LA FLOTA DE MAR AL ATAQUE
El crucero "9 de Julio" bombardea posiciones en Mar del Plata |
Hasta la noche del día 18, nadie sabía donde
se encontraba la Flota
de Mar. La misma, que al momento del estallido se hallaba fondeada en Puerto
Madryn, estaba formada por los cruceros “17
de Octubre” y “La Argentina”, los destructores
“Buenos Aires”, “San Luis”, “ Entre Ríos”
y “San Juan”; las fragatas “Hércules”, “Heroína” y “Sarandí”, el
buque de salvamento “Charrúa” y el
buque taller “Ingeniero Iribas”, de
los que eran comandantes los capitanes de navío Fermín Eleta y Adolfo Videla;
los capitanes de fragata Eladio Vázquez, Benigno Varela, Aldo Abelardo Pantín,
Mario Pensotti, Pedro Arhancet, Leartes Santucci y César Goria, el capitán de
corbeta Marco Bence y el capitán de fragata Jorge Mezzadra respectivamente.
El vicealmirante Juan C. Basso comandaba la Flota desde su nave
insignia, el “17 de Octubre”,
asistido por el contralmirante Néstor Gabrielli, comandante de la Fuerza de Cruceros, a bordo
de “La Argentina”, el
capitán de navío Raimundo Palau, comandante de la Escuadrilla de Destructores, a bordo del “Entre Ríos”
y el capitán de navío Agustín Lariño, comandante de la División de Fragatas, a
bordo del “Hércules”. En el “17 de Octubre”, viajaban también el
jefe de Operaciones, capitán de fragata Enrique Gunwaldt y el capitán de navío
Raúl Elsegood, jefe del Estado Mayor.
La primera señal del alzamiento llegó a la Flota a
las 08.22 del 16 de septiembre, cuando el vicealmirante Basso recibió un
comunicado del Comando de Operaciones Navales imponiéndolo de los últimos
acontecimientos. Dos horas y media después (11.00), oficiales rebeldes
encabezados por el capitán de navío Agustín P. Lariño y el capitán de fragata
Aldo Pantín, se reunieron a bordo del “Hércules” para iniciar el amotinamiento y
hacerse cargo de la Flota.
De acuerdo a lo planeado, Grunwaldt, secundado por el capitán
Manuel Rodríguez, el jefe de Comunicaciones, capitán Félix E. Fitte y el
teniente de navío Rodolfo Fasce, se trasladó hasta el “17 de Octubre” con la misión de reducir a su
comandante y a los capitanes Raúl Elsewood y Fermín Eleta, quienes a punta de
pistola, fueron encerrados en un camarote, bajo la custodia del teniente
Ricardo Bustamante. Refiere Ruiz Moreno que en esos momentos, el teniente de
navío José A. Lagomarsino procedió a arrancar los cables de los teléfonos
internos, incomunicando de ese modo a los elementos leales que se encontraban a
bordo.
Minutos después, el capitán de fragata Carlos A. Borzone informaba
desde “La Argentina” que la situación en el buque se
hallaba bajo control, al igual que en el “Buenos
Aires”, el “Entre Ríos” y el resto de las unidades. En el
primero, el contralmirante Gabrielli fue reducido por el capitán Videla; en el “Entre Ríos” su comandante, el capitán Vázquez
detuvo a su segundo y a un teniente y en el último, el capitán Pantín hizo lo
propio con el capitán Palau, jefe de la Escuadrilla de Destructores.
Un hecho confuso se produjo en la nave insignia cuando se hizo
presente el capitán Lariño procedente del “Hércules”.
Sospechando de su persona, el capitán Grunwaldt mandó detenerlo, ignorando que
se trataba de un declarado partidario de la revolución y lo hizo encerrar en el
camarote del comandante. El capitán Alberto Tarelli debió interceder para
aclarar el asunto, logrando su inmediata liberación. Como explica Ruiz Moreno,
Lariño permaneció a bordo del “17
de Octubre”, como oficial de comando táctico y ya no regresó al “Hércules”.
Antes de zarpar, Lariño ordenó trasladar a los oficiales detenidos
al “Ingeniero Iribas”, que
en esos momentos se hallaba amarrado en el muelle de Puerto Madryn y sumamente
apenado por la situación de su superior, el vicealmirante Basso, a quien
estimaba y respetaba profundamente ordenó que, al momento de abandonar la nave,
le fueran rendidos honores de comandante.
Basso era un hombre leal, un verdadero caballero, esclavo del
reglamento y de las disposiciones superiores, razón por la cual, mantuvo su
lealtad al gobierno pese a que discrepaba con él en muchos aspectos. Fueron
numerosos los oficiales que se conmovieron cuando lo vieron abandonar la
embarcación, entre ellos el propio Lariño, que se quedó observando de lejos
cuando el vicealmirante ordenó arriar su insignia1.
