudeste asiático se brindara al monstruo continental
chino.
Mao y la Internacional Financiera saben que
las proveedurías naturales del superpoblado mundo del mañana están en Asia,
África y Latinoamérica.
La Internacional Financiera controla
absolutamente a África y a Latinoamérica.126
No ocurre lo mismo, todavía, con la
totalidad de Asia y esa temporaria parcialización se debe a Mao. Pero
Mao es sólo un hombre. Un hombre a quien, teóricamente, apenas le restan 10 ó
15 años de vida útil. Además, conviene no
olvidar que Mao, hombre-político, fue inflado y promocionado por la propia
Internacional Financiera para que pudiera cumplir esta función que está
cumpliendo.127
Justo es reconocer que Mao se resiste
desesperadamente a ser un "idiota útil" más. Sabe que sólo tiene la
posibilidad de concretar su emancipación en esos pocos lustros de vida útil
que él, mejor que nadie, sabe que le restan. En ese corto lapso
tendría que dotar a su raza de pigmento amarillo del más actualizado armamento
nuclear. Mao sabe que únicamente así la dejaría en condiciones de defenderse de
la raza de pigmento económico.
Mao no puede ser Gandhi; está obligado a
ser Gengis Khan.
Tiene plena conciencia de que un hombre
solo —y él lo está— no podrá oponerse, en definitiva, a todo un sistema
político de magnitud astronómica, a una diabólica dinastía multifacética que se
renueva en cada generación, en cada país y en cada actividad y se traduce en
un nuevo tipo de ser humano que actúa como simple ruedecilla dentada en un
mecanismo progresivamente cibernetizado.
La tragedia de Mao está constituida por su
seguridad de que la Internacional Financiera le está obligando a trabajar, a
él, a Mao, en beneficio de ella. La guerra de Vietnam, magistral
partida de ajedrez político au relantisseur —en acción sabiamente retardada— lo prueba sin dejar lugar
a dudas.
Aníbal y Alejandro habrían caído en la
inoperancia y el desconcierto ante este nuevo tipo de guerra en el que pueden
llegar a confundirse los intereses en pugna hasta el punto de que, por ejemplo,
Mao deba su éxito nuclear a la contribución de la propia Internacional
Financiera, porque la Internacional Financiera necesita a Mao sólidamente
pertrechado —hasta provisto de la bomba "H", que ha aparecido en sus
manos como por arte de magia— para que Mao pueda cumplir la doble ardua tarea
de mostrarle los dientes a Rusia y deteriorar el poderío americano.128
La Internacional Financiera, tan hábil para
catequizar mesiánicos neuróticos y enviarles a asesinar a políticos molestos,
halló en Mao al hombre que necesitaba para cumplir la misión de destruir el
último imperio de Occidente y del mundo.
El durísimo período de depresión económica
que desde 1930 y por cuatro interminables años, tuviera como indiferente espectador
al Presidente Herbert Hoover, dejó a la industria americana en poder de Wall
Street o, lo que es lo mismo, de su mandante, la Internacional Financiera.
Es sabido que Wall Street, Zurich, París,
Londres, Frankfuri, Amsterdam, Singapur, Hong-Kong, Tokio, Sydney, Montreal y
cuanto centro financiero existe en el mundo son simples prolongaciones de esa
omnipotente fuerza —la Internacional Financiera— que ha realizado en lo
económico lo que la otra Internacional —la Internacional Comunista— no ha
podido realizar aún en lo político.
Pasemos por alto los tres períodos
presidenciales de Franklin Roosevelt —incluida su desconcertante actuación de
Yalta, que nos resultaría incomprensible si no supiéramos que le había sido
dictada por la Internacional Financiera—; pasemos también por alto la
desconcertante actuación que cupo a Truman en Potsdam —que también nos
resultaría incomprensible si no supiéramos que le había sido dictada por la
Internacional Financiera— y llegaremos a las medidas suicidas que condujeron a
la eliminación del sumiso Chiang Kai Sek —que también resultarían
incomprensibles si no supiéramos que habían sido dictadas por la Internacional
Financiera.
Nadie se desprende de un buen sirviente. Y
Chiang Kai Sek lo era.
Sin embargo, de acuerdo a planes
estratégicos de alto nivel, resultaba indispensable sacrificarle y desalojarle
de la China Continental para que Mao ocupara su lugar
Se tenía el propósito de fortalecer a Mao y
al Comunismo chino para utilizarles en operativos sucesivos: ayer, guerra de
Corea; hoy, guerra de Vietnam; mañana, Tailandia, península malaya, estrecho de
Malaca, Singapur, Filipinas.. .
Por eso había sido preciso evitar que Mac
Arthur aniquilara a Mao Tse Tung. Aún al duro precio de sacrificar
al propio Mac Arthur.
126 África cumple un previsto proceso de
sub-división al infinito. En cuanto a Latinoamérica —en la freezer (congeladora) , como la India— su
desarrollo esta demorado sine die. La
Internacional Financiera decidirá hasta cuando.
Esta es la cruda realidad.
Los hombres que se alternan en el
gobierno de los países latinoamericanos son políticos que conocen esa
realidad. Cada vez que esos hombres adelantan irrealizables programas
nacionales de desarrollo, fingen creer en lo que no creen. A la Internacional
Financiera no le preocupa que ellos hagan ese juego invariablemente
electoralista. Ella seguirá aferrada a sus planes de "desarrollo del
subdesarrollo" hasta que lo considere conveniente.
Por lo que respecta a la Argentina, la
Internacional Financiera ha resuelto que siga siendo un país agrícolo-ganadero,
y habrá de ser así, sin duda, si no se produce un estado de conciencia nacional
que derive en gobiernos de verdaderos estadistas que tengan el coraje de
enfrentar los problemas con inquebrantable decisión, sin dependencias de
ninguna especie, y que sean capaces de movilizar al país hasta sacarlo del
letargo en que lo han sumido los anestesiantes efectos de la demagogia y la
incapacidad.
Si ello no ocurre, será inútil que
soñemos poseer una industria pesada similar a la que se le permitirá
desarrollar a Brasil. Esa posibilidad está absolutamente descartada.
