jueves, 13 de junio de 2019
Rosas y el odio mitrista*
Rosas
es un hombre a quien le tocó desempeñar su papel después de un mito y
antes de otro. Para que Rosas pueda tener jueces en su Patria, es
preciso que Rivadavia y Mitre recobren su naturaleza de seres mortales y
falibles.
[Carlos Pereyra].
[…] Los adversarios de Rosas, los unitarios de entonces, que ahora se
llaman mitristas o pseudo-mitristas, luchaban por otra cosa: “la
libertad”, palabra engañosa que ha servido para encubrir muchas
iniquidades; y luchaban a costa, precisamente, de la independencia, de
la soberanía y del honor de la Nación, valores estos que, con criminal
inconciencia, hicieron peligrar porque para ellos nada valían mientras
se salvaran los principios.
¿Qué principios? No otros que los que les permitieron conseguir lo que
han conseguido; también lo dijo Alberdi al comparar su acción con la de
Rosas: “sus pobres sucesores -sostuvo- que sólo han brillado en el talento bufón de ganar su rango y su pan”.
En
el caso de los unitarios la pasión no tiene el mismo significado porque
no la encendía el fuego que animara a la de Rosas; el bien indiscutido
de la Patria. La pasión de sus enemigos no fue ni cristiana ni
patriótica; para ellos la pasión encubría un empeño desmedido por
satisfacer ambiciones de predominio y de riqueza, aunque se le
envolviera con nobles palabras, siguiendo los consejos de Salvador María
del Carril.
[…]He dicho que Mitre era uruguayo por consanguinidad de varias generaciones.
[…] ¿POR QUE EL ODIO MITRISTA?
Aquí,
y casi al término de mi exposición, séame permitido plantear un
interrogante: ¿Porqué el odio implacable de Mitre a Rosas? ¿Porqué el de
sus descendientes?
Mitre, como queda demostrado, ni su familia, estuvo radicado en nuestro país durante los años del gobierno de Rosas.
Mitre no fue emigrado ni proscripto.
Mitre no tuvo parientes, ni arraigo en el país, ni en la sociedad argentina.
Mitre no luchó jamás en las filas argentinas comandadas por jefes argentinos, como lo fueron Paz y Lavalle.
Mitre
sirvió como uruguayo y como oficial uruguayo primero en los ejércitos
de Oribe, después con los de Rivera, del país independiente uruguayo,
que luchaba por su hegemonía en contra de la Argentina; y no por ideales
argentinos.
Mitre, al ser derrotado su jefe uruguayo Rivera, se pasa a Suárez, vencedor; pero vuelto al poder el Pardejón,
se ve obligado a abandonar el Uruguay. Huye, entonces, y en los barcos
anglo-franceses que remontan el Paraná pretende unirse al general Paz.
La derrota de las escuadras extranjeras en Quebracho y Tonelero le
obligan a regresar, y al no poder hacerlo a Montevideo, se siente
desligado de las luchas del Río de la Plata y se retira a Bolivia y
Chile, precisamente cuando se agrava en su “patria” la guerra
internacional por la acción conjunta de Francia e Inglaterra.
Mitre,
ausente, aparece recién en Caseros como oficial uruguayo y de la mano
de los brasileros; pero hasta entonces su acción contra Rosas no ha
alcanzado celebridad porque no obraba como jefe ni como caudillo, sino
como simple subalterno.
Mitre, hasta entonces no ha ejercitado contra Rosas su arma plumífera, se ha dedicado a hacer malos versos y a escribir ensayos.
Mitre,
después de Caseros no ataca a Rosas, sino a Urquiza. El dictador podrá
ser el pretexto, pero destruir al general entrerriano es el objetivo
fundamental. “Usemos de Urquiza para librarnos de Rosas; pero caído
éste, nos será fácil librarnos del vencedor”. Es el credo liberal. (Tomo
V, pág. 108, Alberdi).