Poco después de sublevada la flota, aterrizó en Puerto Madryn el
avión Catalina que transportaba a los oficiales que los comandantes Perren y
Rial habían enviado para hacerse cargo: capitanes de navío Carlos Bruzzone,
Mario Robbio y Luis Mallea; capitanes de fragata Raúl González Vergara y
Recaredo Vázquez y teniente de navío Benjamín Oscar Cosentino. Una vez en
tierra, fueron llevado a bordo y allí se los impuso de los últimos
acontecimientos.
Robbio fue designado jefe del Estado Mayor, Vázquez y González
Vergara sus asistentes, Mallea, jefe de la Escuadrilla de Destructores y Bruzzone comandante
del “17 de Octubre”. Como
comandante de la Armada continuó al mando Lariño y el resto de
la oficialidad siguió ocupando sus cargos.
Tras ordenar a la Escuadra de Destructores su inmediato regreso a
Puerto Madryn, el comando de la flota procedió a informar a las tripulaciones
que todo aquel que se sintiera obligado a mantener su lealtad al gobierno
nacional y no quisiera luchar en su contra, podía desembarcar con la
tranquilidad de que no se tomarían medidas en su contra. De 6000 efectivos
embarcados, solo 85 lo hicieron, la mayoría de ellos conscriptos. Dos oficiales,
Félix Darquier y Alcides Cardozo, siete cabos y dos marineros, se hallaban
entre ellos y en esa postura abandonaron la flota, cuando un remolcador
especialmente designado para esa tarea, pasó a recogerlos por cada una de las
unidades navales.
La Flota estaba sublevada y en tales condiciones, levó anclas y zarpó hacia el norte, dividida en dos grupos. El grueso de la
misma enfiló hacia el Río de la Plata con el “17 de Octubre” a la cabeza y
el resto, los destructores “San
Luis”, “Entre Ríos”, “Buenos Aires” y “San Juan”, rumbo a Puerto
Belgrano.
Pasado el medio día del 18 de septiembre, la Armada navegaba
hacia el norte a máxima velocidad y en silencio de radio. Sus tripulantes
experimentaban una emoción indescriptible y mucha confusión también. La Marina de
Guerra se hacía a la mar para entrar en conflicto por primera vez en lo que iba
del siglo, ya que no lo hacía desde la revolución de 1893, cuando el combate de “El Espinillo” y eso tenía su significado. Era el
momento esperado por todos, pese a que había algo que no los terminaba de
convencer: el conflicto era entre hermanos y eso repercutía en el ánimo de los
marinos. Había muerto mucha gente a esa altura y muchos se preguntaban cuantos
más sucumbirían.
Para no ser detectada, la flota navegó en el más completo silencio
de radio en tanto a bordo, más de un marino especulaba con varias hipótesis, le
peor que al pasar de largo por Puerto Belgrano, se decidiese un ataque masivo
sobre Bahía Blanca, Punta Alta y las bases rebeldes.
Puente de mando del crucero "17 de Octubre" (Imagen: gentileza Fundación Histarmar Historia y Arqueología Marítima) |
Lo que preocupaba a sus mandos era la imposibilidad de establecer
contacto con la Escuadra de Ríos debido a que los códigos se
habían extraviado y sin ellos, las comunicaciones iban a ser descifradas y el
plan de operaciones descubierto.
Dos días después, la Flota de Mar llegaba al pontón “Recalada”, y se unía a la Escuadra de Ríos.
Una vez dentro del estuario, el rastreador “Robinson” se aproximó al “17 de Octubre” llevando a bordo al capitán de navío
Carlos Sánchez Sañudo quien se apresuró a pasar a su cubierta, para saludar
alborozado a su comandante, el capitán Bruzzone. Desde el puente de mando,
Sánchez Sañudo llamó al almirante Rojas y minutos después, el gran crucero,
nave insignia de la Armada Argentina,
pasó frente al “Murature” con su tripulación formada en
cubierta, disparando las diecisiete salvas de saludo en honor a quien, a partir
de ese momento, asumía el mando total de la Flota unificada. Detrás del gran crucero
hizo lo propio “La Argentina”, también
con sus tripulantes en cubierta, mientras arrojaba gruesas columnas de humo,
por sus chimeneas.
Como relata Ruiz Moreno, “…17
secos estampidos de cañón afirmaban la subordinación de la Flota a
su nuevo comandante”.
Rojas, emocionado, contemplaba la escena desde el patrullero,
acompañado por el general Uranga y su plana mayor de oficiales de Marina y
Ejército, viviendo lo que, según sus palabras, fue el momento más sublime de su
vida y el punto más alto de su carrera. El orgullo lo embargaba y la emoción
insuflaba nuevos bríos a su persona.
Esa misma mañana, con el viento azotando las cubiertas de las
embarcaciones, el almirante Rojas pasó al “17
de Octubre”, izando su insignia en el palo mayor y a las 11.45, emitió el
siguiente comunicado: “Se ha
efectuado reunión de la Flota de Mar con la Escuadra de
Ríos. Asumo comando en Jefe”. Quince minutos después, anunció por radio el
bloqueo de los puertos y el estado de beligerancia de la escuadra.
