LA LUCHA EN EL EXTREMO SUR BONAERENSE
Aviones navales parten de la Base Comandante Espora para bombardear al Regimiento de Infantería 5 de Bahía Blanca (Ilustración: Miguel Ángel Cavallo, Puerto Belgrano. Hora Cero. La Marina se subleva) |
Con la Flota de Mar en aguas abiertas y sin novedades respecto a su posición, solo permanecían en puerto los acorazados “Moreno” y “Rivadavia”, los destructores “Santa Cruz”, “Misiones” y “Juan de Garay”, este último perteneciente a la Escuadra de Ríos; los cruceros “25 de Mayo” y “Almirante Brown”, buques de reserva, buques auxiliares sin artillería, tres lanchas torpederas, un balizador, dos BDI, chatas y remolcadores. Sin ninguna duda, la Argentina disponía de una importante flota de guerra pero, al momento del estallido, la mayor parte de sus unidades se hallaban lejos de sus bases.
La
noche del 15 de septiembre la policía de Comandante Espora se hallaba
particularmente activa, tanto, que el jefe del alzamiento, capitán de
navío Jorge E. Perren, creyó que se había filtrado algún tipo de
información.
Tras
una serie de movimientos, con oficiales yendo y viniendo hacia puntos
de encuentro previamente convenidos, todo estuvo listo.
Seguido
por un grupo de jefes rebeldes, Perren abandonó en plena noche la casa
del capitán de corbeta Ciro Scotti, donde había estado escondido y se
encaminó a la del comandante de la Base, vicealmirante Ignacio Chamorro,
para proceder a su detención.
Tanto
Chamorro, como su par, el almirante Héctor W. Fidanza, miembro del
Tribunal Especial de la Armada, fueron reducidos y enviados al acorazado
“Moreno” en calidad de
detenidos, lo mismo los capitanes de navío que comandaban la 2º División
y todos los cuadros que no se había plegado a la revolución.
A
las 07.00 de la mañana, en momentos en que el personal militar y civil
ingresaba en la unidad, la zona estaba bajo control rebelde, lo mismo la
cercana Base Naval de Puerto Belgrano.
Tal
como explica Ruiz Moreno en su obra, una vez asegurados los puntos
estratégicos, la amenaza más grande la representaba el Regimiento 5 de
Infantería con sus cuarteles próximos a Bahía Blanca, a cuyo frente se
hallaba el teniente coronel Amadeo Angel Albrizzi.
Dado
el hermético silencio mantenido por el regimiento respecto a la
revolución, se decidió cursarle un mensaje intimándolo a plegarse al
alzamiento o deponer las armas. Albrizzi, adoptando medidas tácticas,
mantuvo silencio de radio con la intensión de desorientar a sus
adversarios, ignorando que en horas de la mañana, aquellos habían
captado sus pedidos de ayuda a sus pares de Olavarría y Azul y que se
adoptaban medidas en a ese respecto.
Dada
la obstinada actitud de Albrizzi, el capitán de navío Arturo Rial,
comandante revolucionario en el Sector Sur, cursó una nueva intimación,
recibiendo como respuesta la confirmación de que el jefe del regimiento
concurriría personalmente a Comandante Espora para parlamentar. No eran
más que excusas para ganar tiempo y eso lo sabían los cabecillas
revolucionarios.
A
las 15.00 horas una formación aeronaval detectó movimiento de tropas en
las inmediaciones de General Cerri, hecho que inquietó a las
autoridades de la base y las puso en estado de alerta. Se trataba de
tres camiones con efectivos de refuerzo para el Regimiento 5 de
Infantería, despachados esa misma mañana por el Comando de Represión.
Con
la intención de detener su avance, los aviones rebeldes enfilaron hacia
ellos y les arrojaron sus bombas, obligándolos a dispersarse
apresuradamente.
Se
dispuso a continuación, la ocupación de Bahía Blanca, punto clave para
el desarrollo de las acciones. A tal efecto, tropas de Infantería de
Marina recibieron órdenes de alistamiento para marchar sobre la ciudad. A
las 15.30 los efectivos abordaron varios camiones y se pusieron en
marcha al mando del capitán de corbeta Guillermo Castellanos, el mismo
que esa mañana había sobrevolado los cuarteles del Regimiento 5 de
Infantería en el avión Catalina que piloteaba el capitán de fragata Raúl
Galmarini.
