viernes, 14 de junio de 2019

LA LUCHA EN EL EXTREMO SUR BONAERENSE

LA LUCHA EN EL EXTREMO SUR BONAERENSE

Aviones navales parten de la Base Comandante Espora para bombardear
al Regimiento de Infantería 5 de Bahía Blanca
(Ilustración: Miguel Ángel Cavallo, Puerto Belgrano. Hora Cero. La Marina se subleva)

Con la Flota de Mar en aguas abiertas y sin novedades respecto a su posición, solo permanecían en puerto los acorazados “Moreno” y “Rivadavia”, los destructores “Santa Cruz”, “Misiones” y “Juan de Garay”, este último perteneciente a la Escuadra de Ríos; los cruceros “25 de Mayo” y “Almirante Brown”, buques de reserva, buques auxiliares sin artillería, tres lanchas torpederas, un balizador, dos BDI, chatas y remolcadores. Sin ninguna duda, la Argentina disponía de una importante flota de guerra pero, al momento del estallido, la mayor parte de sus unidades se hallaban lejos de sus bases.
La noche del 15 de septiembre la policía de Comandante Espora se hallaba particularmente activa, tanto, que el jefe del alzamiento, capitán de navío Jorge E. Perren, creyó que se había filtrado algún tipo de información.
Tras una serie de movimientos, con oficiales yendo y viniendo hacia puntos de encuentro previamente convenidos, todo estuvo listo.
Seguido por un grupo de jefes rebeldes, Perren abandonó en plena noche la casa del capitán de corbeta Ciro Scotti, donde había estado escondido y se encaminó a la del comandante de la Base, vicealmirante Ignacio Chamorro, para proceder a su detención. 

Tanto Chamorro, como su par, el almirante Héctor W. Fidanza, miembro del Tribunal Especial de la Armada, fueron reducidos y enviados al acorazado “Moreno” en calidad de detenidos, lo mismo los capitanes de navío que comandaban la 2º División y todos los cuadros que no se había plegado a la revolución.
A las 07.00 de la mañana, en momentos en que el personal militar y civil ingresaba en la unidad, la zona estaba bajo control rebelde, lo mismo la cercana Base Naval de Puerto Belgrano.
Tal como explica Ruiz Moreno en su obra, una vez asegurados los puntos estratégicos, la amenaza más grande la representaba el Regimiento 5 de Infantería con sus cuarteles próximos a Bahía Blanca, a cuyo frente se hallaba el teniente coronel Amadeo Angel Albrizzi.
Dado el hermético silencio mantenido por el regimiento respecto a la revolución, se decidió cursarle un mensaje intimándolo a plegarse al alzamiento o deponer las armas. Albrizzi, adoptando medidas tácticas, mantuvo silencio de radio con la intensión de desorientar a sus adversarios, ignorando que en horas de la mañana, aquellos habían captado sus pedidos de ayuda a sus pares de Olavarría y Azul y que se adoptaban medidas en a ese respecto.
Dada la obstinada actitud de Albrizzi, el capitán de navío Arturo Rial, comandante revolucionario en el Sector Sur, cursó una nueva intimación, recibiendo como respuesta la confirmación de que el jefe del regimiento concurriría personalmente a Comandante Espora para parlamentar. No eran más que excusas para ganar tiempo y eso lo sabían los cabecillas revolucionarios.
A las 15.00 horas una formación aeronaval detectó movimiento de tropas en las inmediaciones de General Cerri, hecho que inquietó a las autoridades de la base y las puso en estado de alerta. Se trataba de tres camiones con efectivos de refuerzo para el Regimiento 5 de Infantería, despachados esa misma mañana por el Comando de Represión.
Con la intención de detener su avance, los aviones rebeldes enfilaron hacia ellos y les arrojaron sus bombas, obligándolos a dispersarse apresuradamente.
Se dispuso a continuación, la ocupación de Bahía Blanca, punto clave para el desarrollo de las acciones. A tal efecto, tropas de Infantería de Marina recibieron órdenes de alistamiento para marchar sobre la ciudad. A las 15.30 los efectivos abordaron varios camiones y se pusieron en marcha al mando del capitán de corbeta Guillermo Castellanos, el mismo que esa mañana había sobrevolado los cuarteles del Regimiento 5 de Infantería en el avión Catalina que piloteaba el capitán de fragata Raúl Galmarini.
Las fuerzas rebeldes ocupan Bahía Blanca
 (Ilustración: Miguel Ángel Cavallo, Puerto Belgrano. Hora Cero. La Marina se subleva)