Eran las 18.00 del 16 de septiembre, los destructores “San Luis” y “Entre
Ríos” entraron en Puerto
Belgrano y atracaron junto al muelle principal. Muy cerca, el “9 de Julio” terminaba su alistamiento para zarpar
al día siguiente y unirse a la Flota. A las 22.00 hicieron su arribo el “Buenos Aires” y el “San
Juan” y poco después hicieron
lo propio otras unidades.
En el “Entre
Ríos” viajaba detenido el
capitán Palau, que una vez en puerto, fue conducido al “Moreno” junto al cabo principal Aníbal López,
de conocida filiación peronista, quedando ambos encerrados junto al resto de
los prisioneros.
De los destructores mencionados se descargaron torpedos y cargas
de profundidad y, acto seguido, se los proveyó de munición adecuada y víveres.
En plena noche, después de seis horas de intenso trabajo, los operarios navales
finalizaron la provisión de combustible, mientras el “9 de Julio” era dotado de la munición necesaria
para abastecer a cada una de las unidades de la Flota. Puesta a prueba su maquinaria, la central de
tiro y la antena del palo, todo estuvo listo para partir. El comando de la
unidad quedó a cargo del capitán de navío Bernardo Benesch, con el capitán de
fragata Alberto M. de Marotte como su segundo y el capitán de fragata Raúl
Francos como jefe de Artillería.
Enterado el gobierno de la reunión de la Armada en
el Río de la Plata, se dispuso un ataque
a cargo de la Fuerza Aérea, dado su
exitosa acción sobre la Escuadra de Ríos el día 16. Por ese motivo,
almirante Luis J. Cornes, ministro de Marina, tomó contacto con el capitán de
fragata Crexell, imponiéndolo de la decisión. El ministro ordenó al aviador se
dirigiese inmediatamente a la Base Aérea de Morón desde la que operaban los Avro Lincoln,
donde un amigo suyo, el comodoro Luis A. Lapuente, lo esperaba para planificar
la misión.
Se le propusieron a Crexell dos alternativas: atacar la Base Espora,
neutralizando de ese modo a la Aviación Naval que operaba desde allí sobre unidades
del Ejército o hacer lo propio contra la Flota, todo un símbolo en
manos rebeldes. Crexell no lo dudó, porque creía que la Escuadra representaba
un peligro mucho mayor, con su poder de fuego amenazando a la misma Buenos
Aires. Según su opinión, era mucho más conveniente preservar intacta la base
del sur y hostigar a los buques que amenazaban a la capital.
Crexell y Lapuente se encontraron en la base, donde el segundo
estudiaba un plan de ataque y se pusieron de acuerdo en que lo más acertado era
incursionar sobre la flota. Estaban seguros del éxito porque los buques de gran
calado se habían internado demasiado en aguas del Plata y ello les impediría
maniobrar adecuadamente cuando estuviesen bajo ataque. Un hecho de importancia
vino a confirmar que las unidades de mar eran el blanco adecuado cuando el
Servicio de Informaciones Navales descifró las claves de Puerto Belgrano
poniendo al tanto al Comando de Represión al tanto de las comunicaciones
rebeldes.
Por entonces, las radios insurrectas propalaban la noticia de que
a las 12.00 de ese día, la Armada iba a bombardear Buenos Aires, y eso
obligó a las emisoras estatales a desmentir apresuradamente la noticia,
minimizando el poder de las fuerzas enemigas.
El 17 por la mañana, el crucero “9
de Julio” y los destructores “Buenos Aires”, “San Luis”, “San Juan” y “Entre
Ríos” se hicieron a la mar,
poniendo proa directamente hacia el Río de la Plata. A la mañana siguiente, el almirante
Rojas dialogaba en la sala de mando con el capitán de corbeta Andrés Tropea,
cuando un comunicado urgente del general Lonardi lo impuso de la difícil
situación que atravesaban las tropas revolucionarias en Córdoba.
Comprendiendo la gravedad, Rojas convocó a su Estado Mayor y
después de ponerlo al tanto de lo que acontecía, dispuso llevar a cabo una
medida de fuerza tendiente a aliviar la presión sobre las posiciones rebeldes.
Se decidió bombardear los tanques de combustible de Mar del Plata, la Base de
Submarinos y el Regimiento de Artillería Antiaérea de Camet si aquellas
unidades no aceptaban plegarse a la revolución, medida solicitada oportunamente
por Puerto Belgrano.
A las 17.11 del 18 de septiembre el crucero “17 de Octubre” cursó
la siguiente directiva a su gemelo, el “9 de Julio”: “Destruir depósitos de petróleo y
nafta de Mar del Plata, previo aviso a la población”. Dos horas después
(19.02), la Escuadra de Destructores recibió un nuevo
despacho: “… destruir tanques
de petróleo de Mar del Plata y bombardear Regimiento antiaéreo”.
Encabezando al grupo de destructores, el “9 de Julio” desvió su rumbo y enfiló hacia los
objetivos.
A poco de recibida la orden, ocurrió un hecho inesperado que vino
a tensionar los ánimos en el “9
de Julio”. El cabo principal Miguel Spera, sabiendo que la flota atacaría
Mar del Plata, intentó amotinar a la tripulación, atacando a un oficial. Fue
muerto de un disparo cuando el reloj de a bordo daba las 22.30 y mientras su
cuerpo era sacado de la Sala de Máquinas, diez efectivos
sospechosos fueron arrestados y encerrados en un camarote, severamente
custodiados por una guardia armada.
