9ºNA: PARTE 2 DE 2
Pedro Piñeyro
IMPRESO EN LA ARGENTINA
Queda hecho el depósito que exige la ley 11.723
Buenos Aires
1970
edición del autor 1970
Al genial filósofo,
sociólogo, economista,
creador del materialismo dialéctico,
fundador del socialismo científico,
organizador de la "Primera Internacional",
autor del "Manifiesto del Partido Comunista",
de "El Capital",
de cien obras medulosas que acicatearon la gesta proletaria.
Quien, a lo largo de cuarenta años de áspera lucha,
ignoró sistemáticamente la existencia de
la Banca Rothschild,
el más formidable bastión
del supercapitalismo.
,.. y el primer hombre a quien no asustaron el trueno ni
[el relámpago, inventó a Dios
y Le utilizó en su provecho.
Este libro se terminó de imprimir
en el mes de Agosto de 1970
en Artes Gráficas "Sapientia"
Jvtobeu 1163 - Buenos Aires
113.
EISENHOWER SUFRE UNA EMBOLIA
Fue precisamente entonces cuando, de pronto,
sorpresivamente, estalló la noticia: ¡el Presidente había sufrido una embolia!
¡Estaba paralítico! ¡Se desesperaba de salvarle!
Fueron cuarenta y ocho horas de horrible
incertidumbre.
Nixon se hizo cargo temporariamente del
gobierno; la Bolsa experimentó una fuerte sacudida; todos los títulos bajaron..
.
Por fin, el médico de la Casa Blanca, Mayor
General Dr. Howard Mc Snyder y el Director del Walter Reed Army Medical Center
(Hospital Militar Central), Teniente General Dr. Leonard D. Heaton, informaron
al pueblo de la Unión.
Transcribimos literalmente:
El Presidente ha sufrido un suave ataque a
consecuencias de una oclusión cerebral por bloqueo de una pequeña rama de la
arteria cerebral media.
Las más altas autoridades médicas del país
se vieron obligadas a dictar clases de vulgarización científica por medio de
todos los órganos de difusión.
Decían, más o menos coincidentemente:
Cualquiera sea la causa de la oclusión sufrida por el Presidente, esto
es lo que ocurre en tales casos: cuando un vaso es obstruido o bloqueado, los
tejidos del cerebro nutridos por ese vaso quedan sin oxígeno hasta que otros
vasos puedan proporcionárselo. Comúnmente, unos pocos minutos sin oxigenación
resultan suficientes para matar esos tejidos y causar serio daño en la función
corporal que ellos rigen: movimiento de piernas o brazos, palabra, memoria u
otras.
La arteria cerebral media mencionada en el comunicado de la Casa Blanca,
provee sangre a la parte del cerebro que controla el movimiento de piernas y
brazos. Evidentemente, la oclusión no se ha producido en esa zona desde que
esas funciones no han resultado disminuidas. Pero una de las ramas de esa
arteria también irriga una zona del tamaño de un dime 131 llamado
"Centro de Broca" que controla la palabra articulada.
Cuando esta zona es dañada, la capacidad de razonamiento del paciente no
se ve disminuida pero sí su sistema de comunicación. Tiene dificultades para
asociar cada palabra con su respectivo significado. Sabemos, por el más
reciente comunicado de la Casa Blanca, que el Presidente tuvo dificultades
cuando trató de expresar su pensamiento con las palabras precisas. Por ejemplo,
en un caso pensó "libro" y dijo aturdidamente, "automóvil".
Este efecto posterior de la embolia es llamado "afasia".Cuando el
daño en los tejidos del “Centro de Broca” es severo, puede ser necesario un
largo proceso de reeducación para que el paciente
aprenda de nuevo a expresarse o a
entender lo que
los otros le dicen.
Los médicos de la Casa Blanca
informaron en la mañana del tercer día:
La afasia del Presidente fue leve. Dentro de las primeras 48 horas se
produjo una perceptible mejoría en la palabra. El Presidente se recupera. Su
presión sanguínea es normal. Declaramos categóricamente que el Presidente no
ha sufrido ningún tipo de hemorragia cerebral.
Cuatro días después de sufrir el ataque,
Eisenhower fue llevado a la iglesia.
A su regreso, había firmado dos fotografías
y había charlado con Nixon y Foster Dulles.
Tal lo que trascendió.
Desde algún tiempo atrás, estaba convocada
en Ginebra (Suiza) una reunión at
the summit (en el más alto
nivel) que se celebraría en la tercera semana de julio de 1955 y sería
presidida por el Presidente de los Estados Unidos de Norte América.
Se trataba de una reunión especial, caso
sin precedentes, porque le había sido virtualmente impuesta a Rusia por Estados
Unidos, Inglaterra y Francia.
Era forzoso que la presidiera Eisenhower,
soldado combatiente, general "cinco estrellas", ex Comandante
Supremo de los Ejércitos Aliados.
Nixon habría hecho allí el mismo desairado
papel que había cabido a Truman cuando, a pocos días de la muerte de Roosevelt,
se haba visto obligado a asumir la representación americana en Potsdam.
Los especialistas reeducadores hicieron
milagros y Eisenhower viajó a Ginebra y presidió la reunión en que se pensaba
poner las peras a cuarto a la arrogante Rusia. No habló. Se limitó a aprobar,
levantando su diestra cada vez que Foster Dulles se lo indicaba,
131 Dime: moneda de 18 milímetros de diámetro.
114.
APARENTE MEJORÍA DE EISENHOWER
Eisenhower regresó de Ginebra, volvió a
ponerse en manos de sus médicos e inició el cuarto y último año de su período,
gobernando en zigzag con su vicepresidente, —Padre e Hijo— y el impasible
Foster Dulles, Espíritu Santo de aquella pintoresca Trinidad.
Las cosas no cambiaron. La acción de
gobierno se mantuvo dentro de las mismas características de lenidad e
inoperancia, pero a pesar de ello, el pueblo americano seguía rezando por la
salud de su Presidente.
Producía pavor pensar que Nixon pudiera
reemplazarle, así fuera por un solo año.
Cuando llegó el momento en que los partidos
políticos tradicionales —Republicano y Demócrata —debieron pensar en la
designación de los candidatos que habrían de representarles en las inmediatas
elecciones presidenciales, la convención republicana parecía tan débil y
enferma como el propio Eisenhower.
El pésimo gobierno de Eisenhower incidía de
tal modo sobre el Partido Republicano que nadie tenía interés en salir a la
palestra en la que le esperaba un rotundo fracaso. La fórmula salvadora fue
ofrecer la reelección a Eisenhower. Así purgaría sus propias culpas.
Eisenhower impuso una
condición: quería que Nixon le acompañara nuevamente.
La familia Nixon colmaba de cariño al viejo
Ike. Nixon no dejaba de llamarle Mister President, la señora Nixon, Dear Ike y
las niñas Nixon, Daddy. El viejo Ike, sensibilizado por los años y
las dolencias, amaba a todos ellos entrañablemente.
En el baluarte demócrata se enarboló otra
vez la bandera de Stevenson.
Fue una elección en que no se cruzaron las
acostumbradas apuestas.
Se trataba de un virtual walk-over.
Todos los cartoonists (caricaturistas)
pintaban a Eisenhower con muletas o sobre una tortuga o sobre un elefante rengo
mientras presentaban a Stevenson como una gacela o como un ícaro salvando
raudamente las distancias.
Todo lo que el pueblo americano había
pedido a Dios era que Eisenhower llegara, por lo menos, al último día de su
gobierno sin que se repitiera la embolia que le llevaría a la tumba. Cualquiera cosa antes que Nixon debiera
completar el período.
El vicepresidente inspiraba terror.
Corrían rumores de que Nixon se sometía a
tratamientos de hipnosis u otras formas de psicoterapia para dominar su índole
violenta.132
Volviendo a Eisenhower, los médicos habían
advertido: "Si la embolia
del Presidente se repite —y ello es harto posible— sólo podrá confiarse en la
Providencia."
Eisenhower vivía entre algodones, de
chequeo en chequeo. Podía decirse que había trasladado su despacho presidencial
a la lujosa suite que ocupaba en el Hospital Militar Walter Reed.
132 Es evidente que Nixon mantiene
intactos su endiablado carácter y su típica grosería, a pesar de todos los
tratamientos a que haya podido someterse.
Leemos en el New York Times de setiembre 1º de 1966, la crónica de
M. S. llandlcr. enviado espeeial a la 48th Annual American Legión Convention
celebrada en Washington D. C.: "E!
ex Vicepresidente Nixon, en su extemporáneo discurso a la Convención, dijo que
quienes predicen que la guerra de Vietnam terminará en uno o dos años son
fumadores de opio o adictos a la LSD" (The former vice-President in his
extemporaneous speech told the Convention that those who predict the Vielnatn
mar will end in a year or tvwo are smoking opium or taking LSD).
E! Presidente Johnson era quien, en su última conferencia de prensa, había
anticipado que la guerra de Vietnam cesaría en uno o dos años.
Nixon mantenía su inveterada costumbre
de insultar a aquellos con quienes disentía.
115.
CÁLCULOS PRE-ELECTORALES
Roosevelt, elegido para cumplir su cuarto
período presidencial en condiciones de salud más o menos similares, sólo había
alcanzado a vivir 83 días de ese cuarto período.
¿Alcanzaría a vivir Eisenhower 83 días de
su eventual segundo período?
Los republicanos y la masa independiente
que fluctúa entre un partido y otro, se horrorizaban teóricamente, en una
reacción histéricamente masoquista, al pensar que el reelegido Eisenhower
pudiera morir a los 83 días y correspondiera a Nixon gobernar los 45 meses y 7
días restantes, tal como había ocurrido con Truman.
Algunas semanas antes de la elección
presidencial se llevaron a cabo comicios para elegir legisladores. El
Partido Republicano sufrió una aplastante derrota.
Pero la Internacional Financiera nunca pone
todos sus huevos en una sola canasta.
En Estados Unidos, donde existen dos
partidos políticos que se alternan en el ejercicio del poder, era lógico que
Wall Street —vale decir: la Internacional Financiera— apoyara a ambos partidos
y a ambos candidatos.