En cambio, el Fondo Monetario
Internacional —FMI—, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la
Agricultura —FAO— y el Banco Interamericano de
Desarrollo —BID—, promueven
en Argentina la creación de centros de investigación
para la conservación del suelo y ofrecen conceder créditos —no fijan límites—
para recuperar los 34 millones de hectáreas que la erosión ha esterilizado en
nuestro país, de igual modo que ofrecen otros créditos —tampoco fijan límites—
para la instalación de modernos servicios sanitarios rurales, con laboratorios
de alta investigación, similares a los existentes en la aseptizada campiña
norteamericana.
Pero ni un sólo dólar para Somisa,
condenada- a seguir siendo una simple quincallería.
127 Insistimos en que Mao es un
involuntario auxiliar de la Internacional Financiera en los planes que ésta
tiene para pauperizar a Estados Unidos, tal como ya lo hizo con la arrogante
Albion. De no ser así, en abril
de 1951, Truman hubiera permitido que Mac Arthur le aplastara en su embrión
manchuriano.
Corea, Vietnam, Camboya, un próximo
tercer frente en Tailandia o en la península malaya y la perspectiva de
lanzarle en cualquier momento contra Rusia, justifican la ascensión y
permanencia de Mao en el Poder.
128 El Dr. Tsicn San Tsiang, padre de la
física nuclear sinocomunista, fue durante largos años, dilecto alumno y
auxiliar de los sabios franceses Juan Federico Joliot e Irene Curie, en la
Facultad de Ciencias de París. Posteriormente, fue contratado por los
americanos para colaborar en los trabajos de investigación y perfeccionamiento
de la fisión nuclear en el famoso MIT (Massachusetts Institute of Technical) y
en la Universidad de Berkeley, California.
También tuvo a su cargo seminarios de
trabajos prácticos en la planta experimental de Oak Ridge, Tennessee,
dependiente de la Secretaría de Defensa.
Tsien San Tsiang contrajo todos los
compromisos y firmó todos los papeles que los americanos le exigieron; formuló
categórica profesión de fe antimaoísta, pero durante un viaje de vacaciones que
realizó a París con su mujer e hijos, huyo a Shangai, donde le esperaba Mao.
En la actualidad es el Director de la
planta atómica de Sinkiang, secundado por Chien Hsueh-Sen, quien también fue
alumno y colaborador de los Joliot-Curie durante muchos años y más tarde, en
base a esa experiencia, Profesor del Instituto de Tecnología de Massachusetts,
el más prestigioso centro de espccialización técnica de Estados Unidos y quizá
de todo el mundo.
Estos dos extraordinarios sabios,
formados en las más exclusivas cátedras y plantas de investigación y
experimentación de física nuclear occidentales, tienen a su cargo los centros
de investigación y experimentación (conocidos) de Sinkiang, Lan-chú y Pao-tú y
por lo menos, tres más —no localizados aún por los más sutiles servicios de
espionaje— pero de cuya existencia, tanto Rusia como Estados Unidos, tienen
pruebas.
Los resultados están a la vista: China
detonó su primera bomba atómica de 20 kilotones el 16 de octubre de 1964, una
segunda bomba de 70 kilotones el 14 de mayo de 1965 y así, progresivamente, el
9 de mayo, 27 de octubre y 27 de diciembre de 1966, hasta llegar a su primera
poderosa bomba "H" del 17 de junio de 1967.
Se sabe que para una regular producción
nuclear es indispensable una importante fuente de energía eléctrica. La planta
de concentración de Uranio 235 de Lan-chú (provincia de Kan-Sú), al Oeste de
China, cuenta con una capacidad energética de seis millonea de kilovatios-hora.
Utilizando sólo la cuarta parte de este
potencial eléctrico se pueden producir 800 kilogramos de "Uranio 235"
por año o sea, a razón de 18 kilogramos por carga de cada bomba, alrededor de
50 grandes bombas "H" par
Algunos meses antes de abandonar la
Secretaría de Defensa, Mc Namara informó, en una reunión de la OTAN
(Organización del Tratado del Atlántico Norte) , que Mao tenía ya un
importante arsenal de bombas "H" y podría alcanzar cualquier blanco
europeo desde mediados de 1970. Anticipó, asimismo, que sólo 5 años más tarde,
es decir, en 1975, Mao poseería proyectiles de largo alcance
(intercontinentales) con los que podría alcanzar cualquier punto de la Unión.
El sucesor de Mc Namara, Clark Clifford,
rectificó los cálculos de su antecesor
ante los más altos jefes del Pentágono. El (Clifford), acababa de tener
información fidedigna al respecto: Mao poseería proyectiles de largo alcance
desde junio de 1970.
Exactamente cinco años antes de lo
calculado por Me Namara.
Permítasenos agregar, a modo de
corolario, una referencia que ya constituye monótono sonsonete: al estallar la
Revolución Francesa, los ilu-ministas habían logrado organizar un eficientfsimo
servicio de espionaje que actuaba en todos los niveles sociales. Políticos,
funcionarios, legisladores, diplomáticos, profesionales, empleados, nobles,
aristócratas, sirvientes, obreros, mendigos y prostituías, ejercían la
productiva labor de espías.
La Internacional Financiera,
fantasmagórico omnipoder en que se desdobló el Iluminismo, ha ido
perfeccionando, a través de los años, aquel primitivo aparato de espionaje
nacional basta convertirle en una densa telaraña que alcanza a todas las cancillerías y servicios
do inteligencia del mundo. Ya desde la primera guerra mundial, la Internacional
Financiera se aseguró una "copia carbónica"
de todos los informes que los espías y contraespías profesionales venden a
distintos gobiernos.
Paga generosamente en dinero y
protección.
Consecuentemente, la Internacional
Financiera influyó por intermedio de sus gobernantes amigos, para que las
naciones más adelantadas de la Tierra concretaran sus mus ambiciosos y costosos
proyectos de investigación científica. Hjalmar Schacht la impuso de todo lo
relativo a la V 1 y V2 de von Braun; Wall Street la permitió conocer las distintas etapas
hasta la obtención de la rudimentaria bomba atómica de Los Alamos y a las
ediciones subsiguientes de la tcrrffícn brmba "H".
I.a Naturaleza ha dictado su ley de
equilibrio biológico; la Internacional Financiera, inspirándose en tan sabia
maestra, ha dictado su ley de equilibrio bélico.