Casi enseguida, otro hecho descabellado desconcertó a los
integrantes del alto mando: el capitán Bernardo Benesch se negaba a abrir fuego sobre Mar del Plata
demostrando con su actitud que todavía había gente que no asumía que estaba en
guerra.
Benesch manifestó que no pensaba disparar y se encerró en su
camarote. Si esa era su postura, debió haberse pronunciado antes, descendiendo
en Puerto Belgrano cuando el comando dispuso que aquel que no estuviese de
acuerdo con la revolución. El que hubiera permanecido embarcado para
finalmente, obrar de esa manera, fue una clara señal de que su actitud fue de
mera especulación debía abandonar las unidades ahí mismo.
Lo cierto es que el capitán Alberto de Marotte se hizo cargo del
mando y la misión de ataque siguió su marcha.
Para ese momento, la escuadra encabezada por el “9 de Julio”, se hallaba frente
a Mar del Plata. A las 21.15, el destructor “Entre
Ríos” cursó un despacho a la Base de
Submarinos, notificando que de no pronunciarse por la revolución, al amanecer
sería bombardeada; en su cable indicó también que se debía dar aviso a la
población civil y que se atacaría a todas aquellas tropas que opusieran
resistencia. En el comunicado se especificaba evacuar la zona de la explanada,
desde Paya Bristol hasta Playa Grande, con una profundidad mínima de cinco
cuadras de fondo, “Para evitar
mayor destrucción exijo presentación a bordo de inmediato del director de la Escuela Antiaérea y comandante de la Fuerza de
Submarinos. Si antes de la medianoche no se ha escuchado a las emisoras locales
propalar la orden de evacuación, se incluirá entre los objetivos a bombardear a
esa Base Naval”.
Mientras se desarrollaban estos acontecimientos, navegaban hacia
el Río de la Plata el buque taller “Ingeniero Gadda” y el submarino “Santiago del Estero”, este
último al mando del capitán Juan Bonomi después de abandonar sublevado la Base de Mar del Plata.
Estas dos embarcaciones cumplieron con eficiencia tareas de
bloqueo y vigilancia, e incluso el segundo, entró en acción ante la amenaza de
aviones no identificados.
Los hechos acontecieron a primeras horas de la tarde cuando el
sumergible y el buque taller cumplían la orden de iniciar aproximación a
Montevideo, impartida por el almirante Rojas a las 08.50 de la mañana. El “Ingeniero Gadda” ocupó posiciones en Cabo Polonio
mientras el submarino se aproximaba aún más al punto indicado. A las 13.10 el
radar del “Santiago del
Estero” detectó aviones no
identificados, razón por la cual, el capitán Bonomi mandó sonar las alarmas y
cinco minutos después ordenó a sus artilleros abrir fuego con su cañón Bofor 40 mm. “He repelido ataques de aviones
enemigos” fue el escueto
mensaje que irradió a las 13.20. Imposibilitado de sumergirse por la poca
profundidad del río, el submarino, que de ese modo ofrecía un blanco sumamente
vulnerable, no tuvo más remedio que disparar.
El “Santiago del
Estero” fue sobrevolado,
primeramente por dos aviones de la Fuerza Aérea Uruguaya que se le aproximaron en
misión de patrullaje y en segundo lugar por un aparato de la aviación leal que
pasó sobre su posición a baja altura. Fue entonces que disparó, sin alcanzar a
ninguno, aunque obligó a los primeros a mantener distancia y al segundo a
alejarse rumbo a Buenos Aires sin perpetrar ningún ataque. De ese modo, por
primera vez en la historia argentina, los submarinos de la Armada entraban
en acción.
“Los
submarinos son buques especialmente vulnerables en superficie; su
protección reside en tomar profundidad y, cualquier avería de poca
importancia en su casco, puede impedirle sumergirse y, dejarlo sin
defensa ante ataques aéreos. La audacia y valor eran condiciones
conocidas del Capitán de Corbeta Bonomi, comandante del ‘Santiago del
Estero’, y una vez más lo demostraba, internándose, bajo la amenaza de
los aviones del gobierno, en las aguas poco profundas del Río de la Plata, donde resultaba imposible tomar inmersión. Repeler los ataques aéreos con su único cañón Bofors 40 mm.
implicaba una serie de condiciones que todo oficial de marina podía
valorar debidamente, y pude apreciar con claridad los sentimientos que
animaban a quienes estaban conmigo, cuando me trajeron el escueto
mensaje de referencia”, refiere en su obra el contralmirante Jorge E. Perren2.
En la mañana del 18, el capitán de fragata Enrique Plater, comandante de la Base de Submarinos, embarcó en una lancha para dirigirse a la corbeta “República”, a bordo de la cual, mantuvo una entrevista con el capitán Miguel Mauro Gamenara. Aquel intentó convencerlo de que se plegase a las fuerzas rebeldes, pero Plater mantuvo su postura y se retiró para entrevistarse secretamente con el coronel Francisco Martos, jefe del Regimiento Antiaéreo de Camet, a quien intentó convencer de no ofrecer resistencia.