Las fuerzas rebeldes ocupan Bahía Blanca (Ilustración: Miguel Ángel Cavallo, Puerto Belgrano. Hora Cero. La Marina se subleva) |
Según
Ruiz Moreno, Bahía Blanca fue ocupada a las 16.00 horas en punto, sin
oposición, destacándose patrullas hacia los caminos de acceso y
allanando los locales de la GCT y la CGE, en los que se secuestró
armamento y documentación. Los movimientos finales tuvieron lugar en
Villa Mitre, barrio obrero de marcada presencia peronista, donde se
apostaron dos camiones y un blindado con veinte hombres y un equipo de
radio a efectos de mantener bajo estricta vigilancia tan conflictivo
sector.
Cuando
el capitán Castellanos se instaló en la Municipalidad (18.00), la
población se hallaba bajo completo control y fue entonces que la
ciudadanía se volcó masivamente a las calles para apoyar el movimiento,
vivando a la Marina y lanzando epítetos contra Perón.
Desde
la estación de transmisión de LU7, Castellano irradió una encendida
proclama revolucionaria que no hizo más que aumentar el ardor combativo
de la población. Muchos civiles se ofrecieron como voluntarios, deseosos
de engrosar las filas antigubernamentales, mientras aviones navales
arrojaban volantes difundiendo los postulados del alzamiento e invitando
al pueblo a adherirse.
Comenzaba
a promediar la tarde cuando el capitán Perren pudo informar al comando
rebelde que tanto Bahía Blanca como Punta Alta, hasta un radio de 300
kilómetros a la redonda, se hallaban bajo control revolucionario, a
excepción, de las instalaciones del Regimiento 5 de Infantería.
A
esa altura era evidente que el teniente coronel Albrizzi abrigaba la
esperanza de recibir refuerzos de los regimientos de Azul y Olavarría,
ignorando que los marinos, al ocupar Bahía Blanca, se habían apoderado
de las claves de comunicaciones del Ejército y que estaban al tanto de
todos sus movimientos. Por esa razón, el capitán Rial, vencidos los
plazos acordados para una definición, decidió atacar la unidad.
Por
orden suya, el capitán de fragata Edgardo S. Andrew estableció un nuevo
contacto telefónico y después que le alcanzó el aparato, le notificó a
Albrizzi que tenía exactamente dos minutos para pronunciarse porque de
lo contrario, el regimiento iba a ser bombardeado.
Después
de recibir la orden de alistamiento seis aviones navales se
posicionaron en la cabecera de la pista, listos para despegar y ante una
nueva serie de excusas, vencido el tiempo acordado, recibieron la orden
de decolar.
Preocupado, el capitán Andrew intentó intermediar, solicitando a su superior que detuviera la incursión:
-Señor, no los bombardee, yo los conozco y sé que tarde o temprano se nos van a plegar.
No acostumbrado a la guerra, el oficial no admitía la entrada en acción. Sin embargo el capitán Rial se mantuvo firme.
-¡De la orden de bombardear!
Uno
tras otro, los AT-6 North American carretearon por la pista y decolaron
con una diferencia de medio minuto entre uno y otro, hacia la periferia
de la ciudad.
A las 17.00 horas atacaron las instalaciones
del regimiento recibiendo como respuesta intenso fuego de
ametralladoras y fusilería. El aparato del teniente de navío Rubén
Iglesias fue alcanzado y pese a que el piloto resultó herido en una
pierna, pudo llegar a Espora y aterrizar sin inconvenientes.
A
la primera incursión le siguió otra, con sus aviones efectuando vuelos
rasantes sobre el objetivo, a los efectos de mantener amedrentada la
unidad. Sin embargo, lejos de deponer su actitud, el regimiento mantuvo
su silencio, evidenciando su intención de no plegarse al alzamiento.
Mientras
se producía el segundo ataque, el Comando de Represión alentaba a la
resistencia desde Buenos Aires y anunciaba el envío de refuerzos. Gran
alivio debió experimentar Albrizzi cuando supo que la III División de
Caballería al mando del general Eusebio Molinuevo avanzaba en su ayuda,
reforzada por elementos del Regimiento 2 de Artillería, del Destacamento
de Comunicaciones 3, del poderoso Regimiento 3 de Infantería Motorizado
con asiento en La Tablada (el mismo que entrara en combate contra los
Gloster Meteor el 16 de junio) y del Destacamento de Zapadores 3. Por su
parte, desde Azul se puso en marcha el Regimiento 1 de Caballería y
desde Tandil el Regimiento 2, tomando ambos los caminos de Juárez y Tres
Arroyos.
