EL QUINTO DIA DE LUCHA
El
20 de septiembre de 1955, también hubo acciones de guerra. Ese día, a
las 02.00 horas partió de la Escuela de Aviación Militar un Beechcraft
AT-11 para lanzar bengalas y efectuar observaciones sobre los caminos de
acceso al sur de las posiciones rebeldes. Cuatro horas y media después
le siguió un Fiat que patrulló el mismo sector hasta Deán Funes y a las
08.30 otro AT-11 detectó el repliegue de tropas en dirección a Alta
Córdoba.
A
las 09.00 la aviación exploró los caminos de acceso a la Escuela, desde
Río Tercero a Los Cóndores; quince minutos después otro avión sobrevoló
las tropas que llegaban a Alta Gracia y les arrojó volantes
recorriendo, posteriormente, un radio de 15 kilómetros en el sector 90º -
180º. A las 10.00 otro Fiat sobrevoló el sector comprendido entre la
Escuela de Aviación Militar y Villa María y una hora después, una cuarta
aeronave, se iguales características, exploró los caminos de Villa
María y San Francisco observando dos columnas de vehículos militares y
civiles detenidas en Río Primero1
así como también, tropas marchando a campo abierto en dirección este,
muy cerca de Santiago Temple. Cuando el avión regresaba a su base,
alcanzó a detectar cinco cañones en las inmediaciones por lo que, quince
minutos después, se hizo exploración aérea entre la Escuela, Ascochinga
y Malagueño.
La
presencia de tantas tropas en los alrededores de la Escuela de Aviación
Militar y la capital provincial, más el hecho de que aún no se hallaba
definida la situación respecto a la renuncia de Perón, llevaron al
general Lonardi a adoptar la siguiente decisión: temiendo el
reagrupamiento de las fuerzas enemigas y no teniendo la certeza de que
el total de las mismas había depuesto las armas, decidió bombardear el
aeródromo de Las Higueras, en Río Cuarto, por constituir la posesión
extremadamente peligrosa dentro del área.
A
tal efecto, fue alistado un Beechcraft AT-11 que cerca de las 10.00
despegó de la guarnición y voló hasta el objetivo descargando sus bombas
sobre las instalaciones de la etación. La aeronave regresó veinte
minutos después sin haber sufrido daños porque el ataque no fue
repelido.
Las
misiones de exploración se detuvieron hasta las 15.00, cuando un nuevo
Fiat G-55 A efectuó reconocimiento entre las posiciones revolucionarias y
Las Varillas sin detectar anormalidades. Era evidente que la incursión
sobre Las Higueras, había surtido su efecto.
Donde las cosas se tornaron tensas fue en el teatro de operaciones de Bahía Blanca.
Según
refiere Ruiz Moreno, el Regimiento 3 de Infantería se encontraba en
Pringles y los seis tanques de su sección blindada sustraídos por el
capitán Giménez el día anterior, muy cerca de allí, en la localidad de
Tornquist, donde su comandante mantenía la preocupante actitud de no
acatar la tregua. Por ese motivo, en las primeras horas del día, el alto
mando revolucionario decidió atacar las posiciones por entender que
representaban el único peligro aún latente en el escenario sur.
Desde
Comandante Espora decolaron con destino a Tornquist tres bombarderos
Catalina provistos de bombas de 220 kilogramos seguidos por un Avro
Lincoln al comando del jefe de la escuadrilla, capitán Ricardo Rossi,
quienes tenían por misión contrarrestar esa amenaza.
La
formación voló durante veinte minutos hasta alcanzar el blanco pero
cuando se disponía a atacar recibió la notificación de que los tanques
se rendían incondicionalmente y por esa razón, se le ordenó desde la
torre de control permanecer en la zona, hasta que la situación se
aclarase.
Los
tanques se habían posicionado en las afueras de la población, a la
vista del enemigo y sus tripulaciones, siguiendo las instrucciones
impartidas por el comando revolucionario, extendieron sobre la hierba un
enorme paño blanco en señal de capitulación. La “patriada” del capitán
Giménez había finalizado sin un solo disparo.
Desde Espora fue despachado un DC-3 a
bordo del cual viajaba un grupo de infantes de Marina al mando de tres
oficiales, quienes debían hacerse cargo de los tanques sus armas y
municiones.
La
aeronave tardó menos de media hora en cubrir el espacio que la separaba
de Tornquist. Aterrizó sobre la ruta 33 y de ella saltó a tierra la
sección que debía encargarse cargo de los blindados, encabezada por tres
oficiales, y una hora después se puso en marcha hacia Bahía Blanca,
donde ingresaron pasadas las 16.00, desplazándose por la ciudad con los
vehículos capturados como “trofeo de guerra”2.