Las alternativas de ese encuentro y otro posterior que tuvo lugar
en la rotonda de acceso a la ciudad, muy cerca del cuartel de Bomberos, están
muy bien relatadas en la obra de Ruiz Moreno. Lo cierto es que Martos,
argumentando que la amenaza de bombardeo eran puras patrañas, se negó a
anunciar a la población que debía evacuar la zona y suponiendo a Plater
partidario de la revolución, intentó detenerlo.
El destructor "Entre Ríos" fue uno de los buques que atacó Camet (Imagen: gentileza Fundación Histarmar Historia y Arqueología Marítima) |
Desde el puente de mando del “Entre
Ríos” se estableció
comunicación con la base para exigir la presencia de Plater y la de su segundo,
el capitán de corbeta Francisco Panzeri, bajo pena de iniciar acciones en caso
de no hacerlo. El hecho dejó bien claro que ninguno de los dos oficiales estaba
con los sublevados y por ese motivo, Martos los liberó.
Plater y Panzeri regresaron a la base, a la vista de numerosos
efectivos de la Policía Federal que Martos había desplegado a lo largo
de la costa reforzados por civiles armados del partido justicialista.
A las 03.10 Plater se dirigió nuevamente al “Entre Ríos”, acompañado por el
capitán de corbeta Rafael González Aldalur y media hora después, abandonó la
nave, sumamente acongojado por no haber logrado un acuerdo. Había discutido
acaloradamente con el capitán Pantín, quien le recriminó duramente no haber
evitado el derramamiento de sangre y regresaba confundido, sin saber que
actitud adoptar.
La
Base Naval de Mar del Plata se hallaba en grave
situación, amenazada desde el mar por la flota rebelde y cercada en tierra por
el Ejército leal. Con su ánimo sumamente abatido, Plater solicitó a Panzeri que
enarbolase un género blanco en señal de rendición y se aprestase a deponer las
armas, pero aquel se negó.
A las 05.30 de la mañana, Plater llamó a reunión e impuso a sus
oficiales la situación imperante. Su estado de ánimo era tal, que su segundo,
el capitán de fragata Mario Peralta, lo recriminó enérgicamente y le exigió
adoptar la actitud correspondiente a un oficial de su rango, instándolo además,
a decidiese por uno u otro bando. Como no lo logró, el mismo Peralta tomó el mando,
se pronunció a favor del alzamiento y llamó al Regimiento de Artillería
Antiaérea y a la Policía Federal para que alertaran a la población
civil sobre la inminencia del ataque. Diez minutos después, el “9 de Julio” tocaba a zafarrancho de combate y apuntaba
sus cañones hacia el objetivo.
Eran las 06.10 del 19 de septiembre cuando un avión Martín Mariner
que regresaba a Puerto Belgrano tras una frustrada misión de ataque a las
destilerías de Dock Sud, estableció contacto con el “9 de Julio”, solicitando
autorización para bombardear los depósitos de combustible del puerto de Mar del
Plata. Concedida la misma, el avión naval se aproximó a los grandes tanques y
aún de noche arrojó sus bombas, alejándose inmediatamente en dirección sur.
Si bien ninguno de los proyectiles alcanzó el blanco, la maniobra
sirvió para demostrar a las fuerzas locales, que la cosa iba en serio.
Las detonaciones sobresaltaron a la población que a esa hora,
todavía dormía y muchas fueron las personas que saltaron de sus camas para observar
lo que ocurría a través de sus ventanas. La obscuridad de la noche impedía ver
algo aunque el resplandor de las llamas iluminaba fantasmagóricamente el techo
de nubes que cubría la ciudad.
En el “9 de
Julio”, las órdenes iban y venían. En el Centro de Control de Tiro, el jefe
de Artillería, capitán de fragata Raúl Francos, se aprestaba a abrir fuego
mientras la embarcación se sacudía por
el intenso oleaje.
Eran las 06.15, cuando el comandante De Marotte, comunicó por los
altavoces que, cumpliendo las directivas del Comando de la Flota en
Operaciones, se aprestaba a abrir fuego sobre el primer objetivo: los depósitos
de combustible de Mar del Plata. Anunció también que los destructores harían lo
propio sobre las instalaciones del Regimiento de Artillería Antiaérea en Camet
y llevando tranquilidad a los tripulantes, aclaró que esos objetivos eran
puramente militares y que en esos momentos, la población civil abandonaba el
sector, alertada por las autoridades de la ciudad. “El objeto de estas acciones es
demostrar a aquellos que han envilecido al país, pisoteando la libertad, las
leyes y los más caros sentimientos argentinos”. Inmediatamente después,
agregó que las fuerzas de la revolución estaban decididas a hacer desaparecer a
los autores de tales infamias y que si era necesario, también se atacaría el
puerto de Buenos Aires. Sus últimas palabras sirvieron para inflamar los ánimos
y levantar la moral. “Como
argentinos nos duele inmensamente el tener que hacer fuego sobre lo nuestro,
pero la ceguera de los que han injuriado la justicia y nos han llevado a la
ruina moral nos obliga a tomar esta determinación extrema. La Nación lo
espera todo de nuestro valor y del estricto cumplimiento del deber. Dotación
del crucero ‘9 de Julio’: ¡a sus puestos de combate!”.