Según Ruiz Moreno, Bahía Blanca fue ocupada a las 16.00 horas en punto, sin oposición, destacándose patrullas hacia los caminos de acceso y allanando los locales de la GCT y la CGE, en los que se secuestró armamento y documentación. Los movimientos finales tuvieron lugar en Villa Mitre, barrio obrero de marcada presencia peronista, donde se apostaron dos camiones y un blindado con veinte hombres y un equipo de radio a efectos de mantener bajo estricta vigilancia tan conflictivo sector.
Cuando el capitán Castellanos se instaló en la Municipalidad (18.00), la población se hallaba bajo completo control y fue entonces que la ciudadanía se volcó masivamente a las calles para apoyar el movimiento, vivando a la Marina y lanzando epítetos contra Perón.
Desde la estación de transmisión de LU7, Castellano irradió una encendida proclama revolucionaria que no hizo más que aumentar el ardor combativo de la población. Muchos civiles se ofrecieron como voluntarios, deseosos de engrosar las filas antigubernamentales, mientras aviones navales arrojaban volantes difundiendo los postulados del alzamiento e invitando al pueblo a adherirse.  
Comenzaba a promediar la tarde cuando el capitán Perren pudo informar al comando rebelde que tanto Bahía Blanca como Punta Alta, hasta un radio de 300 kilómetros a la redonda, se hallaban bajo control revolucionario, a excepción, de las instalaciones del Regimiento 5 de Infantería.
A esa altura era evidente que el teniente coronel Albrizzi abrigaba la esperanza de recibir refuerzos de los regimientos de Azul y Olavarría, ignorando que los marinos, al ocupar Bahía Blanca, se habían apoderado de las claves de comunicaciones del Ejército y que estaban al tanto de todos sus movimientos. Por esa razón, el capitán Rial, vencidos los plazos acordados para una definición, decidió atacar la unidad.
Por orden suya, el capitán de fragata Edgardo S. Andrew estableció un nuevo contacto telefónico y después que le alcanzó el aparato, le notificó a Albrizzi que tenía exactamente dos minutos para pronunciarse porque de lo contrario, el regimiento iba a ser bombardeado.
Después de recibir la orden de alistamiento seis aviones navales se posicionaron en la cabecera de la pista, listos para despegar y ante una nueva serie de excusas, vencido el tiempo acordado, recibieron la orden de decolar.
Preocupado, el capitán Andrew intentó intermediar, solicitando a su superior que detuviera la incursión:

-Señor, no los bombardee, yo los conozco y sé que tarde o temprano se nos van a plegar.

No acostumbrado a la guerra, el oficial no admitía la entrada en acción. Sin embargo el capitán Rial se mantuvo firme.

-¡De la orden de bombardear!