Mitre descarga su fobia rosista después que adquiere predominio en Buenos Aires, y recién entonces Rosas le sirve de escudo.
Mitre es el hombre que tenía menos agravios contra Rosas, pues no tenía ninguno. Siendo niño, Rosas le salvo la vida.
En
estas condiciones podría decirse, que Rosas a Mitre no le hizo ningún
daño y si mucho bien. Nunca le atacó porque le fue totalmente
desconocido como hombre de acción dirigente, pues no lo era entonces. En
cambio, al venir al país sirviéndose del nombre de Rosas, hizo
política, habló y escribió más que luchó, se sirve de su nombre para
exaltar a los enemigos y a los que traicionan la amistad del dictador y
sirviéndose de forajidos uruguayos y de los dineros del tesoro público,
se encumbra y llega a la más alta posición que un argentino puede
aspirar, y por añadidura se le viste de “prócer”. ¿Qué más se puede
pedir? ¿De no haber existido Rosas hubiera llegado a tanto? Con toda
seguridad que no.
Pero si tal cosa le ha acontecido a Mitre personalmente con el dictador, no menos favorecido lo fue con sus familiares.
GERVASIO ORTIZ DE ROSAS, PATERNAL PROTECTOR DE MITRE.
Don
Gervasio Ortiz de Rosas fue un verdadero protector de Mitre. Hombre
joven, vigoroso, de ideas liberales, acaudalado por ser uno de los
estancieros más ricos del Sur, que no admitía sin protesta la influencia
superior de su hermano el dictador, de carácter seco y a veces áspero
por su naturaleza enérgica, fue, sin embargo un buen amigo de la casa
de doña Josefa, como lo fue del hogar de Mitre, y paternal con el niño
Bartolito.
A
los treinta años, soltero, independiente, se echa encima la molesta
tarea reencaminar al niño Mitre tratando de hacer de él “un hombrecito”.
Le lleva consigo al campo, le enseña las prácticas corrientes de la
vida de estancia, no como preceptor, que sería estúpido afirmarlo, sino
paternalmente, con bondad, que en el seco “Cardo” constituye una
excepción en su trato habitual.
Don
Gervasio era hombre de alguna cultura, mayor que la corriente en la
época. Posee una buena biblioteca; es allí donde Mitre inicia sus
lecturas. Un escritor, aparentemente unitario, dice que en vez de
dedicarse a las tareas del campo, el niño Mitre daba preferencia a la
lectura de los libros que esta oportunidad puso a su alcance.
Pues
bien, cuando Mitre llega a hombre, olvida a su benefactor, al amigo de
su hogar, y en el curso de toda su vida no exterioriza, que yo conozca,
una sola palabr4a de recuerdo o de agradecimiento por don Gervasio Ortiz
de Rosas.
[…]
Es un descendiente del general Bartolomé Mitre quien reedita las
leyendas olvidadas por los verdaderos historiógrafos y sólo recordadas
por aquellos, que, sin más miras que el odio de familia y la pasión,
bregan todavía con pertinaz empeño por hacer creer que Rosas es un
personaje definitivamente juzgado y que bastan los “atroces crímenes”,
imputados por ellos mismos, para que su nombre se borre de un período de
más de treinta años en que su personalidad se destaca con rasgos
extraordinarios.
Y
no ha estado errado el conferencista. Mitre es el verdadero culpable de
ese odio implacable a Rosas y es él el verdadero causante de que la
comunidad argentina tenga todavía que discutir a diario sobre los
hombres, los hechos y las cosas de ese pasado histórico. Mitre y
Rivadavia son la barrera que perturba y altera toda la verdad argentina.
[…].
* Parrafos de la conferencia de Alfredo Ortiz de Rosas, publicada en la
Revista del Instituto de Investigaciones Historicas Juan Manuel de
Rosas; numero 11, de marzo/abril de 1943.
Tomado de: http://lascadenasdeobligado.blogspot.com.ar/2017/07/tratandode-limpiar-la-basura-de-la.html#more