Información
recibida desde diferentes puntos del país daba cuenta de que la lucha
en la Base Naval de Río Santiago se tornaba desfavorable y que en el Río
de la Plata, los destructores “La Rioja” y “Cervantes”
habían recibido un duro castigo por parte de la Fuerza Aérea. Eso, más
el avance de las unidades del Ejército, decidieron un nuevo ataque sobre
el Regimiento 5 de Infantería.
A
las 21.30 de aquel agitado día, dos bombarderos Catalina partieron de
Comandante Espora con destino a la unidad militar alcanzando el objetivo
quince minutos después.
El
primero arrojó bengalas para iluminar el blanco y el segundo, dejó caer
sus bombas, impactando en las instalaciones, sin causar víctimas. Esta
vez no hubo respuesta y los aparatos retornaron a la base sin novedad.
Media hora después, fue interceptada una comunicación del Ejército que
arengaba al 5 de Infantería que, entre otras cosas decía: “No rendirse a la Marina. Los bombardeos serán suspendidos porque no tienen espoletas. En breve plazo, recibirá apoyo aéreo”.
Aquella
intercepción radial llevó al alto mando rebelde a adoptar medidas
defensivas en previsión de de que el regimiento efectuase algún tipo de
movilización. Para ello se mantuvieron sobre sus cuarteles permanentes
patrullas aéreas y se ordenó el reagrupamiento de las fuerzas militares
que ocupaban Bahía Blanca. Las avanzadas rebeldes se aproximaron tanto a
las líneas enemigas, que en dos puntos diferentes, las secciones de los
tenientes de navío Martín Schwarz y Juan J. Costa, sobrepasaron su
perímetro defensivo.
A
las 23.00 horas tropas de la Marina que ya habían cortado las líneas
telefónicas que comunicaban Bahía Blanca con Buenos Aires, volaron el
puente de la Ruta Nacional Nº 3, sobre el río Quequén Salado, ubicado
entre Coronel Dorrego y Tres Arroyos, a 150 kilómetros de la base
aeronaval. La misión la llevó a cabo una sección de demolición integrada
por diecisiete hombres al mando del teniente de navío ingeniero Jorge
Yódice, secundado por el teniente de navío de Infantería de Marina
Eduardo Fracassi y el guardiamarina Luis Pozzo, experto en explosivos.
Los comandos despegaron en un avión desde Comandante Espora y a las
18.45, aterrizaron en un campo próximo al objetivo. Ni bien echaron pie a
tierra, un grupo corrió hasta la ruta para bloquearla con ramas y
distinto tipo de obstáculos mientras el otro procedía a colocar los
explosivos en dos puntos diferentes de la estructura.
Una
vez montado el dispositivo, los efectivos se retiraron y cuando se
hallaban a una distancia prudencial, se detuvieron y accionaron el
mecanismo. Se produjo una terrible explosión que sacudió la noche y
mientras una el resplandor y las llamas iluminaban el área, el puente se
desplomó. El plan incluía la voladura de un puente ferroviario próximo
al anterior pero la falta de tiempo impidió la operación. Los comandos
abordaron el avión y a las 24.00 emprendieron el regreso, después de
completar exitosamente la primera fase del plan destinado a obstaculizar
los accesos al sector rebelde.
Imágenes
Ilustraciones: Miguel Ángel Cavallo, Puerto Belgrano. Hora Cero. La Marina se subleva
Aprestos en Comandante Espora |
Personal de tierra monta una bomba bajo el ala de un PBY Catalina
|
Un AT-6 North American vuela hacia el RI5 de Bahía Blanca |
Centro de Comunicaciones. Base Comandante Espora |
Blindados de la Marina recorren la ciudad |
Las tropas rebeldes ocupan la Municipalidad
|
Aviones navales sobrevuelan Bahía Blanca |
C.C. Guillermo Castellanos (der.) jefe naval a cargo de Bahía Blanca (Fotografías: Miguel Ángel Cavallo, Puerto Belgrano. Hora Cero. La Marina se subleva) |
Publicado 20th January 2013 por Alberto N. Manfredi (h)