Al avecinarse las elecciones presidenciales
del 6 de noviembre de 1956, Eisenhower inspiraba una más interesada simpatía
que Stevenson, pero su pésimo gobierno, su precaria salud y el temor de que el
imprudente Nixon debiera completar el período, atentaban, sin duda, contra la
posibilidad de su reelección.
De triunfar Stevenson, Eleanor Roosevelt y
el ex-Presidente Truman asumirían la responsabilidad de encauzarle. Ningún
político puede llegar a desentenderse totalmente del Partido que le lleva al
Poder.
Además, sus propios ministros y las cámaras
legislativas, contribuyen a morigerar sus excesos. Lo peor que la puede
ocurrir a la Internacional Financiera cuando se enfrenta a un gobernante
independiente y díscolo es que ese gobernante la haga perder tiempo.
Para la Internacional Financiera no existe
elemento más valioso que el tiempo.
Las medidas inconvenientes que un
gobernante indócil pretendiera imponer, podrían ser bloqueadas por un gabinete
reticente o por un parlamento no colaboracionista.
En ese caso, el Presidente de un país que
es modelo de democracia, como Estados Unidos, no podría promulgar leyes en los
cuatro años de su período de gobierno. De no contar con una
franca colaboración legislativa, el Presidente de cualquier país democrático
sólo conseguiría que le aprobaran la Ley de Presupuesto, indispensable para que
la marcha del país no se detuviera.
En las elecciones presidenciales que se
celebrarían el 6 de noviembre de 1956, las mayores probabilidades de triunfo
estaban de parte de Stevenson, el menos conveniente de ambos candidatos. (Una
situación análoga se presentaría a la Internacional Financiera cuatro años más
larde, en 1960, cuando el pueblo americano se empeñara en elegir al aristócrata
John F. Kennedy).
Pero en el caso de Stevenson, no todo
estaba perdido todavía.
Faltaban algunos días y en esos pocos días,
algo trascendental podría ocurrir.
Una de las peculiaridades de la
Internacional Financiera la constituye su rara facultad de poder ver el
panorama en los 360° de su órbita. Esto le permite, a veces, forzar
conexiones entre dos asuntos que, además de disímiles, están evolucionando poco
menos que en las antípodas.
Los resultados siempre
abonan en favor de sus conveniencias.
Resultaría difícil determinar una relación
entre un conflicto localizado en el Medio Oriente y una renovación presidencial
americana. Sin
embargo, esa relación existió y resultó decisiva.
A fines de julio de 1956, el Presidente
Nasser de Egipto, decidió nacionalizar el Canal de Suez, hasta entonces administrado
por capitales ingleses y franceses, embozados subsidiarios de la Banca
Rothschild y de la Internacional Financiera.
La reacción inglesa fue inmediata:
"congeló" o bloqueó los enormes depósitos que Egipto tenía invertidos
en los bancos ingleses. (Esto no
es muy ético pero siempre es muy efectivo).
El asunto entró entonces en la discusión
diplomática.
Nasser aseguró que la navegación no sería
obstaculizada en toda la extensión del Canal. Además, prometió a las compañías
que contaban con una concesión de explotación que finalizaba en 1968, una
compensación calculada sobre sus ganancias anteriores, por todo el tiempo que
restara hasta el cumplimiento de sus respectivos contratos.
El interés de Nasser parecía ser
exclusivamente político. Inglaterra y Francia prometieron no llevar
las cosas al terreno militar. Sin embargo, en
la primera semana de setiembre, Francia desembarcó en Chipre un regimiento
totalmente pertrechado y listo para entrar en acción.
El Primer Ministro australiano, Roberto
Menzies, fracasó en sus gestiones de amable componedor.
Nasser mantenía su ofrecimiento de
indemnizar y aseguraba que permitiría la libre navegación, pero no desistía de
su propósito de nacionalizar el Canal. Durante dos meses
—setiembre y octubre de 1956— se debatió ardorosamente el asunto. Se constituyó una Asociación Internacional de Países Usuarios
del Canal de Suez integrada por representantes de quince naciones.
La Unión Soviética se opuso entonces
categóricamente a la internacionalizacion del Canal, rechazó los pretendidos
derechos de los países usuarios y exigió el respeto de la soberanía de Egipto.
La Internacional Financiera jugó entonces
un alfil: el 29 de octubre de 1956, las tropas israelíes invadieron el
territorio egipcio de la Península de Sinaí como reacción contra la resolución
de Nasser de no permitir el cruce del Canal a los barcos de Israel que se
encontraban inmovilizados en el Golfo de Akaba.
Simultáneamente y sin tener para nada en
cuenta la firme actitud rusa, el comando militar anglo-francés lanzó a
Nasser un ultimátum que le acordaba 48 horas para decidirse.
Rusia dejó oír sus ásperos gruñidos. El
Pravda y el Izvestia aseguraron que el Kremlin no permitiría que sus ex-aliados
se adueñaran del Medio Oriente.
Como respondiendo a esta consigna, cuatro
poderosas naves de guerra de la flota rusa del Mar Negro cruzaron los dos estrechos
y se situaron estratégicamente al Norte de la Isla de Chipre.
Los nervios del mundo se pusieron tensos.
Inglaterra y Francia no podían dejar de
cumplir la publicitada amenaza contenida en su ultimátum.
La tranquilidad de Nasser y el declarado
apoyo ruso, permitían presagiar lo peor. Pareció inminente el estallido de una
nueva guerra mundial. La prensa americana aprovechó la veta y
agudizó su tendencia sensacionalista, invariablemente encaminada a mayores
tirajes y a ediciones extras que se arrebatan a los vendedores.
Estados Unidos era signatario de un Triple
Tratado de Alianza con Francia e Inglaterra.
El pueblo americano, bruscamente arrancado
a su burguesa modorra, comprendió que no le sería posible permanecer como un
simple espectador de la inminente contienda.
¡Otra vez la guerra! ¡Otra vez sangre,
muerte, luto, lágrimas!
Vencido el plazo del
ultimátum, las fuerzas anglo-francesas invadieron por mar y aire el territorio
egipcio. Sus aviones bombardearon importantes objetivos militares. Egipto
reclamó la intervención de las Naciones Unidas. Inglaterra y Francia reclamaron
a Estados Unidos el envío de tropas en cumplimiento de pactos preexistentes.
Los periodistas americanos consultaron al
candidato demócrata, el prestigioso jurista de Chicago a quien ya veían
instalado en la Casa Blanca. Digno, integérrimo, Stevenson declaró:
Estados Unidos no es
una isla. Integra el mundo occidental. Es más: dirige sus destinos. Si existen
pactos, como Inglaterra y Francia
lo aseguran, esos pactos deberán ser
cumplidos. Los Tratados se
firman para ser cumplidos.
Eisenhower, en
cambio, reservó sus declaraciones. Las formularía tres días después, el
4 de noviembre de 1956, en el discurso con que cerraría su campaña electoral.
Mientras yo sea Presidente de los Estados Unidos de Norte América ni un
solo soldado americano volverá a combatir en el exterior. Sólo tomará las armas
para luchar en el caso de que nuestro territorio sea invadido.133
Otra vez la fórmula mágica. Otra vez, como
en el caso de Corea, el desaprensivo General Eisenhower sacaba un As de su
manga.
Ya no importaron al pueblo americano su
pésimo gobierno, su pésima salud, su pésimo compañero de fórmula ni el peligro
de que el previsto próximo infarto fatal de Ike le condenara a soportar a
Nixon, tal como ya habían soportado a Truman, 45 meses y 7 días.
Cuarenta y ocho horas después de haber
pronunciado su discurso, Eisenhower fue reelegido Presidente de los Estados Unidos
por 457 contra 74 electores que obtuvo el honesto Stevenson.
Eisenhower alcanzó a
gobernar los cuatro años de su segundo período y entregó el gobierno a John F.
Kennedy el 20 de enero de 1961.
133 Diez años después Dwight Eisenhower
convocó a una reunión de prensa que se realizó el Viernes 30 de setiembre dé
1906, en Chicago, Illinois. Le acompañaban sus hermanos Earl, diputado estatal
y Müton, Presidente de la Universidad John Hopkins. Su tercer hermano Edgar no
había pedido concurrir por impedírselo un compromiso contraído anteriormente en
el foro de Seattle, Washington, donde ejerce su profesión de abogado.
El Rocky Mountains neil's, diario decano de Benver, Colorado, en el que leímos
la noticia, adelantaba en un título a todo lo ancho de su primera página
-edición del sábado 1° de octubre de 1966: "LET'S WIN VIET WAR! -Eisenhower declares."
("¡VAMOS A GANAR LA GUERRA EN VIETNAM!, declara Eisenhower) ." En el
texto, contenido en un despacho de A.P. (Associated Press) el General Eisenhower formuló duras
críticas a "los ingenuos esfuerzos" del Presidente Johnson por
obtener la paz en Victnara, sosteniendo que "la mejor manera de lograr la
paz consistiría en emplear un ejército no menor de dos millones de hombres y
utilizar eventualmente las armas nucleares".
Jack Bell, redactor de Associated Press, lo informa así: "Preguntado si él
apoyaría un ataque nuclear contra Vietnam del Norte, el ex Presidente dijo que
no excluiría totalmente la posibilidad de apelar a tales armas en Vietnam"
(.. .the former President
was saying he would not automatically preclude the use of such weapons in
Vietnam).
Preguntado nuevamente si él incluiría el
uso de armas nucleares en el ataque, insistió: "Yo no excluiría totalmente
ningún recurso". (—I
would not automatically
preclude anything).
En su página 3, el Rocky Mountains News reproduce una fotografía —ancho media
página— con un epígrafe que dice: "El ex Presidente Dwight Eisenhower
—centro— con sus hermanos Earl —izquierda— y Millón, tal como enfrentaron ayer
a los repórters en Chicago. Ike dijo que usaría cualquier medio para ganar la
guerra en Vietnam". (...Ike said he would use any means to win the war in
Vietnam).
Nosotros pensamos que así quiso jugar,
siquiera una vez, "a suerte y verdad", sin el As en la manga, este
General "cinco estrellas" que habrá sido sin duda el primero en
sentir asco de sí mismo por sus demagógicas actitudes anteriores.
Lo prueban estas declaraciones, tan
diferentes a las que formulara cuando obedecía la orden de trepar a la
Presidencia por cualquier medio.