Uno tras otro, los AT-6 North American carretearon por la pista y decolaron con una diferencia de medio minuto entre uno y otro, hacia la periferia de la ciudad.
A las 17.00 horas atacaron las  instalaciones del regimiento recibiendo como respuesta intenso fuego de ametralladoras y fusilería. El aparato del teniente de navío Rubén Iglesias fue alcanzado y pese a que el piloto resultó herido en una pierna, pudo llegar a Espora y aterrizar sin inconvenientes.
A la primera incursión le siguió otra, con sus aviones efectuando vuelos rasantes sobre el objetivo, a los efectos de mantener amedrentada la unidad. Sin embargo, lejos de deponer su actitud, el regimiento mantuvo su silencio, evidenciando su intención de no plegarse al alzamiento.
Mientras se producía el segundo ataque, el Comando de Represión alentaba a la resistencia desde Buenos Aires y anunciaba el envío de refuerzos. Gran alivio debió experimentar Albrizzi cuando supo que la III División de Caballería al mando del general Eusebio Molinuevo avanzaba en su ayuda, reforzada por elementos del Regimiento 2 de Artillería, del Destacamento de Comunicaciones 3, del poderoso Regimiento 3 de Infantería Motorizado con asiento en La Tablada (el mismo que entrara en combate contra los Gloster Meteor el 16 de junio) y del Destacamento de Zapadores 3. Por su parte, desde Azul se puso en marcha el Regimiento 1 de Caballería y desde Tandil el Regimiento 2, tomando ambos los caminos de Juárez y Tres Arroyos.
Información recibida desde diferentes puntos del país daba cuenta de que la lucha en la Base Naval de Río Santiago se tornaba desfavorable y que en el Río de la Plata, los destructores “La Rioja” y “Cervantes” habían recibido un duro castigo por parte de la Fuerza Aérea. Eso, más el avance de las unidades del Ejército, decidieron un nuevo ataque sobre el Regimiento 5 de Infantería.
A las 21.30 de aquel agitado día, dos bombarderos Catalina partieron de Comandante Espora con destino a la unidad militar alcanzando el objetivo quince minutos después.
El primero arrojó bengalas para iluminar el blanco y el segundo, dejó caer sus bombas, impactando en las instalaciones, sin causar víctimas. Esta vez no hubo respuesta y los aparatos retornaron a la base sin novedad. Media hora después, fue interceptada una comunicación del Ejército que arengaba al 5 de Infantería que, entre otras cosas decía: “No rendirse a la Marina. Los bombardeos serán suspendidos porque no tienen espoletas. En breve plazo, recibirá apoyo aéreo”.
Aquella intercepción radial llevó al alto mando rebelde a adoptar medidas defensivas en previsión de de que el regimiento efectuase algún tipo de movilización. Para ello se mantuvieron sobre sus cuarteles permanentes patrullas aéreas y se ordenó el reagrupamiento de las fuerzas militares que ocupaban Bahía Blanca. Las avanzadas rebeldes se aproximaron tanto a las líneas enemigas, que en dos puntos diferentes, las secciones de los tenientes de navío Martín Schwarz y Juan J. Costa, sobrepasaron su perímetro defensivo.
A las 23.00 horas tropas de la Marina que ya habían cortado las líneas telefónicas que comunicaban Bahía Blanca con Buenos Aires, volaron el puente de la Ruta Nacional Nº 3, sobre el río Quequén Salado, ubicado entre Coronel Dorrego y Tres Arroyos, a 150 kilómetros de la base aeronaval. La misión la llevó a cabo una sección de demolición integrada por diecisiete hombres al mando del teniente de navío ingeniero Jorge Yódice, secundado por el teniente de navío de Infantería de Marina Eduardo Fracassi y el guardiamarina Luis Pozzo, experto en explosivos. Los comandos despegaron en un avión desde Comandante Espora y a las 18.45, aterrizaron en un campo próximo al objetivo. Ni bien echaron pie a tierra, un grupo corrió hasta la ruta para bloquearla con ramas y distinto tipo de obstáculos mientras el otro procedía a colocar los explosivos en dos puntos diferentes de la estructura.
Una vez montado el dispositivo, los efectivos se retiraron y cuando se hallaban a una distancia prudencial, se detuvieron y accionaron el mecanismo. Se produjo una terrible explosión que sacudió la noche y mientras una el resplandor y las llamas iluminaban el área, el puente se desplomó. El plan incluía la voladura de un puente ferroviario próximo al anterior pero la falta de tiempo impidió la operación. Los comandos abordaron el avión y a las 24.00 emprendieron el regreso, después de completar exitosamente la primera fase del plan destinado a obstaculizar los accesos al sector rebelde.

Imágenes
Ilustraciones: Miguel Ángel Cavallo, Puerto Belgrano. Hora Cero. La Marina se subleva

Aprestos en Comandante Espora


Personal de tierra monta una bomba bajo el ala de un PBY Catalina
Un AT-6 North American vuela hacia el RI5 de Bahía Blanca

Centro de Comunicaciones. Base Comandante Espora

Blindados de la Marina recorren la ciudad

Las tropas rebeldes ocupan la Municipalidad
Aviones navales sobrevuelan Bahía Blanca

C.C. Guillermo Castellanos (der.) jefe naval a cargo de Bahía Blanca (Fotografías: Miguel Ángel Cavallo, Puerto Belgrano. Hora Cero. La Marina se subleva)
                               

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