La gran carpa del aborto. Por Miguel De Lorenzo
Siempre fue para mí una imposibilidad acertar qué cosa es el peronismo.
Estrategas y politólogos, periodistas
de toda especie, nos envían señales bien diversas, como que se trata
de un partido, de una ideología, de un movimiento, de una mafia, de una
cruzada por los trabajadores y por ahí, un tal Bárbaro habla de una
cierta cultura.
Sabemos que alberga dentro suyo,
comunistas aguerridos, nazis iracundos, liberales de peso, populistas
irrefrenables, chavistas anticapitalistas, vaticanistas
misericordiosos, masones filantrópicos, demócratas puros, gremialistas
opulentos, señorías de los burdeles, todos y otros más, bajo la
inmensa carpa multicolor que dice ser peronismo y que parece
reunirlos y más aún, protegerlos de inclemencias externas.
Aunque también es cierto que, en el entrevero, se puede distinguir un grupo de gente realmente buena.
De todos modos nadie duda que los
políticos peronistas – y ahora casi todos declaran ser parte del
peronismo – son ciudadanos distintos de los demás, de primera,
pertenecientes a una suerte de casta, intocables naturalmente.
Lo cierto es que sea lo que fuera el peronismo, al decir de Troilo: “nunca se fue…. si siempre está volviendo”
Ahora otra vez vuelven los de siempre,
y algunos más, peronistas heterodoxos, con sus verdades a cuestas y
sus fracasos a cuenta nuestra.
Mientras tanto el país permanece perdido
en un laberinto sin final a la vista, y sin destino conocido. Lugones
que tanto sufría la patria, decía que “no hay encierro como la falta de
horizonte”. Pasados los años, cercada la patria por un inmenso
cansancio, el horizonte no es sino una abstracción o una forma de la
melancolía.
O
acaso Idénticos personajes, con iguales propuestas, luego de inciertos
años de fracasos y cenizas, cargados de consignas deshilachadas, de
infamias, de robos, de odios, podrían finalmente engendrar algo
diferente.
Dicen con cierta razón, que Perón dejó
palabras para casi cualquier ocasión, a favor o en contra de lo que
fuere, y habitualmente algún peronista insiste en desempolvarlas y
ciertas o no, vaya uno a saber, las repite pomposamente como si fueran
del general.
Sin embargo es sabido que Perón, y aún
Evita, para el aborto solo tuvieron frases de condena. En este punto
no le conocemos ambivalencias.
Por el contrario hoy, bajo la gran
carpa peronista, aquella de los fieles seguidores del general, la única
consigna en la que casi todos coinciden, es en el aborto. Es decir,
están de acuerdo en nombre de la lealtad a Perón, en oponerse a la
opinión de Perón y Evita.
Muy raro.
Los políticos abortistas, y los medios –
que mayoritariamente lo son – opinan que a través de la promulgación
de la ley del aborto, o sea descuartizando bebes, por obra de esa
desolación tenebrosa, justamente por ahí pasaría el camino de la
liberación de la mujer y la entrada del país en tiempos que avizoran
como de completa felicidad. “El lenguaje de los políticos – escribe
Orwell – está hecho de modo que el asesinato parezca respetable”.
En la gran carpa poli rubro, del
peronismo heterodoxo y afines, a pesar de la diversidad y hasta
oposición de sus ideas, hay algo que los junta, los amontona y
determina un hecho criminal, quieren convertirse en asesinos y obligar a
otros que lo sean. No se dan cuenta, no hay palabras para explicarles
que la sangre de esos bebés, inocentes de todo, temprano o tarde
caerá sobre ellos, y para unos y otros, es decir, para todos los
argentinos, será solo dolor, uno desconocido y fiero. Un dolor y un
silencio que pesarán como piedras en el alma
Es así que otra vez, no podemos sino coincidir con Lugones: “el rebajamiento posee un perverso instinto de rebajarlo todo”.
Es bueno acordarse de esto a la hora de
votar, es necesario acordarse de que la gran carpa es en cierto modo,
guarida, o sea cobijo de bestias, que en definitiva no son otra cosa,
aquellos que exigen y redactan y votan leyes para matar bebés.