Antes de morir —hacía ya 10 años que
vivía de prestado, entre infarto e infarto— emancipado de la Internacional
Financiera, quiso ser sincero consigo mismo y jugar limpio, fair play, siquiera una vez. Murió dos años
después.
116.
UNA LLAMADA DEMOCRACIA
Weisshaupt y Mendelssohn, padres del
Iluminismo, lo fueron también de la denominada Democracia y de ese vulgarizado
espécimen que Lenin llamó "idiota útil".
Cuando Lenin creó el mote, hacía ya un
siglo y medio que Weisshaupt y Mendelssohn habían creado e industrializado la
especie.
Las primeras figuras que se sucedieron
en la conducción de la Revolución Francesa —los románticos Mirabeau,
Robespierre, Danton, Marat, Desmoulins, Duque de Orleans, Lafayette y tantos
otros— y la plebe que asaltó la Bastilla y las Tullerías, constituyeron una
hornada de "idiotas útiles" aún innominados.
Juan Jacobo Rousseau fue un "idiota
útil" que puso música
y prestó su paternidad a una
revolucionaria doctrina social que los iluministas crearon y le transfirieron
en boceto.
Una llamada "Democracia" que
el Ilumiriismo se proponía utilizar para la "exportación".
Ni ellos ni Rousseau creían en esa
"democracia" de tipo pluralista.
La Internacional Financiera administra
sus propios negocios sobre la base de un principio cualitativo que es la
antítesis de aquella doctrina de valoración cuantitativa que ellos promueven
... para los otros. _
El lema democrático iluminista
"Cualquiera puede llegar, si lo merece"131 se trueca por
el de "Cualquiera puede llegar, si le apoyan". (Aunque no lo
merezca).
La Internacional Financiera
"exportó" esa democracia cuantitativa para que se hiciera posible la
entronización de caudillones demagogos que una vez en el Poder se convertían en
fieros déspotas que ella sostenía porque les manejaba por señas. Latinoamérica
recuerda la dura actuación de muchos gobernantes del tipo del Bisonte Gómez,
los Somoza, los Trujillo, Duvalier, Stroessner...
Nadie cree que sea mejor gobernante
aquél que haya obtenido mayor número de votos.
Nosotros estamos convencidos de que
Stevenson hubiera sido mejor Presidente que Eisenhower, pero a la Internacional
Financiera no le convenía.
Por eso no triunfó Stevenson.
Por eso no triunfaron, tampoco, William
Taft al intentar su reelección (en su primer gobierno había disuelto los trusts del Tabaco y Petrolero de la Standard OH) • James Cox, vencido por Harding; Alfred
Smith, por Hoover; Stevenson, en dos ocasiones, por el insubstancial
Eisenhower; Barry Goldwater por el aprovechado ranchero Lyndon B. Johnson.. .
Por eso fueron eliminados, a su debido
momento, los presidentes Me Kinley y Kennedy.
El postulado democrático que pretende
acordar iguales derechos a cada ciudadano, parte de la falsa premisa de que
cada ciudadano merece iguales derechos.
Esta premisa pudo tener teórica vigencia
mientras se sucedieron, entre 1789 y 1799, la Asamblea Nacional, la Asamblea
Constituyente, la Asamblea Legislativa, la Convención y el Directorio, que al
consagrar los Derechos Humanos no llevaban el propósito de dignificar por igual
a todo hombre sino el de aniquilar por igual a todo noble.
Con ello se materializaba una conquista
que en el año 1500 había parecido un sueño de locos: lograr la eliminación del
Cristianismo y la Nobleza como indispensable etapa intermedia de la Revolución
Universal.
Abolidos los privilegios, fue necesario
crear ese rasero social que se llamó Democracia.
Ya dijimos que la tal Democracia, como
la Luna, tiene dos caras: la visible, para uso corriente y la oculta, para uso
de la Internacional Financiera.
Son dos interpretaciones diferentes,
diametralmente opuestas: cantidad y calidad.
En los ciento ochenta años corridos
desde la Toma de la Bastilla, la primera de ellas ha crecido hasta constituirse
en única.
La democracia moderna se apoya en la
razón del número.
Los gobernantes son elegidos por una
mayoría que se traduce en números.
Permítasenos referirnos a dos casos
concretos para dar una
idea aproximada de como se obtienen esos
números que consagran la elección de gobernantes o legisladores.
El pueblo americano fue convocado a
comicios para elegir al ciudadano que habría de suceder al General
Eise"hower.
Candidatos: John F. Kennedy, demócrata;
Richard M. Nixon, republicano. Período
1961/1965.
La maquinaria electoral jnontada por el
millonario bosto-niano Kennedy fue tan perfecta que le permitió derrotar a su
oponente por una mínima diferencia.
Cien mil votos de diferencia en un
pndrón de sesenta y ¿ocho millones de inscriptos constituyó un final
electrizante, dramático, de esos que en cualquier hipódromo del mundo se
denominan, en el argot turfístico,
"finales de síncope cardíaco" y obligan a recurrir al photochart.
El candidato opositor, Senador John F.
Kennedy había derrotado al candidato oficialista, Vicepresidente Richard M.
Nixon.
Como mejor comentario, limitémonos a
traducir literalmente la nota aparecida ocho años después en el prestigioso
semanario U.S. News & World
Report, como complemento del minucioso análisis
que había venido haciendo en sus últimos números, acerca de la elección
presidencial en que se enfrentarían el republicano Richard M. Nixon —a la sazón
en "el llano"— y el Vicepresidente Hubert H. Humphrey.
La nota se titulaba: Elecciones
fraudulentas: ¿podrán ser evitadas esta vezf y su texto es el siguiente: La elección que mañana
(5 de noviembre de 1968) habrá de llevarse a
cabo en todo el territorio de la Unión, deberá ser rigurosamente vigilada a
fin. de que sea la más limpia de nuestra historia contemporánea. Los
republicanos han realizado un intenso esfuerzo a través de toda la nación para
defenderse de las fraudulentas maniobras electorales del oficialismo.
A maniobras de ese
tipo atribuyen que su candidato Richard Nixon fuera derrotado por el demócrata
John F. Kennedy en 1960. En la presente ocasión cuentan con partidarios
perfectamente entrenados para detectar y denunciar irregularidades.
Estos elementos
partidarios fiscalizarán 170.000 comidos-llave.
Chicago, la ciudad
donde se cometieron mayor número de irregularidades en 1960, será vigilada por
5.000 veedores. Detroit, Gary, Newark, Jersey City, Saint Louis, Baltimore y
otras importantes ciudades serán, asimismo, minuciosamente contraloreadas.
Los republicanos de
Chicago sostienen que los demócratas (Hubert H. Humphrey) tienen cuidadosamente intercalados
en los padrones de esa ciudad no menos de 170.000 votante "fantasmas".
(Tal la denominación con que se
distingue a quienes registran domicilios inexistentes).
El oficialismo (demócratas) ha apelado a distintos medios en
su afán de sumar votos a su favor. La vieja triquiñuela de no habilitar urnas
adicionales cuando las que funcionan en las mesas están ya abarrotadas de
sufragios, sigue dando buenos resultados porque permite la extracción y
recambio de los sobres que quedan al alcance de pinzas especiales y el voto en
cadena y el que se efectúa presentando documentación perteneciente a ciudadanos
ausentes del país o fallecidos y el que se cumple por intermedio de asistentes
de incapaces o analfabetos que acompañan a estos al cuarto oscuro y suplantan a
los votantes titulares, son apenas unos pocos ejemplos de los muchos ardides
utilizados.
Las respectivas leyes
electorales de algunos Estados invalidan toda boleta en la que se observe la
más mínima rasgadura.
J'otantes
saboteadores, inteligentemente escalonados a lo largo del horario del comido,
producen pequeñas roturas en el ángulo de las boletas del partido adversario
colocadas en el cuarto oscuro y los votantes comunes, ajenos a estas minucias,
utilizan estas boletas sin sospechar que sus votos habrán de ser invalidados.
En los comicios de
zonas densamente pobladas se habilitan máquinas eléctricas que posibilitan la
emisión del voto a inscriptos en padrones muy numerosos. Allí, los propios
empleados encargados de la conducción del acto comicial —todos ellos oficialistas,
como es lógico— colocan una cuña metálica en una parte determinada de la
máquina para que actúe como un "embrague" de automóvil y no permita
que se registren votos a favor del candidato opositor durante todo el tiempo en
que ese cuerpo extraño no sea¿: retirado.. Esos votos quedan "en
el.aire"; son regís-
irados por la máquina
sin ser acreditados a ninguno de los candidatos. Son invariablemente asignados
al candidato oficialista.
Otras maniobras
consisten en "indigestar" las máquinas eléctricas, esto es,
atascarlas por la forzada introducción de un puñado de boletas de modo que en un
momento dete:minado la máquina deje de funcionar y los votantes que aún no
hubieren sufragado se vean imposibilitados de emitir su voto.
Esto se complementa y
perfecciona en los locales donde se realiza el recuento de votos. Todo el
personal que cumple esas labores es designado por el gobierno y responde al
gobierno. En las urnas en que faltan votos, la contabilidad de esas urnas se
ajusta adjudicando al candidato oficialista los votos que faltan según las
constancias del acta respectiva. Y cuando, a pesar de todo, el candidato
opositor se acredita demasiados votos, siempre queda el recurso de invalidar
muchos de ellos con anillos especiales provistos de una punta aguda que
desgarran visiblemente las boletas al manipulearlas.
Otros empleados se
aseguran una pintura en barra dentro de la mano para hacer marcas en las
boletas, que quedan así automáticamente invalidadas.
En Estados Unidos
existen Estados más importantes o menos importantes, más ricos o menos ricos.
Su importancia política corre pareja con su poderlo económico.
Elle supone una mayor
capacidad de mecanización, automatización o cibcrnetización de todos sus
elementos vitales.
Así pues, los Estados
ricos han podido llegar a instalar cerebros electrónicos para conocer de
antemano la opinión popular y poder canalizarla en su provecho en caso de que
se prevea adversa.