No fueron los espías rusos sino la
Internacional Financiera quien proporcionó los datos para que los comunistas
pudieran producir su propia bomba "H". Logrado esto —el perfecto
equilibrio—, la bomba "H" perdió su valor bélico y político. Las
bombas rusa y americana se neutralizaban.
Cuando se permitió que los servicios de
espionaje inglés y francés obtuvieran la
información necesaria para que los sabios de sus respectivos países pudieran
reproducir la bomba "H", ésta perdió automáticamente su importancia
decisiva.
Pero faltaba establecer otro equilibrio:
era necesario que también Mao Tse Tung tuviera su propia bomba "H".
La Internacional Financiera facilitó a
los investigadores chinos Tsicri San Tslang y Chien Hsueh Sen sus primeras
letras nucleares junto a los Curie, en París, y más tarde su perfeccionamiento
y doctorado en los infranqueables centros de investigación americanos.
108.
REVELACIONES POSTUMAS DE MAC ARTHUR
El General Douglas Mac Arthur comentaría su
relevo diciendo textualmente:
Pude haber ganado la guerra de Corea en un plazo máximo de diez días.
Puedo afirmarlo categóricamente porque de las veinte campañas que dirigí en mi
vida militar, ésta habría de haber sido la que mayor seguridad y confianza me
inspiraba. Me proponía destruir el poder aéreo del enemigo dejando caer entre
30 y 50 bombas atómicas sobre sus bases aéreas y depósitos.
Luego habría recurrido a medio millón de soldados proporcionados por
Chiang Kai Sek, dirigidos por dos divisiones de marines americanos. Una parte
de estas fuerzas habría desembarcado en Antung para avanzar hacia el Este por
el camino que bordea el Río Yalú. La otra parte, encabezada por la segunda
división de marines habría desembarcado simultáneamente en Najín y avanzado
hacia el Oeste, por el mismo camino paralelo al Yalú. Ambas fuerzas se habrían
encontrado a los dos días de marcha, formando una muralla humana a lo largo de
la frontera septentrional de Corea. Todos los barcos necesarios para reforzar
esta acción estaban ya en Japón. De haberse necesitado, eventualmente, algún
refuerzo naval, también lo tenía en Pearl Harbour.
El Octavo Ejército, extendido a lo largo del Paralelo 38,
presionaría al enemigo desde el Sur, mientras la fuerza anfibia —las dos
divisiones de marines y los 500.000 soldados chinos nacionalistas— lo habrían
presionado desde el Norte. De ese modo, entre un millón y un millón y medio de
soldados comunistas habrían quedado cercados por un cinturón de hierro que
hubiera impedido su abastecimiento.
El comando enemigo se hubiera tenido que enfrentar con el problema del
hambre a los diez días de nuestro desembarco. Pienso ahora que el enemigo
hubiera pedido la paz apenas se hubiera enterado de la destrucción de su fuerza
aérea y del bloqueo de sus rutas de abastecimiento.
Para evitar la posibilidad de que el enemigo concibiera la idea de
concentrar sus tropas con el propósito de forzar el cruce del Río Yalú y salvar
el cerco, yo tenía el plan de que mis fuerzas del Norte avanzaran hacia el Sur
extendiendo desde e! Mar del Japón hasta el Mar Amarillo un cinturón de cobalto
radioactivo que podría haber sido lanzado desde camiones o aviones. El cobalto
radioactivo tiene una vida activa de 60 a 120 años. Quiere decir que, por lo
menos, Corea no habría podido ser invadida desde el Norte en 60 años. El
enemigo no habría podido avanzar a través del cordón radioactivo.
¿Rusia? Me hicieron reír los temores del grupo Truman Acheson, Marshall,
Bradley y demás generales del Estado Mayor. Rusia no iba a comprometer sus
ejércitos en una guerra en favor de China, allá en la punta de un interminable
ferrocarril que conducía a un campo de batalla metido en una península que sólo
tenía salida al mar. Rusia no podía pensar seriamente en hacernos frente.
Además, tampoco hubiera peleado apoyando a China porque ya sentía inquietud y
desconfianza hacia aquel coloso que ella misma había alentado.
La tregua en que entramos —ese tremendo error de negarnos a vencer
cuando pudimos haber vencido— dio a China comunista el respiro que necesitaba.
Los primitivos aeródromos de Manchuria se convirtieron en modernas
instalaciones con pistas de dos millas de extensión.
China comunista tenía un solo centro de producción de armas antes de que el
Presidente Truman me destituyera. Ahora ha construido cuatro nuevos centros de
producción semejantes a aquél. Pienso que en cincuenta años más, si consigue
desarrollar sus instalaciones de construcción de aviones, China comunista será
una de las primeras potencias militares del mundo.
En ese momento estaba a nuestro alcance destruir el ejército chino
comunista y el poder militar chino comunista. Probablemente para siempre. Mi
plan era facilísimo, pero un grupo de aislacionistas y de jefes de Estado Mayor
politizados,126 me rehusó el derecho de llevarlo a cabo.
Usted se sorprenderá al oírme llamar aislacionistas a Truman, Acheson,
Marshall y demás. ¡Ellos eran los auténticos aislacionistas! Hicieron una sola
cosa diferente de lo que llamamos aislacionismo en este país: extendieron sus
muros hasta incluir a Europa occidental. Nunca abarcaron al mundo como un todo.
Nunca justipreciaron las enormes fuerzas de Asia. En tiempos de Eisenhower —un
hombre ingenuo y honesto que no quiere lastimar a nadie— hemos persistido en
ese aislacionismo. Con el tiempo, abandonaremos nuestras posiciones e intereses
en el Pacífico.
Consideramos conveniente aclarar que el
General Douglas Mac Arthur formuló estas declaraciones al prestigioso
columnista Bob
Considine, de la King Features Syndicate, el 25 de enero de 1954, en la suite
que ocupaba permanentemente en la exclusiva torre del hotel Waldorf Astoria, de
Nueva York.
Al dejar el servicio activo, Mac Arthur
había aceptado la Presidencia de la poderosa Remington Rand Corporation y establecido
su domicilio en Waldorfs Tower.
Nos vence la tentación de apuntar una nota
curiosa: en su mismo piso, servidos por los mismos ascensores y salidas a un
vestíbulo común, también ocuparon durante años, suites similares a la suya
—cien dólares diarios— el ex-Presidente Herbert Hoover y la actriz Marilyn
Monroe. La actriz se suicidó en su residencia de Los Angeles en 1962 mientras
Mac Arthur y Hoover fallecieron en Nueva York, ambos en 1964.