Ese
mismo día, minutos antes de que los blindados capitulasen, los mandos
navales del área sur recibieron un llamado desde Saavedra, que los llenó
de espanto. Comandos civiles revolucionarios que acababan de tomar la
estación ferroviaria y la comisaría local, habían encontrado en el
interior de un galpón, los restos calcinados del Grumman de Estivariz
junto a los cuerpos de sus tres tripulantes con claras evidencias de que
habían sido acribillados a balazos.
Se
supo también que la noche del 18 de septiembre, Carlos Mey se había
apersonado en el
puesto de mando de las fuerzas que ocupaban Saavedra para solicitar
autorización de retirar los cadáveres de los aviadores muertos y darles
cristiana sepultura. No solamente que se la negaron sino que, además, lo
conminaron a
permanecer en su hogar y no moverse de ahí hasta nueva orden. El
distinguido
vecino había vuelto a su casa abatido, angustiado al pensar en aquellos
tres cuerpos
calcinados, tendidos en pleno campo bajo las estrellas, a merced de la
noche,
las alimañas y las inclemencias del tiempo. Por esa razón, al la mañana
siguiente, haciendo caso omiso de la directiva castrense, se dirigió al
lugar acompañado por su esposa y el cura párroco de la localidad, para
cubrirlos con una manta3.
Perren
y Rial se comunicaron entre sí para tratar el asunto y sin más pérdida
de tiempo decidieron el envío de un helicóptero para recoger y trasladar
los cuerpos hacia la base aeronaval. Fueron seleccionados para esa
misión los tenientes Juan María Vasallo y Raúl Fitte, quienes partieron
de Comandante Espora alrededor de las 10.00.
La
aeronave se posó en las afueras de Saavedra, a los pies de la Sierra de
la Ventana y en lo que fue un penoso procedimiento, los restos de los
tres aviadores fueron cargados e introducidos en su interior, siempre
cubiertos por sábanas. Tal era la indignación imperante en esos momentos
que el capitán Justiniano Martínez Achával agredió a un oficial
prisionero alojado en las cercanías.
Los
cuerpos de Estivariz, Irigoin y Rodríguez llegaron a Espora alrededor
de las 12.20 horas. El helicóptero conducido por Vasallo y Fitte, se
posó suavemente en la pista e inmediatamente después, una ambulancia se
aproximó a él. “…todo el
personal de la Base Espora esperaba, en un silencio impresionante, los
restos de los camaradas caídos, nuestras únicas bajas, en la lucha que
parecía estar llegando a su fin. La proximidad de la victoria no reducía
el dolor por la pérdida de esas vidas. Nuestros amigos habían muerto
durante un ataque que llevaron a cabo con clara conciencia del alto
riesgo que implicaba. Pues antes de decolar, el Capitán Estivariz había
comentado que los ataques anteriores habían sido poco efectivos, por
realizarse desde una altura excesiva y que él conduciría su escuadrilla
en vuelo rasante. Con un gesto descartó las objeciones que se le
hicieron, basadas en la vejes de sus aviones y en sus características,
propias de aviones de observación, que los harían presa fácil del fuego
antiaéreo de los tanques. Sereno, reflexivo, de conocida inteligencia y
capacidad profesional, jefe de la escuadrilla de Grumman desde hacía
tiempo, el Capitán Estivariz conocía tanto como el mejor los riesgos a
que se exponía atacando en vuelo rasante, y por ello su decisión fue un
alto ejemplo de valor y abnegación”, refiere el contralmirante Perren en su obra4.
Ese
día se produjeron serios incidentes en la ciudad de Rosario, al chocar
manifestantes justicialistas con la policía, y si bien hubo destrozos,
agresiones y corridas, afortunadamente, no hubo que lamentar víctimas.
Sí las hubo en Mendoza cuando pasadas las 13.00 se generaron una serie
de disturbios que llevaron intranquilidad a los altos mandos de la
revolución. En la oportunidad, el jefe de Policía local se alzó contra
las fuerzas sediciosas a las que había apoyado el día 18, intentando
copar la Comisaría 1ª. El alzamiento fue sofocado rápidamente y su jefe
encarcelado junto a sus hombres y unos pocos militantes que se les
habían sumado. Sin embargo, lo más grave ocurrió en esa misma ciudad
cuando una columna de civiles armados, casi todos integrantes de las
centrales obreras y unidades básicas justicialistas, atacaron un puesto
militar en apoyo a la acción policial. En el tiroteo que tuvo lugar
durante el asalto, cayeron muertos varios y otros resultaron heridos, en
tanto el resto se dio a la fuga presurosamente.