Resultará cada vez más
difícil mover los gobiernos de Estados ricos como Illinois, California, Nueva
York, Pennsylvania, New Jersey, etc., a los que su poderío económico y la
absoluta autonomía que les acuerda el sistema federal, les asegurará la máxima
posibilidad de perpetuarse en el Poder.
Tal la jugosa nota del U.S. Ncws & World
Report (circulación verificada: more than 1,750.000
copies —más de 1.750.000 ejemplares—)
importante publicación americana, editada en
Washington D. C., que ha tenido la
valentía de hablar de la soga en
casa del ahorcado.
Aceptamos que los Estados ricos, de suyo
populosos, porque no se puede ser lo uno sin lo otro, representen un número tan
importante de electores como para decidir una elección presidencial, pero
seguiremos sin saber si eso representa, asimismo, la real voluntad del
electorado, de ese candoroso electorado que vendría a constituirse en una
nueva, inesperada versión del "idiota útil".
Después de leer la nota del U.S. News & World,
se deduce que Kennedy robó la primera
magistratura de la Unión por el período 1961/1965 a Richard M. Nixon.
Pero también se deduce que Richard M.
Nixon, quien venía de ser Vicepresidente de la República por el prolongado
lapso de ocho años, candidato oficialista y enfant gaté del valetudinario Eisenhoiver, había
lubricado a su paladar la máquina electoral.
De no haberlo hecho así, no habría
alcanzado a reunir los votos que obtuvo.
Evidentemente, Nixon había tratado de
estafar al electorado americano al cometer ese fraude.
La cobertura de ese primordial recaudo,
le permitió subestimar las posibilidades de su antagonista.
Sin embargo, el escrutinio demostró que
el operativo "estafa electoral" del catoliquísimo Senador Kennedy,
había sido mucho más preciso que el operativo "estafa electoral" del
Vicepresidente de la República.
El U.S. News ¿- World Rcport y el Time son los dos semanarios políticos más importantes y
prestigiosos de la Unión. Ambos han publicado notas coincidentes con respecto a
la distorsionada mecánica de las elecciones presidenciales americanas.
Ello nos permite afirmar que, tanto el
ex-Presidente Kennedy como el actual Presidente Nixon, incurrieron en un mismo
gravísimo delito de lesa democracia, por lo que debieron haber sido
políticamente descalificados.
Por el contrario, ambos llegaron a ser,
a su turno, presidentes de la gran república del Norte.
Esto ocurrió en la presente década y en
el país que reclama para sí el honor de constituir la más pura expresión
democrática del mundo actual.
134 El Iluminismo lo tomó de la Iglesia Romana.
Voltaire afirmó en sus Cartas Filosóficas y lo repitió en su Ensayo sobre las Costumbres:
La Iglesia romana
posee una rara virtud: acuerda a los valores humanos, individualmente
considerados, los mismos derechos que la realeza sólo concede por derecho de
nacimiento.
Adolfo Hitler concidiría dos siglos más
tarde con el ilustre filósofo francés, al reconocer en su Mein Kampf:
La razón
principalísima de ese increíble vigor que es característica esencial de la
Iglesia romana reside en que su gigantesco Estado Mayor se renueva
constantemente con hombres provenientes de las más bajas capas sociales y esto
asegura energía, fuerza activa y sentimiento popular, indispensables para la
conducción eficaz de las grandes masas.
117,
ANALOGÍA ARGENTINA
¿Cómo horrorizarnos, entonces, de lo que
pudo haber ocurrido en nuestro subdesarrollado país en la etapa que el
periodista José Luis Torres denominó "la década infame"?
En esa "década infame", los
políticos argentinos de derecha se definieron francamente en dos grupos: los
demócratas ortodoxos (pero no mucho) que se encolumnaron detrás del General
Justo, primero y luego del Doctor Ortiz y los demócratas rebeldes, a quienes
se denominó "nacionalistas" y "fascistas", que marcharon
en pos del Doctor Fresco.
El candidato a Presidente de la República,
General Agustín P. Justo, no había alcanzado a advertir el desvergonzado fraude
electoral que había tenido que consumarse para elegirle Presidente contra la
oposición de un adversario tan peligrosamente popular como el doctor Lisandro
de la Torre. El
pueblo no conocía al General Justo, exclusivamente dedicado a las actividades
castrenses; en cambio, conocía y admiraba al integérrimo caudillo santafecino
por su intensa labor legislativa y por sus gestos, el último de los cuales lo
había constituido su rechazo de la candidatura oficialista a la Presidencia de
la República, que le fuera ofrecida "en bandeja de plata" por su gran
amigo, el Presidente de facto Teniente General José Félix Uriburu.
Precisamente la candidatura oficialista que
había investido luego su oponente, el General Justo.
El insobornable "leñador de
Pinas", como se llamaba a Lisandro de la Torre, había renunciado a ser
candidato oficial condicionado, porque prefería luchar como candidato
opositor, sin trabas ni compromisos de ninguna naturaleza, aunque sabía que de
este modo su triunfo era punto menos que imposible.
Sabía que su amigo, el Presidente de facto
Uriburu, aislado y enfermo —murió pocos meses después— no podría evitar que
los inmediatos comicios en que se elegiría Presidente constitucional,
estuvieran viciados de las más desvergonzadas formas de fraude.
Lisandro de la Torre no olvidaba el fiasco
revolucionario del 5 de abril de 1931 y la drástica medida que Uriburu, presionado
por fuerzas de una circunstancial "concordancia" de partidos
minoritarios de derecha, se había visto obligado a adoptar. Hagamos memoria: el
Presidente Hipólito Yrigoyen había sido derrocado el sábado 6 de setiembre de
1930. La chusma —la misma chusma que un año antes desatara los caballos de su
carruaje para uncirse en su lugar y llevarle en esa asiática forma de tracción
a sangre humana desde la Casa Rosada hasta el Congreso— había invadido su
humilde residencia de la calle Brasil y había destruido o robado cuanto hallara
a su alcance. Los mismos que unos pocos meses antes le habían votado y le
habían vivado hasta la afonía, habían invadido y arrasado la modesta cueva del
"peludo" —así se le apodaba porque, como el armadillo, vivía en la
mayor soledad y retraimiento— y habían salido de allí, mofándose de su ídolo de
la víspera porque la única bañera de la casa estaba atestada de libros y expedientes
y del caño horizontal y aún de la flor de la ducha, obstruidos por la falta de
uso, se desplegaban como abanicos, enormes telarañas.
Hipólito Yrigoyen, preso en la isla Martín
García, soportaba estoicamente la adversidad.
Una revolución espectacular, clamorosamente
triunfante, como la que encabezó Uriburu, no hubiera necesitado buscar el
halago de ratificaciones populares a solo seis meses de su concreción.
Bien dicen que la confianza pierde al
hombre. La absoluta seguridad en el triunfo produjo este craso error táctico.
También Uriburu, tal como siete lustros más
tarde iba a hacerlo Onganía, pudo haber instituido en esa revolución, que era
legítimamente su revolución, los "tiempos" económico, social y
político y una duración del período revolucionario no menor de doce años.
Esto habría sido lo seguro. Pero Uriburu no
tenía la juventud ni la envidiable salud física de Onganía. Su dolorosa dispepsia
crónica y el fatídico diagnóstico del Profesor Castex — ulcus capus duodenalis— pesaban sobre su
espíritu como un augurio sombrío.
Cedió entonces
a la tentación de concretar su sueño de depuración política, constitucionalizando
los intervenidos poderes provinciales. Todo parecía reducirse a unas cuantas
sesiones de gimnasia electoral.
Se
empezaría por Buenos Aires. La provincia de Buenos Aires equivalía a medio
país. Además, marcaba rumbos. Las
demás provincias siempre habían seguido su ejemplo monitor. Se convocó a
elecciones para dotar de gobierno constitucional a la primera provincia
argentina. A la que marcaba rumbos.
No hubo proscripciones. Por el contrario y
con el deliberado propósito de ayudarle a cavar su propia fosa, se permitió
al suicida Partido Radical Yrigoyenista, al mismo Partido Radical Yrigoyenista
que acababa de ser execrado por todo el pueblo, cometer el grave error de
presentar candidatos. Y ocurrió lo increíble: la chusma, que tiene
alma de prostituta —la ilógica prostituta de la canción francesa Mais, c'est mon homme!... (Pero, es mi
macho!...)— volcó de nuevo su amor sobre el macho a quien sólo seis meses antes
había demostrado odiar. Los radicales yrigoyenistas obtuvieron un triunfo aún
más rotundo que aquel que dos años antes consagrara Presidente de la República
al propio Hipólito Yrigoyen.
En la estancia de propiedad del candidato
oficialista a Gobernador, se habilitó una mesa receptora de votos. Integraba el
respectivo padrón, todo el personal del establecimiento: puesteros,
"mensuales", peones, que llevaban años trabajando. Muchos de ellos
habían nacido allí.
¡Hasta en
esa mesa triunfaron los
radicales yrigoyenistas!
El gobierno de facto anuló la elección y en
adelante, las cosas se hicieron de otro modo.
Así, de este "otro modo", fue
electo Presidente de la República el General Justo.
Ya a punto de finalizar su gestión
presidencial, el General Justo había auspiciado la candidatura de uno de los
integrantes de su gabinete, el sonriente Ministro de Justicia e Instrucción
Pública, doctor Manuel de Iriondo, a la Gobernación de Santa Fe. En la
víspera del acto electoral, el Presidente se había dirigido por radiotelefonía
al pueblo de la República, asegurando que los comicios a celebrarse al día
siguiente en Santa Fe habrían de ser un modelo de corrección.
Fueron, en realidad, un modelo de
corrupción. Pero el General Justo no se enteró de ello. En
cambio, el Gobernador Fresco, en un acto eleccionario para renovación de
legisladores provinciales, había infringido, notoria y deliberadamente —con
aviso anticipado a la prénsa la prescripción legal del secreto del voto.
Los apoderados de los partidos políticos
opositores denunciaron al Gobernador, a quien se inició juicio.