El General Mac Arthur impuso al periodista
Considine la, expresa condición de que las declaraciones que formulaba en la
interview no habrían de ser publicadas mientras él (Mac Arthur) viviera.
Mac Arthur había sido destituido por el
Presidente Truman el 11 de abril de 1951. El 17 de diciembre de 1952 entrevistó
al Presidente electo Dwight Eisenhower en la residencia de John Foster Dulles,
en Nueva York.
Eisenhower asumiría la Presidencia de la
Nación el 20 de enero de 1953.
Acota el periodista Considine:
A Mac Arthur le molestó igualmente, el hecho de que un hombre que había
recibido de él miles de órdenes —Eisenhower había sido varios años su Ayudante
de Campo— se hubiera negado a cumplir lo que Mac Arthur consideraba la orden
más importante: un plan para terminar con la guerra fría que habría ubicado a
Eisenhower en lo que Mac Arthur llamaba un papel mesiánico. En la entrevista
que estoy refiriendo —sigue Considine— pedí al General Mac Athur que me
narrara lo que había sucedido en la visita que efectuó a Eisenhower en casa de
Foster Dulles el 17 de diciembre de 1952
Eisenhower acababa de volver de su viaje secreto a Corea, cumpliendo lo
prometido en su campaña electoral. En su ausencia, el General Mac Arthur había
dicho en un discurso que tenía un plan sencillo y practicable para terminar con
la guerra fría. Se negó a comunicárselo a Truman —con gran indignación de éste—
pero accedió a entregárselo a Eisenhower a su regreso.
Así reconstruyó Mac Arthur la escena:
Inicié yo la conversación. Hablé durante una hora y cuarto. No creo que
sería juego limpio revelar a usted mi plan; seria una carga injusta para usted,
como periodista.
Baste decir que cuando terminé de hablar, Eisenhower golpeó la mesa, se
levantó de un salto y comenzó a pasear por la habitación. ¡Esto es magnifico!
—comenzó—. Es. . . Pero Foster Dulles lo interrumpió: General —le dijo—
recuerde que cu el barco en que volvíamos de Corea convinimos en no emprender
nada de ese tipo durante todo un año. Quedamos en que dedicaríamos el primer
año a consolidar nuestra posición. Y siguió hablando durante un cuarto de
hora.
Yo observaba a Ike —prosiguió diciendo Mac Arthur—. Pude ver que su
entusiasmo se extinguía poco a poco. Cuando Dulles terminó de hablar, estábamos
otra vez en el punto del cual yo había partido. Me levanté y poco faltó para
que, en mi ansiedad, abrazara a Ike. Puse mis manos sobre sus hombros y le
dije: Ike, esta es la última vez que le hablo en esta forma. Usted está por
asumir un cargo que es el más elevado de este mundo. Estoy orgulloso de que un
hombre que ha estado tan cerca de mi como lo ha estado usted, haya alcanzado
esta tremenda preeminencia. Su victoria en Europa, su honestidad, su
integridad, su radiante y maravillosa personalidad se han combinado para hacer
de usted un hombre único. A usted le quieren y respetan todas las naciones del
orbe. Hasta en la Unión Soviética es usted profundamente respetado. Usted
tiene la más grande oportunidad de hacer el bien que nadie haya tenido desde el
nacimiento de Jesucristo. Tiene en sus manos, hoy, el poder necesario para
causar la mayor impresión que se haya hecho en la civilización desde la crucifixión
de Cristo. Si al ir a la Casa Blanca actúa instantánea y dinámicamente con este
programa, la Historia no dejará de recordarle como un Mesías.
Pero no tiene mucho tiempo. Por nuestros errores en Asia le hemos dado
al enemigo la posesión —cada vez más fuerte— de la mitad de la población de la
Tierra y el 60 por ciento de sus recursos naturales cuando se los explote
debidamente. Le hemos presentado en bandeja los baluartes que incrementarán su
fuerza. Lo estamos dejando avanzar hacia el África. Al repudiar nuestra
antigua tradición de que la victoria es la única razón para entrar en guerra,
lo hemos estimulado en todas partes.
Aún hay tiempo para cambiar la marcha. Esa marcha sólo puede ser
invertida por usted, el hombre más querido y respetado del mundo en este
momento. Usted y yo hemos combatido juntos mucho tiempo. Hemos tenido nuestros altibajos. He cometido
mi buena porción de errores y usted los suyos. Eisenhower sonrió al oírme decir
esto —recordó Mac Arthur y siguió diciendo: Desde el principio, sentí por
usted, Ike, el afecto de un hermano mayor. No vacile en tomar el mando. La suya
es una misión mesiánica, créalo. Su nombre será un nombre bendito. Pero si
espera un año, le vaticino por mi vida que cada uno de sus primeros tres meses
en la Casa Blanca, su popularidad disminuirá. Cada día de los tres próximos
meses su influencia se irá esfumando. Y cada día de los seis meses siguientes
perderá estatura geográfica. Al terminar el año, usted ya no será lo que es hoy
una figura trascendente. Para entonces, será principalmente la cabeza titular
del Partido Republicano y estará ocupado en las tareas menores de mantener la
unidad de ese Partido en un año de elecciones.
Yo no habría podido ver más claro todo ese futuro que estaba
profetizando si hubiera estado mirando una bola de cristal —comentó Mac Arthur.
Luego continuó emocionado: Había lágrimas en los ojos de Eisenhower cuando
cruzamos nuestras miradas. Ambos, él y yo, callados. Pero el silencio de la
habitación fue roto por la voz fría y calculadora del abogado Dulles, quien
había vuelto a ocupar su tribuna. Su estado de ánimo era un poco paternal,
benevolente, cuando dijo: ¡Muy interesante!... ¡Muy interesante!. . y enseguida,
volviéndose a Eisenhower, agregó: Pero la verdad es que el General Mac Arthur
podría estar ahora tan
equivocado como lo
estuvo antes, cuando apoyó
a Bob Taft contra usted.130
El General Mac Arthur siguió diciendo al
periodista Considine:
Pude sentir el enfriamiento de Eisenhower. Pasados unos instantes,
retiré mis manos de sus hombros y señalé: —Bien; creo que es todo lo que hay
que decir. Nos dispusimos a partir, pero antes de salir le dije: No tendrá que
preocuparse por mí cuando esté en la Casa Blanca. No quiero nada. No me propongo participar
en debates públicos ni tratar de forzar leyes o políticas. Adiós y que Dios le
bendiga.