Además de la arenga, Ruiz Moreno reproduce las órdenes
transmitidas desde el puente a la central de informaciones. Con rumbo 180,
velocidad 5, revoluciones 0-5-1 y una distancia de 9-1, 9-1, el crucero entró
en sector y a las 07.14 comenzó el ataque.
Los tres cañones de cada una de las cinco torres de artillería,
dispararon una primera descarga sacudiendo a la embarcación. Le siguieron
cuatro salvas más, disparando cada torre un cañón por vez y los tres al mismo
tiempo a partir de la
cuarta.
El
blanco fue alcanzado de lleno. Tres tanques volaron envueltos en
llamas, desprendiendo gruesas lenguas de fuego que iluminaron
tenebrosamente la noche. Pese a la obscuridad, los vigías de a bordo
distinguieron varios depósitos sin destruir, por lo que el cañoneo se
reanudó. Otra andanada de proyectiles cayeron sobre el sector,
transformo la zona en un infierno. Los estallidos provocaron una gruesa
nube de humo que comenzó a desplazarse en línea horizontal hacia
Miramar, impulsada pos los vientos a gran velocidad.
Todavía de noche, la población civil abandonaba el área presurosamente, bajo una persistente lluvia.
Los depósitos de combustible del puerto de Mar del Plata arden tras el bombardeo naval |
Llegado a una distancia de 289 grados y 9700 yardas, el “9 de Julio” efectuó su último ataque, tirando
nuevamente sobre los depósitos (07.23). Se dispararon en total 68 granadas de 6 pulgadas cada una, que destruyeron nueve de los
once tanques de petróleo, averiando de consideración el décimo. Los proyectiles
cayeron con impresionante precisión, dentro de un área de 200 metros de largo por 75 de ancho, impactando
fuera de ella solo cinco, no más allá de su límite. Ningún civil
resultó herido.
Tras 10 minutos de cañoneo, el “9
de Julio” se retiró, a los
efectos de brindar protección antiaérea a los destructores que entraban en
operaciones.
En
momentos en que la Flota atacaba los depósitos de petróleo, la Base de
Submarinos era rodeada por efectivos leales de la Policía Federal,
cuadros del Regimiento de Artillería Antiaérea que había instalado sus
cañones Bofors de 40 mm en las lomas que rodeaban al Campo de Golf y
civiles peronistas fuertemente armados. Por ese motivo, el capitán
Peralta, comandante interino de la base, solicitó auxilio urgente a la
Escuadra de Destructores para que aquella le proveyera cobertura: “Estimo que estoy a punto de ser
atacado. Solicito apoyo artillero”. La respuesta no tardó en llegar.
-Daré apoyo de fuego inmediatamente. Debe designar spotter
terrestre y establecer ligazón en el canal GAS-1.
Los destructores “Entre
Ríos”, “Buenos Aires” y “San
Luis”, apoyados por la corbeta “República”,
iniciaron su aproximación a 12 nudos, en el preciso momento en que el “9 de Julio” dejaba de disparar.
En el “Buenos
Aires”, su comandante, Eladio Vázquez, ordenó al jefe de Artillería,
teniente de navío Gonzalo Bustamante, abrir fuego.
Orientado desde tierra por el teniente de navío Jorge A. Fraga, el “Buenos Aires” hizo un primer disparó que se fue
largo, por encima del objetivo. Sus proyectiles sobrevolaron el cementerio e
impactaron en plena avenida Juan B. Justo (frente a un negocio de pesca),
provocando serios daños en las edificaciones del sector.
Fraga indicó bajar 500
milímetros las bocas de fuego y
la segunda andanada dio de lleno en un de los cañones que amenazaban la Base Naval desde las alturas de la cancha de
golf. El spotter (teniente Fraga), notificó por radio que los proyectiles
habían hecho blanco e incentivado por el éxito, indicó bajar las piezas todavía
más, para lanzar una nueva descarga. La misma arrasó las posiciones sobre las
barrancas del campo de juego, disparando intermitentemente cada 10 segundos.
Soldados y milicianos se alejaron a todo correr, dejando a sus
espaldas varios muertos y heridos. Los que se mantuvieron firmes en sus
puestos, fueron los milicianos de la CGT, que una vez más
demostraban estar dispuestos a vender caras sus vidas. En otro punto, sobre
Playa Grande, partidarios a la revolución agitaban banderas, vivando a la Marina y la Patria sin
saber exactamente, el peligro que corrían.
Detrás del “Buenos
Aires” llegaron el “Entre Ríos” y el “San
Luis”, los dos navegando en línea y disparando sobre las posiciones
peronistas. Eso no impidió que tropas del Ejército y elementos sindicales
abrieran fuego contra las instalaciones de la base y que el mismo continuase,
aún después de finalizado el cañoneo (09.30).