El Gobernador sostuvo la tesis de que la
obligatoriedad determinada por la ley, se refería a la obligatoriedad de
emitir el voto, en obligatoriedad circunscripta a la acción mecánica de votar,
pero que no se refería ni se prolongaba a la obligatoriedad de emitir ese voto
en secreto; que el secreto constituía una opción para pusilánimes que no se
atrevieran a hacer públicas sus ideas políticas o para traidores que,
proclamándose hombres de derecha aprovecharan el recurso del cuarto oscuro para
votar por la izquierda. La ley penaba a quienes no cumplieran el deber cívico
de votar, pero no penaba, de manera expresa, a quienes haciendo uso de
un derecho implícito, se abstuvieran de votar en secreto, demostrando
palmariamente que el legislador no prohibía lo que no penaba; que con el
criterio que pretendía imponerse, un cristiano activo como él tenía a honra
serlo, debería entrar furtivamente a la iglesia de Cristo ya que al hacerlo
ostensiblemente estaba exhibiendo sus creencias religiosas; que al atribuir al
legislador la intención de imponer la obligatoriedad del secreto en el voto,
se le estaba atribuyendo la intención de obligar al ciudadano a ocultar lo que
constituye un inalienable derecho, tal como lo es votar públicamente por un
partido político que lleva por emblemas nuestra bandera nacional y la cruz de
Cristo para no ser confundido con el descarriado ciudadano que comete la
indignidad de trocar esa bendita bandera
azul y blanca por un internacionalizado trapo rojo y la dulce imagen del Señor
crucificado por la hirsuta cabeza del ateo Carlos Marx.
El asunto fue llevado hasta la Corte Suprema
de la Nación pero el Gobernador Fresco fue absuelto en todas las instancias.
Cuando los factores de poder vinculados a
la Internacional Financiera (Bemberg, Hirsch, Chade, etc.) que habían apoyado
interesadamente al gobierno del General Justo, resolvieron que el Doctor
Roberto M. Ortiz habría de ser el sucesor, el Presidente Justo lo hizo saber a
los gobernadores cuyas representaciones electorales sumaban el número de
electores necesarios para consagrar al candidato.
Buenos Aires, con 88 electores, era el
Estado provincial que marchaba a la vanguardia.
El candidato de la Concordancia, Dr. Ortiz,
se entrevistaba alguna vez en lugares "neutrales" con el Gobernador
Fresco, para cambiar ideas o formularle pedidos que sólo el Gobernador podía resolver. De
regreso de la Capital Federal, el Gobernador Fresco entró un día en su despacho
de la Casa de Gobierno, visiblemente fastidiado.
El Secretario de la Gobernación, hombre de
su absoluta confianza, le preguntó:
—¿Alguna mala noticia, Gobernador?
—No. Sólo un problema tonto. Acabo de estar
con Ortiz y recién hoy, a dos días de la elección se le ocurre pedirme que le
haga elegir diputado a un señor Sánchez Negrete, radical antipersonalista, a
quien quiere ayudar. Me hubiera gustado complacerlo —lo vamos a tener dos años
de Presidente— pero, ¡semejante pedido!.. .
Todos los dirigentes conservadores estaban
trabajando desde hacía una semana en sus respectivos distritos. No se les
podía llamar a La Plata. Tampoco se podía hacer ese pedido por teléfono. No
era lo mismo que estar junto al hombre y formularlo haciendo una cuestión de
amistad. Aunque tampoco por esta vía podrían cifrarse muchas esperanzas. . .
El pedido del Dr. Ortiz era, realmente,
difícil de complacer. En cualquier pueblo, la inquina entre individuos que
militan en distintos partidos políticos trasciende aún a sus respectivas
familias y núcleos sociales. Las campañas de propaganda electoral —había una
en plena latencia— enfervorizan las pasiones, agudizan enconos, provocan
frecuentes grescas y dan a cada pueblo características de campos de batalla
entre móntescos y capuletos.
El Gobernador habló, sin embargo, con tres
hombres de la sección electoral en que se presentaría Sánchez Negrete. Eran
tres amigos incondicionales. En lenguaje más o menos codificado, les expuso el
problema y les formuló el pedido.
Las tres respuestas resultaron casi
coincidentes.
Sí, Gobernador. .. Yo le arrimaría con
mucho gusto algunos votos, Gobernador, pero lo veo medio difícil, Gobernador...
Los muchachos me van a arisquear, Gobernador, y aunque me digan que si para
conformarme, no estoy muy seguro de que se vayan a emplear a fondo,
Gobernador...
El día de la elección, el Gobernador Fresco
había almorzado en la Casa de Gobierno con su Ministro de Gobierno, Roberto
Noble, el Jefe de Policía, Ganduglia y el Secretario de la Gobernación,
Piñeyro. En un
determinado momento se tocó el tema y Noble, con su típica agudeza, apuntó una
posibilidad que nadie había tenido en cuenta: Quizá resulte electo por mayor
cuociente.. .
Pero una vez cerrado el acto comicial y
obtenida la estimación aproximada que comunicaban telefónicamente los comisarios
de policía, se comprobó que el amigo del Dr. Ortiz no había alcanzado a reunir
los votos necesarios ni para ser elegido por mayor cuociente.
118.
LA "DEMOCRÁTICA"
ELECCIÓN DEL DIPUTADO SÁNCHEZ
NEGRETE
A medida que
las urnas, consignadas a la Junta Electoral que presidía el camarista Dr.
Manuel María Lavié, fueron llegando a La Plata, se depositaron en amplias
oficinas de la Legislatura, desocupadas a ese efecto, en las cuales se
habían armado cinco o seis sólidas filas de estanterías que alcanzaban al
cieloraso.
Las urnas, clasificadas por secciones electorales,
quedaban allí a la espera del momento en que se iniciara el escrutinio.
Una gran faja firmada por el Presidente de
la Junta Electoral, colocada y lacrada en su presencia, clausuraba las puertas
de cada una de esas oficinas. Dos turnos de personal uniformado de la
Guardia Auxiliar a las órdenes de un Comisario, se alternaban en la permanente
custodia de esas puertas.
Algo pasó, sin embargo, en esos recintos,
tan "escrupulosamente" resguardados.
Ocho o nueve días después, el martes o miércoles
de la segunda semana siguiente, el Presidente de la Junta Electoral, doctor
Lavié, llegó en horas de la mañana a la Casa de Gobierno para entrevistar al
Gobernador.
—Una novedad gravísima, adelantó
misteriosamente al Secretario de la Gobernación.
Lavié era —lo seguirá siendo, sin duda, porque
aún vive— un hombre de aspecto sumamente pulcro, lozano, invariablemente
perfumado con finas colonias inglesas, amable, poseedor de un exquisito don de
gentes, amenísimo causeur, pero no abrió la
boca durante los largos minutos de su estera. De cuerpo y cráneo
comunes, su redondeado rostro y su enorme doble mentón, que llegaba a ocultar
la mitad de sus juveniles corbatas parisienses, le presentaban como una
curiosa mezcla de obispo y cónsul romano.
En un momento determinado, la puerta del
despacho del Gobernador se abrió y éste apareció en su vano despidiendo al
ceremonioso Presidente de la Cámara de Diputados, Roberto Uzal.
—¡Señor Presidente! —saludó Fresco.
—¡Señor Gobernador! —respondió Lavié.
Eran amigos de los años mozos. Le palmeó en
el hombro, al hacerle pasar.
—Pero. . . ¿qué te pasa? —preguntó el
Gobernador fingiéndose alarmado por el aspecto teatralmente sombrío de su
visitante.
—¡Una novedad gravísima! Te confieso que
estoy desconcertado. .. Fíjate que esta mañana —hará, más o menos, una hora—
prosiguiendo el escrutinio, abrimos una de las oficinas en que se guardaban
urnas. Yo mismo abrí esa puerta, después de comprobar que la faja y los sellos
de lacre que la clausuraban estaban en perfecto orden... Bueno: ¡no quieras
imaginar el estropicio que los fantasmas han hecho ahí dentro! Hay una enorme
cantidad de urnas con las fajas y sellos saltados... Hicimos el recuento de
tres o cuatro y en todas faltan cinco o seis votos... Yo no se como vamos a
explicarlo. El Comisario no sabe nada... Nadie sabe nada... ¡Linda vaina!...
El Gobernador, aparentemente contagiado por
la nerviosidad de su interlocutor, se había puesto de pie y se paseaba por su
despacho, buscando la respuesta en la alfombra.
—¡Qué barbaridad! —exclamó. Enseguida
preguntó: —¿Y con qué propósito?...
—¡No me lo explico! ¡No me lo explico! ¡No
me lo explico! —repetía Lavié como un dramático sonsonete.
—Pero, ¿a quién beneficia?
—No beneficia a nadie. .. ¡pero nos
perjudica a nosotros! ¡Sabotaje! ¡Algún hijo de puta!
En algún momento se
tranquilizaron los ánimos y se decidió no hacer comentarios. La enorme cantidad
de urnas anuladas en esa determinada sección electoral constituiría una
lamentable coincidencia.
El episodio quedó "congelado" en
actas. El único temor —que lo comentara aviesamente "El Día"— quedó
neutralizado por la amistad de Lavié con el cronista parlamentario del diario
de Hugo Stunz.
La maniobra efectuada en las urnas había
resultado, providencialmente, tan exacta como la de los cerebros electrónicos
que John F. Kennedy utilizó para robarle a Richard Nixon la presidencia que
Richard Nixon había estado intentando robarle a él. Kennedy resultó electo por
una diferencia de 100.000 votos en un padrón de 68.000.000 de inscriptos. El
recomendado del Dr. Ortiz, mucho más modesto, resultó electo por sólo 100 votos
de diferencia.
El Presidente Ortiz conoció hasta los
mínimos detalles del asunto y comentó jocosamente, con su vocecita suavemente
aflautada:
—¡Así que Sánchez Negrete va a ser diputado
con fractura y escalamiento!...
Alguien "pescó la onda". El
diputado Casildo Colecta, de Campana, uno de los caudillos lugareños a quienes
el Gobernador había llamado en vísperas de la elección para pedirle que
"arrimara algunos votitos a Sánchez Negrete", visito al Secretario de
la Gobernación por un trámite de rutina. Al retirarse, le pidió:
—Salúdelo al Gobernador, de mi parte.
Dígale que lo felicito. ¡Este gobernador se las sabe todas!...
Cuanto se ha narrado es absolutamente
exacto, -Ocurrió hace algo más de treinta años.