Donde también se registraron enfrentamientos fue en la ciudad de Mar del Plata.
El
mismo día en que se produjo el bombardeo naval, grupos de civiles
antiperonistas comenzaron a reunirse en el centro de la urbe para
manifestar su apoyo al alzamiento militar. Hombres y mujeres de
diferentes edades y estratos se dieron cita encalles y esquinas de la
zona céntrica, para marchar bajo la lluvia en dirección al puerto,
enarbolando banderas y luciendo escarapelas, aún cuando en aquel sector
se combatía intensamente.
El grupo principal se concentró cerca de las 11.00, en
proximidades de la Av. Independencia y la costanera, hasta totalizar unas
200 personas que iniciaron una procesión a la que se sumaron varios
automovilistas, entremezclando sus cánticos y bocinas con el intercambio de
disparos entre la Escuela Antiaérea y los buques de la Armada.
Inmediatamente después, se registraron las primeras acciones
violentas cuando partidarios del gobierno armados, ganaron las calles para
agredir a los manifestantes. Estos últimos, sin quedarse atrás, se abalanzaron
sobre cuando local partidario, oficina o representación sindical cruzaron en su
camino, con la intención de destruirla.
Cerca de las 11.00, una treintena de agentes policiales
tomaron posiciones a escasos metros de la Seccional 1ª, en la esquina de Rivadavia y se
apoderaron de la dependencia que estaba pronta a ser ocupada por efectivos de la Marina. Sin embargo, al ver a numerosos
manifestantes concentrándose en el frente, tomaron armas y pertenencias y
abandonaron la dependencia en el más completo desorden, perseguidos por algunas
personas.
Cuando la muchedumbre supo que en el interior de la comisaría permanecían
detenidos varios presos políticos, entre ellos el Dr. Giordano Etchegoyen,
rompió puertas y ventanas y provista de palos y barras de hierro, ingresó en la
guardia para liberarlos. Los más exaltados arrojaron al piso los cuadros de
Perón y Evita que colgaban de las paredes y los hicieron pedazos mientras que
otros lanzaban a la calle papeles y carpetas con los prontuarios e
iniciaban con ellos una gran fogata.
En tanto esto ocurría en la central de policía, varios grupos
recorrían la ciudad en pos de venganza. Uno de ellos tomó por asalto la sede de la CGT para
arrojar su mobiliario por las ventanas y hacer con ellos otra hoguera, lo mismo
en el Centro de Empleados de Comercio y las principales unidades básicas de la
ciudad. También marcharon a las redacciones de los diarios “La Mañana” y “El Trabajo”,
apedreando el frente del primero y vivando la acción opositora del segundo.
En
las primeras horas del martes 20 de septiembre, cuando todavía era de
noche, se produjo un violento tiroteo en inmediaciones del Palacio
Municipal entre milicianos armados que se desplazaban a bordo de
camiones y patrullas navales que recorrían la ciudad.
Promediando
la tarde, un considerable número de personas se dirigió al edificio del
Sindicato Gastronómico, para tomarlo por asalto y cometer destrozos. La
multitud ingresó forzando las puertas e inmediatamente después arrancó
placas alusivas, destruyó cuadros e imágenes e hizo pedazos el
mobiliario cuyos restos arrojó a la calle desde los balcones junto con
los libros de contabilidad, biblioratos y toda la documentación de la
representación gremial, para hacer con todo ello una gran fogata.
Durante el asalto a la sede, uno de sus defensores disparó sobre la
turba hiriendo de gravedad a uno de los manifestantes que encabezaba la
columna y a punto estuvo de ser linchado.
Otro grupo tomó por la tradicional Av. Independencia, cuyo nombre
había sido cambiado por el de Eva Perón, y desclavó todas las placas en las que
se leía el nombre de la fallecida esposa del mandatario destrozando, además,
los relojes florales que señalaban la hora de su deceso en las plazas.
A todo esto, frente a la Municipalidad,
numerosas personas aguardaban la llegada de los representantes del Comando
Revolucionario, para hacerse cargo de la ciudad.
Cerca de las 14.00, un importante grupo de militantes peronistas
destrozó las vidrieras de Casa López, la principal armería de Mar del Plata,
ubicada sobre la calle San Martín y se apoderó de todas las armas que allí
había, dispersándose enseguida en diferentes direcciones. Poco después, esos
activistas se enfrentaron con patrullas navales que recorrían las calles de la
ciudad, generando violentos enfrentamientos en diferentes puntos de la zona
céntrica.