Dejemos ahora al ilustre héroe del Pacífico
que murió con la amargura de haber visto a dos presidentes de la Unión tomar
deliberadamente por el atajo errado y retornemos a la cruda realidad que en
este momento nos ofrece el líder comunista chino.
Acaso Mao sepa cuanto debe a Foster Dulles,
de igual modo que sabrá, sin duda, cuanto debe a Truman y a Acheson.
Como el genio de la lámpara de Aladino, Mao
es liberado para trabajar en beneficio de quien frote la lámpara. Mao está
condenado a seguir trabajando, por inercia política, en favor de la
Internacional Financiera. Se verá obligado a seguir manteniendo un permanente
estado de guerra que empobrecerá a Estados Unidos, soliviantará a su población
negra y a su población blanca, prostituirá su juventud, corromperá su
estudiantado, llevará al contribuyente a sufrir exacciones fiscales
confiscatorias y a todo el país al caos y a la posibilidad de su división en
varias confederaciones regionales tan autónomas y soberanas como países
independientes.
129 El circunspecto General Mac Arthur
no podía ser más explícito ni entrar en mayores detalles. Sin embargo, en su
patriótica indignación, fue lo suficientemente concreto como para que se
dedujera el verdadero significado de sus calificaciones
"aislacionistas" y "jefes de Estado Mayor politizados" que
asignó a Truman y Acheson por un lado y a los generales Marshall y Bradley por
otro.
Esos mismos estadistas y esos mismos
jefes de Estado Mayor o aquellos que les sucedieron e insistieron en su línea
política, son quienes hoy lamentan o fingen lamentar la magnitud alcanzada por
la guerra de Yietnam y la pavorosa potencialidad militar de la China comunista
de la hora actual.
Infiérase el oculto paralelismo de dos
episodios que, aparentemente, no tienen relación entre sí: Mac Arthur fue
destituido para que no aniquilara a China comunista; el Presidente Kennedy fue
asesinado para que no pusiera fin a la guerra de Vietnam retirando a las tropas
americanas de ese frente de lucha.
Todo indica que sólo se persigue un
permanente estado de guerra con el lógico debilitamiento de Estados Unidos.
130 Dullcs se refería a un episodio
registrado durante la Convención Republicana celebrada en Chicago el 17 de
julio de 1952.
Luego de cinco períodos presidenciales
demócratas, los cerebros politices de Wall Street recordaron que la función gubernativa
desgasta a los hombres y a los partidos. La depresión y la segunda guerra
mundial hablan incidido para que Frankim D. Roosevelt fuera elegido Presidente
cuatro veces consecutivas y Truman fuera reelecto en 1949.
Resultaba electoralmente higiénico
—higiene gimnástica— ofrecer al aburguesado pueblo americano, fluctuante por
naturaleza, el pretexto que justificara su cambio. Un héroe de guerra que representara a los
republicanos, por ejemplo. Mac Arthur llenaba todas las condiciones menos una y
principal: no era "manejable".
Se le desechó, sin más trámite. Se optó,
en cambio, por el General "cinco estrellas" Dwight D. Eisenhower, a
quien el Mariscal Montgomery citara en sus Memoirs como un "mediocre oficial de Estado
Mayor".
Los cerebros necesitaban un candidato
que no tuviera escrúpulos en jugar, al cierre de la campaña proselitista, el As
que ellos le pondrían en la manga. El padrón femenino, decisivo en los cómputos electorales,
estaba integrado por madres, esposas, hermanas y novias que no entendían el
porqué de esa lejana guerra en la que morían sus amados muchachos.
Corea...
¿Qué importaba Corea?...
En las primarias que el Partido
Republicano había ido realizando en distintas ciudades para auscultar la
opinión, había sobresalido Robert Taft, 63 años, eminente abogado y político,
Senador, 28 años de experiencia legislativa, Presidente del Partido
Republicano, hijo del 27' Presidente de la Unión.. . Un Presidente ideal. Mac
Arthur se volcó en su favor. Esto era lo que acababa de recordar Dulles.
Al cierre de las "primarias"
Taft había reunido 464 votos y Eisenhower sólo 390. Pero estaba resuelto que
Eisenhower habría de ser el candidato que triunfara en la Convención del
Partido Republicano y así ocurrió. Salió a la palstra nacional como candidato
del Partido Republicano. Su adversario, el demócrata Stevenson, era un rival
realmente importante pero después de una campaña pareja y de profecías más
parejas todavía, Eisenhower jugó "su As", según se explica más
adelante, y triunfó.
109.
EL UBICUO CAMISERO TRUMAN
El Partido Demócrata había triunfado en las
cinco sucesivas elecciones presidenciales -posteriores a Herbert Hoover:
Roosevelt, 1933/1937, 1937/1941, 1941/1945 y, excepcionalmente, debido a la
situación de guerra, por un cuarto período, 1945/1949.
Al
fallecer Roosevelt el 12 de abril de 1945, su vicepresidente, Harry S. Truman,
completó ese cuarto período y fue reelegido, a su vez, por un nuevo período
constitucional, 1949/1953, al batir al republicano Dewey por 303 contra 189
electores.
Truman, hombre de humilde extracción,
obligado a ganarse la vida desde temprana edad, sólo había podido cursar
algunos grados
de enseñanza primaria en su pueblo natal, Independence (Missouri).
Lustrador de zapatos, vendedor de diarios,
tipógrafo del Kansas City Star, empleado ferroviario, auxiliar del banco local,
cumplió un período de un año como soldado raso en la Missouri National Guard
(1905) de donde trató de pasar a la Academia Militar de West Point, siendo
rechazado por su escasa vista y por sus escasos conocimientos. Decepcionado,
retornó a la pequeña chacra de sus padres hasta que la inminente intervención
de su patria en la primera contienda mundial, le llevó a inscribirse como
aspirante a oficial voluntario en la Escuela de Artillería de Fort Sill (Oklahoma)
en 1917, cuando contaba ya 34 años de edad.