El Presidente Ortiz ha
muerto, el Ministro Noble ha muerto, el Jefe de Policía Ganduglia ha muerto. ..
Ignoramos si Sánchez Ncgrete ha muerto o vive. Pero el Gobernador Fresco, el
Presidente de la Junta Electoral Lavié y el Secretario de la Gobernación
Piñeyro, viven.
Además, existen archivadas las constancias
del insólito episodio.
Un insólito episodio que se tradujo en la
reducción del "mayor cuociente" hasta concretarse en la elección de
un diputado a quien el Doctor Roberto M. Ortiz quería ayudar de una manera
"democrática".
De esa conveniente manera democrática en
que los más celosos demócratas —llamáranse Agustín P. Justo, Roberto M. Ortiz,
Franklin Delano Roosevelt, John Fitzgerald Kennedy o Richard M. Nixon—
entendieron y conjugaron la Democracia, cada vez que les convino.
Democracia, esa sublime prostituta inventada
por los iluministas para beneficio de la Internacional Financiera.
En la elección que consagró Presidente al
Doctor Roberto M. Ortiz, los caudillos conservadores de la Provincia de Buenos
Aires "echaron las mulas al verde".. .
Hubo uno, el Dr. Espil, médico de Carlos
Casares, en cuyas urnas no apareció ni un solo voto radical. Teóricamente,
hasta el dirigente radical de esa localidad, había votado por el Dr. Ortiz,
traicionando al candidato a Presidente de su propio partido.
El Presidente electo le pidió al Gobernador
Fresco:
—Cuando lo vea a ese mozo Espil de Carlos Casares,
Gobernador, pegúemele un tirón de orejas. Dígale que no podemos burlarnos así
de la democracia...
119.
LA VERDAD HISTÓRICA
La Historia -por lo menos la Historia
contemporánea— debería ser una ciencia tan exacta como lo son la Física o las
Matemáticas, en las que los resultados siempre son consecuencia de operaciones
precisas.
En la Historia no ocurre eso. Sus términos
son ambiguos y sus resultados están siempre supeditados a aleatorios factores
desencadenantes. Además, el origen o la finalidad de un episodio se distorsiona
porque invariablemente lo exige así una poderosa razón de Estado.
Ocasionalmente, suele ocurrir que
trascienda un aspecto aislado de alguna combinación política de alto nivel.
Entonces, sobre esa prueba de muestra, los analistas extraen deducciones de
acuerdo a sus propias tendencias o intereses y esto contribuye a hacer aún más
confuso el cuadro y más relativa y deleznable la autenticidad de la razón
histórica. En el
hecho histórico siempre hay algo que conviene ocultar.
Napoleón fue aniquilado en Waterloo cuando
ya tenía a su favor mayores posibilidades de triunfar que en Austerlitz, pero
no se dice que su derrota se debió exclusivamente a la deliberada desobediencia
de un Mariscal de Francia que antes que francés se sintió masón; se insiste en
rodear de un ficticio misterio la entrevista de Guayaquil y se afirma que San
Martín cedió a personales exigencias de Bolívar, pero no se dice que ambos
intervenían en un simple operativo político-militar (¿masón? ¿iluminista?) que aprovechaba la ocupación
napoleónica de España para forzar la emancipación de las posesiones españolas
en América, ni se dice que es grave error analizar intenciones políticas del
año 1812 con criterio y sensibilidad del año 1970; Mc Kinley, extraordinario
estadista americano del Norte que desalojó a España del Caribe, liberó a Cuba y
se adueñó del archipiélago filipino, fue asesinado en Búffalo, pero no se
dice que ello se debió a su firme resistencia a provocar un conflicto bélico
entre Japón y Rusia por razones que no entendía; el Presidente Woodrow Wilson
presentó, al finalizar la guerra mundial de 1914, un programa de paz de 14
puntos, pero, no se dice que trece de esos catorce puntos estaban destinados a
servir de cortina de humo al "Punto Sexto", por el cual se autorizaba
a Lenin y a una minoría bolchevique, a masacrar indiscriminadamente al
ejército Blanco y a la población civil hasta someter al campesinado ruso (80%
de la población) que no le era adicto; el Mariscal Petain, gloria de Francia,
fue execrado por "colaboracionista", pero no se dice que todo su
delito consistió en evitar la destrucción física de su amada patria; Mussolini
fue ejecutado y su cadáver, colgado de un pie, como una res, fue expuesto
desnudo a las burlas de la chusma, pero no se dice que su marcha sobre Roma, en
1922, salvó a Italia, que ya había sido entregada por Nitti a los comunistas;
Hitler fue vilipendiado por sus excesos políticos, pero no se dice que esos
excesos políticos fueron la pendular contraposición del leonino Tratado de
Versailles que condenaba a la derrotada Alemania de 1918 a la inanición, ni que
su actitud heroica salvó a la claudicante República de Weimar de ser copada
por los comunistas, quienes ya habían quemado el Reichstag ni que, a su tiempo,
ese mismo Hitler fuera generosamente subvencionado por Wall Street (Edouard
Warburg) y por la alta banca europea (Hjalmar Schacht) para que se pusiera en condiciones
de atacar a Stalin; Mac Arthur fue indignamente relevado del comando de las tropas
que luchaban contra los comunistas en Corea, pero no se dice que Truman lo
relevó por temor de que definiera la lucha bombardeando por aire las bases
chinas de Manchuria que proveían a los soldados de Corea del Norte de armas de
origen inglés, ni se dice que se le quitó de en medio para que esa absurda
guerra, tan absurda como la actual guerra de Vietnam, se mantuviera en un
status quo de sangre, de muerte de decenas de miles de soldados americanos
—padres, hijos, hermanos, maridos, novios— de modo que la gran mayoría del
pueblo sintiera con mayor fuerza el impacto de
la proposición que Eisenhower formularía en el discurso con que cerró su
campaña electoral:
—Si resulto electo —lo prometo bajo mi
palabra de honor— mi primer acto de gobierno será firmar el armisticio con
Corea.
Kennedy fue alevosamente asesinado en
Dallas, en vísperas de su clamorosa reelección, pero no se dice que ello se
debió a sus confesados propósitos pacifistas respecto de Vietnam y a su promesa
—¿o amenaza?— de suspender la política intervencionista americana en el sudeste
asiático; por último, se ridiculiza groseramente la figura de Mao Tse Tung,
pero no se dice que la Internacional Financiera le ha convertido en el símbolo
de ese ortodoxo comunismo que desnaturalizaron los rusos, como tampoco se dice
que, por sus excepcionales condiciones de conductor y estadista, es la más
seria amenaza que jamás haya enfrentado Occidente.
La respuesta es simple. El triunfo de la
Revolución Francesa supuso la
puesta en marcha de los postulados iluministas
de Weisshaupt y Mendelssohn.
En adelante, todas las actividades humanas
habrían de ser dirigidas —lo fueron— por un ente de irradiación e
influencia universales que contaría con un arma que demolería con la misma facilidad las más sólidas fortificaciones y los más
románticos propósitos.
120.
PODEROSO CABALLERO...
Esa arma se llamaba oro y en los primeros
tiempos se esgrimió en pequeños discos de metal amarillo cuyos reflejos
acariciaban la piel y el espíritu con mayor dulzura y permanencia que las
manos de la mujer ansiada. Pero también el oro, como la mujer ansiada,
llegó a hacerse físicamente pesado y fue preciso dejarle, como a la mujer
ansiada, bajo siete llaves, para utilizarle,
como a la mujer ansiada, cuando fuera menester.
A la mujer ansiada se la reemplaza con una
fotografía que no pesa ni habla; al oro se le reemplazó con un simple papel
firmado y sellado que consignaba, con cálida elocuencia, cualquiera cantidad.
Un humilde judío de Frankfurt, invistiendo
la representación del Iluminismo, sistematizó esta práctica y se arrogó un
poder -derecho divino— que hasta entonces sólo habían
ejercido los reyes: fabricó dinero. Un dinero simbólico, teórico,
paradojalmente ilusorio y real, que podía ser emitido sin limitaciones de
ninguna índole y constituyó la base del fabuloso poderío financiero de la Banca
Rothschild.
En determinado momento, ese poderío financiero
llegó a hacerse monstruoso; a ahogar, virtualmente, al propio fisco. Se
reprodujo, aún más violentamente contrastado, el contrasentido creado siglos
atrás por la iglesia: la existencia de una entidad privada más poderosa que el
Estado mismo. Con el agravante, en el caso de Rothschild, de que mientras la
iglesia se limitaba a recaudar montañas de dinero y enviarlas sigilosamente a
Roma, aquél hacía trabajar a ese dinero que a su vez, producía dinero,
aumentando proporciones y volúmenes hasta extremos que ya llegaban a resultar
política y socialmente contraproducentes.
Por razones esencialmente tácticas, el
imperio financiero Iluminismo-Rothschild se despersonalizó y diversificó,
convirtiéndose en bancos, compañías de seguros, complejos financieros,
industriales, etc., que fueron subdividiéndose, a través de los años, en
centenares y centenares de entidades subsidiarias, declaradas o encubiertas,
que se esparcieron por todo el mundo y coparon todas las actividades
productivas. Esa intrincada maraña de intereses que constituye hoy la
Internacional Financiera.
Así es como, en la hora actual, la
Internacional Financiera domina y marca rumbos al periodismo, televisión,
radiotelefonía, cinematógrafo, literatura, artes, ciencias, investigaciones
oficiales o
privadas de todo tipo, transportes aéreos, terrestres o marítimos, industrias,
finanzas...
Así es como la Internacional Financiera
puede hacer escribir la Historia y aún producir esa misma Historia al dictado
de sus exclusivas conveniencias.
121.
LA ENCRUCIJADA INDONESA
Un episodio reciente prueba la facilidad
con que la Internacional Financiera "hace" Historia.
Nos referimos a la
indonesa Noche de San Bartolomé (30 de setiembre/1º de octubre de 1965).
Indonesia está constituida por 3.000
paradisíacas islas que suman más de 2 millones de kilómetros cuadrados y una
población que en la actualidad —1970— supera los 120 millones de habitantes.