Mientras tenían lugar esos hechos, manifestantes antiperonistas
saquearon la residencia del general Franklin Lucero e incendiaron la imponente
residencia del dirigente industrial Jorge Antonio, ubicada en la intersección
de las calles Rodríguez Peña y Lavalle, destruyéndola por completo (solo
quedaron en pie algunos muros).
Para entonces, un total de cinco personas habían sido internadas
en el Hospital Regional, producto de los enfrentamientos entre partidarios y
opositores al gobierno.
En
vista del cariz que estaban tomando los acontecimientos, a las 18.00 el
Comando Revolucionario decidió evacuar la Municipalidad y una hora
después, cortó el tránsito al tiempo que reforzaba la vigilancia en todo
el perímetro de la urbe, contando para ello con los efectivos que
desembarcaban del “9 de Julio” . Para entonces, el jefe militar de la
ciudad, capitán de corbeta Carlos López, designó encargado del gobierno
comunal al capitán de corbeta Juan M. Bisset, y como jefe de policía,
bomberos y prefectura marítima, al teniente de navío de Infantería de
Marina, Jorge Alberto de Urquiza.
Regían en todo el país la ley marcial y el toque de queda y por
consiguiente, estaba terminantemente prohibida la circulación de automóviles
después de las 20hs., lo mismo las reuniones de personas en locales o la vía
pública.
Las dotaciones de bomberos trabajaron durante todo el 19 para
apagar los incendios de los tanques de petróleo bombardeados en la madrugada
del 19, los que fueron controlados recién el martes 20 por la tarde. Como en
otros puntos del país, las clases se hallaban suspendidas, medida que se
extendería hasta el 21 de septiembre dado que los enfrentamientos y el clima de
violencia no habían finalizado.
En la tarde del 20 de septiembre, la Unión Obrera regional
emitió un comunicado exhortando a los trabajadores a desligarse de todo
compromiso con la CGT y desestimar todo llamamiento a empuñar las armas o adherirse a paros o
huelgas. Su texto decía:
El movimiento de amigos de la Unión Obrera Local
que nuclea a trabajadores de Mar del Plata (…) exhorta (…) a todos los
trabajadores a concurrir al trabajo desoyendo cualquier intento de
paralización. Trabajar y trabajar con entusiasmo en las respectivas ocupaciones,
significa en la situación actual ayudar al afianzamiento de la paz y dar la
contribución merecida a las fuerzas de liberación que hoy
controlan la vida de la ciudad.
Obreros: todos al trabajo, sin odios
destructores a colaboraren la normalización y pacificación del país y con
entusiasmo a reconstruir el auténtico y digno movimiento obrero.
Movimiento
de Amigos de la Unión Obrera Local
Por su parte, el Comando Militar de Mar del Plata emitió su
comunicado Nº 7 en el que se prohibía la venta de nafta y solicitaba a la
población ahorrar al máximo la energía eléctrica. Poco después, a través del
comunicado Nº 9, advirtió que “todo aquel que se oponga a la
apertura de los negocios o a la concurrencia de los obreros y empleados a
puestos de trabajo, será considerado saboteador y se le aplicará la Ley Marcial. Fdo.
Carlos López, capitán de fragata, comandante militar”.
En
la mañana del 20 de septiembre, el Comando Revolucionario en Puerto
Belgrano recibió un comunicado desde la Patagonia, notificando que en la
tarde del 19 habían sido retirados de la cárcel de Río Gallegos los ex
oficiales del Ejército Alejandro Agustín Lanusse y Agustín D’Elía para
ser en enviados a la ciudad de Rawson donde iban a ser puestos en
libertad junto a otros oficiales que se encontraban en la misma
situación. Como explica el contralmirante Jorge E. Perren, comenzaban a
ser liberados los camaradas del Ejército recluidos en establecimientos
penales de la Patagonia por su intervención en el alzamiento del general
Benjamín Menéndez, en septiembre de 1951, pero faltaban los cabecillas
del 16 de junio, almirantes Aníbal Olivieri y Samuel Toranzo Calderón
que con el grupo de oficiales que los acompañaba, casi todos
pertenecientes a la Armada y la Fuerza Aérea, se hallaban recluidos en
el penal de Santa Rosa, provincia de La Pampa.