Se batió valientemente en Los Vosgos y
Argonne, mereciendo sendas citaciones en la Orden del Día y sucesivos ascensos
a Primer Teniente, Capitán y Mayor. De regreso a su país, se dedicó
al comercio y abrió una tienda en la que vendió camisas, corbatas y artículos
de mercería.
El fresco recuerdo de su heroica conducta
en la guerra europea, justificó que se le eligiera Juez de Paz por el período
1922/1924. En tal carácter, asistió a la Escuela de Derecho de Kansas, donde
adquirió conceptos jurídicos básicos pero no obtuvo ningún título. De esa
época datan su incorporación a la Masonería y su activa militancia en el
Partido Demócrata, en cuya representación ocupó una banca en el Senado de
Washington, diez años después. Demostró tan
masónica obediencia para votar según se le ordenaba "desde arriba",
que mereció ser reelegido por un nuevo período.
Ya hemos dicho que el Iluminismo, la
Masonería-Madre, el Comunismo, la Banca Rothschild, Wall Street, las
Masonerías-Filiales —entre ellas, la americana- son simples estamentos de la
Internacional Financiera.
Admitimos que no exista lo que podríamos
llamar "ínterrelación" entre las mil y una divisiones que constituyen
ese inconcebible Super-Estado Financiero Universal, pero aseguramos que todos
ellos están particularmente conectados con la cúspide —"Sacro
Colegio" de la Internacional Financiera— y son manejados desde esa
inescrutable altura tal como son manejados institucionalmente la Banca, el
Seguro, el Petróleo, la Metalurgia y todos los complejos industriales
existentes a lo alto y ancho de los cinco continentes.
La disciplinada conducta de Truman durante
sus dos períodos senatoriales, le valió ser designado para integrar la fórmula
que por cuarta vez encabezaba Franklin Delano Roosevelt.
El estado de salud de Roosevelt era ya
sumamente precario.
El Consejo Directivo de cualquier partido
político de organización normal habría considerado que suponía un verdadero
riesgo reelegirle. Sin embargo, él y su mujer, Eleanor, se hallaban tan
identificados con los inidentificables pontífices de la finanza ecuménica, que
se le consideró apto para seguir siendo Presidente de los Estados Unidos de
Norte América mientras estuviera en condiciones de estampar una firma que,
llegado el caso, también podía serle falsificada.
Cuando un gobernante, ya en estado
precomatoso, firma maquinalmente un decreto sin saber lo que firma, o alguien
imita su firma porque el titular es incapaz de sostener la pluma, lo que
interesa es que esa firma —tanto da que haya sido inconsciente o apócrifa— sea
refrendada por el Ministro respectivo.
Franklin D. Roosevelt inició su cuarto
período el 20 de enero de 1945130bis y murió el 12 de abril
siguiente, esto es, exactamente 2 meses y 23 días después.
Truman se condujo tan satisfactoriamente
durante los 45 meses y 7 días restantes, que el Partido Demócrata y la
Internacional Financiera resolvieron designarle candidato a Presidente para el
siguiente período.
Nadie hubiera arriesgado un cuarto de dólar
apostando a su favor.
Su acción de gobierno, canalizada en
preferente favor de distintas oligarquías, había sido tan inconveniente para
los intereses populares que se descontaba su categórica derrota.
Pero no ocurrió así. Las mismas fuerzas que
habían mantenido a Roosevelt y habían hecho posible que, como en la leyenda
del Cid, su cadáver ganara la última batalla, lo mantuvieron luego a Truman
para que siguiera ejecutando fríamente aquellos absurdos yerros políticos:
entrega del inerme Chiang Kai Sek a la voracidad de Mao Tse Tung, carta blanca
a Stalin en Potsdam para que tomara cuanto le apeteciera, designación del
mediocre General Eisenhower en carácter de Comandante Supremo de las Fuerzas
Aliadas en Europa, ignominioso relevo del General Mac Arthur, el más brillante
general norteamericano de todas las épocas, orden de arrojar sendas bombas
atómicas, "con propósitos de escarmiento", sobre dos ciudades
abiertas de Japón, etc., etc.
Harry Truman venció al republicano Thomas
Dewey por 303 contra 189 electores.
Cuando Truman cumplió, por fin, su segundo
período de gobierno, rechazó la candidatura que se le ofrecía.
Truman, ambicioso y tenaz como ninguno,
jamás habría rechazado la posibilidad de seguir siendo Presidente de la Unión,
salvo orden en contrario.
La orden existió, sin ninguna duda. El la
cumplía al retirarse a escribir aquellas aburridas Memoirs en las que se
limitaba a citar una serie de resoluciones y decretos sin referirse, en ningún caso,
a los verdaderos intereses que habían inspirado cada uno de ellos.
Se había utilizado a Truman sin el menor
pudor administrativo ni político, hasta convertirle en ejecutor de órdenes que
sólo un hombre como Truman podía haber cumplido.
Stevenson, por ejemplo, se habría negado
categóricamente a firmar cualquiera de los decretos de los que Truman se
jactaría más tarde en sus Memoirs. Por eso fue que Stevenson no pudo llegar a
la Presidencia de los Estados Unidos de Norte América.
Los factores de poder que dirigen la
política americana suelen necesitar irresponsables del tipo de Truman. Algunos
años antes habían apelado a Warren Harding pero se habían visto precisados a
eliminarle al comprobar que Harding había olvidado sus compromisos. (Cuarenta
años más tarde, otro Presidente —John F. Kennedy— sería eliminado por la misma
razón).
El caso de Truman había sido distinto. Se
había portado como un buen chico, pero se le había exprimido al máximo. En
adelante, Truman no podría ser otra cosa que un decorativo ex-Presidente de la
República en las filas de su propio Partido.
Por simple reflejo, el Partido Demócrata
había resultado tan perjudicado por la actuación de Truman que tampoco podría
tener aspiraciones de consagrar a otro de sus hombres hasta que pasaran algunos
años.
Por eso fue que Eisenhower —que en el
primer momento venía consignado al Partido Demócrata— fue desviado hacia el
Partido Republicano.
130 bis A partir del segundo mandato de
Roosevelt, año 1937, los presidentes de Estados Unidos asumen su cargo el día
20 de enero a mediodía, conforme lo dispone la vigésima enmienda a la
constitución de ese país. Hasta el año 1933 la fecha de asunción del cargo era
el 4 de marzo.