Se produjo entonces un desordenado desbande cuando oficiales y
efectivos de la Base Naval corrieron hacia las lanchas y los
botes amarrados en los muelles y hacia tres barcos pesqueros que el capitán
Panzeri había hecho traer especialmente. Y mientras algunos marinos arrojaban
las armas al agua para evitar que cayesen en manos del enemigo, la gran mayoría
trepó a bordo y se hizo a la mar, mientras era tiroteada desde tierra por las
fuerzas peronistas. Desde las lanchas y los pesqueros se respondió el ataque,
generándose un intercambio de disparos que se prolongó por espacio de varios
minutos.
En pleno enfrentamiento a varios de los botes, que eran remolcados
por las lanchas, se les cortaron las cuerdas quedando a la deriva, a merced de
los disparos y el sacudir de las aguas.
Fue en
medio de ese pandemonium que un oficial del Cuerpo Técnico,
siguiendo instrucciones del capitán Peralta, izó bandera de parlamento y
el
intercambio de disparos comenzó a disminuir. Minutos después, el cónsul
uruguayo en Mar del Plata, que había sido expresamente convocado, envió
un
comunicado a la Flota a través de la Base Naval, informando que la
ciudad capitulaba. Hubo júbilo y algarabía a bordo, momento que
aprovechó el capitán De Marotte, para hablar por los altavoces.
El comandante felicitó a la tripulación por el éxito obtenido y
agregó que el mismo se debió al esfuerzo y el entusiasmo en el cumplimiento del
deber que habían demostrado las tripulaciones y a continuación exhortó a seguir
adelante, hasta la victoria final. La Marina no había sufrido bajas, a excepción
del suboficial amotinado horas antes de las acciones pero sí el Ejército,
cuando un proyectil del “9 de
Julio”, impactó de lleno en el cañón sobre el campo de golf, referido
anteriormente.
El
comandante de la Escuadrilla de Destructores, capitán Luis Mallea, no
se confiaba demasiado de la rendición de las fuerzas leales y por esa
razón, mandó llamar a los comandantes del Regimiento de Artillería
Antiaérea de Camet y del Destacamento de Aeronáutica, aclarando que, de
no hacerlo, abriría fuego sobre sus instalaciones, de acuerdo a las
instrucciones impartidas el día anterior por el almirante Rojas.
En
espera de tales resoluciones, dispuso el desembarco de un pelotón de
Infantería de Marina con la misión de ocupar la Base de Submarinos para
reforzar sus defensas, al mando del capitán de fragata Carlos López.
Destacado para apoyar la operación, el destructor “Buenos Aires”
entró lentamente en el puerto, rumbo a la dársena de submarinos,
mientras civiles partidarios de la revolución saludaban desde tierra,
bajo la intensa lluvia, saltando y agitando banderas patrias.
En el sector norte, frente a las costas de Camet, los destructores “Entre Ríos” y “San Luis” con la corbeta “República”,
se aprestaban a entrar en acción ante el total silencio que mantenían
los jefes del Ejército convocados a dialogar y por el temor que infundía
el Regimiento de Artillería de Tandil que, según versiones, avanzaba en
esos momentos sobre la ciudad.
A las 11.00 de aquel agitado 19 de septiembre, los buques de la Armada tomaron posiciones y abrieron fuego desde 6000 metros
de distancia, lanzando 175 proyectiles que destruyeron las
instalaciones del regimiento, entre ellas el tanque de agua que sostenía
la antena del radar. Varios edificios quedaron en llamas pero
afortunadamente, no hubo que lamentar víctimas porque menos de una hora
antes, sus tropas habían sido evacuadas hacia la vecina localidad de
Cobo, dejando vacías las dependencias.
El ataque finalizó a las 11.30 y a continuación, los buques enfilaron hacia el puerto, encabezados por el “San Luis”,
navegando bajo un cielo plomizo y sobre aguas agitadas. Cuando se
disponían a ingresar, la base era atacada por civiles peronistas que
habían llegado al lugar en varios camiones.
Se
generó entonces, un violento tiroteo que finalizó cuando a la altura de
Playa Grande, los destructores dispararon sus Bofors 40 mm, apoyados
por el fuego de armas de repetición de los efectivos navales en tierra.
Los civiles, duramente hostigados, se retiraron en diversas direcciones
llevando a la rastra a algunos heridos.
Los destructores solicitaron refuerzos al “9 de Julio”,
para reforzar las posiciones de quienes defendían la base. Su
comandante retransmitió el pedido al almirante Rojas y este lo autorizó,
agregando que una vez concluida la operación y se hubiese establecido
la calma, partiese de inmediato hacia el norte para reunirse con el
grueso de las unidades en el Río de la Plata3.
Con el “San Luis” frente a Playa Grande y el “Buenos Aires” patrullando los accesos al puerto, el “9 de Julio”
se aproximó a la costa mientras aún se escuchaban disparos aislados.
Dos de los pesqueros requisados se le acercaron por babor para recibir
una compañía de infantes de Marina compuesta por 5 oficiales y 120
efectivos, que fue conducida inmediatamente a tierra, para ocupar la
base y sus alrededores.