Por
esa razón, aquella mañana del 20 de septiembre se envió hacia allí un
avión naval para que sobrevolase el penal y arrojase volantes en los que
se informaba a las autoridades del instituto penitenciario que el
Comando Revolucionario los hacía responsables por la suerte de los
detenidos. Su aproximación fue detectada por los vigías de tierra
quienes lo recibieron con nutrido fuego de armas automáticas sin
alcanzar al aparato.
En
horas de la tarde, cuando los relojes daban las 15.40, la Base Naval de
Puerto Belgrano recibió del Comando de Operaciones Navales un
comunicado emitido a las 15.17, en el que se ordenaba el envío de un
avión de transporte hacia Santa Rosa de Toay, a efectos de trasladar
desde ese lugar a los almirantes Toranzo Calderón y Olivieri junto al
resto del personal detenido. El avión y su escolta volaron hacia La
Pampa pero no pudieron aterrizar debido a la inclemencia del tiempo y
por esa razón, la operación debió ser pospuesta para el día siguiente.
A
las 14.30 un Piper exploró la Ruta 3 hasta la latitud 4, sin novedad.
El mismo aparato repitió la operación a las 18.50 con los mismos
resultados y una hora después, comunicó su aterrizaje en Comodoro
Rivadavia, sin nada que reportar. Para entonces, la moral de las tropas
gubernamentales que se retiraban de los escenarios de guerra era
bajísima y se producían deserciones en masa, mientras noticias
alarmantes, casi todas sin fundamento, saturaban las radios.
El parte de
guerra publicado en la revista “Cielo”
refiere lo siguiente:
20 de septiembre (martes): La mañana se va
haciendo pesada y entonces buscamos un poco de distracción…Me consigo un freno
y me procuro cabalgadura. El pobre estaba un poco flaco y era matungón, pero lo
mismo me cargó un buen rato. Tengo unas ganas terribles de reunirme con el
curso…es suficiente un poco de ausencia para comprobar que se los extraña a los
muchachos…
El rancho lo constituyó un poco de locro
rápidamente tomado de un jarro de mate.
Estoy notando que a causa de la inactividad
la disciplina se está aflojando un poco…
El campo está reseco y los animales
abandonados tienen un hambre que los enloquece.
Más tarde debemos realizar otro cambio de
posiciones y tras reunir mi grupo, nos dirigimos a la chacra que patrullamos
ayer (o anteayer), en realidad perdemos un poco la noción del tiempo…¡son tan
parecidos los días!.
La noche, negra como la tinta, nos trae otra
vez el ‘agradable’ trabajito de construir el pozo de tirador.
Tal vez mi cuerpo esté ya saturado de dormir
en el suelo, pues en señal de protesta, no encuentro una posición cómoda y no
me deja dormir en toda la noche…para peor es terrible el rocío que cae y como tenemos
una sola manta la tierra helada se nos antoja un témpano…
En resumen: una noche para el recuerdo…nunca
un amanecer fue más esperado que el de este 21 de septiembre. Día de la Primavera…4.
Durante
toda aquella jornada, las fuerzas de la revolución estuvieron consolidando sus
posiciones al tiempo que las tropas leales se replegaban. Cuando a las 21.10 de
ese día el comandante de Puerto Belgrano comunicó al contralmirante Rojas que
todo el sur había capitulado, no quedaban más dudas de que el gobierno de Perón
llegaba a su fin. La revolución estaba triunfando aunque el conflicto no había
finalizado todavía.
Imágenes
Capitán de corbeta Eduardo Estivariz. Caído en combate en Saavedra (P.B.A.) (Imagen: gentileza Fundación Histarmar. Historia y Arqueología Marítima) |
Teniented de fragata Miguel E. Irigoin.
Caído en combate
(Imagen: gentileza Fundación Histarmar. Historia y Arqueología Marítima)
|
Suboficial mayor Juan I. Rodríguez.
Caído en combate
(Imagen: gentileza Fundación Histarmar. Historia y Arqueología Marítima)
|
Escuadrilla de aviones navales Grumman J2F-5 similares a los que comandaba
el CC Eduardo Estivariz (Imagen: gentileza Fundación Histarmar. Historia y arqueología Marítima) |
Notas
1 Se trataba del
Regimiento 12 de Infantería.
2A las 21.00 fueron
enviadas a Puerto Belgrano, donde fueron alojadas en sus depósitos.
3 Rodolfo J. Walsh, "Aquí cerraron sus ojos", Revista "Leoplan" Nº 532, octubre de 1956, Bs. As., pp. 46 y ss.
4 Jorge
E. Perren, op. cit, p. 265.
5 “…del Diario de un
Cadete”, revista “Cielo”,
Buenos Aires.
Publicado 20th January 2013 por Alberto N. Manfredi (h)