110. EISENHOWER DERROTA A
STEVENSON
El
Gobernador de Illinois, Adlai Stevenson, declaró el 19 de julio de 1952 a un
repórter de la Associated France Press, en la reunión anual de gobernadores que
ese año se celebraba en Houston:
No he aceptado esa candidatura todavía.
Tomaré mi decisión de acuerdo con una determinada situación que deberé resolver
antes.
Stevenson sabía que su adversario habría de
ser Eisenhower y no Taft. Sabía también cuales habrían de ser las fuerzas que
apoyarían al ex-Comandante Supremo de las Fuerzas Aliadas.
Stevenson era, quizá,
el más brillante jurista americano y un constitucionalista de merecido
prestigio internacional. Aristócrata de Illinois, venía cumpliendo un ejemplar
gobierno en ese Estado. Su desinterés personal era proverbial. Su bufete de
abogado, en Chicago, pudo haberle producido verdaderas fortunas pero apenas le
había permitido vivir decorosamente con su mujer y sus cuatro hijos.
Stevenson nunca había defendido a otros
clientes que a aquellos que le hubieran convencido previamente a él mismo de su
inocencia. Para
cualquier jurado, el sólo hecho de que Stevenson se prestara a defender a un
imputado, constituía la mejor prueba en favor del mismo.
Por ello, nunca había perdido un asunto.
El americano común acarició la esperanza de
que Stevenson realizara una tranquila política hogareña y desterrara aquella
absurda tendencia imperialista que estaba costando tantos centenares de vidas y
tantos centenares de millones de dólares; miraba, en cambio, con profunda
desconfianza a su antagonista, el General Eisenhower, profesional de la
guerra, quien viviría en estado de guerra como un pez en el agua.
Lo que el americano común no sospechaba y
aún hoy sigue ignorando, es que existen poderosísimos, irresistibles factores
de poder que manejan a su arbitrio la política interna de todos los países
grandes o pequeños del mundo, entre los que se hallaba y se halla, en la
primera línea, Estados Unidos de Norte América.
Factores de poder que ya habían impartido a
Truman la orden de que se retirara a cuarteles de invierno a
escribir sus Memoirs y que ya habían dispuesto que el próximo Presidente de los
Estados Unidos de Norte América habría de ser el héroe de guerra, General de
Ejército ("cinco
estrellas") Dwight D. Eisenhower.
Por entonces, el propio Eisenhower
ignoraba la suerte que "podría caberle y por más que su ignorancia en
lides electorales corriera pareja con la ignorancia en lides guerreras que el
Mariscal Montgomery le atribuye en sus "Memorias", no podía desconocer
que la prueba era sumamente difícil por los extraordinarios méritos personales
de su oponente, el demócrata Stevenson.
Ambos, Eisenhower y Stevenson, cumplieron
una intensa campaña proselitista.
Los organizadores de la campaña de Ike
Eisenhower (I like Ike) habían programado el discurso final del General algo
después que Stevenson pronunciara el suyo.
Cada familia americana tenía uno de sus
miembros luchando en Corea.
Quinientos muchachos morían cada mes en
aquella cruenta guerra en el Lejano Oriente, cuyas razones nadie entendía. Por
eso, todo el país había esperado los discursos finales de aquellos hombres, uno
de los cuales habría de ser el futuro Presidente, confiando en oir alguna
promesa que permitiera vislumbrar la posibilidad de terminar de algún modo esa
guerra que se había convertido en una verdadera pesadilla de sangre.
El tono de Stevenson, mesurado, digno, no
resultaba propicio para formular promesas demasiado optimistas. Stevenson sabía que no podía formularlas porque no podría cumplirlas. El electorado
no podría entender como, a veces, intensificar al máximo una ofensiva, suele constituir la mejor forma de abreviar
la lucha.
En cambio, el discurso final de Eisenhower
superó el estallido de una poderosa bomba atómica.
Era el ¡Sésamo, ábrete! que la
Internacional Financiera le apuntaba al oído y él repetía dócilmente,
sin tener conciencia de que estaba inventando
una derrota a lo Pirro.
Eisenhower declaró solemnemente:
Si resulto electo Presidente, empeño mi palabra de honor, como ciudadano y como
soldado, que mi primer acto de gobierno será
firmar la paz en Corea.
Fue una indignidad que se tradujo en 442
electores.
Por supuesto, Eisenhower cumplió su promesa
y esto significó un verdadero descalabro para las armas y las finanzas
americanas.
Por contrario imperio, Mao Tse Tung obtuvo
ventajas que los propios americanos, tan dados a toda forma de estadística,
jamás habrían podido llegar a justipreciar.
También eso estaba calculado en los planes
de la Internacional Financiera: vigorizar a Mao Tse Tung para que en un momento
determinado empezara a constituirse en el fantasma que amenazara las posesiones
americanas en el paradisíaco sudeste asiático. Precisamente esto que, a quince
años de entonces, es hoy la guerra de Vietnam y podrá ser mañana un segundo
frente en Kuala Lumpur o Malaca.
Pero no nos adelantemos a los
acontecimientos y retornemos al flamante Presidente Eisenhower.
Seguía siendo el mismo hombre que, a lo
largo de toda su vida profesional, había nadado a favor de la corriente. Alto,
desgarbado, campechano, con la simpatía que inspiraban su pronta sonrisa de
hortera y su mansa mirada de bovino.
"Un hombre ingenuo y honesto que no
quiere lastimar a nadie", como lo definió afectuosamente Mac Arthur.
Su congénita incapacidad de ser agresivo le
convertía en la negación del gobernante, tal como antes le convirtiera en la
negación del hombre de armas. Y sin embargo, había llegado al más alto grado
del escalafón militar internacional y a la más alta jerarquía nacional del
escalafón civil.
111.
EL VERDADERO PRESIDENTE
Felizmente, estaba allí John Foster Dulles,
en su doble función de mentor del Presidente y cancerbero de la Internacional
Financiera, tal como lo estuvieran antes
Charles Hughes con Harding, Frank Kellog con
Coolidge y Edward Stettinius con Truman. Tal como lo estaría, años más tarde,
Dean Rusk con J-Kennedy y Johnson.
Foster Dulles era, en rigor de verdad, el
Presidente. Eisenhower sólo estaba allí para cargar con la responsabilidad de
todo cuanto el Secretario de Estado decretara.