Reducidos
y rechazados los milicianos peronistas, Mar del Plata fue ocupada sin
mayores inconvenientes y una hora después los cuatros destructores junto
al “9 de Julio” pusieron
proa hacia el norte con el objeto de reunirse a la Flota de Mar, pronta a
entrar en acción contra La Plata y la misma Buenos Aires.
Para entonces, en las bocas del gran estuario, el almirante Rojas, el general Uranga y su Estado Mayor pasaban a “La Argentina”, fondeada en el pontón “Recalada” frente a Punta Indio. La nave insignia, el “17 de Octubre”,
fue enviada a encabezar la denominada Fuerza de Tareas Nº 7 que debía
llevar a cabo el ataque a las destilerías de Dock Sud. Pese a que lo
bajo de las nubes, la lluvia y los vientos dificultaban cualquier tipo
de operaciones, el comando de la flota temía que de un momento a otro la Fuerza Aérea iniciase incursiones de hostigamiento desde Morón y por esa razón, era imperioso iniciar las acciones lo antes posible.
Bajo
una lluvia torrencial, en un día de truenos y relámpagos, sacudidas las
aguas por los fuertes vientos de fines de invierno, la Fuerza de Tareas
Nº 7 puso proa al objetivo con órdenes precisas de iniciar acciones a
las 13.00 horas en punto.
A
las 11.26, el capitán de navío Carlos Sánchez Sañudo cursó a las
autoridades leales un comunicado en el que se instaba al gobierno a
advertir a la población, a través de las radios oficiales, que estaba
pronto a comenzar el ataque y que se debían adoptar los recaudos
necesarios para poner la misma a cubierto. Aquel funcionario que no
cumpliese con la directiva, sería juzgado como criminal de guerra al
finalizar el conflicto.
Según
cuenta Ruiz Moreno, el Comando de Operaciones Navales en tierra, acusó
recibo del mensaje, pero las radios gubernamentales mantuvieron un
hermetismo absoluto.
Imágenes
Puerto Belgrano. Escalón de Comunicaciones (Fotografías: Miguel Ángel Cavallo: Puerto Belgrano. Hora Cero. La Marina se subleva) |
Central de Comando. Puerto Belgrano (Fotografías: Miguel Ángel Cavallo: Puerto Belgrano. Hora Cero. La Marina se subleva) |
Control de Radares. Base Naval Puerto Belgrano (Fotografías: Miguel Ángel Cavallo: Puerto Belgrano. Hora Cero. La Marina se subleva) |
Cuarto de máquinas del "17 de Octubre" (Imagen: gentileza Fundación Histarmar Historia y Arqueología Marítima) |
Madrugada del 19 de septiembre. El crucero "9 de Julio"
abre fuego sobre los depósitos de combustible
del puerto de Mar del Plata
(Imagen: gentileza Fundación Histarmar Historia y Arqueología Marítima)
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La Base Naval de Mar del Plata también fue blanco de la flota rebelde
(Imagen: gentileza Fundación Histarmar Historia y Arqueología Marítima)
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Fragata "Sarandí" (Imagen: gentileza Fundación Histarmar Historia y Arqueología Marítima) |
Fragata "Hércules"
(Imagen: gentileza Fundación Histarmar Historia y Arqueología Marítima)
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Destructor "San Juan"
(Imagen: gentileza Fundación Histarmar Historia y Arqueología Marítima)
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Destructor "San Luis"
(Imagen: gentileza Fundación Histarmar Historia y Arqueología Marítima)
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Crucero "La Argentina", nave insignia del almirante Rojas
hasta su trasbordo al "17 de Octubre" la madrugada
del 19 de septiembre
(Imagen: gentileza Fundación Histarmar Historia y Arqueología Marítima)
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Destructor "Buenos Aires"
(Imagen: gentileza Fundación Histarmar Historia y Arqueología Marítima)
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Buque taller "Ingeniero Iribas"
(Imagen: gentileza Fundación Histarmar Historia y Arqueología Marítima)
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Mar del Plata. Depósítos de combustible en llamas (Fotografía: Isidoro Ruiz Moreno, La Revolución del 55, Tomo II) |
Comercio del barrio portuario en Mar del Plata
alcanzado por un proyectil naval (Imágen: Nair Miño, Diario "La Capital" de Mar del Plata, Album de Familia http://www.lacapitalmdp.com/contenidos/fotosfamilia/fotos/8054) |
Regimiento de Artillería Antiaérea de Camet blanco del fuego naval (Imágen: Diario "La Capital" de Mar del Plata, Album de Familia http://www.lacapitalmdp.com/contenidos/fotosfamilia/fotos/8054)
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Notas
1 El vicealmirante consideraba una
humillación que la misma flameara en el mástil de un buque sublevado.
2 Jorge E. Perren, Puesto
Belgrano y la
Revolución Libertadora, p. 197.
3 Ese fue el momento en que
desembarcaron los efectivos de Infantería
Publicado 20th January 2013 por Alberto N. Manfredi (h)