Enclavada sobre la línea del Ecuador, desde
los 6º de latitud Norte hasta los 10º de latitud Sur, su superficie territorial
constituye la novena parte del territorio ruso, la quinta parte del americano
o chino rojo, la cuarta del australiano y la mitad del hindú. A pesar de ello,
Indonesia ocupa el tercer lugar en montos de producción, pero pasaría a ser
proporcionalmente la primera, adelantándose a Estados Unidos y Rusia, que la
aventajan en ese orden, si contara con medios de explotación equivalentes a
los que utilizan esos dos países.
Su subsuelo guarda los más ricos
yacimientos de estaño, petróleo, carbón, bauxita, manganeso, cobre, níquel, oro
y plata. En 1967
ocupó el tercero y noveno lugar entre los países productores de estaño y
petróleo, respectivamente.
La agricultura, generosamente desarrollada
por su clima y la feracidad de su suelo, alcanza límites extraordinarios. Se
cosechan toda clase de cereales y especias, preferentemente arroz, tabaco,
azúcar, soya, caucho, café, te y el 90% de la producción mundial de quina.
Indonesia es, potencialmente, el país más
rico de la tierra.
Perteneció, desde tiempo inmemorial, a la
Compañía Holandesa de las Indias Orientales, en cuya sagacísima política comercial
se inspiraron los iluministas del año 1700.
Todos los miembros de la casa reinante
holandesa intervenían en la administración de la gigantesca empresa pero cuando
ésta llegó a ser más poderosa que la nación misma, Holanda se vio obligada a
absorberla y oficializarla para poder defender mejor aquellas tres mil
riquísimas islas (Java, Sumatra, el 80 % de Borneo, Molucas, Célebes, etc.)
histéricamente codiciadas por la insaciable Inglaterra de Victoria y Disraeli.
Al estallar la segunda guerra mundial,
Holanda declaró la guerra a Japón, ubicándose junto a Gran Bretaña y Estados
Unidos, pero su intencionado gambito defensivo no la sirvió de nada. La Internacional Financiera obtuvo, por
intermedio de Churchill y Roosevelt —fue lo último que éste hizo por sus amos,
antes de morir— que Indonesia, ocupada militarmente por los nipones en 1942, no
fuera devuelta a la aliada Holanda135 al ser vencido Japón en 1945,
reconociéndosela, en cambio, como país independiente.
135 La Compañía de las Indias Holandesas
y más tarde el reino de Holanda, que la absorbiera en una sutil maniobra de
osmosis financiero, habían cumplido actividades paralelas a la Banca Rothschild
iluminista, luego Internacional Financiera.
Por más que aquélla hubiera sido
anterior a la Banca Rothschild y se hubiera circunscripto al ámbito doméstico,
Weisshaupt, Mendelssohn, los Rothschild y posteriormente la Internacional
Financiera, habían odiado al molesto competidor al que no habían conseguido
absorber.
La oportunidad de privar a Holanda de
las posesiones que constituían su mayor riqueza, fue para la Internacional
Financiera la concreción de un interesante posibilidad futura.
122.
UN NATIVO LLAMADO SUKARNO
Sukarno era ya una estereotipada fusión de
revolucionario, santón y demagogo cuando asumió la dirección de un embrionario
movimiento nacionalista que se proponía liberar a Indonesia de la ominosa
opresión holandesa.
Nacido en 1901, evolucionó como todo
muchacho normal de clase media.
Pronto exhibió una precoz apetencia sexual,
acrecentada desde su adolescencia hasta extremos de psicosis erótica y una
tierna afección por los sufridos campesinos a quienes veía envejecer, siempre
encorvados sobre los espejos de agua de los arrozales. Se nace
con una determinada predisposición, pero es indudable que el medio y las
circunstancias contribuyen a la evolución formativa de cada uno. La característica predominante de Sukarno fue su libido
enfermiza.
Antes que interesarle la política le
interesaron las mujeres.
La mujer del trópico, tan apasionada y
sensual como el hombre, cumple por instinto el principio biológico selectivo
que la lleva a entregarse al macho sobresaliente, al más fuerte, al más audaz
y, por simple derivación, al que mejor hable, al que mejor cante, al que mejor
baile.
Esto influyó de manera decisiva en la
formación espiritual de Sukarno. La gimnasia de la conquista
amorosa —cada día una hembra diferente— desarrolló en él una extraordinaria
capacidad de seducción.
Se habituó a ser amable, cordial,
afectuoso. De este
modo, insensiblemente, ganó amigos de toda edad y hasta llegó a granjearse la
estimación de sus profesores holandeses, no muy dados a tratar con simpatía a
los estudiantes nativos.
Sukarno convivió con las gentes humildes.
Conoció sus necesidades, su duro bregar cotidiano, sus flacas alegrías. En
cualquier rincón del bosque hacía suya a una jovenzuela de agresivos pechos y
fuertes muslos apenas cubiertos por una blusa desgarrada y una breve falda y
luego compartía con ella y sus padres el frescor de la choza y la común
escudilla de arroz y plátanos. Resultó lógico que el medio y las circunstancias
hicieran de Sukarno un hombre de izquierda, defensor de aquellos resignados
nativos a quienes la voracidad feudal de los holandeses condenaba a un standard
de vida invariablemente deficitario. Fue precisamente en esa época cuando
advirtió el efecto galvanizante que producían sus protestas contra los odiados
usurpadores.
Sukarno era hijo de padre javanés,
musulmán, maestro de escuela; su madre, balinesa, como todos los nacidos en la
hermosa isla, había estado sujeta a la influencia hindú y practicado el
budismo.
Su padre descendía del Sultán de Kedivi y
mantenía el derecho de ostentar el título de raden que significa
"señor".
El último
rey de Singaradja, antecesor de su madre, había sido invitado por los malvados
holandeses a visitar uno de los veleros armados que, a fines del siglo XVII,
(1695) se aproximaron amistosamente, de recalada, a las grandes islas del
archipiélago indonés.
Una vez a
bordo, el rey y su selecta comitiva habían sido aherrojados y recluidos en una
pequeña isla al Este de Flores, Norte de Timor, improvisado campo de
concentración en el que fueron hacinados hasta su muerte todos los reyes,
reyezuelos y sultanes cuyos territorios habían sido invadidos y ocupados.
La historia de las tres mil islas
indonesas, a lo largo de más de tres siglos y medio de despótica sujeción, está
llena de infructuosos episodios heroicos. El gran intento de
liberación de Java, gesta homérica que sólo tuvo fin luego de cinco años de
lucha encarnizada, cuando el último hombre, la última mujer y el último niño
javaneses no tuvieron ya fuerzas para seguir luchando ni aliento para seguir
viviendo, ocupaba lugar preferente en los relatos de los abuelos y era hervor
de odio en las canciones de un folklore que prometía desquites al compás de
ululantes instrumentos de percusión.
Tal la Indonesia, bravia hasta la
ferocidad, apasionada hasta la ceguera, que Sukarno entrevio como la hembra
suprema a la que se
propuso redimir y conquistar para sí con su magia de taumaturgo. Si pudieran mezclarse en un crisol las características esenciales
de un judío y un chino el resultado de esa fusión maquiavélica constituiría la
referencia más aproximada a la mentalidad de Sukarno.
Patriota, valiente, generoso, apasionado,
Sukarno no fue, en realidad, ni patriota ni valiente ni generoso ni apasionado. Sólo
fue un actor jugando su papel ante un auditorio de cien millones de infelices
que llegaron a idolatrarle.
Tan frío como un dios.
El hecho de que hubiera cursado
regularmente los tres ciclos lectivos, sobre todo el que correspondía a sus
estudios universitarios —se doctoró en Ingeniería Civil a los 25 años— nos
demuestra que la fogosidad de Sukarno se neutralizaba bajo la línea de su
ombligo y no llegaba a entibiar la frigidez cerebral que rigió toda su vida
política. En
1961, dueño absoluto de esa galaxia de islas paradisíacas que es Indonesia
—sexto país en población y quinto en superficie de todo el globo— el Presidente
Sukarno conoció a Cindy Adams, joven periodista norteamericana quien, según él
mismo lo confiesa,136 "me fascinó por su distinción, por su elegancia y
porque era la más bonita escritora que yo jamás había visto".
Durante once meses, en amenas sesiones
diarias, Sukarno dictó a Cindy Adams el libro Sukarno — An Autobiography — As
told to Cindy Adams, editado por The Bobbs-Merryl Company Inc., Publishers —
New York.
En la página 79 del libro, narra Sukarno
por la pluma de Cindy Adams:
En 1927 no existía en Indonesia ningún Partido fuerte. El denominado
Sarekat Islam (Islam Unido) se había dividido el año anterior por disensiones
internas. Aprovechando esta circunstancia, el Comunismo se había infiltrado en
una de las dos partes, la que tomó el nombre de Sarekat Rakjat (Unión
Popular).
A los pocos meses, los impacientes
cabecillas del Sarekat Rakjat intentaron llevar a cabo una revolución por la
Libertad y el Comunismo.
Las autoridades holandesas aplastaron esa revolución.
Dos mil dirigentes fueron deportados a distintos puntos; diez mil
lugartenientes fueron encarcelados.
El Partido Sarekat Rakjat fue declarado ilegal.
136 Sukarno, an autobiography, pág. 15,
123.
EL MESÍAS INDONES
Entonces fue cuando yo decidí fundar mi propio
Partido, el PNI (Partai Nasional Indonesia), Partido Nacional Indonés.
Me constituí en el predicador de nuestro
derecho de ser libres.
Fue una lucha tenaz, sin altibajos. Se me
hizo objeto de una persecución sistemática, pero esa persecución y mis
reiteradas detenciones aumentaron mi popularidad. Donde hubiera dos nativos
reunidos saboreando una taza de kopi tobruk (café fuerte de Java) se hablaba de
Sukarno.
Muy pronto, no hubo un sólo hogar en las
tres mil islas indonesas donde no se me rindiera devoto homenaje. El
objetivo de mi Partido era sólo uno: ¡Independencia!
Los opresores holandeses no podrían
frenarme.
El mismo resentimiento popular que les
debilitaba a ellos me fortalecía a mi. Antes de mis primeros
actos públicos, muchos de mis amigos habían tratado de disuadirme de iniciar
una campaña política a cielo abierto a través de todos los ámbitos de nuestro
país.