La Internacional Financiera no se preocupa
por la elegancia con que se muevan o caigan los hombres que utiliza. Les
utiliza, simplemente. Así pues, la Internacional Financiera habla
llevado a Eisenhower a la situación de consumar una tremenda deslealtad con su
patria.
Ningún hombre de honor podría dar a los
enemigos de su patria la ventaja de anticiparles su propósito de pedir el armisticio.
Eisenhower, soldado profesional, se había
prestado a ello.
Los comunistas sabían que luego de su
solemne juramento, Eisenhower sería elegido.
Sabían, también, que Eisenhower estaría
obligado a cumplir ese juramento.
Olvidando que jugaba algo que debía serle
sagrado porque no era suyo sino de la nación que le había conferido los máximos
honores y creía y confiaba en él, dejó ver deliberadamente sus naipes. No le
importó la desastrosa transacción en que embarcaba a quienes representaba, si
ello le permitía cobrar su comisión: la Presidencia. Sobre la base de ese
antipatriótico ardid inicial, Eisenhower prosiguió gobernando tal como lo
habría hecho el propio Herbert Hoover. El Hoover del crash económico.
Cuando el país entero se conmovía hasta sus
cimientos por aquella catástrofe financiera que, justamente a lo largo de los
cuatro años de su período de gobierno, provocaba el hundimiento de la economía
nacional, Hoover centraba su atención en el problema de la salud de los niños,
la conservación de los bosques, la detección de nuevos yacimientos petrolíferos
y la ampliación de préstamos a los chacareros por medio de los Farm Loan Banks
cuya creación auspició y cuyo desarrollo promovió.
Además, donó su sueldo de Presidente a un
Fondo for under-paid help (de ayuda a los malpagados).
Eisenhower, como Hoover, ignoró
sistemáticamente las violentas reclamaciones obreras. Como no leía diarios
sino una síntesis de noticias que hallaba cada mañana sobre la mesa en que
desayunaba, tampoco se enteró de que gruesos sectores obreros apelaban a la
huelga. (Foster Dulles había comisionado a un periodista de su confianza
para que, con el fin de evitar inútiles desagrados a Mister President, se
armara esa síntesis en base a noticias agradables).
Eisenhower
intensificó el programa de armamentos —cohetes dirigidos de largo alcance,
Polaris, etc.— y con su invariable expresión bondadosa bregó por la
reunificación de la dividida Alemania.
Al producirse los sangrientos incidentes
raciales de Little Rock, con un penoso saldo de negros muertos y heridos —los
estudiantes blancos, apoyados por toda la población blanca y por el feroz
Gobernador Orval Faubus, negaban a una brillantísima estudiante negra el derecho
de ingresar a la Universidad local— Eisenhower envió a la importante ciudad
sureña todo un regimiento blindado, con su correspondiente dotación de tanques
de guerra, para proteger a la población blanca de la lógica reacción de los
negros.
Más tarde cometería el tremendo error de
permitir que se vendieran tanques Sherman a los árabes y desatender las desesperadas
reclamaciones de los más poderosos magnates judeo-americanos, aduciendo que los
árabes habían pagado cash (contado) y los tanques les
pertenecían.
112. EL ABSURDO VICEPRESIDENTE NIXON
El vicepresidente Richard Nixon trataba de
no quedar a la zaga. Agrio, impulsivo, caprichoso, intolerante, había tenido la virtud
de enemistarse con los senadores demócratas, con los senadores republicanos y
con todos los sectores de opinión.
No podía soportar que se le contradijera.
Su quehacer oficial estaba salpicado de
episodios pintorescos que hasta los propios legisladores republicanos repetían
jocosamente.
Asistió, especialmente invitado por damas
de una importante institución filantrópica, a una comida que se realizó en el
Waldorf Astoria. Sólo estaba previsto un discurso en el que la señora
Presidenta se referiría a la obra realizada y a la que, proyectaban realizar.
En uno de sus párrafos finales, la oradora expresó la
esperanza de que el Capitolio advirtiera la existencia de ese tipo de obras
benéficas domésticas que también necesitaban una parte de la generosa ayuda que
se enviaba al exterior. En medio de una
exposición de aridez estadística, fue una alusión amable que provocó risas y
aplausos.
Nixon tuvo la impresión enfermiza de que
todas aquellas personas que le miraban, sin dejar de reir, se estaban riendo de
él.
Le excitó la sensación de ridículo.
Se incorporó junto a la señora Presidenta
que aún seguía de pie, extendió un brazo para lograr silencio y expresó que se
veía obligado a aclarar que el gobierno del General Eisenhower sabía lo que
hacía y que aprovechaba la ocasión para recordar a las señoras presentes que
para ellas habría de ser mucho más conveniente atender a la educación de sus
hijos que intervenir en política.
En otra ocasión
en que le había tocado acompañar al Primer Ministro ruso Nikita Krushchev en su
visita a una granja-modelo, se enfureció por el tono en que le replicó en
cierto momento el ilustre visitante, tan grosero como él. Pese a los juegos
malabares del intérprete, creyó adivinar que el ruso le había llamado tonto. Le
enfrentó, airado, le puso su índice a cinco centímetros de la nariz y le
espetó, mirándole a los ojos:
¡Creo que el tonto es usted!
El desplante fue registrado por las
cámaras. Los diarios tergiversando el asunto, informaron que la discusión se
había originado al deslizarse una referencia a la ayuda que Rusia prestaba a
Fidel Castro y acotaron que el vicepresidente Richard Nixon parecía ser el
único hombre en el mundo a quien no intimidaba el prepotente Krushchev.
La desinteligencia entre ambos se había
producido porque Krushchev no admitía que Estados Unidos produjera más grandes
y mejores patatas que Rusia.
Habían transcurrido dos años y medio desde
que Eisenhower asumiera el gobierno. Dos años y medio pueden constituir un
lapso suficientemente largo como para que un país adquiera conciencia acerca de
su acierto o desacierto en la elección de un determinado Presidente.
El pueblo americano tenía conciencia
formada. Estaba
profundamente decepcionado.
Pero muchos americanos optimistas,
optimistas a outrance —"si la vida te da un limón, hazte una
limonada"— se consolaban pensando que, dentro de todo, no les había ido tan mal.
"—¡Cuánto peor habría sido —se decían— de haber estado invertida la
fórmula!".