Pese a todas las prevenciones, Sukarno se
lanzó a una intensa campaña proselitista en Bandung, importante ciudad
industrial de Java en cuya universidad había cursado sus estudios superiores. Recorrió
en una y otra ocasión, sus abigarrados distritos fabriles. Levantaba
sorpresivamente su tribuna en cualquier punto más o menos estratégico,
intentando burlar a la policía holandesa que ya enviaba hombres uniformados a
todos sus actos con el ostensible propósito de
tomar cuidadosa nota de sus expresiones. Sin
embargo, la presencia de esos hombres parecía excitarle aún más.
El preparaba cuidadosamente sus discursos
de antemano, adornándoles con frases que producían enorme efecto.
Consumado actor, fingía improvisar al
repetir esas frases de memoria, exaltándose, desesperándose, vertiendo lágrimas
reales cuando alzaba sus brazos impetrando el favor de Alá para la patria
esclavizada. Sus
discursos, clamorosamente festejados eran a, menudo interrumpidos por policías
que se abrían paso a empellones y bastonazos para aprehenderle y llevarle
detenido.
Insistía, fríamente. Siempre con el mismo
invariable éxito. Bastaba que uno sólo de los obreros de una fábrica
conociera su intención de pronunciar un discurso al cese de las tareas diarias
para que la nerviosa consigna de escucharle se esparciera dentro y fuera del
establecimiento, asegurándole auditorios cada vez más numerosos.
Se le denominaba "El León de la
Tribuna".
Andariego incansable, su vigorosa
personalidad, su fortaleza física, su alegría de vivir, su heroísmo, su
arrebatadora elocuencia, su profundo conocimiento del alma de sus compatriotas,
su enfermiza egolatría y su desorbitada ambición, constituían piezas vitales de
un motor capaz de mover al mundo. Recorrió infatigablemente todas
las islas del archipiélago. Quería que en cada una de ellas le hubieran visto y
oído por lo menos una vez. En todas partes le
agasajaban, le proporcionaban cálido refugio, alimento, dinero y las más
hermosas muchachas para su deleite. Llegó a
ser un símbolo, acaso un Dios. Su imagen estaba ya entre los pequeños objetos
sagrados ante los cuales se oraba cada día.
Pero él no dejaba de pisar la tierra.
En la página 85 del libro citado, Sukarno repite con desaprensivo
cinismo, la discusión que sostuviera con el Dr. Alí Sastroamidjojo —quien
habría de ser su primer Embajador en Washington— cuando él (Sukarno), dispuso
que fueran inscriptas como afiliadas al Partido, 670 prostitutas profesionales
de Bandung —con muchas de ellas había intimado en sus años de estudiante
universitario— aduciendo que habrían de ser las más generosas contribuyentes y
las más eficientes espías.
Sukarno llegó a ser una molesta
preocupación para las autoridades holandesas. Desde 1927 a 1942 había sido
detenido muchas veces y cumplido en cada caso, condenas cortas, medianas o
largas en puestos de policía locales o en las cárceles de Bantjeuj y
Sukamiskin. Tres veces fue exiliado y otras tantas se había reintegrado a la
lucha. El Gobernador General le había enviado a Endeh, un pueblo de pescadores
de cinco mil habitantes "por todo el resto de su vida" y
posteriormente, a Bengkulu, de donde huyera pocos meses después de cada
condena.137
A raíz de su última huida de Bengkulu, los
holandeses se habían decidido a adoptar drásticas medidas contra aquel insolente
autotitulado Mesías que inflamaba a los marhaens cuando afirmaba, como un
poseído: "Represento el deseo de Alá. El me ha enviado para que realice Su
trabajo. ¡Tal la razón por la que he nacido!" (pág. 121).
Pero los japoneses tomaron Padangang
-Sumatra— iniciando la invasión del archipiélago.
Sukarno pasó automáticamente a ser objetivo
de segundo orden.
137 Las prisiones y exilios de Sukarno
parecen haber sido muy llevaderos. El libro de Cindy Adams, citado, reproduce
numerosas fotografías que ilustran diversos momentos de la vida oficial y
privada del líder.
Una de ellas (1931) muestra a algunos
presos políticos, entre ellos Sukarno, vistiendo impecables trajes blancos,
bien planchadas camisas, hermosas corbatas y el típico fez de los musulmanes.
Una segunda fotografía, en la que se ven
cinco hombres jóvenes y seis hermosas mujeres, todos lujosamente vestidos,
lleva el epígrafe que traducimos textualmente: "Durante su exilio en
Bengkulu (1939) , Sukarno (fila superior, centro) con la señora Inggit Sukarno
(fila central, segunda desde la derecha) , Fatmawati (primera fila, izquierda)
y Ratna Djuami (primera fila, derecha) ." La señora Sukarno, Fatmawati,
con quien casó después y Ratna Djuamí presunta "hija adoptiva" (sin
duda, la hermosa joven lo fue en su primera infancia) eran a la sazón, mujeres
del erotómano caudillo indonés.
Los generosos aportes de las prostitutas
de Java, Sumatra y Borneo permitían que Sukarno y sus adláteres se
proporcionaran tan regalados exilios.
124.
LA INVASIÓN JAPONESA
En febrero de 1942 los japoneses
completaron la ocupación de Sumatra sin hallar resistencia de parte de los
holandeses. Tomaron, sucesivamente, Borneo, Java, las Célebes, la compartida
Timor y, por fin, todas las grandes y pequeñas islas del archipiélago.
Sukarno dejó de ocultarse. Tenía la
seguridad de que los japoneses conocían su decisiva influencia sobre el pueblo
indonés y habrían de requerir su colaboración. También tenía la
seguridad de que no le costaría ningún esfuerzo convencer a sus compatriotas de
que convenía confraternizar con aquel amistoso ejército nipón que les había
salvado de la oprobiosa dominación holandesa.
Tal como Sukarno lo había previsto, el
Comandante del 259 Ejército Imperial, Coronel Fujiyama, destacó a su Ayudante
de Campo, Capitán Sakaguchi, para citar al líder indonés a su despacho de la
Comandancia Militar de Bakittinggi.
—¿Es una orden? —preguntó Sukarno.
—No, señor. Es una invitación.
El propio Sukarno recuerda ante su
interlocutora Cindy Adams (páginas 160 y 161 del libro ya citado) la
conversación que sostuvo con el alto militar japonés.
—Señor Sukarno, esta guerra se propone
liberar a Asia del yugo del colonialismo occidental.
—Los japoneses tienen un lema que reza:
"Asia libre". ¿Es así, señor?
—Sí, señor Sukarno. Es así.
—¿Piensa Vd. actuar de acuerdo a ese lema,
señor?
—Sí, señor Sukarno. Así pensamos actuar.
—Bien: ¿diría Vd., señor, que Indonesia es
parte de Asia?
—Por supuesto, señor Sukarno.
—Entonces, si yo deduzco que su intención
de liberar a Asia incluye la intención de liberar a Indonesia, ¿es mi deducción
correcta?
—Sí, señor Sukarno. Absolutamente correcta.
Un soldado sirvió una taza de te. Guardaron
silencio. Luego, el Coronel resumió:
—Nosotros deseamos saber, señor Sukarno, si
Vd. se prestaría a ayudar al ejército japonés.
—¿De qué manera, señor?
—Manteniéndonos en paz, señor Sukarno.
—¿Me permite preguntarle, señor, de qué
modo piensa Vd. que yo podría incidir en ese estado de paz?
—Nosotros sabemos, señor Sukarno, que Vd.
dirige a este pueblo. Por lo tanto, la manera más simple de vivir en paz con
este pueblo es buscar esa paz por intermedio del señor Sukarno.
—Bien, señor. Acabo de saber lo que Vd.
quiere y pienso que también a Vd. le interesará saber qué es lo que quiere mi
pueblo.
—¿Y
qué es lo que los indoneses quieren, señor Sukarno?
—Ser libres, señor.
—Señor Sukarno: como patriota que ama a su
pueblo y lucha por su libertad, Vd. tendrá que admitir que esa libertad sólo
podrá ser obtenida con ayuda de Japón.
-Sí, señor. ¿Me ayudará su gobierno a
liberar a mi pueblo?
—Señor Sukarno: si Vd. me promete su total
cooperación durante nuestro período de ocupación, yo puedo ofrecer a Vd. la
absoluta seguridad de que el gobierno japonés contribuirá a la libertad de
Indonesia.
—Necesito dejar aclarado, señor, que
mientras yo trabaje por Vd. también trabajaré por mi pueblo en la absoluta
inteligencia de que mi excluyeme finalidad es la de ver un día a mi pueblo
libre de la dominación holandesa y de la ocupación japonesa.
—Puedo garantizárselo, señor Sukarno. El
gobierno japonés no pondrá el menor obstáculo a ese ulterior propósito.
—Muy bien, señor. Acepto su promesa y
comprometo mi total cooperación, quedando entendido que mi colaboración con Vd.
tiende a asegurar la total soberanía para mi pueblo.
—De acuerdo, señor Sukarno.
—Deseo pedirle, señor, que este convenio
que acabamos de celebrar no quede circunscripto a nosotros sino que sea puesto
en conocimiento del Alto Comando.
—Mi gobierno será informado, señor Sukarno.
Luego de esta larga entrevista, el Coronel
Fujiyama me invitó a almorzar con él. Tuve ocasión de saborear
un exquisito sukiyaki (ternera a la cacerola). Al
salir del despacho del Coronel Fujiyama, el Capitán Sakaguchi me acompañó hasta
la salida.
—Permítanos que nos preocupemos por su
transporte —me dijo, indicándome un reluciente automóvil Buick negro—. Ese
automóvil es para Vd.
—Yo le aseguro a Vd. —siguió diciendo
Sukarno a su interlocutora Cindy Adams, la periodista encargada de transcribir
sus memorias— que estaba profundamente orgulloso. Yo acababa de huir de mi
exilio y había sido invitado a concurrir a la Comandancia Militar japonesa
donde había sido tratado cortesmente, se me había invitado a almorzar y luego
se me había proporcionado un hermoso automóvil. Se me habrá llamado Quisling y
otros nombres que yo conozco, pero pienso que después de leer su libro, esas
personas comprenderán que yo pacté con los japoneses para asegurar la
independencia de mi patria.